"Son los chinos, que se han unido,
y no se dan por vencidos.
Han saltado la Muralla,
se están pasando de la raya"
(Los Nikis, "La Amenaza Amarilla", 1981)
Stephon Marbury, el pionero. |
Si hablásemos de una competición a la que de una
tacada llegan jugadores como el campeón olímpico y estrella de la selección
argentina Luis Scola; el último máximo anotador de la Liga Endesa, Edwin
Jackson; el MVP de dicha liga en 2016, Ioannis Bourosis; un miembro del
Quinteto Ideal de la Euroliga en 2014 como Keith Langford; un campeón de dicha
competición en 2016 y que ha jugado cinco final fours como es Aaron Jackson; un
miembro del Quinteto Ideal de la Liga Endesa en 2015 llamado Justin Hamilton; un
campeón de la última Eurocup, Kyle Fogg, o una metralleta antigua estrella
universitaria que responde al nombre de Sonny Weems, cualquiera pensaría que
estamos hablando de alguna de las ligas europeas más potentes y atractivas económicamente
ahora mismo, como sucede con la VTB del baloncesto ex –soviético o la actual
liga turca, o, como no, una ACB que frente a viento y marea se sigue mostrando
como la liga europea más fuerte del continente. Algunos aficionados se sentirán
muy sorprendidos, sin embargo, si les decimos que estamos hablando de una liga
que responde a las siglas de CBA, y que no tiene nada que ver con la extinta
liga profesional norteamericana, si no que se establece en el vasto territorio
de la República Popular China.
En efecto, China se posiciona como una de las
grandes potencias económicas del baloncesto actual, capaz de competir con
clubes de Euroliga y con la mismísima NBA a la hora de atraer grandes figuras
del mundo de la canasta. Habíamos advertido de sus posibilidades hace años,
cuando Stephon Marbury, después de una trayectoria NBA que no acababa de
enderezar debido a su mala cabeza, llegaba al Shanxi chino y comenzaba a contar
dólares. Parecía un caso aislado, otra excentricidad más de un personaje como
Marbury al que no puede uno tomarse en serio. Pero muchos NBA comenzaron a seguirle.
Gilbert Arenas, Andray Blatche, Al Harrington, Metta World Peace, Jordan
Crawford, Miroslav Raduljica, o el oriundo Jianlian Yi siguieron los pasos del
base de Brooklyn para darle lustre a una liga en innegable crecimiento. Podía
resultar hasta comprensible para estos jugadores, sin posibilidades de ganar el
anillo y muy lejos de sus mejores años como deportistas, China les ofrecía un
salario jugoso y una liga atractiva, con gran cobertura mediática y legiones de
fans que los idolatran. Divertirse haciendo lo que les gusta y seguir cobrando
una buena cantidad de dinero. Puede entenderse también el caso de Scola, habiendo
ganado casi todo en su carrera, con 37 años, y buscando un último contrato que
le deje aún más protegido cuando llegue la jubilación. Pero resulta más
inesperado ver a jugadores en los mejores años de sus carreras, como Hamilton o
Edwin Jackson, o aún con tanto baloncesto por dar como Bourousis o Sonny Weems,
renunciar a la gloria de luchar por títulos en Europa. En estos días en los que
se está atacando con tanta saña a Sergio Rodríguez por su fichaje por el CSKA,
¿qué deberíamos decir de estos jugadores? Lo cierto es que se abre un nuevo
escenario que el aficionado debe asimilar. Ya no es sólo la NBA con la locura
de su nuevo límite salarial, ya no es sólo la liga turca con sus calientes
liras, y ya no es sólo el incontestable poder ruso del CSKA (y en menor medida
de equipos como Khimki o Unics Kazan), el baloncesto chino es una amenaza real
para cualquier equipo de Euroliga. Que nadie piense en un Real Madrid o
Barcelona obligados a tener superplantillas y 15 superestrellas en sus rosters.
La amenaza amarilla, que cantaban Los Nikis, al menos al nivel de baloncesto, ya es toda una realidad.
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