El mundo del baloncesto se pone en pie ante Aíto |
Esta semana la ACB ha tributado un merecido homenaje
a Aíto García Reneses, Don Alejandro, por sus 50 años vinculado al deporte de
la canasta, como jugador, general manager, y por encima de todo entrenador. Además
de recibir la insignia de oro y brillantes de la Asociación, la ACB propondrá
al técnico madrileño para ingresar el Hall of Fame de Springfield, posiblemente
el máximo reconocimiento a nivel global que una persona física puede recibir en
este deporte. También se ha conocido la creación de un curso de baloncesto
on-line basado en las enseñanzas de Aíto llamado “La pizarra de Aíto: 50 años
de baloncesto en 20 lecciones”, con el que asegurar que el legado de nuestro
entrenador más legendario permanezca vigente en las próximas generaciones. Y es
que Aíto es ya patrimonio del baloncesto universal. Aíto es de todos, el Dios
del baloncesto español, tal como lo definió Pablo Laso antes de la disputa de
la final de la Copa del Rey entre el Real Madrid y el Gran Canaria, trasciende
colores, escudos y equipos para establecer una única identificación, un único
vínculo: el baloncesto.
El homenaje nos ha hecho recordar nuestro inacabado
serial sobre la trayectoria ACB de Aíto, que comenzamos a redactar en la
primavera de 2014 con motivo de sus mil partidos en la máxima competición de
nuestro basket. Manifestamos nuestro deseo de retomar esa saga, pero admitimos
que, desgraciadamente, cada vez nos cuesta más poder mantener un blog que no
deja de ser un hobby y no nos procura beneficio material alguno. El tiempo es
un bien escaso para los trabajadores, y no podemos dedicarle a esto todo lo que
nos gustaría, pero intentaremos retomar aquel serial que analizaba la carrera
de Aíto desde sus primeros tiempos como jugador del Estudiantes. Simplemente
queríamos aprovechar la entrada de hoy para sumarnos al homenaje a tan
prestigioso personaje, y detenernos en los dos puntos clave que explican el
porqué de su importancia (los dos puntos clave para analizar el trabajo de
cualquier entrenador):
EL PALMARÉS Y LOS RESULTADOS: En principio se trata
de algo objetivo, fríos números, que debajo de ello esconden un trabajo incluso
en las derrotas. La cosecha se resume en 9 ligas ACB, 5 copas, 2 Korac, 1
Recopa, 1 ULEB, 1 Eurocup, 1 Copa Príncipe de Asturias, una plata olímpica y un
bronce europeo juvenil. No está nada mal. La mayor parte de la colección la
obtuvo con un Barcelona del que fue históricamente el mejor entrenador de todos
los tiempos hasta la llegada de Xavi Pascual, ya que con Aíto son 17 títulos en
12 años y Pascual de momento lleva 9 en 6, incluyendo la Euroliga. Precisamente
la Copa de Europa es la gran espina clavada en la trayectoria de Aíto, y motivo
por el cual sus detractores encontraban un buen argumento para dudar del
trabajo del técnico (¡cómo si las copas de Europa las regalasen!) Se aludía a su
incompatibilidad con las grandes estrellas individuales y a su recelo de tener
a sus órdenes a jugadores determinantes cuyo juego estuviera por encima de su
pizarra. Argumento que alcanzó su mayor notoriedad con la negativa de fichar a
un Drazen Petrovic que había alcanzado un acuerdo con el Barcelona para
posteriormente acabar en el Real Madrid ante el titubeo barcelonista. Años
después Aíto ha declarado que aquel rechazo era en realidad porque el contrato exigía que Drazen jugase un año más en la Cibona (como recordarán los
madridistas, con aquella final de la Korac a doble partido contra el equipo de
Zagreb y Petrovic ya fichado por el club blanco), y no le parecía de buen gusto
tener fichado a un jugador que pudiera derrotarte en Europa, aunque por otro
