miércoles, 23 de julio de 2014

AITO MILENARIO (II): BARCELONA, LOS AÑOS DORADOS



Continuamos nuestra serie sobre García Reneses, ahora centrándonos en su época más reconocida y exitosa, la de primer entrenador del FC Barcelona en su sección de baloncesto.   


Una imagen habitual: Nuñez y Aíto celebrando títulos.



Josep Lluis Nuñez, famoso presidente barcelonista durante las décadas de los 80 y 90, nunca había ocultado su interés por hacerse con los servicios de aquel joven entrenador de moda que además en su breve carrera de jugador había defendido los colores blaugranas en el parquet. El madrileño fue el elegido en 1985 para recuperar el cetro del baloncesto nacional para la sección de baloncesto del FC Barcelona e intentar el asalto a la corona continental. El propio Aíto había sido verdugo el anterior curso de los azulgrana tanto en Copa como en Liga, eliminándoles en ambas competiciones al frente del Joventut de Badalona, tal y como hemos narrado en nuestra primera entrada sobre el serial Aíto. Un contrato de 3 años y 45 millones de la época son las cifras que se pusieron encima de la mesa para vincular a García Reneses con el equipo que más se le he identificado a lo largo de los años. Los éxitos no tardaron en llegar, levantando la Recopa de Europa en aquella primera temporada (en realidad revalidando el título conseguido un año antes, con  el ex –capitán Manolo Flores en el banquillo, quien había sustituido al cesado Antoni Serra. Flores sería posteriormente segundo de Aíto) derrotando en la final al Scavolini Pesaro. Aunque ahora puedan parecer éxitos “menores” hay que recordar que aquellos fueron los dos primeros títulos europeos del Barça. Aíto ya contaba con gran parte de su guardia pretoriana (Solozabal, Epi, Sibilio, De La Cruz, Trumbo…) y Mark Smith y Greg Wiltjer eran la pareja de extranjeros (en realidad Wiltjer había sido sustituido en liga por Steve Trumbo, quedando relegado sólo a competición europea) No obstante el dominio doméstico seguía perteneciendo al Real Madrid, quien se alzaba con los títulos de Copa y Liga. Aíto tenía a su disposición a un gran equipo, pero sería a partir de los dos cursos siguientes cuando daría forma a su Barcelona más recordado por los aficionados. En verano de 1986 el técnico blaugrana logra los servicios de dos viejos conocidos suyos, Joaquim Costa y Andrés Jiménez, y en 1987 un jugador que había sido rechazado por el Real Madrid dos años antes, y que llegaba precedido de cierta fama sobre su propensión a lesionarse debido a la precariedad del estado de sus rodillas, lo cual le impidió llegar a ser la estrella NBA que por potencial hubiera debido llegar a ser. Nos referimos, claro está, a Audie Norris, cuyos duelos con Fernando Martín aún son recordados por los aficionados como la estampa más reconocible de nuestro baloncesto de finales de los 80. El Barcelona se convierte entonces en el gran dominador del baloncesto nacional, ganando cuatro ligas y dos copas seguidas. Aíto añade a su palmarés una Korac, en 1987 y con el Limoges como rival en la final a doble partido.        



Aquellos maravillosos años


La rivalidad con el Real Madrid es apasionante. La temporada 1987-88 el equipo dirigido por Aíto gana los cuatro títulos domésticos en juego (Liga, Copa, Supercopa y Copa del Príncipe. En la sufrida retina del aficionado madridista aún pervive la imagen de Nacho Solozabal como habitual ejecutor en aquellos calientes finales de puro baloncesto. Suyo fue el triple que capituló la final de Copa en Valladolid, y aunque no tan recordado, también anotó la canasta clave para llevarse la Copa del Príncipe, además de ajusticiar en los últimos instantes en un partido de play off por el título. El Madrid era un dignísimo contrincante, pero los títulos tenían color azulgrana. 

