Diez días han estado los Golden State Warriors descansando después de conquistar su quinto título de campeones del Oeste de manera
consecutiva, y acceder por tanto por quinta vez seguida a las grandes finales. Diez
días después de consumar el “sweep” (barrido) a Portland. Incontestable 4-0
pese a que los de Oregon plantaron cara en cada encuentro llegando a mandar en
varias fases de la serie… pero sin cerrar ningún partido. De hecho en el último
encuentro de la eliminatoria llegaron a estar 17 arriba finalizando el tercer
cuarto, para finalmente caer en la prórroga en una especie de “día de la
marmota” de cuatro partidos consecutivos ante quienes siguen siendo los grandes
favoritos al título pese a las bajas (a las ya consabidas de Cousins y Durant
se sumó la de Igoudala en el cuarto choque)
Curry, Thompson y compañía se enfrentan de nuevo a
la deliciosa rutina de llegar lo más lejos posible en el curso. Bendito retraso
de las vacaciones si es por la disputa, una vez más, de un título que no hará
sino confirmar la evidente hegemonía del mejor equipo de la segunda década del
siglo XXI. De hacer buenos los pronósticos se convertirían en el primer club en
conseguir un “three-peat” desde los Lakers de principios de siglo de Phil
Jackson, Kobe y Shaquille, quienes campeonaron de manera consecutiva en los
años 2000, 01 y 02. Claro que es una franquicia que llevaba 12 años sin ganar
el anillo, mientras que el equipo de Steve Kerr puede adquirir tintes aún más
legendarios teniendo en cuenta que vienen de ser campeones en 2015, con lo que
hablaríamos, al estilo del Real Madrid de Zidane en la Europa balompédica, del
ganador de cuatro títulos en cinco años. Tendríamos que remontarnos, ahí es
nada, hasta los míticos Celtics de los 60 para encontrar un equipo capaz de
ganar tantos títulos en menos tiempo (los Bulls de Jordan ganan seis anillos,
pero hay un intervalo de dos temporadas entre los dos “three-peat”) En el lado
opuesto se encuentra Toronto, pisando por primera vez terreno desconocido, y es
que en el primer año de Kawhi Leonard en la franquicia canadiense el alero
californiano ya ha hecho historia llevando a su actual equipo a conquistar la
conferencia Este por primera vez en el cuarto de siglo de vida de la joven
franquicia norteamericana. Tras haber ingresado en la mejor liga del mundo en
la expansión de 1995 junto a Vancouver Grizzlies, la marcha de los oseznos a
Memphis les dejó como único club que juega en la NBA con sede fuera de
las fronteras de Estados Unidos, una condición de “outsiders” que lucen
orgullosos como demuestran en su equipación invadida por el lema “We the north”.
Ahora los norteños llegan a Desembarco del Rey con la intención de seguir
haciendo historia, después de haber coronado como “rey en el norte” a
precisamente un californiano, un Kawhi Leonard que protagonizara uno de los
últimos grandes culebrones de la NBA con su desencuentro con San Antonio, la
franquicia con la que fue campeón y MVP de las finales en 2014, y que le
traspasó el pasado verano por DeMar DeRozan, Jakob Poeltl y una primera ronda
del draft de este año. Los tejanos se vieron obligados a traspasar a un jugador
que ya había manifestado su deseo de no seguir a las órdenes de Popovich, y
quien será agente libre una vez finalizada esta temporada, con lo que se
avecina un nuevo culebrón que a buen seguro tendrá a Los Angeles Lakers como protagonistas
(no olvidemos que Leonard es nativo de Riverside, a unas decenas de kilómetros
de L.A.)
