viernes, 28 de junio de 2013

HOLIDAYS!!

Bueno amigos, nos vamos unos días de vacaciones, que va siendo hora. Cerramos el chiringuito durante algo más de una semana como mínimo. No sabemos exactamente cuando volveremos por aquí, pero esperamos hacerlo con las pilas cargadas y las mejores noticias del basket (por ejemplo, un oro de nuestras chicas en el Eurobasket de Francia)  

¡Hasta pronto, sed felices!      






jueves, 27 de junio de 2013

EL SUEÑO DE MI DESVELO





He dado cuenta durante el pasado fin de semana de la lectura del libro de Antoni Daimiel “El sueño de mi desvelo”, una especie de pequeña autobiografía sobre sus últimos 15 años en los que se ha convertido en algo así como la voz oficial de la NBA en España. Casi una celebridad. Tanto es así que su publicación ha supuesto un auténtico bombazo editorial (mi ejemplar es ya una cuarta edición, y hablamos de una obra que vio la luz en Mayo, apenas hace un mes)   

Como digo lo leí durante el pasado fin de semana, y de no ser por los rigores propios de los días de asueto en los que hay que cultivar más cosas aparte de la lectura, diría que es un libro de leer en una tarde. En un par de horas. Por un lado la obra no es nada densa (no llega a las 200 páginas), y por otro está escrito con el ritmo y la agilidad habitual del periodista manchego con lo que logra trazar un relato ameno y bien construido que apenas decae en interés. 

Vaya por delante que este no es un libro estrictamente deportivo, sobre baloncesto, ni sobre la NBA. Tampoco es una obra rica en erudición, más bien al contrario. Se recorren los últimos 15 años de la mejor liga del mundo a ojos de Daimiel y de su labor periodística, lo cual por otro lado obvia muchos aspectos. Como se suele decir, no están todos los que son, pero son todos los que están. Y los que están son, sobre todo, los dominadores de la competición en esta última década y media, desde Jordan a LeBron. Otro grueso importante de la obra lo contemplan, como no, los jugadores españoles. Recordemos que cuando Canal + se hace con los derechos para España de la NBA el nombre de Pau Gasol apenas era conocido por los aficionados más concienzudos, como el de un adolescente con posibilidades dentro de una generación en la que los mayores talentos se llamaban Juan Carlos Navarro y Raúl López, y tras ellos Germán Gabriel y Felipe Reyes. Nadie podía intuir que más de una quincena de años después el espigado jugador de Sant Boi fuera a ser nuestro mejor baloncestista de la historia y el gran exponente de nuestro país en una liga que cada vez mira con mejores ojos a nuestros jugadores. 

Pero como decimos este no es un libro exclusivamente deportivo. Se agradece la sinceridad del autor, que escribe, como diría un castizo, “a calzón quitao”. No se muerde la lengua ni se le seca la pluma a la hora de repartir y criticar a grandes directivos y medios de comunicación. Antoni reivindica una manera de entender y contar el deporte. Un estilo en el que el rigor y la profundidad de conocimiento vayan acompañadas de una cultura general (cine, música, etc) que pueda servir de ligazón para ofrecerle un mayor atractivo al aficionado. Se habla de gente como Santiago Segurola, de competiciones como la NCAA… en definitiva de ese deporte del otro lado del Atlántico tan íntimamente unido a la cultura popular del siglo XX de la que todos somos hijos. El rock’n’roll, el soul, el jazz, la buena comida mejicana o las grandes hamburguesas. Todo ello aderezando siempre el mayor espectáculo del mundo. La NBA. Ese universo deportivo cuya grandiosidad empequeñece todo lo demás.    


Pero como no podía ser de otro modo, si hay una sombra que sobrevuela por las páginas del libro de manera constante no es otra que la de nuestro querido “jugón” Andrés Montes. Ese personaje de interiores tortuosos pero exterior luminoso que sabía “vender el muñeco” como nadie. Sacado del submundo radiofónico deportivo de una pequeña emisora como Radio Voz por Alfredo Relaño, quien supo ver en él a un showman de las retransmisiones deportivas, la irrupción de Andrés Montes en la televisión supuso un auténtico acontecimiento. Como una repentina explosión de júbilo en un ámbito, el del deporte, apolillado por tantos años de maguregianos blues del autobús y de furias de pacotilla. Alguien, en definitiva, capaz de hacernos sentirnos felices con el deporte (“porque la vida puede ser maravillosa”, como repetía constantemente) Y ese es el mayor valor por el que amamos el deporte, celebramos las canastas, y cantamos los goles. Porque nos gusta ser felices. Y así Andrés Montes y Antoni Daimiel configuraron una de las parejas más inolvidables de la televisión de todos los tiempos. Tan distintos, pero tan complementarios. Como los protagonistas de alguna “buddy movie” estadounidense. Afortunados somos pues, de haberlo vivido, pese a las horas de sueño sacrificado por el bueno de Daimiel. Todo sea por mantener vivo tan maravilloso desvelo.   


El sueño de los jugones

martes, 25 de junio de 2013

AJUSTE DE CUENTAS

No soy dado a hacer acotaciones o aclaraciones sobre mis propios textos. Tampoco me veo en la obligación de dar explicaciones a nadie sobre mi manera de pensar, la cual se traduce a menudo en mi manera de escribir. Pero soy consciente de que tras escribir un artículo "caliente" como el que acabo de parir puede haber gente que se sienta ofendida por alguna frase, comentario o pensamiento. No era mi intención. He intentado reflejar lo que han sido, a mi juicio, errores y males del reciente Real Madrid. Errores creo que afortunadamente ya superados, y he tratado de dotar al texto de cierto sentido del humor. Insisto en que no es mi intención la ofensa, pero sé que en terrenos de escritura irónica la delgada línea que separa el humor de la referida ofensa es muy tenue, pero también sé que depende más del lector y su recepción a lo escrito que del escribano, por lo que lo único que puedo hacer es reiterar que no busco ofensas ni polémicas ni atacar a nadie. En todo caso el objeto de esta entrada es una defensa a ultranza a quien considero uno de los mayores y mejores profesionales que ha tenido el Real Madrid de baloncesto en los últimos tiempos, y en efecto, más allá de eso, un símbolo. Y eso es que lo realmente me mueve, la defensa, y no el ataque. Y pocos personajes de nuestro baloncesto se lo merecen más que Felipe Reyes (que diferencia cuando pienso en el trato que ha recibido durante toda su carrera el capitán barcelonista Juan Carlos Navarro)  



"Hubo quien dijo que no iba a llegar, ahora les miro desde aquí, no pido ya más..."




Vaya por delante que esta entrada sé que no gustará a mucha gente (en el caso improbable de que la lean) Sería un texto posiblemente polémico de ser el autor algún reconocido analista o mejor/peor, un reputado periodista deportivo, gremio al que desde algunos sectores se acusa de ser el auténtico responsable de los males del equipo de los amores de los interfectos en cuestión (vamos, que el 4-0 del Borussia Dortmund al Madrid de Mourinho no fue perpetrado por ese animal del área llamado Lewandoski, si no que fueron obra de Santiago Segurola, Alfredo Relaño, Manolo Lama y Enrique Ortego, por citar cuatro jinetes de un Apocalipsis del que sólo salvarían a elementos de dudosa catadura del estilo de Josep Pedrerol, Siro López, Eduardo Inda o Julián Ruiz), pero al tratarse de un simple blogero juntaletras no debería tener la cosa mayor recorrido, sobre todo cuando nuestro punto de partida es un deporte, de momento (y que siga así), poco intoxicado por los talibanismos furibundos. En efecto, los seguidores del baloncesto posiblemente estemos cerca de eso que los proclamados “madridistas verdaderos” llaman “piperos”. Nos gusta el deporte, no la guerra. Disfrutamos de las victorias sin restregárselas por la cara al rival, y no tenemos ningún reparo en darle la mano en la derrota. Un símbolo de nuestro baloncesto como Juan Carlos Navarro únicamente será un enemigo circunstancial durante los 40 minutos de un partido. Nunca más allá de eso. Y esto, como digo, sé que no gusta. Pero a mí tampoco me gustan muchas cosas que escucho, leo y veo. Eso es libertad de pensamiento, y espero que nadie busque cuestiones personales en lo que no dejan de ser discrepancias sobre la manera de entender el deporte. La mía, desde luego, procuro llevarla a rajatabla y con la mayor coherencia posible (es decir, no podemos estar poniendo a parir a LeBron James con 25 años, y ahora que empiezan a llegar los títulos subirnos al carro de que es el jefe del cotarro) 

No me gustan los hooliganismos, ni en la vida ni en el deporte. A veces, entre amigos, bromeamos de lo ridículo que resulta ver gente de 30 o 40 años que de la noche a la mañana se envuelven en estéticas y círculos como la escena mod, punk, rocker, etc… cuando a los 20 estaban a tope con el indie, el noise, el techno, o la que fuera la moda “alternativa” del momento. Lo mismo me sucede cuando veo a gentes de esas edades volverse radicales y ultras deportivos. Quizás es que con 15 años no conocieron lo que era estar dentro de un “tifo” y ver los partidos del equipo de tu tierra desde el fondo (norte o sur) correspondiente, y ahora buscan sentirse vivos y recuperar una juventud no disfrutada volviéndose más talibanes que el Ochaíta de turno (hablo estrictamente de lo futbolístico, que nadie me entienda mal, aunque sé que quien quiera entender mal, lo hará) De modo que llevo años soportando de una manera estoica a ese autoproclamado madridismo verdadero repartiendo carnets de autenticidad y despreciando a los que no seguimos el dedo que al parecer señalaba el camino, lejos de eso, lo repudiamos, como un apéndice digital que jamás de los jamases podrá representarnos a quienes hemos elegido otra opción de entender el deporte y el madridismo.    


