miércoles, 19 de julio de 2017

LA AMENAZA AMARILLA



"Son los chinos, que se han unido,
y no se dan por vencidos.
Han saltado la Muralla,
se están pasando de la raya"

(Los Nikis, "La Amenaza Amarilla", 1981)




Stephon Marbury, el pionero. 



Si hablásemos de una competición a la que de una tacada llegan jugadores como el campeón olímpico y estrella de la selección argentina Luis Scola; el último máximo anotador de la Liga Endesa, Edwin Jackson; el MVP de dicha liga en 2016, Ioannis Bourosis; un miembro del Quinteto Ideal de la Euroliga en 2014 como Keith Langford; un campeón de dicha competición en 2016 y que ha jugado cinco final fours como es Aaron Jackson; un miembro del Quinteto Ideal de la Liga Endesa en 2015 llamado Justin Hamilton; un campeón de la última Eurocup, Kyle Fogg, o una metralleta antigua estrella universitaria que responde al nombre de Sonny Weems, cualquiera pensaría que estamos hablando de alguna de las ligas europeas más potentes y atractivas económicamente ahora mismo, como sucede con la VTB del baloncesto ex –soviético o la actual liga turca, o, como no, una ACB que frente a viento y marea se sigue mostrando como la liga europea más fuerte del continente. Algunos aficionados se sentirán muy sorprendidos, sin embargo, si les decimos que estamos hablando de una liga que responde a las siglas de CBA, y que no tiene nada que ver con la extinta liga profesional norteamericana, si no que se establece en el vasto territorio de la República Popular China. 

En efecto, China se posiciona como una de las grandes potencias económicas del baloncesto actual, capaz de competir con clubes de Euroliga y con la mismísima NBA a la hora de atraer grandes figuras del mundo de la canasta. Habíamos advertido de sus posibilidades hace años, cuando Stephon Marbury, después de una trayectoria NBA que no acababa de enderezar debido a su mala cabeza, llegaba al Shanxi chino y comenzaba a contar dólares. Parecía un caso aislado, otra excentricidad más de un personaje como Marbury al que no puede uno tomarse en serio. Pero muchos NBA comenzaron a seguirle. Gilbert Arenas, Andray Blatche, Al Harrington, Metta World Peace, Jordan Crawford, Miroslav Raduljica, o el oriundo Jianlian Yi siguieron los pasos del base de Brooklyn para darle lustre a una liga en innegable crecimiento. Podía resultar hasta comprensible para estos jugadores, sin posibilidades de ganar el anillo y muy lejos de sus mejores años como deportistas, China les ofrecía un salario jugoso y una liga atractiva, con gran cobertura mediática y legiones de fans que los idolatran. Divertirse haciendo lo que les gusta y seguir cobrando una buena cantidad de dinero. Puede entenderse también el caso de Scola, habiendo ganado casi todo en su carrera, con 37 años, y buscando un último contrato que le deje aún más protegido cuando llegue la jubilación. Pero resulta más inesperado ver a jugadores en los mejores años de sus carreras, como Hamilton o Edwin Jackson, o aún con tanto baloncesto por dar como Bourousis o Sonny Weems, renunciar a la gloria de luchar por títulos en Europa. En estos días en los que se está atacando con tanta saña a Sergio Rodríguez por su fichaje por el CSKA, ¿qué deberíamos decir de estos jugadores? Lo cierto es que se abre un nuevo escenario que el aficionado debe asimilar. Ya no es sólo la NBA con la locura de su nuevo límite salarial, ya no es sólo la liga turca con sus calientes liras, y ya no es sólo el incontestable poder ruso del CSKA (y en menor medida de equipos como Khimki o Unics Kazan), el baloncesto chino es una amenaza real para cualquier equipo de Euroliga. Que nadie piense en un Real Madrid o Barcelona obligados a tener superplantillas y 15 superestrellas en sus rosters. La amenaza amarilla, que cantaban Los Nikis, al menos al nivel de baloncesto, ya es toda una realidad. 





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