lado ha dejado intuir que el comportamiento del jugador no le parecía ejemplar
(y en esto no hay más remedio que darle la razón a García Reneses, ya que
Drazen era tan escandalosamente genial jugando como indisciplinado en todo lo
que no que concerniera a su propio juego individual) Nadie sabe que hubiera pasado si el Barcelona
finalmente hubiese ejecutado aquel acuerdo con Petrovic para vestirle de
azulgrana, y si el genio de Sibenik hubiese dado la espantada a la NBA igualmente
tras una sola temporada en España, lo que está claro es que un equipo con
Petrovic, Epi, Jiménez y Norris hubiera sido absolutamente demoledor si Aíto
fuese capaz de haber encajado las piezas. Hipótesis al margen, lo cierto es que
aquel Barcelona fue uno de los grandes de Europa en su momento, como lo
demuestra su habitual presencia en finales a cuatro de Euroliga en aquellos años. Su
problema fue tropezarse en el camino con uno de los mayores genios que ha dado
este deporte, y quien a diferencia de Petrovic además lo hacía desde una
extraordinaria capacidad para hacer mejores a sus compañeros: Toni Kukoc, un
2.07 que podía jugar en cualquier posición y hacer de todo. Hasta en tres
ocasiones consecutivas Kukoc cercenó las posibilidades continentales del
Barcelona, y en las tres su equipo de Split se hizo con el título. Primero en
las semifinales de Munich 89, posteriormente en Zaragoza, y para finalizar el
triunvirato de amargo recuerdo azulgrana en Paris, ya con Maljkovic, anterior
técnico de Kukoc, en el banquillo azulgrana, y Pavlicevic dirigiendo a un Pop
84 (anterior Jugoplastika) que además había sufrido las ausencias de Radja,
Ivanovic y Sobin respecto al equipo campeón de los dos años anteriores. Pero
estaba Kukoc. Años más tarde Aíto repetiría en dos finales de la máxima
competición continental, cayendo primero ante el Olympiacos de David Rivers, y
al año siguiente ante el Panathinaikos de la estrella NBA Dominique Wilkins, en
aquella final marcada por el famoso tapón ilegal de Vrankovic a Montero. Siendo
no obstante el palmarés de Aíto con el Barcelona realmente notable, resulta todavía
más meritorio lo cosechado con aquel fantástico Joventut de Rudy Fernández, Pau
Ribas y un jovencísimo Ricky Rubio. Una ULEB, una Eurocup y una copa del rey de
España en un equipo que se codeaba con la élite nacional y continental a pesar
de su escandalosa baja media de edad. Y no todo ha de medirse en títulos. Remontándonos
a sus primeros años en Cotonificio y también Joventut encontramos a un técnico
capaz de hacer competitivos a equipos inferiores en calidad y presupuesto a los
grandes de nuestro baloncesto, cuestión que alcanza su cenit viendo lo logrado
en Las Palmas, en un Gran Canaria al que ha hecho subcampeón de Eurocup (cayendo
ante uno de los clubes más poderosos del continente como el Khimki ruso) y
recientemente subcampeón de Copa en España. Los subcampeonatos, las finales,
evidentemente no son títulos, pero, ¿alguien duda que haber llevado a las únicas
finales de su historia a un club como el Gran Canaria no tiene tanto mérito como cualquier título ganado con
un Madrid o un Barça? Entre medias un buen trabajo en Sevilla, otorgando
estabilidad en ACB a uno de los clubes más modestos y trabajando con gente de
nuevo insultántemente joven (Willy Hernágomez, Radicevic, Porzingis… o los “veteranos”,
pero nacidos en los 90 Sastre, Satoransky, Balvin…) Sólo en Málaga encontramos
el único punto negro en la carrera de Aíto. Destituido al tercer año y con la
afición pidiendo su cabeza, su paso por el Unicaja no parece de grato recuerdo.
Además la sensación era la de un Aíto hastiado y desmotivado, que incluso en
los tiempos muertos parecía ni recordar los nombres de sus jugadores.