¡Placa placa!


Y finalicemos esta ajardinada introducción, que ya bastantes disgustos he tenido últimamente como para darle mayor alimento a la cólera., y centrémonos en el protagonista de nuestra historia. Sólo así comprenderán el porque de esta extraña digresión ejercida por su humilde amigo y servidor El Tirador.   

Remontémonos unos años atrás. En Junio de 2009 se producía sobre el Paseo de La Castellana la Segunda Venida de Nuestro Señor Florentino, especialista en asuntos mesiánicos y máximo apóstol de la cultura del talonario. Conocido también como Ser Superior, o para quienes tienen más confianza como Tito Floren (“Tito Floren, fíchame a éste”) Florentino, padre del madridismo verdadero nunca ha tenido problemas para complacer a sus hijos comprándoles los juguetes más caros y lujosos. Todo el dinero es poco para satisfacer al madridismo verdadero, ese al que se llena la boca hablando de “proyectos” pero está constantemente pidiendo la cabeza de sus jugadores, preferiblemente si son españoles, canteranos, y muestran un fuerte grado de compromiso con el escudo. Este tipo de profesionales son en realidad para el madridismo verdadero una estirpe de traidores acomodados que si llevan tantos años defendiendo la camiseta blanca es por amistad con los periodistas (recuerden, los auténticos enemigos del club), nunca jamás por sus méritos deportivos. Con el nuevo advenimiento del mesías merengue se abría una vez más un periodo de prosperidad y gloria coleccionado balones de oro (ganados en otros clubes) y dejando salir a esos sospechosos bultos con patas de nuestra cantera a los que si se les tuvo en las categorías inferiores era prácticamente por lástima. Nuestro Señor Florentino venía esta vez con ganas, a tope de madridismo verdadero. No íbamos a ser sólo los más grandes en fútbol, si no que también en el tantas veces denostado y maltratado dentro del propio club baloncesto blanco. Había que poner la nave en manos de los mejores, es decir, en las de los de mejor palmarés, los más famosos, aunque no tuvieran ni repajolera idea de lo que sigfinica el Real Madrid y viniesen de otras ligas, otros países, otras culturas. El florentinismo se basa en un sagrado precepto: “el que gana, es que es bueno”. Extrañamente en el deporte que se juega con los pies el sibilino Jorge Valdano logró colocar una apuesta personal: un técnico chileno con cierto aire a Menotti muy exitoso en América (campeón en Ecuador  y batiendo records en Argentina con San Lorenzo de Almagro) pero que no había ganado nada en Europa. Aún así era autor de la proeza de clasificar segundo en la siempre bipolar liga española al Villarreal y llevarlo a los cuartos de final de la Liga de Campeones de Europa, todo ello con un fútbol muy, ya saben, “pipero”, del gusto de los Segurola y compañía… es decir, alejado del autoproclamado madridismo verdadero, que por aquel entonces ni existía ni era consciente de si mismo… pero estaría al caer un año más tarde con la salida, orquestada por el periodista Eduardo Inda (un héroe para el madridismo verdadero próximo a nacer), del estoico técnico chileno rumbo a un Málaga donde siguió tejiendo fútbol de muchísimos buenos quilates para los “piperos” que nos sentamos a disfrutar de un buen espectáculo. 

Donde sí quiso dejar claro Nuestro Señor Florentino su capacidad para construir gloriosos proyectos fue en el ámbito de la canasta, fichando a un laureado técnico acostumbrado a liderar (no se crean, también tenía buenos jugadores) proyectos ganadores, a pesar de que su baloncesto era, siendo generosos, un poco aburrido, y que de hecho la mayoría de los aficionados españoles que salivaban cada vez que pronunciaban su nombre somos conscientes de que únicamente veían un par de partidos dirigidos por él al año (los dos de la Final Four, pero eso les bastaba para decidir que era el mejor entrenador de Europa) Ettore Messina, el hombre llamado a traer al baloncesto blanco la “Gloria in excelsis Florentino”, llegó acompañado además de otro personaje de esos que dicen de “perfil alto”, es decir, de los que tanto le gustan a Nuestro Señor Florentino, patrón de los desamparados. Nos referimos a Antonio Maceiras, director deportivo con experiencia NBA y en España en clubes como el Girona y… el Barcelona (y no queremos ser mal pensados, pero visto lo visto después, cualquiera podría pensar que venía entonando un “hoy, mañana y siempre, con el Barça en el corazón”) Nuestro Señor Florentino ya tenía su pareja ganadora, esa que nos guiaría en el camino a la tierra prometida y haría olvidar el honrado trabajo de ese desconocido y accidental técnico llamado Joan Plaza (sobre quien ya no hay dudas sobre su sobrada calidad como “coach” de este deporte) La ecuación no podía fallar. Messina = títulos. Así de fácil.     


"¡Qué felices seremos los dos!"


Felipe Reyes, por aquel entonces con 29 años, venía de protagonizar una de las mejores temporadas de su carrera, evidenciando ese crecimiento sólo reservado a los más grandes. A los que año tras año son mejores y añaden nuevas facetas a su juego. Los números no ofrecían dudas. Sus 16.3 puntos y 9.4 rebotes por partido se traducían en una valoración media de 22.7 que le había llevado a obtener el MVP de la liga regular. Hasta en diez ocasiones había superado los 30 puntos de valoración en aquella temporada. Se encontraba en el mejor momento de su carrera, y era el indiscutible líder del Real Madrid de Joan Plaza cuya guardia pretoriana comprendía además de nombres como los de Raúl López, Sergio Llull, Alex Mumbrú, Louis Bullock o Axel Hervelle. Poco podía imaginar que aquel mejor momento de su trayectoria deportiva, al menos en lo individual, iba a sufrir un frenazo con la llegada de Nuestro Señor Florentino y sus nuevos planes para el baloncesto blanco. 

