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El verano de 2016 está siendo realmente movido en la
NBA. Se veía venir, con el incremento del tope salarial y la obligatoriedad de
las franquicias de gastar al menos el 90% de dicho tope en contratos con sus
jugadores. Mucho pastel para repartir y un suculento mercado de agentes libres
con un nombre propio brillando por encima del resto: Kevin Durant.
El rumor una vez más ha sido antesala de la noticia,
y el alero de interminables brazos
nacido en Washington, cansado de ver una y otra vez como sus Oklahoma
City Thunder no terminan de dar el salto de calidad definitivo (a pesar de que
en las últimas seis temporadas han jugado cuatro finales de conferencia, siendo
en ese sentido el equipo del Oeste más fiable junto a San Antonio), ha hecho
las maletas rumbo a Oakland. 54.3 millones de dólares por dos temporadas tienen
la culpa (que le convierten en el jugador mejor pagado de la NBA… al menos
hasta que conozcamos el nuevo contrato de LeBron James), pero sobre todo la
posibilidad inmediata de luchar por el anillo en el equipo que alcanzó 73 victorias
en liga regular por primera vez en la historia. Unir sus fuerzas a Stephen
Curry, Klay Thompson, Draymond Green y Andre Igoudala convierte a los Warriors
en los máximos favoritos para conseguir el próximo título. No hay un quinteto
igual en toda la liga, con una calidad escandalosa además de una extraordinaria
versatilidad. El presumible próximo quinteto titular de Steve Kerr (Curry,
Thompson, Durant y Green son innegociables, y las salidas de Barnes, Bogut y
Ezeli hacen pensar que Kerr definitivamente apostará por “Iggy” de inicio,
renunciando al pívot puro, para pasmo de los ortodoxos… a menos que apueste por
Pachulia como jugador de inicio) se anticipa indescifrable para los rivales, y
la duda en todo caso se instala en la capacidad de Kerr y su equipo para
adaptarse a tantos jugadores que hacen tantos tiros por partido.
No sería la primera vez que un equipo diseñado para
el éxito inmediato fracasa. Quizás el fiasco más extraordinario sea el de los
Lakers de la temporada 2012-13. Después de que Mike Brown durase tan sólo cinco
partidos (balance 1-4) y tras un breve remontar el vuelo con el interino Bernie
Bickerstaff (otros cinco partidos con balance 4-1), Mike D’Antoni veía como
ponían a su disposición un equipo de auténtico ensueño: Steve Nash, Kobe
Bryant, Metta World Peace, Pau Gasol y Dwight Howard, y desde el banquillo
jugadores de la calidad de Antwan Jamison o Jodie Meeks. Parecían destinados a
arrasar, y máxime con el entrenador que había desarrollado un baloncesto de
hermosa locura ofensiva en Phoenix Suns con la batuta de precisamente Steve Nash.
Sin embargo los problemas con las lesiones, y sobre todo la falta de química
entre las figuras, les llevó a verse luchando por las últimas plazas de play
offs. Finalmente lograrían clasificarse séptimos (balance 45-37) para ser
barridos por San Antonio Spurs en primera ronda. No fue tan escandaloso el
fracaso de Los Angeles Lakers de la temporada 2003-04, pero el resultado final
fue igualmente decepcionante. Gary Payton, Kobe Bryant, Devean George, Karl
Malone y Shaquille O’Neal se vislumbraba como uno de los quintetos más
estelares de toda la historia de la glamourosa franquicia californiana, apoyado
por un banquillo con nombres ilustres como Dereck Fisher, Horace Grant, Rick
Fox, y jóvenes prometedores como Kareem
Rush o el ucraniano Mevdevenko. Todo esto bajo la dirección del maestro Phil
Jackson en el banquillo. Llamados a ganar el anillo, dominaron la división
Pacific con un balance 56-26, la cuarta mejor marca del año. Su mejor versión
se vería en los play offs, primero pasando por encima de Houston, y
posteriormente eliminando a San Antonio y Minnesotta, franquicias que habían
hecho mejor temporada regular que los angelinos. Parecían claros favoritos ante
los Pistons de Larry Brown, pese a no contar con el lesionado Karl Malone. Pero
Detroit fue un rodillo y sólo una victoria en la prórroga en el segundo partido
evitó un humillante “sweep” (barrido) Incluso los Heat de LeBron, Wade y Bosh
no vivieron la gloria inmediata, perdiendo sus primeras finales contra
pronóstico contra Dallas Mavericks, si bien se resarcirían, y de qué forma,
ganando los dos siguientes campeonatos de manera consecutiva. El regreso de
LeBron a Cleveland tampoco supuso el anillo el primer año, pese a estar
secundado por Irving y Love (si bien es cierto que ausentes en las finales, con
excepción de Irving en el primer partido), aunque la constancia les ha hecho
llevar el primer título de la historia para su franquicia. Golden State se
convierten en claros favoritos al anillo de 2017, pero afortunadamente será la
cancha la que dicte justicia.
