Cuando Nikola Jokic era elegido en el draft de 2014 en
las profundidades de la segunda ronda absolutamente nadie podía haber
pronosticado que Denver se hacía con los derechos de un doble MVP de temporada
y un MVP de finales (y de finales de conferencia) en el primer anillo en la
historia de la franquicia de Colorado. El puesto 41 con el que fue seleccionado
era de tan escaso interés que mientras se anunciaba su nombre la ESPN, cadena
encargada de retransmitir el evento, pasaba unos comerciales por las pantallas
de los hogares estadounidenses, en concreto de la franquicia de “fast food”
Taco Bell, como si fuera la primera broma del bautizado Joker (ocurrencia del
ya retirado Mike Miller, quien en sus últimos años de carrera coincidió con el
genio serbio y al parecer le resultaba más fácil llamar a su compañero como el
villano de Batman que con su apellido balcánico) Y es que además de una mente
privilegiada para leer cualquier defensa rival, una de las primeras
características que definieron al jugador de Sombor fue la de su adicción a
ciertos productos alimenticios de dudosa idoneidad para un deportista de élite,
especialmente la Coca-Cola, de la cual llegó a consumir la ingente cantidad de
tres litros al día.
El desembarco de europeos en la NBA en los últimos
tiempos, una vez echada abajo la puerta gracias a los Sabonis, Petrovic, Marciulionis
y Kukoc en la década de los 90, ha conocido dos vertientes desde la que han
llegado algunos de los grandes dominadores en el siglo XXI. Por un lado los que
venían con cierto “hype”, muy justificado en ocasiones (Pau Gasol, número 3 en
2001 después de poner la ACB a sus pies… Luka Doncic, también 3 en el 18 tras
llevar a Eslovenia a ganar un Eurobasket o al Real Madrid al título europeo… y
por supuesto Victor Wembanyama, previsible número 1 de 2023 sin el currículo de
los anteriores pero llevando el concepto de “unicornio” varios niveles más
allá), y en otras incomprensible (el segundo puesto de Darko Milicic en 2002
como mayor ejemplo y oprobio histórico para una franquicia del pedigrí de
Detroit Pistons), por otro los “tapados”, jugadores desconocidos ya no sólo
para el aficionado estadounidense sino incluso para el europeo, exóticas
apuestas para mayor gloria del “scout” con buen ojo. Un Tony Parker que no
pasaba de ser una promesa del basket francés (número 28 en 2001), o los
Nowitzki (número 9 en el 98) o Antetokounmpo (elegido el 15 en 2013) quienes
siquiera llegaron a debutar en la primera división de sus países de origen.
Jokic pertenecería a este segundo grupo, al de tesoros ocultos, pero todavía
más allá ya que nunca en la historia un jugador seleccionado en una ronda tan
baja ha sido el mejor jugador de unas finales ni ha ganado dos MVPs
consecutivos de temporada regular. Jokic, buen jugador en unas selecciones
inferiores serbias habitualmente lideradas por Vasilije Micic (coincide con el
base del Efes en el mundial sub19 cayendo en la final ante unos Estados Unidos
liderados por Jahlil Okafor y su actual compañero en Denver, Aaron Gordon, MVP
de aquel torneo… y donde por cierto también figuraban actuales ACB como Mike
Tobey y Nigel Williams-Goss) ni siquiera era un dominador en torneo de
formación para jugadores europeos nacidos a mediados de los 90, como si lo eran
los Saric, Vezenkov o el citado Micic. Tampoco su escaparate a nivel de clubes
parecía el mejor, aunque con los años el Mega Basket de Belgrado ha adquirido
un merecido aura de escenario para jóvenes “prospects” (Micic, Zubac, Vitadze…
algunos ejemplos de jugadores que progresaron vistiendo esa camiseta, o incluso
su actual compañero el esloveno Cancar)
A finales de 2012 y después de haber llamado la
atención de los cazatalentos serbios por sus actuaciones en categorías
inferiores en el Vojvodina Srbijagas de Novi Sad, ficha por el Mega para
debutar en la máxima categoría de la liga serbia y posteriormente en la
unificada liga adriática. La temporada 2013-14, antes de presentarse al draft
de la NBA, acaba con unas buenas medias de 11.4 puntos, 6.4 rebotes y 2.5
asistencias en 25 partidos de la ABA, nada mal para un chaval de apenas 19 años
sobre quien sigue sospechando la duda de sus condiciones físicas, alejadas del
estándar musculado habitual en las zonas del baloncesto profesional. Repasar
los 40 jugadores elegidos antes de escuchar pronunciar su nombre (cosa que ni
el propio jugador hizo puesto que estaba felizmente durmiendo y fue uno de sus
hermanos quien le despertó posteriormente para darle la noticia) resulta harto
absurdo como miope la gerencia de muchas franquicias, pero para entender cuál
era la confianza real en las posibilidades de Jokic si es justo recordar que
Denver en la misma noche se hace con los servicios de la elección número 16 del
draft, precisamente otro pívot europeo con quien comparte una curiosa relación
de vidas paralelas (y oficialmente el jugador más pesado de la NBA sólo por
delante de curiosamente Jokic), el bosnio Jusuf Nurkic, y quien si parecía una
apuesta segura para la pintura de Denver (un año mayor que el serbio y con
experiencia, aunque breve, en Euroliga)
Nurkic y Jokic, vidas paralelas, caminos separados. |
Nurkic daría el salto inmediato a la NBA, haciéndose de inmediato un sitio en la rotación de Brian Shaw jugando unos considerables 17.8 minutos en 62 partidos. Jokic, por su parte, explotaba en la ABA, acumulando MVPs jornada tras jornada hasta ser coronado el mejor jugador de la liga adriática con sus 15.4 puntos, 9.3 rebotes y 3.5 asistencias de media, y llevando al Mega de nuevo a su techo de semifinales.