Habíamos dejado a Nuestro Señor Florentino encerrado en su despacho pergeñando sobre una servilleta la ecuación a todas luces ganadora. Messina = títulos. Tras gritar un “¡Eureka!” que hizo peligrar los cimientos de todas las construcciones de ACS el Ser Superior salió alborozado de su habitáculo. ¡Tenía la fórmula secreta para ganar títulos! Ahora sólo se trataba de darle un cheque en blanco a Messina así como a su compinche Maceiras y otorgarles, por vez primera en la sección, poder absoluto (el que no tuvo Plaza, el que no tiene Laso) para despedir a todo jugador que quisiesen y hacer lo propio con las contrataciones. Dicho y hecho, el Madrid de Plaza pasó a la historia. Veteranos de dudosa condición física comenzaron a estampar su firma como jugadores blancos mientras el núcleo duro del último equipo madridista campeón se deshacía. El madridismo verdadero, aún no existente como tal, lo celebraba. Poco importaba que aquellos jugadores hubiesen ganado dos títulos dos años antes y realizado soberbias ligas regulares, además de practicar un baloncesto bastante atractivo y con el que muchos aficionados (“piperos”, seguro) se sentían identificados, no sólo por la calidad del juego si no por la garra e intensidad expuesta sobre la cancha (terrenos esos, los de la garra e intensidad, donde Felipe Reyes marcaba un punto y aparte) El embrionario madridismo verdadero celebraba jubiloso la enésima limpia de vestuario. Fuera con todos. Que vengan caras nuevas. Pero aún con todo el poder absoluto conferido a Messina y Maceiras, nuestro particular dúo del desastre no logró acabar completamente con el Madrid anterior. Hervelle luchó como un jabato para intentar demostrar a un injusto Messina que tenía sitio en el equipo blanco, hasta que cansado de luchar contra quien no atendía a razones emprendió el mismo camino que Mumbrú meses antes partiendo hacia Bilbao donde se gestaba un ambicioso proyecto (un año más tarde eliminarían en semifinales por el título ACB al Real Madrid de Lele Molin, el discípulo de Messina que quedó al mando del navío tras la estampada del siciliano en unos play offs sonrojantes con el equipo blanco realizando partidos de 50 puntos) Bullock y Reyes, por otro lado, permanecieron en el equipo como sombras molestas de un pasado en el que el entrenador italiano no creía. Sus presencias le incordiaban. Fueron señalados desde el principio por el dedo acusador del de Catania como máximos responsables del no crecimiento y de la no evolución del equipo. Más sangrante en el caso del capitán, que vio como parte de la afición (ese madridismo verdadero que daba sus primeros pasitos y se preparaba para la llegada del Salvador de Setúbal) se unía al linchamiento. En un equipo plagado de jugadores recién llegados con altísimos contratos y un estado de forma deplorable, el MVP de la pasada temporada se convertía en el mayor blanco de las críticas. Para mear y no echar gota, que diría alguno. La rumorología y la infamia (o siendo más prosaicos, “la máquina de echar mierda”) no demoraron en ponerse en marcha. Felipe era un cáncer enquistado que debía salir cuanto antes y si seguía en el equipo era simplemente por su amistad con la prensa (recuerden, el Gran Satán) que le bailaba el agua únicamente por ser español, internacional con nuestra selección, y un tipo majo, atento y normal. ¿A qué les suena la historia respecto a un guardameta balompédico también de brillante trayectoria internacional y poseedor de la capitanía en la otra sección deportiva de este club? Y así, mientras las placentas de los futuros madridistas verdaderos escupían sobre la profesionalidad de Felipe Reyes, los “piperos”, pseudomadridistas, madridistas disfrazados, o como rayos quieran llamarnos, observábamos atónitos la irrupción en la zona blanca de extraños elementos no exentos de calidad pero con una preocupante falta de sangre en sus venas, ese líquido vital del que es rebosante el corajudo ala-pívot cordobés. Nombres como Novica Velickovic, Darjus Lavrinovic o posteriormente el fichaje de invierno Ante Tomic, el llamado “Gasol del Este” (el daño que pueden llegar a hacer algunas comparaciones), relegando todos ellos a Felipe como última opción interior pese a la exasperación que producía ver la fragilidad de carácter y la poca capacidad de lucha y sacrificio ofrecida por estos (por otro lado brillantes) jugadores. No debieron ir a clase el día que se explicó que el principal factor para atrapar un rebote es el deseo.   


Novica "I'm a lover not a fighter" Velickovic


Y las cosas empeoraron al curso siguiente. Con la consolidación en el roster madridista del genial canterano (por fin) Nikola Mirotic a Felipe se le acusó de “tapón” para el crecimiento del hispano-montenegrino. El madridismo verdadero (que ya era una realidad en 2010) lejos de celebrar que posiblemente contásemos con la mejor pareja de “cuatros” de la ACB, y quizás de Europa, seguía pidiendo la cabeza del capitán. El tiempo ha demostrado (las pasadas finales de Liga Endesa sin ir más lejos) que ambos jugadores son complementarios y absolutamente necesarios para este equipo. A Niko las grandes citas le siguen quedando un poco grandes. Felipe lleva el deseo de victoria cosido en su ADN. Llegó la huída de Messina, dejando detrás de si en menos de dos años al frente de la nave blanca y con el poder absoluto otorgado en su momento por Nuestro Señor Florentino un bagaje de 18 fichajes, 58 millones dilapidados, 0 títulos, y las gradas cada vez más vacías con un baloncesto que aburría hasta al “speaker”. Y Felipe se quedó. Y pasó lo que tenía que pasar. Que el Real Madrid siguió existiendo, que el Real Madrid siguió ganando, y que Nuestro Señor Florentino se tragó con una botella de agua mineral y un frasco de bicarbonato aquella servilleta en la que había escrito “Messina = títulos” mientras corría, sin el mínimo pudor, a abrazarse empapado en champán con un Pablo Laso en el que en ningún momento creyó y que ha vuelto a poblarle las cristaleras de títulos. Messina, para dejar las cosas claras, en cuanto volvió a Italia rajó de España, del Madrid, y de la prensa, a la que acusó de ser el auténtico enemigo del baloncesto blanco (repito, ¿les suena la historia?), y acuso en ese complot periodístico, como no, a Felipe Reyes. El hombre que con 18 fichajes y 58 millones no había sido capaz ni de llegar a unas finales ACB (Laso ya lleva dos, una por temporada) lo tenía claro: la culpa era de los que escriben, y de esos jugadores con los que compadrean. Y así sucedió lo que los “piperos” intuíamos. Que Felipe Reyes seguiría siendo muchísimo más importante para el Real Madrid que Ettore Messina. El italiano ya es sólo un mal recuerdo y desde entonces a Felipe le hemos visto levantar tres títulos y jugar incontables finales (siendo MVP de las últimas) El tiempo, ese juez insobornable, que se dice. 

Y así enlazamos con el comienzo de nuestra historia de hoy, encontrando evidentes paralelismos entre el maltrato sufrido por nuestro capitán de baloncesto y nuestro capitán de fútbol por parte de los madridistas verdaderos. Pero créanme, cuando Felipe atrapa un rebote o Casillas hace una parada, los “piperos” sonreímos y los madridistas verdaderos lloran. Y créanme también esto. A ambos les quedan aún muchos rebotes y muchas paradas que hacer en el nombre del escudo al que honran. 

Lo dijo Felipe al recibir el trofeo de MVP en las pasadas finales de la Liga Endesa: “Ha habido gente que me ha criticado mucho, y va especialmente para ellos. Este éxito me sabe especialmente bien por ellos”… y yo, mientras sigo comiendo pipas y disfrutando del espectáculo y la épica que me transmite este inmenso deporte, veo en Felipe la viva imagen de aquel al que llevan años intentando asesinar y no para de contemplar los cadáveres de sus enemigos pasando por delante de sus ojos. Lo llaman ajuste de cuentas. ¿No decían los madridistas verdaderos que renegaban del “buen rollo”? Pues traguen.      


Sospechosos habituales

lunes, 24 de junio de 2013

EL DISCURSO DEL REY


LeBron en 2007, felicitando a los campeones y recibiendo las bendiciones de Duncan.



La escena se remonta a Junio de 2007. Los San Antonio Spurs de Gregg Popovich cerraban una feroz tetralogía de campeonatos comenzada en 1999 frente a New York Knicks y que por el camino había dejado como sucesivas víctimas a New Jersey Nets en 2003 y Detroit Pistons, vigentes campeones por aquel entonces, en 2005. Tim Duncan, el mejor ala-pívot de todos los tiempos, se adornaba con su cuarto anillo de campeón frente a unos emergentes Cleveland Cavaliers liderados por un joven (22 años) LeBron James que comenzaba a dejar intuir su inminente reinado en la NBA. Los Cavs habían dado la campanada dejando en la cuneta a los siempre duros Detroit Pistons, por aquel entonces el mejor equipo del Este cimentado en un quinteto titular que ya es leyenda (Billups-Hamilton-Prince-Rasheed Wallace-Ben Wallace… aunque en realidad aquella temporada Big Ben había volado a Chicago una vez cazado el contrato de su vida, y su lugar en la pintura lo ocupaba uno de los mejores jugadores que ha dado el estado de Michigan en los últimos tiempos, el oriundo de la ciudad del motor Chris Webber) Los Pistons, que tenían factor cancha, habían ganado los dos primeros partidos y nadie podía prever las cuatro derrotas consecutivas que sufrieron a manos de un desbocado LeBron James dispuesto a jugar las primeras finales de su por entonces corta carrera profesional. La escabechina que el James de 22 años realizó en la MoTown se resume en una media de 31.2 puntos, 9.7 rebotes, 8.7 asistencias y 2.2 robos de balón por partido en esas cuatro victorias de Cleveland. Capítulo aparte fue lo sucedido en el quinto partido de la serie, aquel que puso el 3-2 en el casillero de los Cavaliers y dejó a los de Detroit al borde del abismo. James fue poseído por uno de esos resplandores de iluminación anotadora que de vez en cuando nos ofrece este maravilloso deporte. Ante uno de los equipos más rocosos de la liga, el de Ohio anotó entre el último cuarto y la prórroga 29 de los últimos 30 puntos de su equipo para una marca total de 48, incluyendo, no podía ser de otra manera, la canasta ganadora. El golpe fue tan duro para los de Flip Saunders que el sexto partido fue el más cómodo de toda la serie para la franquicia de Cleveland. LeBron James, con 22 años, comenzaba a hacer historia.   