¿El mejor quinteto de la historia? |
Hay que tener en cuenta que una de las claves de
estos maravillosos Warriors de Steve Kerr ha sido la química. No ha sido
difícil, teniendo en cuenta que ningún jugador de este equipo llegó a la NBA
con la etiqueta de “next big thing”, ni siquiera Curry, número 7 del draft.
Incluso Draymond Green es un segunda ronda. No ha tenido por tanto que lidiar
Kerr con los egos descomunales de jugadores que ya son estrellas desde la
universidad (o incluso desde el instituto) Pero Durant es un caso distinto. Un
jugador acostumbrado a ser el foco de atención mediático allí donde ha jugado, y
que no fue número 1 del draft simplemente por la obsesión (cada vez menos plausible,
en vista de los dudosos resultados) de las franquicias en encontrar ese pívot
dominante, piedra filosofal baloncestística que en 2007 tenía el nombre de Greg
Oden, jugador de cristal que tras constantes idas y venidas de las canchas
finalmente se dedica a cultivar su fortuna personal en el baloncesto chino. Los
fantasmas de 1984, cuando dejaron pasar la oportunidad de hacerse con Michael
Jordan por preferir a Sam Bowie (otra vez la obsesión por los pívots),
volvieron a aflorar en Portland. El jugador a elegir era Durant (MVP de la
temporada en 2014 y cuatro veces máximo anotador de la liga), no Oden.
En un juego tan completo como el baloncesto y en el
que la importancia de tan distintas facetas hace que hayan llegado a ser
estrellas jugadores tan radicalmente opuestos en su juego como pueden ser Allen
Iverson y Dennis Rodman, por poner dos ejemplos, sigue siendo la anotación la
estadística más propicia para alimentar el ego de los jugadores. Y es que el
aficionado por lo general sigue fijándose más en el hombre que mete la pelota
en el aro que en el defensor superlativo, el taponador estratosférico, el
fajador de los tableros o en el director imaginativo. Kerr en ese sentido tiene
que saber manejar la convivencia entre dos jugadores que han sido máximos
anotadores de la liga, como son Curry y Durant. Dos tipos que suman entre ambos
39.4 tiros de campo por partido en la pasada temporada regular. A todo esto…
¿podrá seguir teniendo Klay Thompson sus 17 lanzamientos por partido? Hablamos
ya de 56 tiros entre tres jugadores. El pasado curso los Warriors lanzaron 87.3
veces por partido. De modo que quedarían unos 30 tiros a repartir entre todo el
resto del roster. Migajas.
Eso, o aumentar todavía más el ritmo de juego y subir
la apuesta por la locura ofensiva, para disfrute del espectador. Marcin Gortat,
el pívot de los Washington Wizards, ha afirmado en redes sociales medio en
broma que estos Warriors pueden ser capaces de llegar a los 200 puntos en un
partido. Si Kerr es capaz de aumentar el número de posesiones por partido (un
pase menos, dos segundos menos de posesión… y sobre todo, mayor defensa, mayor
presión para recuperar más balones), podemos asistir definitivamente a la mayor
maquinaria ofensiva que jamás haya visto el baloncesto moderno, pero para eso
no deben perder sus señas de identidad, una de ellas es la vertiginosa
circulación de balón (algo en lo que no debería tener problema en encajar
Durant) Por tanto sobre el papel no pinta nada mal. Pero no todo puede ser tan
positivo. El precio de tener el quinteto titular más demoledor que se pueda
recordar en décadas en la NBA, hace pagar el precio de debilitar el que era uno
de los banquillos más resolutivos de la liga.
