Con dos semanas de competición NBA disputadas parece
claro que ya tenemos equipo revelación, con gran gozo por nuestra parte como
seguidores de la franquicia de la MoTown, y es que el 5-2 con el que ha
arrancado el equipo de Stan Van Gundy el presente curso es su mejor comienzo de
temporada en mucho tiempo. Queda todo un mundo (75 partidos nada menos), y
debemos ser cautelosos, dada nuestra gran capacidad para gafar todo proyecto
esperanzador que analizamos en esta página, pero parece claro que esta campaña
los seguidores de los Pistons tenemos razones para el optimismo y para
trasnochar o, como es mi caso, ver al día siguiente cada uno de los partidos de
nuestro equipo en diferido.
Se ha hablado mucho de la transformación en el
roster llevada a cabo por Stan Van Gundy durante el año pasado y el anterior
verano, intentando fotocopiar (salvando las distancias) la fórmula que le hizo
campeón del Este con Orlando Magic en 2009. Hay que recordar que Stan The Man llega
a unos Pistons en principio ilusionantes, con mucho talento representado en
Brandon Jennings, Josh Smith, Greg Monroe y Andre Drummond. Unos “Fab Four” con
posibilidades reales de ser equipo dominante en el Este… si alguien es capaz de
encajar tanto kilo, músculo y centímetro junto. Van Gundy, a la sazón general
manager del equipo tras la no renovación de contrato de un cada vez más
errático en sus decisiones Joe Dumars, pronto se encuentra con el problema de
que Smith sigue sin definir su juego entre “tres” y “cuatro”. Pésimo lanzador
exterior, su intención de ocupar la zona provoca un dolor de cabeza para el
entrenador, que ya tiene a dos auténticos pesos pesados como Monroe y Drummond,
quienes estaban llamados a ser la mejor pareja interior del Este. Al técnico no
le tiembla el pulso y antes de ecuador de la temporada rescinde el contrato del
alero de Georgia. El balance era desolador. Un indecente 5-23. Sólo cinco
victorias en 28 partidos. Prescindir de J-Smoove, quien había sido uno de los agentes
libres más deseados en el verano de 2013 y se había vendido como uno de los
mejores aciertos desde los despachos de la MoTown en mucho tiempo, parecía una
locura. Ni siquiera era un trade. No recibían nada a cambio y el contrato de
Smith seguía contando como masa salarial para la franquicia (lo están pagando a
plazos) De modo que ni siquiera ganaban en espacio salarial… pero ganaban en
espacio en la zona. Y mientras los aficionados nos tirábamos de los pelos Van
Gundy iba diseñando su plan. Nueve victorias en los diez partidos siguientes (siete
victorias consecutivas) pronto nos hicieron olvidar a Smith, con un Brandon
Jennings jugando el mejor baloncesto de su carrera. El equipo iba como un tiro
y directo a play offs hasta la lesión del talentoso base californiano. A
finales de Enero la dirección del juego queda en manos de un point guard menor
como D.J. Augustin, hasta que en un trade a tres bandas los Pistons consiguen a
Reggie Jackson, vital para reconducir el equipo debido a la grave lesión de
Jennings (rotura del tendón de Aquiles), quien de hecho todavía no ha podido
estrenarse esta temporada y no tiene fecha de regreso a las canchas. Jackson es
un base con mucha calidad pero fama de individualista, quien vivía a la sombra
del descomunal Russell Westbrook en Oklahoma City. Los números de Reggie en el
final de temporada con la camiseta del equipo de la ciudad del motor son muy buenos
(17.6 puntos, 9.2 asistencias y 4.7 rebotes por partido), y aunque no tiene el
impacto de Jennings en el número de victorias (de hecho nueve derrotas
consecutivas alejan al equipo definitivamente del sueño de jugar
post-temporada), su condición de agente libre para el inminente verano hace que
Van Gundy decida retenerle en Detroit con un contratazo (80 millones de dólares
por 5 años)
Pero la gran noticia del verano en la MoTown tiene
el nombre propio de Greg Monroe. Una de las figuras de los Pistons, quien fuera
número 7 del draft de 2010 y por tanto una de las más claras apuestas de futuro
de la franquicia, ve la llegada de Ersan Ilyasova como una declaración de
intenciones de Van Gundy. El técnico californiano quiere un cuatro abierto y no
tiene intención de contar con Monroe y Drummond juntos. El interior de Luisiana
emigra precisamente a Milwaukee, de donde procede precisamente Ilyasova, para
firmar por el máximo salarial y convertirse en la gran referencia en la zona de
uno de los equipos más prometedores de la actual NBA como son los Bucks de
Jason Kidd (aunque su comienzo de temporada ha estado por debajo de las
expectativas) De modo que de aquel cuarteto estelar de
Jennings-Smith-Monroe-Drummond, nos quedamos en este comienzo de curso
solamente con el bestial Andre Drummond… y la cosa funciona.