LeBron bombardeando la MoTown


En las posteriores finales entre los tres veces campeones San Antonio Spurs y los bisoños Cleveland Cavaliers no hubo más color que el marcado por las espuelas tejanas. Barrieron a sus rivales por 4-0 en otro de esos play offs finales insípidos que solían protagonizar los eficientes marines de Popovich. Pero fue entonces cuando Tim Duncan, ejemplar siempre dentro y fuera de la cancha, consoló al joven LeBron James cuando el de Ohio visitó el vestuario rival para felicitar a los campeones con una sentencia profética que a día de hoy parece con creces cumplida: “Algún día esta liga será tuya”. 

Y ese día ha llegado. En los últimos cuatro cursos baloncestísticos The Chosen One ha cosechado de manera consecutiva cuatro trofeos al mejor jugador de la liga regular, tres campeonatos del Este, dos títulos de la NBA y dos MVP al mejor jugador de las finales. Entre medias le ha dado tiempo a colgarse al cuello su segundo oro olímpico en Londres, y sumarlo al obtenido en Pekín hace ahora cinco años. Nadie domina este juego en todo el globo terráqueo como él, y a sus impresionantes registros estadísticos individuales (jugador más joven en ir superando todas las respectivas marcas de anotación milenarias) añade por fin el palmarés necesario para que su reinado sea considerado como tal. 

Seis años después de la escena con la que iniciamos esta entrada, encontramos otra vez a nuestros dos ilustres protagonistas dándose de nuevo un abrazo después de la batalla. Pero en esta ocasión es LeBron, ese chico al que Duncan profetizó que tendría la liga en sus manos, quien consuela al gigante impasible de las Islas Vírgenes, a quien en un gesto de rabia poco habitual en su persona veíamos golpear el suelo después de cometer dos fallos consecutivos que podían haber cambiado el rumbo de la final. Quedaban 39 segundos para el final cuando el marcador registraba un taquicárdico 88-90 favorable a Miami. Duncan posteó con su facilidad habitual a Shane Battier y a escasos centímetros del aro falló una canasta que en un altísimo porcentaje para este jugador acaba besando las redes. A sus propias manos llegó el rebote ofensivo para intentar un palmeo que igualmente fue errado por el 21 tejano. En la siguiente posesión LeBron anotaba una canasta de media distancia que sentenciaba la final y daba el segundo anillo a King James. Así se escribe la historia. Un plano congelado de dos de los mejores jugadores de todos los tiempos representando la cara y la cruz de este magnífico deporte.     


El abrazo de los campeones



La historia nos dice, si echamos un vistazo a las carreras de los más grandes jugadores NBA de todos los tiempos, que con 28 años se está aún muy lejos de haber alcanzado techo. Hasta donde será capaz de estirar su poderoso reinado LeBron es algo que en estos momentos no podemos discernir, pero en buena lógica los momentos de gloria debieran seguir sucediéndose, pese a la incapacidad de su técnico Spoelstra para sacar mayor rendimiento a una plantilla mucho mejor que la que se le supone a un roster cuya rotación en estas finales ha sido prácticamente de tan sólo ocho jugadores. Chris Bosh es otro nombre que sale muy tocado de estas finales y que evidencia el gran problema interior que tiene la franquicia de Florida, avisado ya en las finales de conferencia por un Roy Hibbert que campó a sus anchas por la zona de Miami. Veremos si el “Big Three” actual se rompe buscando fortalecer esas posiciones con algún jugador de no tan fina muñeca como Bosh pero mejores prestaciones defensivas, aunque la estrecha amistad que une a las tres estrellas de los Heat juega decididamente a su favor. No obstante han de hilar muy fino en el despacho de Pat Riley para que LeBron pueda mantener su reinado. Indiana ya avisó en su propia conferencia. Chicago quiere volver a aspirar al título de la mano del esperado Derrick Rose, y en el Oeste, pese a la aparición esta temporada de unos Spurs que llevan años con aroma a “último baile”, la gran amenaza se concentra en Oklahoma City donde el futuro rey Durant espera la claudicación del actual monarca de la NBA LeBron James. El batacazo sufrido en estos play offs por los Thunder tras la desgraciada lesión de su otra gran estrella Russell Westbrook constata una tozuda realidad por la cual ha sido injustamente vilipendiado el gran LeBron. Y es que por muy rey que seas, no puedes ir a la batalla sin un buen ejército.     


...pero sigue siendo El Rey.


jueves, 20 de junio de 2013

AL MADRID DE LASO LE SALEN LOS DIENTES


La madurez blanca.


El Real Madrid de Pablo Laso crece y se hace con el título de campeón de Liga Endesa 2012-13. Certifica con ello una temporada magnífica (en la competición liguera su balance presenta 38 victorias por tan sólo 6 derrotas) y lo que es más importante, un crecimiento tanto de juego como mental. Aquel niño travieso que ganaba una Copa del Rey el pasado curso a base de ametrallar el aro rival sin piedad es ya un hombre que sabe moverse en aguas turbulentas como las planteadas por Xavi Pascual en estas finales. Finalistas de Euroliga y campeones domésticos, el Madrid de Laso ya no es sólo un equipo atractivo que atrae aficionados a los pabellones, si no que adquiere, por fin, genética ganadora en unos jugadores que aún siendo jóvenes la mayor parte de ellos ya comenzaban a sentirse exigidos en su palmarés.  

No han sido las mejores finales posibles en cuanto a calidad baloncestística, sobre todo si se las compara con las de la pasada temporada, lo cual incluso concede mayor mérito a los de Laso, vencedores pese a no poder encontrar su habitual estilo de juego gracias al trabajo táctico de un Xavi Pascual que pese a lidiar con innumerables problemas físicos dentro de su plantilla ha mantenido a su equipo en todo momento con opciones. Admirable una vez más el trabajo del técnico catalán. 

Si encontró el Real Madrid su identidad en el fulgurante comienzo de partido, marcado por la sorprendente titularidad del cañonero Jaycee Carroll. Desconozco si Laso está siguiendo las finales de la NBA, pero su declaración de intenciones con el tirador mormón es comparable a la confianza de Gregg Popovich en Manu Ginobili, cuando tras cuatro partidos desacertado el argentino se vio “premiado” con la titularidad por parte de su técnico. Lejos de defenestrar a quien es una pieza clave de tu engranaje, confianza máxima. El hombre de Laramie tardó sólo 18 segundos en intentar su primer lanzamiento triple, la primera bola que recibió. Erró, pero no mermó su confianza. Seis puntos suyos lideraron el primer parcial importante del partido. Un 10-0 cerrado con un contrataque de un enrabietado Llull. El Madrid desataba una tormenta perfecta sobre el parquet del Palacio de Los Deportes, hasta que Pascual paró el partido con el primer tiempo muerto. Para entonces ya se había visto que la presencia de Navarro en el cinco inicial era un farol. El capitán azulgrana no estaba para jugar, pero su presencia siempre se hace notar, o eso debió pensar Pascual. Quien si se hizo notar fue Joe Ingles. Con un triple inauguró el casillero de puntos barcelonista. Anotaría cuatro más en un partido implacable e impecable (25 puntos con 10 de 13 en tiros de campo) protagonizando junto a ese monumento viviente al baloncesto llamado Sarunas Jasikevicius un glorioso ejercicio de supervivencia. El Barcelona nunca se rinde y cayó con la cabeza bien alta. Después de que una canasta de Begic pusiera el 12-3 un pequeño parcial de 0-6 frenaba el impacto de la primera gran acometida blanca. Aún habría una segunda en este primer cuarto, con los entrenadores moviendo el banquillo con mucha más celeridad que en partidos anteriores. Llull volvía a estirar la ventaja a diez puntos (20-10), y Pascual se encomendó al genio de Jasikevicius, quien parecía quitarse diez años de encima y comenzaba a practicar un baloncesto a la altura del MVP de las finales de 2003, cuando se merendó en tres partidos al Pamesa Valencia. Anotación y pases de fantasía servidos por el lituano metieron al Barcelona definitivamente en el partido con otro parcial de 0-8 (20-18) para acabar el primer cuarto, y todo ello con una costilla rota. Un auténtico genio.   


Llull dirigió las primeras embestidas blancas.