Ramón Mendoza, presidente del club blanco por aquel entonces, da un poderoso golpe de efecto con la contratación del enemigo público número 1 del baloncesto europeo y bestia negra del madridismo: Drazen Petrovic, el genio de Sibenik, quien sólo estaría una temporada en el Real Madrid pero es recordado a la altura de los grandes iconos madridistas. Los blancos construyen un equipo para ganarlo todo, con el triángulo Petrovic-Biriukov-Fernando Martín como grandes referentes, pero además con jugadores de la talla de Romay, Cargol, Joe Llorente, Antonio Martín, Villalobos y un alero californiano muy alto (2.08, para un alero de la época), pelirrojo, de muñeca prodigiosa, llegado de la NBA y que acabaría siendo historia del baloncesto español hasta el punto de nacionalizarse y vestir nuestra camiseta. Por supuesto hablamos del pistolero Johhny Rogers, uno de tantos americanos que ha vivido una auténtica historia de amor con nuestro país (en todos los sentidos, ya que se casó con una valenciana) Aquel Real Madrid era demoledor, alzándose con la Copa en la edición disputada en A Coruña, con 28 puntos de Petrovic. Inolvidable aquella final de Recopa ante el Snaidero de Caserta, posiblemente la mejor final de un torneo continental de la historia, con 62 puntos del talento croata. Aquel Real Madrid había ganado en todos sus enfrentamientos de la temporada frente al Barcelona de Aíto excepto en el último, que precisamente permitía a los azulgrana partir con cancha a favor en una final liguera a cinco partidos que se presentaba como la madre de todas las batallas. A pesar del factor cancha, había en el ambiente la sensación de que con un devorador de títulos en pista como Drazen Petrovic el Real Madrid podría recuperar el dominio del baloncesto nacional y poner el broche a una temporada histórica. A todo eso se unía el hecho de que Aíto se había opuesto el fichaje del croata por el Barcelona, ya que lo consideraba un jugador difícil de entrenar e integrar en su estilo de baloncesto, sobre todo por su difícil carácter (además de que el fichaje suponía aceptar que se quedase en la Cibona un año más estando firmado, y el entrenador barcelonista no quería que se diese la posibilidad de enfrentarse a él siendo ya jugador azulgrana), y ahora el aficionado culé se encontraba ante la posibilidad de vivir una temporada sin títulos tras dos magníficos cursos anteriores, siendo además derrotados por aquella estrella del Este que soñaron alguna vez con hacer suya.     


Frenazo a Drazen


Aquella temporada volvió a poner de relieve el carácter maquiavélico de Aíto y su capacidad como estratega psicológico. Supo condicionar las finales desde meses antes refiriéndose a la famosa “bula de Petrovic”, con la que acusaba al compulsivo anotador madridista de cometer infracciones de todo tipo durante los partidos con el consentimiento arbitral. Aquellas series finales de 1989 siguen siendo, desgraciadamente, recordadas por el quinto y definitivo partido en el Palau, donde un desafortunado Juanjo Neyro al silbato resultó clave para la victoria barcelonista, dejando al Real Madrid en los instantes finales con tan sólo cuatro jugadores en pista después de sufrir la señalización de 42 faltas personales (por 17 del Barcelona), los cuatro jugadores blancos que acabaron aquella “liga de Petrovic” en la pista fueron Llorente, Villalobos, Pérez y Rivas. Dos de ellos eran juniors. Lolo Sainz, entrenador madridista, por supuesto también fue expulsado. Otra de las imágenes que nos dejó aquella final fue la de Epi, un jugador habitualmente modélico y ejemplar, dando saltitos en la pista parodiando a Petrovic, tal era el grado de frustración al que el croata había sometido al Barcelona durante aquel curso. No es momento ahora de entrar en polémicas, pero claramente fue un título condicionado por la actuación de Neyro en aquel partido. Aquel Barcelona, de hecho (como suele ser norma en los equipos de Aíto), defendía más duro que el Madrid de Saiz, y si algún déficit tenía el Petrovic pre-NBA era precisamente la defensa (en su temporada como madridista siempre se decía que Biriukov tenía que defender el doble, para paliar la blandura de Drazen en ese aspecto del juego) Está claro que Aíto supo llevar las finales a un terreno emocional y psicológico más allá del puro baloncesto. Sea como fuere salvó los muebles aquella temporada, pero es inevitable que la “liga de Petrovic” haya pasado a la historia como la “liga de Neyro”.    