La temporada 2015-16 abría un nuevo ciclo para la
franquicia de Denver, empezando por la llegada de Michael Malone, actualmente
el cuarto entrenador con más temporadas seguidas en el mismo banquillo sólo por
detrás de tres vacas sagradas como son Popovich, Spoelstra y Kerr. La
convivencia entre Jokic y Nurkic quedaba falseada por la lesión de rodilla de
Nurkic, que abría más hueco en la rotación para Jokic, en una posición muy
abierta en aquel momento en el roster de Malone (Lauvergne, J.J. Hickson y un
Kenneth Faried alternando los puestos de 4 y 5 eran los otros rivales a la par
que compañeros para la posición de pívot) El siguiente curso sería definitivo,
Jokic explotaría pasando de los 10 puntos de su curso “rookie” a 16.7, subiendo
también en rebotes (9.8 frente a 7 de la anterior temporada) y doblando en su
estadística más diferencial, de las 2.4 asistencias del primer año a unas 4.9
que ya parecían exuberantes para un pívot… y que ahora parecen ridículas para
lo que nos tiene acostumbrados el genio de Sombor. El impacto es tal que la
gerencia tiene que tomar una decisión drástica con Nurkic, traspasado en
Febrero a Portland Trail Blazers a cambio de Mason Plumlee, intercambiando
también una ronda de draft cada equipo. Esa misma temporada suponía también la
llegada de un joven base-escolta canadiense, Jamal Murray que aterrizaba con la
responsabilidad de un número 7 de draft, la posición más alta que había
dispuesto la franquicia desde el número 3 de Carmelo Anthony, e igualando la
posición obtenida un año antes, en 2015, por un proyecto fallido en similar
posición como fue Emmanuel Mudiay. Comenzaba por tanto a definirse el proyecto
de un equipo “contender”, como demostrarían al año siguiente, cuando se quedan
a una sola victoria de meterse en play offs después de caer en la prórroga en
un dramático duelo directo por la octava plaza de conferencia frente al
Minnesotta de Karl Anthony-Towns, Andrew Wiggins y Jimmy Butler. Una de esas
amargas experiencias de las que sólo cabe caer o levantarse más fuerte, optando
por lo segundo, y de hecho las 54 victorias de 2019 son hasta la fecha el tope
de la era Malone (este año se han quedado en 53) Acabarían cayendo en
semifinales de conferencia, la primera de tres veces consecutivas,
estableciendo ahí su particular Rubicón, un muro infranqueable a la manera de
Philadelphia en el Este. Ni siquiera la llegada de otro talento vía draft como
Michael Porter Jr. Pick 14 en 2018 (sus problemas de espalda le relegaron a una
posición que meses antes nadie hubiera esperado, cuando peleaba incluso por ser
el mejor de su promoción), o el brillante movimiento de hacerse con Aaron
Gordon vía “trade” en marzo de 2021 parecía hacer cambiar el rumbo de una
franquicia incapaz de protagonizar el deseado “sorpasso” a los pesos pesados
del Oeste. En 2020 y 2022 sólo les apartaron del camino al anillo los a la
postre campeones (Lakers y Golden State, en el segundo caso sin Murray y Porter
Jr. bajas por lesión) y en 2021 unos Phoenix superlativos (también sin Murray).
La paciencia en este caso ha dado sus frutos, y ocho años después de la llegada
de Jokic y Malone, siete después de la de Murray, Denver de una tacada se
convierte por vez primera en su historia en campeón del Oeste y de la NBA.
Jokic, quien no recibió su tercer MVP de temporada regular, lo que le hubiera
igualado nada menos que con Larry Bird, se resarce con los galardones de mejor
jugador de finales de conferencia y por el título y firma su obra maestra
definitiva en unos play offs en los que los de Colorado sólo han cedido cuatro
derrotas en toda la post-temporada, haciendo que tengamos que retroceder hasta la
máquina invencible de Golden State Warriors en 2017 para encontrar un balance
mejor (estratosférico 16-1) Tiene mérito este 16-4 en una NBA que precisamente
se vanagloria de lo que Adam Silver llama paridad y de un evidente vacío de
poder absoluto (cuatro años sin repetir campeón de manera consecutiva… seis
años sin repetir final)
Jokic finaliza con el mejor final posible un extraño
viaje bajo el radar acompañado de Murray y Porter Jr, y sus particulares
historias de redenciones tras sus lesiones, pero especialmente de la mano de un
Michael Malone quien llegó a viajar a Sombor en 2017 (volvería en 2022 para entregarle su segundo MVP de temporada) para conocer el entorno en
el que había crecido su estrella, cuando todavía su impacto no era tan
mayúsculo, y fortalecer un vínculo casi más paterno-filial que el de puramente
entrenador y jugador. Y es que por si no fuera suficiente con el perfil anómalo
y bizarro de Jokic en su vertiente de jugador, heraldo de la extrañeza y adalid
de la concepción etimológica del barroco que nos enseñaban en el instituto (aquella
subyugante definición de “perla irregular”), su biografía baloncestística, su
trayecto desde la cantera del Vojvodina Srbijagas a principios del siglo pasado
hasta la sublimación actual de su baloncesto, no deja lugar a dudas en el carácter,
más allá que histórico, que nadie podrá negárselo, absolutamente único de
Nikola Jokic. Una pieza absolutamente diferente a todas las demás en el gran
museo del baloncesto con sus más de 100 años de historia.
Una relación más allá de la cancha. |