Se reanudaba el partido con Tomic igualando el marcador tras otra genial asistencia del lituano. El pívot croata, una vez más, haciendo mejores números que su incidencia real en los resultados. Deja las finales con una buena tarjeta estadística, y sin embargo se ha diluido en los finales de partido y ha dado la sensación de que no ha podido con un Begic que con menos minutos en cancha ha sido posiblemente más importante para su equipo que Ante para el suyo. No queremos hacer sangre en este aspecto, pero dudo que haya una pareja interior mejor pagada en Europa y con mayor calidad que la de Lorbek-Tomic… y a la vez más blanda y falta de carácter. De carácter anda sobrado un tal Felipe Reyes, quien comenzó a sembrar nuevamente el pánico en el rebote ofensivo. Sobre el cordobés ya escribiremos largo y tendido en próximas ocasiones. Injustamente tratado por una parte (menor, pero ruidosa y dañina) de la afición, esa para la cual el madridismo “verdadero” es despreciar a capitanes y símbolos acusándoles de jugadores mimados y cánceres enquistados con el favor de la prensa, se reivindica en estas finales como el alma blanca que se parte el pecho por el escudo de la camiseta. Lideró en todo momento al equipo en los cinco partidos cuando peor pintaban las cosas, y anoche no fue una excepción. El capitán encabezó la valiosa segunda unidad de Laso junto a los Rodríguez, Draper, Darden o Slaughter. El partido entró entonces en un intercambio de canastas hasta que Ingles con cinco puntos consecutivos daba la primera (y última) ventaja del partido a los azulgranas. 31-32 mediado el segundo cuarto. Tras el consiguiente tiempo muerto adviene el tercer arreón blanco. Un parcial de 10-0 espoleado por el veloz Draper cierra el partido al descanso con 9 arriba para los blancos, 41-32. ¿Serían los de Laso capaces de rematar la faena, o dejarían a volver escapar la ocasión de sentenciar al rival? 

Los minutos iniciales tras el paso por vestuarios se antojaban claves. Se presumía una salida corajuda del Barcelona para luchar por el título, de modo que Laso lo tenía claro. No nos conformemos con estos 9 puntos de ventaja, busquemos el cuarto arreón blanco. Y hagámoslo con nuestra vieja receta de siempre: defensa y contrataque. El hiperactivo Rudy fue el primero en tomar nota, un robo en el primer ataque visitante lo culmina con un mate. Posteriormente finaliza otra contra servida por Llull, tras robar el menorquín la cartera a un Oleson tan desgastado en su defensa a Carroll que veía menguar sus fuerzas en ataque. Tras un tiro libre de Tomic y dos puntos de Mirotic llegaría el delirio. En su vigésimo intento desde más allá del 6.75 Rudy hacía diana y lograba la máxima diferencia para el Real Madrid, 50-33. El parcial del tercer cuarto era de 8-1. Rudy finalizó las finales con un infame 1 de 24 en triples, y sin embargo ha hecho un trabajo notable. Lamentablemente habrá quien sólo mire su estadística en el triple, pero quédense con su defensa de anticipación y su actividad reboteadora y tendrán a otro de los puntales en el triunfo blanco. El Barcelona vivía sus momentos más delicados. La liga se les iba de las manos. Se hacía necesario que algún valiente diese un paso al frente. Algún jugador capaz de creer en la victoria. Ya hemos hablado de la importancia de la fe en estas finales.Y Pascual encontró no un jugador, si no dos. Con Navarro lesionado, Lorbek pasota, Huertas inexistente, Tomic en su habitual cuesta debajo de las segundas partes, y Oleson pagando caro su esfuerzo defensivo, la plantilla más cara de nuestra liga, el presupuesto más alto de la ACB, se encomendó a dos locos maravillosos empeñados en hacer posible lo imposible. Si el partido no se acabó mediado en el tercer cuarto fue gracias a la testarudez de estos dos jugadores. Ingles martilleando el aro rival sin piedad y Jasikevicius dando un auténtico clinic de baloncesto. Juntos se conjugaron para darle vida y emoción al asunto. Un parcial de 5-15 antes del final de cuarto (diez puntos del australiano y cinco del lituano) estrechaban el marcador en un 55-48 de cara a los diez minutos finales de la temporada. El Barcelona ganaba por fin un cuarto (14-15) y aguaba la anticipada fiesta de un Palacio exultante y rebosante de pasión por el baloncesto madridista.  


Ingles y Darden mantuvieron el mejor duelo del partido.


El último acto comenzaba con un bello intercambio de golpes entre dos buenos púgiles como Ingles y Tremmell Darden (otro factor clave para Laso) Los dos aleros sumaban para sus respectivos equipos y gracias a eso el Madrid mantenía su pequeña pero quizás suficiente ventaja. Un pequeño parcial de 6-0 parecía romper definitivamente el partido. 64-51 a falta de siete minutos. Ya no hubo lugar para el milagro, por mucho que Ingles y Jasikevicius lo siguieran intentando. Eran demasiado poco, pese al partidazo de ambos, contra un Madrid en el que Felipe Reyes seguía dominando el rebote y sacando faltas personales con su colosal lucha y en el que Rudy, pese a seguir fallando triples, se gustaba. Una canasta del mallorquín tras rebote ofensivo a fallo de Darden ponía un insalvable 76-64 a falta de menos de dos minutos para la bocina final. Aún así Jasikevicius volvería a sacar la garra de campeón que siempre ha caracterizado al genio lituano para dirigir un parcial de 0-7 que abría un mínimo resquicio de esperanza para los visitantes, pero Sergio Rodríguez y Felipe Reyes cerraron el partido, y la liga, desde el tiro libre. 

Justa victoria liguera para un Real Madrid que ha sido el gran dominador de la temporada y cuyo trabajo desde Septiembre finalmente ha dado sus frutos. No falló durante la temporada regular, dejando un baloncesto magnífico con números incontestables (30 victorias por 4 derrotas, máximo anotador de la competición con 87.79 puntos por partido, máximo reboteador con 35.68 rechaces por partido, máximo taponador con 3.68 y con la mejor valoración media por encuentro, incluso ha sido el equipo más “matador” con 2.91 mates por choque, contribuyendo al espectáculo), pero también ha sabido resolver a la hora de la verdad demostrando que el grupo de Laso ha crecido en mentalidad competitiva. Hay que darle la enhorabuena a don Pablo Laso, quien ya no es sólo un entrenador que apuesta por un juego bonito si no que entra de pleno derecho en la genealogía ganadora del club madridista. Sin hacer ruido, sin defenestrar jugadores, sin alzar la voz y sin buscar tener razón a toda costa. Sin el nombre de Ettore Messina, pero ya con 3 títulos ganados a sus espaldas. Enhorabuena y gracias, Pablo. Enhorabuena y gracias también al gran capitán, Felipe Reyes, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. Hay muchas cuentas que saldar y mucho bocazas que no sabe donde esconderse un día como el de hoy.   


Ladran, luego cabalgamos.




miércoles, 19 de junio de 2013

UNA HISTORIA DE REDENCIÓN


El Big Three de Pops


Tenemos muy abandonadas las formidables finales de la NBA entre Miami Heat y San Antonio Spurs que alcanzan ya su séptimo partido. Hemos tardado en engancharnos. Sólo he visto los tres últimos partidos, pero la sensación general (y eso que en esos tres partidos ha habido dos victorias de los de Florida) es que el conjunto de Popovich ha sido superior, manejando un vocabulario baloncestístico más amplio, y, quien iba a decirlo, incluso más atractivo que su rival. Pase lo que pase en el séptimo partido creo que ambos equipos habrán realizado unas finales enormemente dignas ganándose el aplauso de los buenos aficionados (por mucho que de producirse una derrota Heat los “Lebron Haters” emergerán cargados de razones para disparar sin piedad contra el cuatro veces MVP) 

Y desde luego, quien iba a decirnos que estos Spurs de Popovich iban a ser tan ensalzados como equipo quintaesencial con aroma “old school”, cuando mientras fueron una dinastía ganadora de anillos las críticas arreciaban y se les tildaba de practicar el baloncesto más aburrido (aunque más práctico) de toda la NBA. Y no hace falta remontarse demasiado. No hace falta irse a finales de los 90, cuando Duncan y compañía inauguraban una nueva era en la mejor liga del mundo derrotando en una de las finales más soporíferas que pueda recordar a los New York Knicks en cinco partidos. Ha llovido. Tanto que el viejo Duncan es ya historia siendo el único jugador de todos los tiempos capaz de haber jugado finales en tres décadas distintas (veremos si además de eso, ganar anillos en ellas) No puede haber debate sobre la importancia de la figura del jugador de las Islas Vírgenes en el universo NBA. Simplemente, el mejor ala-pivot que haya existido nunca. Donde si hay debate es en la transformación de la franquicia tejana. Del rocoso y compacto baloncesto de granito de hace años a su actual juego sedoso con fluidez ofensiva y demoledor juego exterior. Esta temporada han anotado 103 puntos por partido (102.9 han conseguido los Heat), sólo por detrás de Denver, Houston y Oklahoma. La historia de Popovich y sus muchachos es la de una redención con los aficionados. Y empezando por el propio entrenador. Gregg Popovich, el hombre que lleva 16 temporadas consecutivas manteniendo a los tejanos por encima del 60% de victorias en liga regular. Los Spurs no entienden de ciclos. Sólo les vale uno: el ganador. Popovich demuestra cuanto mejor es un entrenador que sabe amoldarse y cambiar que aquel quien se aferra con estúpida cabezonería a su libro de estilo. Si Popovich hubiera seguido basando el juego de su equipo en la deconstrucción del rival por encima de la brillantez propia difícilmente los Parker, Ginobili y Duncan estarían disputando una nueva final. 