Pero era otro croata quien se convertía en aquellos años en auténtica bestia negra del barcelonismo y apartaba a Aíto del gran título que sigue faltando en su extenso palmarés: la Copa de Europa. Aquella misma temporada 1988-89 el club azulgrana volvía a intentar el asalto a la corona continental en la Final Four de Munich, donde les esperaba un joven equipo yugoslavo llamado Jugoplastika Split que a priori debía ser asequible para los Epi, Jiménez, Norris y compañía. No contaban con aquella impresionante generación de jugadores liderada por un espigado alero de 21 años llamado Toni Kucoc que asombraría a toda Europa con la versatilidad de su juego, siendo con sus 207 centímetros capaz de subir el balón, tirar de tres, jugar al poste, defender a hombres bajos y altos por igual… Kucoc venía a romper definitivamente con el baloncesto conocido y a demostrar que las posiciones de los jugadores cada vez iban a ser menos puras. Baloncesto total. Aquella Jugoplastika apartaría al Barcelona del sueño europeo por tres temporadas consecutivas, primero en las mencionadas semifinales de Munich. Posteriormente al año siguiente en la final de Zaragoza, la casa de Epi que no pudo ver proclamarse a uno de sus hijos más ilustres campeón de Europa de clubes. Y aún habría una tercera ocasión en París, de nuevo en la final y tras apalizar en semifinales al Maccabi Tel Aviv, Kucoc y compañía, pese a no contar ya con su mejor aliado en la pista, Dino Radja ni con Boza Maljkovic en el banquillo, o mejor dicho, con Maljkovic en el banquillo rival.    


Y Kukoc se cruzó en el camino


Y es que en efecto, en 1990 Aíto dejaba su cargo de entrenador para encargarse de los despachos en su nueva labor de general manager. Su sustituto era un Bozidar Maljkovic que había sido bestia negra culé las dos mencionadas temporadas anteriores. Nadie negaba la calidad de Aíto como técnico, pero la obsesión azulgrana por la Copa de Europa hacía que se buscase un nombre, en principio, más capacitado para aquella tarea (un error muy común por parte de los directivos deportivos, buscar el nombre y no el hombre) Parecía un binomio ganador. Boza en los banquillos y Aíto en los despachos. Nada más lejos de la realidad. La lucha de egos, los constantes reproches mutuos, y la falta de adaptación de Maljkovic a la ACB en su primera experiencia fuera del baloncesto por entonces yugoslavo hacen que la etapa del serbio como técnico barcelonista sea considerada un pequeño fracaso (sólo gana la Copa del Rey), y a principios de la 91-92 sea destituido para hacerse cargo del equipo su segundo, Manolo Flores, quedando patente que la enemistad entre Aíto y Boza era ya una realidad irrebatible (también es cierto que la plantilla que tuvo Boza fue sensiblemente inferior a las que manejó Aíto) Flores acabaría aquel año sin títulos para las vitrinas azulgranas, y Reneses, a lo Pat Riley en Miami, decide él personalmente volver a llevar las riendas del equipo desde el banquillo después del verano de aquel olímpico 1992. Joaquim Costa, una de sus prolongaciones en la pista, le acompaña como segundo entrenador, con la particularidad de que Aíto se intercambia la posición a partir de la cuarta jornada liguera para dejar a Costa al frente y evitar así enfrentarse a una prensa con la que no se llevaba, digamos, muy bien. Esta segunda etapa de García Reneses en el banquillo azulgrana se prolonga hasta 1997, y se salda con tres ligas seguidas, entre el 95 y el 97, y la Copa del Rey de la temporada 1993-94. Son los últimos años de Epi y Jiménez, junto a jugadores como Xavi Fernández, Esteller, Galilea, Montero, Dueñas o Ferrán Martínez. La última temporada Aíto logra completar un equipo de auténtico ensueño, con Karnisovas (quien había llegado un año antes), Fettisov y Djordjevic. Pero Europa se sigue resistiendo, y consecutivamente Aíto ve a su equipo caer en las finales de 1996 (Paris) y 1997 (Roma), ambas ante equipos griegos. La primera de ellas es recordada por aquel tapón ilegal de Vrankovic que dio el título al Panathinaikos de Dominique Wilkins. En la segunda poco pudieron hacer ante la excelencia de David Rivers manejando al Olympiakos.      