Afortunadamente fue capaz de reinventarse de nuevo. No obstante, visto con
perspectiva, hay que admitir que en Málaga cuanto menos cumplió, teniendo al
equipo entre los cuatro mejores ACB habitualmente. Y es que por alguna razón
que se me escapa no es el Unicaja un club fácil para trabajar, a pesar de su
gran potencial, infraestructura, y trabajo con la cantera. Un poco al estilo
del Valencia de fútbol es un club incapaz de encontrar estabilidad y que vive
muy nervioso. Quizás deberían aplicarse un viejo remedio que suele funcionar:
paciencia. De eso Aíto sabe bien, hay que recordar que en su segunda y exitosa
etapa en el banquillo verdinegro del Joventut está cinco temporadas pero los
títulos sólo llegan en las dos últimas. Por eso el Aíto actual rehúye los
banquillos con presión y los clubes grandes, prefiriendo trabajar con proyectos
que le aseguren madurar sus ideas y su trabajo con los jugadores, siendo
igualmente eficaz con los más jóvenes que con veteranos, tal y como estamos
viendo hoy día con Albert Oliver.
EL JUEGO Y EL ESTILO: tan importante o más que el
apartado estadístico, de resultados y títulos, resulta el del juego en sí mismo
para comprender el trabajo de un entrenador de baloncesto, auténtico legado que
quedará para los continuadores de este deporte. En ese sentido la figura de
Aíto resulta gigantesca y fascinante. No ha sido entrenador férreo y atado a un
estilo, de único libro. La paleta de Aíto se ha ido ampliando con los años. Capaz
de adaptarse a un deporte cambiante y en constante evolución (evolución a la
que él ha contribuido, tanto a nivel táctico como técnico e incluso
tecnológico), sus equipos han mostrado distintas caras según el contexto del
momento. Una capacidad de adaptación que le emparejaría con maestros como
Obradovic, capaz de ganar euroligas con un baloncesto infumable, a cámara
lenta, o con un juego esplendoroso (la evolución que va de sus primeras copas
ganados con Partizan o Joventut a las últimas con Panathinaikos), y que supera
a otros técnicos que no han tenido esa capacidad de adaptación, caso de
Maljkovic o incluso Messina (aunque hay que estar atentos a este nuevo Messina
NBA y ver si por fin se olvida de sus dogmas sobre el “extra pass” y estirar la
posesión y reconoce que en 2016 hay que jugar de otra manera) Aíto fue de los
primeros técnicos españoles en dar importancia a las rotaciones, en un
baloncesto en el que aquello parecía anatema y la mayoría de los equipos
exprimían a su quinteto titular sobre la pista, sólo realizando cambios en caso
de expulsiones o para proteger a alguna figura con cuatro faltas personales. Nuestro
protagonista siempre fue consciente de la importancia de la dosificación física
en un deporte cuya naturaleza, pese a los olvidables años del “basket control”,
es la de jugar a campo abierto y buscar en la velocidad un aliado. Hallazgos
como reconvertir a Andrés Jiménez en alero, inaugurando en nuestro país la
figura del “alero alto”, demostraban la modernidad de un Aíto rompedor en su
filosofía baloncestística que buscaba constantemente el cambio y la sorpresa
ante sus rivales. Obsesión defensiva y maquiavelismo (“si haces 20 faltas te pitarán
20 faltas, si haces 200 te pitarán igualmente 20, por tanto haz 200”), padre
del karate-press y cerebral manipulador (aquello de “la bula de Petrovic”) en
los años en los que vivía bajo la tensión de dirigir un club ganador (y
obligado a ganar) como el Barcelona. En resumidas cuentas podría afirmarse que
la gran evolución de Aíto es precisamente la de liberarse de la presión de los
focos y comenzar a trabajar en proyectos más a largo plazo donde su magisterio
puede dejar mejor calado. Es el Aíto post-Barcelona un entrenador más agradable
en todos los sentidos, en el juego y en el trato. Forjador de jóvenes valores y
maestro de nuevos entrenadores. Sus defensas zonales siguen siendo referencia, ahí
está esa 1-3-1 press que tanto usa Laso sin ir más lejos, y ya que hablamos de
Laso, es justo reconocer que hasta la llegada del vitoriano al banquillo
madridista, el equipo más espectacular y atractivo de ver para el aficionado en
muchos años había sido el Joventut de la segunda etapa de Aíto.
Siga dando clases, maestro.
Estas fueron nuestras dos entradas dedicadas a la
carrera de Aíto:
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