No hace mucho, como decimos, los Spurs eran el equipo más odiado de la NBA. Claro que como receptor de odio no hay nadie hoy día como LeBron James. El más grande, el más odiado. Los aficionados recordarán aquellas series de play offs contra equipos antitéticos como los Phoenix de Suns de Mike D’Antoni en los que los de Arizona se veían frenados por lo civil o lo criminal, que diría Luis Aragonés. Steve Nash llegó a acabar con roturas de nariz y ceja cuando se enfrentaba a los de Popovich. Eran los Spurs de Duncan, Parker y Ginobili (quienes por cierto, tampoco se han cortado un pelo nunca a la hora de “repartir”, sobre todo en el caso del argentino, a quien ayer le vimos soltar el brazo contra LeBron), pero también los de Bruce Bowen o Robert Horry. No había equipo más duro y sucio en la NBA que San Antonio, dejando incluso a los Bad Boys de Detroit de finales de los 80 como un grupito de colegialas. Quien le iba a decir a Boris Diaw, víctima del hormigón armado de San Antonio en sus mejores años NBA, que iba a estar a punto de ganar un anillo con la escuadra tejana.    


La pesadilla de Steve Nash


La amabilidad con la que se ve ahora a San Antonio sorprende, y más todavía si se ejemplifica en algunos jugadores. Es sintomático el caso de Manu Ginobili, quien está protagonizando unas series finales bastante desastrosas solamente salvadas por un magnífico quinto partido. Un gran partido y cinco pésimos (ayer llegó a perder hasta 8 balones), pero simplemente ese buen partido le valió para recibir un excesivo foco mediático para el trabajo que está haciendo en estos play offs, como ejemplo de profesional intachable y jugador decisivo. Todo ello, por supuesto, para ahondar en el desprecio a LeBron, al que desesperadamente se le sigue buscando tachar de “loser” a toda costa. Los datos que arrojaron ayer los comentaristas del Canal Plus, Antonio Sánchez y Antoni Daimiel son esclarecedores en este sentido y dicen todo lo contrario. James es el jugador en toda la historia con mejores números cuando se enfrenta a un match ball en contra, promediando 30 puntos y 10 rebotes cada vez que su equipo está al borde de la eliminación. Anoche, para ser fiel a la estadística, firmó su enésimo triple-doble. 32 puntos, 10 rebotes, 11 asistencias. 

LeBron ganará o perderá estas finales, pero nadie puede dudar de su capacidad para morir en la cancha cuando su equipo se desangra. A veces da la sensación de que es el único jugador de los Heat, incluyendo los bases, con capacidad para jugar con criterio. A su lado Dwyane Wade sigue con su juego suicida (otro argumento para atacar a LeBron por parte de los “haters”, Wade era “el bueno” del equipo, el que sabía jugar en equipo… un comentario así no merece ni réplica, baste con ver cualquier partido del equipo de Miami para darse cuenta cual de las dos estrellas mueve más la bola para los compañeros), creyendo que todavía es el “Flash” de las finales de 2006. Crish Bosh, uno de los “power-forwards” con mejor mano de la liga, está muy por debajo de su presumible nivel (por no hablar de su inexistente defensa sobre Duncan) y con una rotación muy limitada, Erik Spoelstra ha tardado en darse cuenta de la importancia de un jugador como Chris Andersen si quiere tener la posibilidad de que su equipo mantenga una dureza acorde a la exigencia que le plantea el equipo de Popovich. Spoelstra es un entrenador aún joven y con sobrada capacidad para manejar equipos campeones, pero la experiencia se nota. Si hace dos temporadas sufrió ante un técnico mucho más consolidado como Rick Carlisle en la final contra Dallas, comprenderán que lo de Popovich resultan palabras demasiado mayores. Con todo ello el mejor apoyo que está encontrando LeBron es la “resurrección” de Mike Miller, cuyo magnífico 13 de 17 en lanzamientos triples (ayer anotando uno sin zapatilla) está siendo una de las mejores noticias en Florida. Aún así demasiado poco para frenar el arsenal de los Parker, Green (ya máximo triplista en unas finales superando a Ray Allen), Leonard, Neal, Duncan… y un Ginobili en el que pese a todo Popovich no pierde la fe (así debe ser) Y no olvidemos a un Boris Diaw creciendo en importancia en la serie y con una muy buena actividad defensiva sobre LeBron.   


LeBron acabó sin cinta.



LeBron, Popovich, Miller, Andersen, Ginobili, Diaw… varios nombres buscando una historia de redención con un deporte que es su vida.  

martes, 18 de junio de 2013

DE VUELTA AL DIVÁN


¿No hay quinto malo?


Se veía venir. La cosa tiene su lógica. La final entre Real Madrid y Barcelona admite tantas similitudes con la disputada el pasado curso que a nadie debería pillar por sorpresa que el desenlace requiera de un definitivo quinto partido. Tiempo, una vez más, para que Pascual y Laso trabajen la psicología de sus jugadores, terreno donde el azulgrana parece cobrar ventaja. El Barcelona siempre se levanta, y lo hace además cuando más tocado parece. 

Tocado vuelve a Madrid el conjunto de Pablo Laso, que repite errores del pasado, y cuando mejor imagen había conseguido transmitir (en el tercer partido, al igual que el pasado año, aunque no de manera tan contundente como entonces) se empapa de dudas sobre su competitividad y mentalidad ganadora en los momentos decisivos. El Barcelona crece en juego y confianza. Pascual vuelve a dar una lección de gestión de plantilla, y ya nadie puede dudar de la calidad de un banquillo azulgrana absolutamente decisivo en estas series finales. 

Pocos equipos hay en Europa con la capacidad de salir a jugar con el cuchillo entre los dientes como el club azulgrana. Cuando el asunto cobra cariz de vida o muerte, este grupo de jugadores parece moverse con mayor soltura que en momentos irrelevantes. Les gusta jugar con presión. Comenzaba el partido con Begic sacando una falta a Tomic y posteriormente anotando la primera canasta del partido. Fue un espejismo. En cuanto el balón llegó en ataque al ex del Real Madrid el croata comenzó su particular recital. Hasta 14 puntos anotó en su soberbio primer cuarto con una serie perfecta, 7 de 7. Un martillo pilón apoyado además en un Barcelona que salió al rebote ofensivo como no se le había visto todavía en esta serie. Por el Madrid respondía un buen Rudy (seis puntos sin fallo en los tiros de dos… aunque, como no, fallaba su intento triple) para evitar que el mejor Barcelona del play off hiciera todavía mayor sangre (23-17 al cierre del primer cuarto)   


Tomic dio las primeras ventajas a los suyos.


El Real Madrid, como viene siendo habitual en estas finales, no encontraba su baloncesto fluido de otras ocasiones. La diferencia respecto a los tres partidos anteriores era que en esta ocasión el Barcelona sí, y su ataque superaba la defensa blanca (y cuando no, ahí estaba el rebote ofensivo) En el segundo acto la presencia interior de Slaughter y Felipe Reyes dotaba al equipo de Laso de mayor empaque defensivo y cerraba con más seguridad su rebote. El partido se mantenía en una diferencia de 3-5 puntos y un triple final de Sergio Rodríguez estrechaba el marcador al descanso. 34-32. Sólo dos puntos arriba para un Barcelona con una sensación de superioridad mucho más abrumadora que lo que daban a entender las ajustadas cifras del luminoso.  