Manel Comas es el elegido para sustituir a Aíto, quien decide dejar el club azulgrana tras la celebración de su séptimo título liguero para la entidad de Josep Lluis Nuñez. Pese a contar con un año más de contrato, el madrileño presenta su dimisión ante el nivel de crítica creciente sobre su incapacidad para la consecución del cetro europeo (como si fuera cosa fácil) y molesto con el “ruido” que siente generarse a su alrededor. No se siente cómodo. Comas, el “sheriff” de nuestro baloncesto, era un barcelonés de nacimiento que venía de una exitosa etapa con el Baskonia (siendo campeón de Copa del Rey y Recopa de Europa) y contaba con el aval del propio Aíto, quien le había tenido como ayudante en el Cotonificio. García Reneses se toma un año sabático que no hace si no reforzar su posición. “Ya me echarán de menos”, debió de pensar, y así fue, ya que la temporada 97-98 resulta un desastre para el club azulgrana. Comas aguantó hasta Noviembre, cuando presentó su dimisión tras perder el sexto partido liguero y hacerlo además contra el Real Madrid, mientras que Joan Montes termina la temporada sin títulos. Esperaban el retorno de Aíto con los brazos abiertos. 

Es su tercera y última etapa al frente del banquillo del club azulgrana, durará hasta el 2002, y marca las bases de lo que será el Barcelona del futuro, y no sólo el Barcelona si no el baloncesto español, ya que con él comienzan a adquirir protagonismo las dos grandes joyas con las que por entonces contaba la cantera azulgrana: los adolescentes Juan Carlos Navarro y Pau Gasol. En sus últimas tres temporadas como entrenador barcelonista suma cuatro títulos más a su palmarés, repartidos en sendos dobletes: Liga y Korac en la 98-99, Liga y Copa en la 00-01. La temporada del comienzo del siglo XXI es la que marca la explosión de Pau Gasol, MVP de aquella edición de la Copa del Rey y de las finales por el título ACB. Afortunadamente para el Real Madrid y demás aspirantes, el de Sant Boi emprendía de inmediato rumbo a la NBA (criticado por Aíto, quien aseguraba verlo verde para tal competición), porque su dominio en el baloncesto español hubiera sido absolutamente dictatorial. En aquel último curso el entrenador madrileño tuvo que lidiar con el affaire Rony Seikaly, estrella NBA que salió rana. También volvió a intentar el asalto a Euroliga sin éxito, llegando a la Final Four de Salónica del 2000, cayendo en el primer partido frente al Maccabi Tel Aviv, y al año siguiente cayendo en octavos de final frente a la Benetton de Treviso donde militaba por aquel entonces Jorge Garbajosa. La misma Benetton que les dejaba fuera de la Final Four alcanzando la primera plaza de grupo (aquella edición no había cruces previos) por average en 2002. Aíto cerraba la temporada 2001-02 sin títulos pese a tener un equipazo a su disposición, tanto es así que fue destituido para ver como su sustituto, Svetislav Pesic, hace triplete al año siguiente levantando por fin la tan ansiada Copa de Europa para el club azulgrana, con un roster en el que se encontraban varios jugadores de los que había dispuesto Aíto (Jasikevicius, Nacho Rodríguez, Navarro, De La Fuente, Dueñas, Varejao Alzamora, y los jóvenes César Bravo, Van de Hare y Nacho Martín… claro que a Pesic además le trajeron nada menos que a Bodiroga, Fucka y Femerling)     


Puliendo una joya


Aíto abandonó el Barcelona en Junio de 2002, por la puerta de atrás y siendo destituido pese a su manifestación pública de continuar en el cargo. Dejaba atrás 22 años en el club azulgrana. 15 como entrenador, 5 como jugador y 2 como manager. 9 ligas, 4 copas, 2 Korac y 1 recopa deja en las vitrinas culés. Basta para medir su impacto en el club azulgrana el recordar que antes de su llegada el Real Madrid había ganado 24 de las 29 ligas anteriores, y en su segunda temporada como entrenador barcelonista logra romper el dominio blanco para ganar cuatro títulos ACB consecutivos. Aíto cambió el baloncesto azulgrana para siempre, y aunque nunca consiguiese alzar la copa de campeón de Europa, espina clavada que le perseguirá por el resto de su carrera, no creo que haya un solo seguidor del Barcelona que no lo considere como el mejor entrenador de la historia de este club. 


Pero aún queda Aíto para rato. Tras salir del Barcelona era momento de emprender nuevas aventuras y abordar nuevos proyectos. Todo ello en la tercera entrega de nuestro serial dedicado a nuestro milenario entrenador.      



Adios al Palau... pero no al baloncesto.


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