Fiesta en México |
Debido a que el Eurobasket ha concitado
prácticamente toda nuestra atención, y que hemos estado una semana de
vacaciones, hemos dejado pasar por alto una noticia realmente sorprendente que
ha sacudido los cimientos del baloncesto de elite, todo un golpe al poder establecido,
una revolución bolivariana en toda regla. Por si fuera poco, al frente de este milagro
deportivo se encuentra un entrenador al que apodan “Che”, el argentino Nestor
García, toda una institución en el baloncesto de América Latina con una carrera
exitosa entre su país natal, Uruguay, Puerto Rico, y Venezuela. Precisamente
con la selección “vinotinto” ha logrado el hito que le sitúa definitivamente en
el mapa de este deporte a nivel global, tan poco dado a mirar las canastas de
esos países hermanados en el habla hispana y al que le cuesta aceptar todo lo
que no sea Europa o NBA, al menos desde el punto de vista europeo.
Los norteños de América del Sur ya avisaban de sus
posibilidades en el Torneo de Las Américas de este verano dejando una grata
impresión en su gira europea de preparación. Tanto es así que en Burgos y
frente a nuestra selección española, la misma que semanas después se proclamaba
campeona de Europa, estaban a punto de dar la gran campanada al caer en el
último segundo gracias a un palmeo prodigioso de Felipe Reyes. 82-80 final para
evitar el sonrojo de perder ante uno de los equipos, a priori, de nivel medio
en el continente americano, muy por debajo de Estados Unidos, Brasil,
Argentina, Canadá, o incluso Puerto Rico, México o República Dominicana… o eso creíamos…
En el partido en tierras españolas los venezolanos
ya dejaron claras sus señas de identidad, muy propias del basket
centroamericano, o del suramericano más cercano a Centroamérica, como es el
caso de Venezuela. Un baloncesto muy inspirado en el street-ball, anárquico,
descarado, y duro en defensa, con mucho contacto y un ritmo alto de juego. Los
triples iban cayendo una y otra vez, y aunque España parecía despegarse por
momentos en el marcador ellos seguían a lo suyo, hasta que nos los llegaron a
poner de corbata.
Con las mochilas cargadas de ilusión viajaron a
México, donde se disputaba el torneo en el que, al igual que en el Eurobasket,
los dos finalistas obtendrían pasaporte directo a los Juegos Olímpicos de Río. Ni
las previsiones más optimistas podían vaticinar que los “vinotinto” alcanzarían
tal honor, y no digamos ya incluso ser campeones del torneo.
Es cierto que el campeonato presentaba ausencias
notables que lo antojaban un tanto descafeinado. Para empezar, los todopoderosos
Estados Unidos no comparecían a la cita, ya que como campeones del mundo habían
obtenido billete directo para los Juegos. La plaza que dejaban libre la ocupaba
Panamá, el país que viera nacer al mítico Rolando Blackman. Brasil, otro de los
habituales “gallos” del continente, presentaba un equipo de circunstancias, ya
que como anfitriones olímpicos también tenían ganado su billete para la gran
cita del próximo año. De este modo, estrellas NBA como Splitter, Varejao, Hilario
o Barbosa, además de un Marcelinho Huertas ya pensando en su nueva aventura como
Laker, aprovecharon el verano para descansar y recargar pilas. Aun así en su
roster había varios nombres de garantías como los conocidos por la ACB Rafa Luz
o Augusto Lima, o clásicos de la “canarinha” como Giovannoni o Marquinhos
Viera. En el resto de selecciones, se percibía alguna que otra ausencia
importante: Delfino y Ginobili por Argentina, Holford y Towns por Dominicana, Arroyo
en Puerto Rico, Thompson en Canadá, Granger y Batista en Uruguay… y entre tanta
ausencia estelar, Venezuela también sufría la suya, la del gran base Greivis
Vasquez, consolidado como uno de los directores de juego NBA que mayor
proyección ha tenido en los últimos años, dentro de esta auténtica edad dorada
en esa posición que vive la mejor liga del mundo. El “Che” García tampoco podía
contar con uno de los jugadores más reconocidos y carismáticos del basket
venezolano, el mítico “Malote” Echenique. Bajo este panorama llegaba Venezuela
a un torneo en el que Canadá, con un roster plagado de jóvenes figuras NBA
(Andrew Wiggings a la cabeza), parecía gran favorito junto a las siempre
correosas Argentina y Brasil, y un México ambicioso liderado por el Titán de
Nayarit, Gustavo Ayón que contaba con el plus de jugar como local.
La primera fase parecía moverse dentro de la lógica.
Venezuela daba buena imagen con sendas victorias ante Cuba y Puerto Rico que
allanaban su camino a la segunda ronda, pero caían con contundencia ante Canadá,
para cerrar esta fase con otra derrota frente a Argentina. Dos selecciones sobre
el papel muy superiores a la de García. Abrían la segunda ronda con una
victoria sufrida, pero a la postre vital, sobre República Dominicana, para caer
en la segunda jornada ante México en un choque muy disputado. Se seguían
cumpliendo los pronósticos, con los venezolanos dando buena imagen y mucha
guerra, pero sin ser capaces de ganar a ninguno de los favoritos. Caían de
nuevo, esta vez ante Uruguay, y cerraban la ronda ganando a Panamá, con lo que
obtenían la cuarta plaza que les daba derecho a semifinales. Pasaban a los
cruces con una victoria más que la República Dominicana, frente a ellos fue por
tanto el partido decisivo.