Buenos minutos de un Draper que va a más durante la serie tras el descanso. Incluso un triple suyo pone a los blancos por delante (34-35) Son los mejores momentos del Madrid durante el partido, con la sobriedad del base de Baltimore y un voluntarioso Rudy a los que se suma Mirotic. El encuentra entra en un intercambio de canastas en el que los blancos no pierden la cara. Pero las mejores sensaciones se siguen viendo de lado azulgrana. Hasta Huertas parece recuperar su mejor nivel en unas finales en las que apenas está apareciendo. Navarro y Oleson se conjuran para estirar el marcador. Un triple del de Alaska pone seis puntos de ventaja (45-39) mediado el tercer cuarto. El Madrid se vuelve a atascar en ataque, pero acciones esporádicas como un robo de Draper sobre Jasikevicius y el posterior contrataque culminado por el paisano y amigo de Carmelo Anthony siguen metiendo al Madrid en el partido. 49-45 a 1.13 del final del tercer cuarto. Nadie vuelve a anotar. Carrusel de errores. Nervios, imprecisiones. Lo ya visto en los otros tres partidos. Poco buen baloncesto.

Para la puesta final del partido Pascual dejaría intuir su apuesta por el músculo y su gusto por el baloncesto de guerrilla. Pero antes el Madrid ofrece unos breves destellos de si mismo: defensa y contrataque. Darden y Draper ponen muñeca y piernas respectivamente para llevar la última igualdad al marcador (49-49) Partido nuevo con nueve minutos por disputarse, pero un solo color sobre la pista: el blaugrana. Una canasta de Mavrokefalidis y un triple de un renacido Huertas tras fallo de Felipe Reyes estiran el marcador para los locales (54-49) Pascual lo tiene claro. La ventaja, aunque corta, puede valer, pero hay que cerrar el aro. La defensa del Barcelona adquiere visos de lo que se suele llamar “karate press” para desquiciar a un Real Madrid que es incapaz de encontrar un solo recurso ofensivo, y sólo conseguirá ir sumando puntos desde el tiro libre. Mavrokefalidis (buen trabajo durante toda la serie) y Rabaseda se erigen en factores clave con su intensidad defensiva. Emergen Llull y Felipe para mantener opciones frente a un Barcelona que sufre la ausencia de Navarro, dolido por un tirón en los isquiotibiales. Darden, tras otra buena anticipación defensiva pone el 63-61 a dos minutos para el final. El Madrid se encuentra con opciones de repente y el Barcelona enfrentado a la presión de asegurar el triunfo para forzar el quinto partido. Lorbek anota dos tiros libres para poner 4 arriba a los suyos. Los blancos mueven bien la bola pero el triple de Darden no entra. Jugada clave, y el equipo de Laso una vez más condenado por su escaso acierto exterior (quien lo iba a decir, cuando durante toda la temporada parecía su mejor arma) Oleson en tiros libres pone tierra de por medio después de que a Tomic se le botase claramente el balón en su pierna acabando la pelota saliendo por el fondo mientras los árbitros asombrosamente daban posesión a los de Pascual. Seis puntos a poco más de un minuto. Los visitantes volverían a fallar en otra jugada clave. Con Sergio Rodríguez en la línea de los tiros libres, El Chacho fallará el segundo para que el rebote caiga en manos de un Mirotic que no se atreve a jugársela bajo el aro y saca el balón de nuevo a un Chacho que regala la bola y definitivamente la posibilidad de triunfo de su equipo. La técnica a Rudy Fernández ejemplifica la crispación y frustración madridista, llevados al terreno del fango al que les empujó un Pascual quien de nuevo orquestó un encuentro desagradable e incómodo para el rival. Con un Tomic disuelto como un azucarillo en los minutos finales, un Lorbek lejos de su mejor momento, y sin Navarro durante más de un cuarto. Sin sus hombres más importantes, y aún así Pascual, el a veces denostado Pascual, volvió a levantar a su equipo cuando más hundido parecía. Veremos que tal le sienta el diván a los muchachos de Laso, porque parece claro que sus rivales disfrutan mucho más cuanto mayor es el precipicio al que se asoman.   


Mavrokefalidis, emergente Factor X de las finales.



A continuación, y llegados a estas alturas de la final, dejo algunos datos estadísticos sobre los cuatro partidos anteriores que creo pueden ser interesantes: 

-Llull, Felipe y Rodríguez lideran al Real Madrid en puntos, rebotes y asistencias, respectivamente con 12 puntos, 5.2 rebotes y 3.2 asistencias por partido. 

-Por parte blaugrana, Navarro con 15.2 puntos, Tomic con 6.5 rebotes y Huertas con 2.2 asistencias, son los más destacados en las tres estadísticas individuales principales.   

-El Real Madrid, mejor en el rebote. Dominó esta faceta en los tres primeros partidos y lleva 129 rebotes por 119 de los azulgrana. Claro que en el cuarto partido se produjo la mayor diferencia reboteadora a favor de un equipo (más 13 para los de Pascual), ¿cambio de tendencia?, ¿cansancio en los pívots blancos?

-El fallo en el lanzamiento exterior es una constante. El Barcelona ha anotado 25 triples de 71 intentos. Aún así su estadística no está nada mal, de hecho es fabulosa si se compara con el sangrante 20 de 80 del Real Madrid. Un triste 25% para el equipo que más triples y con mejor porcentaje había anotado durante la liga regular (325 de 816, 39.83%... y casi 10 triples por partido) 

-Rudy personaliza mejor que nadie la ignominia de los tiradores en esta final. Su marca de 0 de 16 intentos habla por si sola. Cuesta encontrar a un exterior por parte madidista que alcance al menos el 50% en sus lanzamientos, y lo hallamos en Darden, aprovechando sus 13.5 minutos por partido para anotar 5 puntos por choque con unas series de 2 de 2 en tiros libres, 6 de 10 en tiros de dos, y 2 de 4 en triples. 

-Claro que si hablamos de aprovechar los minutos, pocos jugadores lo hacen mejor que Mavrokefalidis. El griego se convierte en el factor clave del banquillo azulgrana jugando 14 minutos por partido en los que promedia 6 puntos, 3 rebotes y 1.25 robos por partido. 


-El Madrid echa de menos al MVP. De su 16.2 de valoración en liga regular a promediar 8 en estas finales. Nikola Mirotic ha descendido su rendimiento por debajo de la mitad.  

lunes, 17 de junio de 2013

AL SHERIFF SE LE AGOTARON LAS BALAS






Estaba escribiendo mi crónica sobre el cuarto partido de las finales entre Real Madrid y Barcelona cuando recibo la noticia. Un suceso luctuoso que inevitablemente tiñe de negro toda la actualidad del mundo de la canasta, lucha por el título incluida. Manel Comas ha muerto.      

Padecía desde hacía años un cáncer de colon con metástasis en pulmón. Diagnosticado a finales de 2010, aquello le hizo apartarse de sus labores de comentarista en TVE donde formaba un eficiente tandem con Arsenio Cañada. Una de esas parejas que rezumaba complicidad y buen oficio. Sus retransmisiones fueron buenos tiempos para los amantes del baloncesto. También le hizo perder su característica melena de ye-ye irreductible (una de sus aficiones era la batería, tocando en un grupo llamado Los Britters)

Durante este tiempo he estado realmente tentado a escribir sobre él, siendo una de las figuras más carismáticas y reconocibles de nuestro baloncesto. De apoyarle en su lucha contra el maldito cáncer. Finalmente lo traemos a nuestro blog en el momento de su deceso, muy mal por nuestra parte. 

Recuerdo una de sus últimas entrevistas concedidas. Fue en El Partido de las Doce de la Cadena COPE, debía ser el verano pasado. Comas hablaba de su terrible adicción al tabaco y de cómo le había llevado a su situación. Sentí deseos de dejarlo (yo de aquella era fumador), pero no tuve fuerzas. A los pocos meses y sufrir ciertos problemas no hubo dudas para mí. El tabaco por mi parte iba a ser historia. Pocos enemigos más estúpidos para nuestra salud nos hemos empeñado en buscarnos que los cigarrillos. 


Finalmente Manel había vuelto a ser noticia en los últimos tiempos por un triste y escabroso asunto sobre el abuso a unas menores discapacitadas. Dado lo delicado del asunto preferimos mantenernos al margen con el máximo respeto posible a nuestra justicia.  Lo que no podemos obviar es que El Sheriff (cariñoso apelativo que le puso en su día el periodista José Manuel Fernández) ha sido auténtica historia de nuestro baloncesto, siendo uno de los entrenadores más reconocibles y carismáticos desde finales de la década de los 70. Diversos clubes, multitud de jugadores a sus órdenes, y algún que otro título cuando tuvo la suerte de entrenar a un “grande” (una Korac con el Joventut, una Recopa de Europa y una Copa del Rey con el Baskonia), su actividad baloncestística daría para cientos de entradas en este y en cualquier blog.  Descansa en paz, sheriff. Esto no será lo mismo sin ti. 


sábado, 15 de junio de 2013

UNA ESTACA PARA LASO



Navarro y Reyes mantienen un duelo para la leyenda.  