Y es que los movimientos de Van Gundy en los
despachos se han mostrado acertados. Junto a Ilyasova llegaba también Marcus
Morris, otro jugador que sin mucho nombre ni ruido ha sido todo un acierto. De
este modo Van Gundy logra replicar un quinteto con unas características muy
similares a las de los Orlando Magic de 2009. Drummond, convertido en su Dwight
Howard particular (va camino de superarle, aunque en tiros libres es incluso
peor que el actual pívot de los Rockets), Ilyasova, un “stretch four” al estilo
Rashard Lewis, y Morris como un nuevo Hedo Turkoglu, haciendo daño al poste y
desde el exterior (aunque sin la capacidad para subir la bola y dirigir ataques
del turco, ejemplo de “point-forward” en sus mejores años) Jackson y
Caldwell-Pope parecen un “backcourt” aún superior al que formaron en su día
Nelson y Courtney Lee, y cuando vuelva Jennings incluso es posible que veamos a
los dos bases juntos, con Jackson, cuya capacidad anotadora está fuera de toda
duda (tremenda su exhibición en el último cuarto de la remontada en Portland),
jugando de dos.
Marcus Morris, el tapado de Van Gundy |
Pero la gran diferencia respecto a pasados cursos en
estos Pistons para asemejar ahora un equipo capaz de plantar cara a cualquier
rival en la mejor liga del mundo es la recuperación de viejas características
que parecían ya desterradas en Auburn Hills, y que fueron las que llevaron a
esta franquicia a ganar tres anillos, primero en los tiempos del Pontiac
Silverdome (por cierto, próximo a ser demolido), con el inolvidable Chuck Daly
en el banquillo, y posteriormente en el 2004 con los Billups y compañía.
Hablamos de química, defensa, dureza física y mental.
Sextos en puntos permitidos y segundos en rebotes,
Van Gundy ha logrado inocular las necesarias dosis de sacrificio en la parte
posterior de la cancha para que el equipo cierre al aro y sufra desde la
defensa para ganar partidos (obsérvese la remontada ante Portland), por si
fuera poco ningún equipo rebotea más en aro contrario que estos hambrientos
Pistons. Drummond es el jefe, pero Marcus Morris no le pierde la cara a ninguna
pelea, incluso Ilyasova o un jugador con apariencia engañosamente frágil como
el tirador Caldwell-Pope. En un banquillo muy limitado por la ausencia de
Jennings y la lesión por varios meses de Jodie Meeks (jugar en la NBA de hoy
día con Steve Blake de segundo base es un hándicap incalculable), SVG encuentra
petróleo en dos jugadores con auténtico ADN Bad Boy. Uno llegado desde el
draft. Un Stanley Johnson que ya ha enamorado a todos los aficionados por su
entrega y lucha en la pista, su defensa y su ansia de rebote. Ya nadie se
acuerda del debate sobre si era mejor Justise Winslow, alero elegido por Miami
justamente dos puestos después en el pasado draft y con un perfil similar al de
Johnson (incluso con parecido peinado) Stanley Johnson arrastra detrás suyo
además una muy emotiva historia que le hace ser uno de los favoritos para los
aficionados. Hijo de padre atleta, su madre Karen fue jugadora profesional de
baloncesto cuando todavía no existía la WNBA (liga que arrancaría en 1996), por
lo que tuvo que labrar su carrera en Europa. Con el divorcio de sus padres poco
antes del nacimiento de Stanley, de una manera amistosa Stanley Sr. accedió a
que el tutelaje del chaval correspondiese a la madre. Johnson, como no podía
ser de otro modo, pronto empezó a interesarse por el deporte, y dado que su
madre había sido profesional de la canasta, tras coquetear con fútbol americano
y baseball finalmente siguió los pasos de su progenitora, quien a la postre se
convertiría en su mejor entrenadora y maestra y educó al chico en las canchas y
en la vida. “Dios, Iglesia y baloncesto”, asegura el propio Johnson que eran
los principios en los que se basaba la vida de madre e hijo. Pero con 19 años,
y a principios de Agosto, Stanley Johnson dejaba este triste twitter para sus
seguidores: “Forever in my heart Always watching
my back My angel from above I'm the luckiest kid in the world” Y es que
el bueno de Stanley perdía a la persona más importante de su vida, la mujer que
le preparó para ser una estrella del baloncesto, y que ni siquiera pudo llegar
a verle debutar como profesional.
El otro favorito para los aficionados
desde el banquillo, que nos hace recordar la pura esencia Bad Boy, es el
australiano Aron Baynes. Un jugador que no llamó la atención de la NBA tras su
paso por la universidad de Washington y tuvo que buscarse la vida en Europa
(muy recordada su etapa en el Olimpija Ljubljana jugando Euroliga) Los
aficionados le recordamos también por su magnífico papel en el Mundial 2014 con
la selección de su país. Popovich, ese especialista en sacar petróleo de
cualquier jugador, confió en él para sus Spurs, donde tuvo sus minutos como
jugador de rotación. Su intensidad y entrega ahora se disfruta en Detroit. Algo
así como el Felipe Reyes australiano.
No nos engañemos, la plantilla de
Detroit es muy limitada, y el banquillo deja bastante que desear, pero Van
Gundy está logrando que incluso “elementos extraños” como Anthony Tolliver se
dejen la piel por la camiseta azul de los Pistons. Veremos cómo transcurre la
temporada para estos nuevos Detroit que buscan ser los Bad Boys 3.0 tras los de
Chuck Daly y Larry Brown. Tras tantos años de travesía por el desierto y de
estar fuera de play-offs, con jugar post-temporada podríamos darnos por
satisfechos. Pero sobre todo el optimismo llega por ver recuperadas las viejas
esencias que hicieron a Detroit Pistons una franquicia respetada en la NBA. La
particular química que rodea a los chicos más duros de la liga.
Aron Baynes, de los que se parten la cara. |
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