Todas las miradas se posan irremediablemente en
Kawhi Leonard como el único argumento posible para mandar a la lona a los
explosivos Warriors, sobre todo teniendo en cuenta las limitaciones de Toronto
Raptors, acentuadas por el propio entrenador, Nick Nurse, quien ha dejado claro
que su roster para playoffs se limita únicamente a ocho jugadores. Lowry y
Green como backcourt, con el hándicap del malísimo momento de forma del
escolta. Tan sólo 21 puntos en los seis encuentros ante Milwaukee, poco más de
3 por partido, quedándose a cero en los dos últimos. Y lo peor, un infame 1 de
15 en triples acumulado las últimas cuatro noches para un jugador que ha estado
toda la temporada lanzando en un 45% desde la distancia más letal. En el alero
titular, como no, su ex –compañero en San Antonio y ancla del equipo, Kawhi
Leonard, mientras que el interior es para un crecido Pascal Siakam y un Marc
Gasol auténtico muro y valladar defensivo. Del banquillo sólo vemos salir habitualmente
a Norman Powell, Serge Ibaka, y la gran revelación de la serie ante Milwaukee,
un Fred VanVleet bendecido por los dioses en los últimos partidos. En la final
de conferencia le ha pasado de todo. Comenzó la serie horrible, con 10 puntos
en los tres primeros partidos. Pero despertó en el cuarto juego, justo después
de ver nacer a su segundo hijo. Nunca una paternidad transformó tanto a un
jugador en tan poco tiempo. De anotar diez puntos en tres partidos, con dos
triples anotados de once intentos, tocando fondo la tercera noche con 1 de 8,
ha explotado en los tres choques siguientes anotando 13, 21 y 14 puntos
respectivamente por partido, y con un estratosférico 14 de 17, léanlo bien, 14 de 17
en triples. Y todo ante un equipo con la defensa de tipos como Middleton o
Antetokounmpo y sus interminables brazos. Sí, el gran protagonista de las
finales del Este, “the King in the North”, ha sido Kawhi Leonard, quien ya
viviera su particular milagro con la canasta ganadora del séptimo partido ante
Philadelphia (no sabemos si Melisandre y el Señor de La Luz tuvieron algo que
ver) pero la historia de VanVleet en estas series ante Bucks ha sido de esas
que tocan la fibra sentimental. Sobre todo si tenemos en cuenta que es uno de
los muchos “patitos feos” de la liga, no drafteado en su momento, y a quien le
ha costado años de trabajo y sudor hacerse un sitio entre los mejores.
Kevin Durant sigue siendo duda, pese a que viajará a
Toronto (los Raptors tienen factor cancha por haber sumado una victoria más en
liga regular que Golden State) con sus compañeros, pero nadie parece atreverse
a pronosticar un triunfo canadiense en estas finales, máxime teniendo en cuenta
esos diez días de descanso en las piernas de los chicos de Steve Kerr frente a
un rival que ya ha jugado 18 partidos de post-temporada (lo cierto es que
Golden State lleva 16, habiendo perdido sorprendentemente dos juegos ante Los
Angeles Clippers) y especialmente sus rondas ante Philadelphia y Milwaukee han
sido de unas dureza y exigencia extremas (curiosamente al revés que los
californianos, quienes según pasaban rondas han ido solventando sus series de
manera más cómoda)
Hace once años los españoles nos enganchamos de
manera especial a las finales de la NBA, con Los Angeles Lakers de nuestro Pau
Gasol jugándose el título ante los Celtics de Pierce, Allen y Garnett. Le
acompañamos en la derrota y las dos primaveras siguientes vimos al primer
español que conquistaba un anillo de la NBA. Un sueño hecho realidad. Ahora
toca volver a engancharse con tres “españoles” en las finales de 2019. Uno de
pura cepa, el mediano de los Gasol (hay que recordar que todavía tienen un
hermano menor, Adriá, quien no ha sido capaz de llegar a la elite), quien
quiere seguir los pasos de su hermano, alcanzando las finales en el mismo año
de su traspaso, pero con un final más feliz que Pau (quien como decimos tuvo
que esperar al siguiente año para ponerse el anillo), otro, el
hispano-congoleño Serge Ibaka, quien ya sabe lo que es jugar unas finales
después de que lo hiciera con Oklahoma City Thunder en 2012 (Miami les superó
por 4-1), y por supuesto Sergio Scariolo, el dandi italiano de los banquillos a
quien le queremos como a un español más y quien no podría preparar el próximo
Mundial de 2019 en China de manera más feliz que con un anillo de campeón NBA en su ya
brillante palmarés.
Parece misión imposible, pero ya hemos visto al Rey
en el Norte resucitar, aunque fuera en la ficción.
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