Les esperaba Canadá. La selección entrenada por Jay
Triano, auténtica institución del baloncesto de su país, había apalizado por 20
puntos a los “vinotinto” en primera ronda y eran los grandes favoritos para
alzarse con el título final. Wiggins, Bennett, Olynyk, Nicholson, Cory Joseph,
Stauskas, Sacre… excelentes mimbres, sin duda alguna, aunque con excesiva
juventud para afrontar un torneo de esta categoría. En el momento decisivo a
los jóvenes talentosos canadienses les tembló la mano con un decepcionante
Wiggins (9 puntos con una serie de 4 de 11 en tiros de campo) Olynyk sostuvo a
los suyos con un descomunal partido (34 puntos y 13 rebotes) pero resultaron
insuficientes para doblegar a una selección venezolana que pese a verse
superada bajo los tableros y en el rebote, volvió a encontrar en el triple su
mejor arma, con Heissler Rafael Guillent y Windi Graterol, ya convertidos en
héroes nacionales, martilleando el aro norteamericano una y otra vez. Guillent
anotó tres triples consecutivos en los instantes finales del partido, cuando
Canadá había obtenido una renta de siete puntos y acariciaban la final, y Gregory
Vargas en la última jugada del encuentro certificaba la histórica victoria “vinotinto”
poniendo el definitivo 78-79 en el marcador desde el tiro libre. Épico.
Wiggins, gatillazo con la selección |
En la final esperaba Argentina, verdugos de México
en la otra semifinal. Con el billete a Río en el bolsillo parecía que los
jugadores de Néstor García ya habían cumplido con creces. El orgullo
albiceleste de una selección argentina en la que sigue dando sus eternos
últimos coletazos la “Generación Dorada”, representada en esta ocasión por
Nocioni y Scola (un Scola designado MVP y que se despidió de este torneo como
el baloncestista con más partidos disputados en la historia del mismo, y el
máximo anotador histórico, superando los registros de dos mitos como “Piculín”
Ortiz y Oscar Schmidt, respectivamente), unida a la ambición de jóvenes como
Campazzo o Deck, junto a conocidos ACB como Richotti o Mainoldi hacía a los de
Sergio Santos Hernández claros favoritos para ganar su tercer Torneo de Las
Américas. Pero los “vinotinto” se plantaron en la final dispuestos a repetir
milagro, y lo consiguieron. De nuevo Guillent estelar (15 puntos), siendo el
jugador más utilizado por el “Che”. En una cita histórica el ya mito de los
banquillos utilizó a todos sus jugadores en un partido en el que el arma
exterior no fue recurso, ya que con un deficiente 3 de 21 en tiros triples, se
encomendaron a una magnífica defensa (en el segundo cuarto Argentina sólo anotó
8 puntos) para certificar la proeza por 76 a 71. El primer oro en la historia
del baloncesto venezolano en un FIBA Américas.
Un triunfo revolucionario, sin el mejor equipo y
basado en la fe. Ninguno de sus jugadores aparece en los primeros puestos
estadísticos individuales (sólo Gregory Vargas en robos de balón, segundo con
1.5 por partido), y sólo colocó a un
jugador en el Quinteto Ideal (Guillent), y tampoco en estadísticas colectivas
sus números fueron importantes, ni en puntos, ni en rebotes, ni en asistencias.
Simplemente hicieron bueno el tópico de que en la cancha son cinco contra cinco
y no importan los nombres ni favoritismos. Ganaron porque pusieron más empeño
que sus rivales.
El título conseguido hace unas semanas por esta
heroica selección es el premio al trabajo en un deporte que levanta pasiones en
Venezuela y que ha crecido a pasos agigantados. En ese sentido queremos pensar
que el baloncesto español ha tenido algo que ver en este progreso, ya que el
país sudamericano ha sido prolijo en fechas recientes en adoptar a magníficos
técnicos españoles que ante la dificultad en encontrar oportunidades en el tan
competitivo baloncesto de nuestro país han dado el salto y emprendido la
fascinante aventura de dirigir clubes venezolanos y competir en una liga tan
caliente como la de aquel país. Equipos con nombres tan exóticos como Toros de
Aragua, Bucaneros de La Guaira, o Guaqueríes de Margarita, han contado con las
enseñanzas de entrenadores españoles como es el caso de Gustavo Aranzana, Luis
Guil, Lluis Pino, Ricard Casas, o nuestro querido Piti Hurtado (ese entrañable
tipo que tan bien y de manera tan amena nos hace entender el baloncesto con su
video-blog) Seguro que sus doctas enseñanzas han calado hondo y ayudado a
crecer el baloncesto venezolano. Aunque para ser justos, esta revolución
pertenece al “Che”, quien de pequeño fuera para nadador hasta que su fogoso carácter,
tras pelearse con otro niño en la piscina, hizo que sus padres recibieran los
consejos médicos de que el chaval haría bien en dedicarse a un deporte de
equipo para aprender a socializarse. Y así fue como llegó al baloncesto, un
juego en el que ha hecho historia. El milagro venezolano que nació en
Argentina.
La particular revolución del "Che" García |