El Real Madid se lleva el tercer partido de la serie final en otro choque intenso y vibrante y con momentos de buen baloncesto, especialmente por parte del cuadro madridista en su último cuarto donde recuperó su ritmo ofensivo y finalmente pasó, ¡por fin!, de los 80 puntos. El foco se instaló sobremanera en el duelo anotador entre los dos capitanes, Juan Carlos Navarro y Felipe Reyes. Amigos y compañeros de selección desde los tiempos de los Juniors de Oro, exponentes de la fantástica generación del 80, su duelo es un homenaje al baloncesto español y a la historia viva de la mejor rivalidad Madrid-Barcelona. En el futuro se hablará de los que están haciendo estos días Navarro y Reyes como ahora hablamos de lo que hacían los Epi y Norris frente a los Iturriaga y Fernando Martín.    

El conjunto de Laso realizó su mejor partido de la serie, ya no sólo por la diferencia final que refleja el marcador, si no por haber dominado y manejado el partido durante la mayor parte del mismo y no sufrir los habituales momentos de descomposición vividos en los dos primeros partidos. Sólo un instante de zozobra en el tercer cuarto con el cuadro blaugrana remontando hizo instalar la duda en el bando visitante, pero esta vez bien resuelto por un Pablo Laso capaz de reaccionar a tiempo e imponerse a Pascual. El Madrid gana un punto vital y toneladas de confianza. El Barcelona, como el año pasado, vuelve a estar contra la lona... lo cual sin duda le hace realmente más peligroso.  

Salieron ambos equipos sin sorpresas en sus cinco iniciales, con el "extraño" caso de Carlos Suárez, siempre titular pero que una vez toma banquillo desaparece del duelo. El partido comenzó en unos parámetros similares a los dos anteriores, con el Real Madrid tomando la iniciativa en otro encuentro excesivamente bronco, plomizo, y de ritmo bajo, es decir, más del gusto de Pascual y su Barcelona que de un Madrid acostumbrado a volar por las canchas. La consigna arbitral por otro lado era diametralmente opuesta al segundo partido, en el que la idea era no interrumpir de salida. Si en aquella ocasión en el primer cuarto se pitaron la ridícula cifra de seis faltas personales, tres por equipo, en este tercer partido ya llevábamos tres faltas señaladas en el primer minuto de juego. Como el día y la noche. Cuando hablamos de "consigna arbitral" queremos dejar muy claro que no hablamos en ningún momento de favorecer o perjudicar a ningún equipo, si no de la intención y permisividad del trío arbitral sobre el contacto entre los jugadores. El celo sobre las acciones defensivas le vino bien en esta ocasión al Barcelona, que lanzó hasta 10 tiros libres en el primer cuarto, con lo que logro mantenerse en el partido y dejar el primer parcial en un 13-17 muy abierto.  

El Real Madrid se había mostrado fuerte en defensa y fue el conjunto blaugrana quien dio un paso al frente en ese sentido en el segundo cuarto. Ahora eran los de Pascual los que empezaban a cargarse de faltas. En ataque emergía la figura de un inmenso Sarunas Jasikevicius, quien con 11 puntos en 7 minutos recordaba por instantes al genio que había dominado Europa a principios del siglo XXI, cuando ganó tres euroligas seguidas antes de intentar una frustrante aventura NBA. El Madrid comenzaba a buscar sustento en Felipe Reyes, quien si había aparecido de manera notable en los dos partidos anteriores en este tercer choque su juego alcanzó una dimensión mayor, Literalmente se comió al Barcelona (20 puntos y 5 rebotes, 4 de ellos en ataque, 7 de 9 en tiros de campo, 7 faltas recibidas) El equipo de Laso, superado el "efecto Saras", volvía a estirar levemente el marcador hasta los 8 puntos tras un alley-oop entre Rudy y Slaughter (29-37), pero el lituano Jasikevicius aún tenía más pólvora y entre él y Navarro dejaron a su equipo seis abajo al descanso, 35-41. Hasta el momento era el partido más igualado de la serie (en los dos anteriores uno de los dos equipos se había marchado de diez antes de enfilar los vestuarios)    


Y Nikola mató el partido.


Tras el descanso una reanudación en la que los puntos llegan con cuentagotas. Durante los tres primeros minutos sólo suben al marcador dos tiros libres de Mirotic y una canasta de Oleson. Después de un tiro libre de Sada y dos puntos de Begic el Madrid domina ya ese tercer parcial por un punto, y el marcador global por siete (38-45) Y no podía faltar el habitual lapso de desconexión madridista, en esta ocasión saldado con un parcial de 8-0 que pone a los de Pascual por delante (46-45) Los blancos encuentran una vía de anotación con Carroll en el tiro libre, que a la manera de Navarro comienza a sacar faltas personales con sus constantes cortes por la zona. El partido se equilibra pero un triple de Llull vuelve a estirar tímidamente el luminoso a favor de los blancos, 50-56 y todo por resolver en el último cuarto.  

Este último acto es posiblemente el que más cómodo haya resultado para el conjunto madridista en todas las finales. Por fín encuentran la manera de correr. Un 2+1 de un colosal Felipe Reyes tras contrataque pone el 52-61. Comienza entonces el duelo entre los dos capitanes. ¿Qué Navarro anota dos tiros libres tras falta de Slaughter? Felipe se busca la vida para tras fallar su propio tiro recuperar el rebote y acabar anotando. Turno para La Bomba, Triple. Tras un ataque fallado por cada equipo será Felipe quien vuelva a anotar por el bando blanco. De modo que el capitán madridista seguía manteniendo unos ocho puntos de diferencia (57-65 a falta de siete minutos) Tomic anota cuatro puntos consecutivos para meter el miedo en el cuerpo a los de Laso, pero el técnico vitoriano echa mano de un eficiente Darden como nueva vía de anotación ante la defensa de Pascual. Navarro vuelve a echarse el equipo a la espalda y mostrar auténtico deseo de victoria. Anota cuatro puntos consecutivos para mitigar la irrupción de Darden y mantener a su equipo con vida (65-69 a 4.30 del final) Rudy falla su enésimo triple (lleva 0 de 13 en la serie) y Navarro vuelve a encarar con decisión el aro rival y saca la falta de Darden. Estamos a menos de cuatro minutos del final con el Madrid mandando por cuatro cuando el capitán barcelonista, increíblemente, falla los dos tiros libres. De no creer. Llull castigaba el "regalo" de La Bomba con un triple que ponía el 65-72 quedando 3.42. Navarro, como no, enmendaba su error anterior y necesitaba sólo diez segundos para devolver los tres puntos desde el 6.75. Parecía que por fin el juego se liberaba y los tiradores afinaban la puntería, por el bien del espectáculo. Mirotic con otro triple iniciaba su excelso final de partido (12 puntos en poco más de tres minutos) que volvía a dar siete de diferencia. El Barcelona vive en los ataques posteriores del tiro libre ante un Madrid dispuesto a no permitir canastas fáciles y más viendo como su rival no tenía el mejor día desde el 4.60 (acabó con 17 de 25). Uno de Wallace y otro de Tomic ponen el 70-75 a 2.16 para el final. Hay partido. Mirotic estaba empeñado en demostrar de una vez porque ha sido el MVP de la temporada y una canasta suya volvía a poner esa buena renta de siete puntos. Felipe aparecía de nuevo para robarle la cartera a Navarro (¿quién decía que Niko y Felipe eran incompatibles?) y el canterano mataba el partido con un triple desde la esquina. Y aún seguiría sumando con cuatro tiros libres consecutivos.  

Gran victoria del equipo de Laso que en los minutos finales logró recuperar la mejor versión de su juego. La final, para seguir recordando a la pasada temporada, se encuentra en el mismo punto que el curso pasado tras el tercer choque, 2-1 para los blancos. Ahora toca saber rematar. Una vez más hablamos del control y la gestión de las emociones. Con un día de descanso de por medio está por demostrarse de una vez la auténtica competitividad del equipo de Laso. Es hora de ver si el vitoriano, además de haber recuperado un baloncesto enormemente atractivo y vistoso para el aficionado, ha logrado inculcar a los suyos una mentalidad asesina para saber rematar al rival cuando agoniza. Y es momento para ver, de nuevo, la impresionante capacidad del Barcelona y de Xavi Pascual para saber levantarse en los peores momentos. El siempre referido corazón de campeón de un equipo que lleva siete finales ACB consecutivas. Laso, cual Van Helsing, seguro que anda buscando una estaca para clavársela.      


Laso vuelve a tener match-ball.