Y es que de una segunda unidad como la que manejaba
Kerr la pasada temporada, compuesta por Livinsgton-Barbosa-Rush-Igoudala-Ezeli-Speights,
reforzada en invierno con la llegada de Anderon Varejao, pasamos a un previsible
banquillo integrado por Shaun Livingston como sexto hombre y veteranos como
David West o Zaza Pachulia, a la espera de lo que puedan aportar jóvenes como
Ian Clark, McAdoo, Looney y los rookies (entre los que habría que incluir a
Looney, lesionado todo el pasado curso) Damian Jones y Patrik McCaw. Barnes,
Speights, Ezeli, Rush y Barbosa salen del equipo, y no está claro el futuro de
Varejao. Demasiados cambios en una plantilla que funcionaba, y para la que
suenan más veteranos como David Lee o Ray Allen. Una rotación menos larga y
fuerte y con muchos años en las piernas de sus jugadores, recordando demasiado
a los Heat de la era LeBron o incluso a los recientes Cavs con casos como los
de Shawn Marion (anecdótico la pasada temporada) o Mo Williams, cada vez
aportando menos. Más calidad pero concentrada en menos jugadores, precisamente
un reproche que se le ha hecho habitualmente a LeBron James.
En ese sentido es flagrante la diferencia de
criterio con el que las redes sociales han acogido la noticia del fichaje de
Durant por Golden State respecto a cualquier decisión de LeBron para asaltar el
título. Memes cachondeándose de LeBron, Irving y Love, al parecer muertos de
miedo ante los nuevos Warriors, una animación del próximo NBA 2K17 que muestra
a los jugadores de Oakland agigantados de tamaño contra unos pequeños
Cavaliers, o chistes gráficos en los que Steve Kerr aguarda la llegada de
veteranos en busca de un anillo, incluso jugadores ya retirados como Iverson,
Barkley o Karl Malone. Todo muy simpático, nada que ver con el odio demostrado
hacia LeBron cuando se reunió en Miami con sus amigos Wade y Bosh. Cosas del submundo
“hater”.
La vida sigue igual, palos a LeBron y respeto para sus rivales. |
Tampoco compartimos las críticas hacia Durant (igual
que no compartimos en su día las que hubo hacia LeBron) de algunos jugadores
legendarios o de muchos aficionados, desvirtuando el valor del alero en
comparación con los “Magic”, Bird o Jordan que dominaron la NBA hace unas
décadas. Nos parece un argumento muy demagógico, porque para empezar hay que
entender que la NBA ha cambiado mucho, y no es comparable una liga con 23
equipos, como la que se encontraron estos jugadores, que la actual con 30. A
menos equipos, la concentración de calidad en los equipos dominadores era más
evidente. Por otro lado es cierto que estos jugadores no necesitaron cambiar de
equipos para ganar títulos, porque los movimientos en los despachos de sus franquicias
consiguieron crear auténticas constelaciones de estrellas. Hay que recordar que
los Lakers 80’s del showtime llegaron a juntar a tres números uno del draft (“Magic”,
Worthy y Abdul-Jabbar), y un número cuatro como Byron Scott. Tres números uno
del draft y un número cuatro en un quinteto titular no ha vuelto a verse en
ningún equipo desde entonces. ¿Qué necesidad tenía “Magic” de cambiar de
equipo? El caso de Bird no es tan descarado, pero hay que recordar que al “pájaro”
le rodean de uno de los mejores pívots del momento, un Robert Parrish que
deslumbraba en Golden State, junto a Kevin McHale, número tres de su draft, en
un gran movimiento en los despachos de Red Auerbach en 1980. El laureado
entrenador y directivo de los Celtics pondría la guinda cuando en 1983 se hacía
con los servicios de nada menos que Dennis Johnson, quien había llevado a los
Seattle Supersonics a ganar el campeonato de 1979 en el que había sido MVP de
las finales. ¿Necesitaba Bird irse a otro equipo cuando le habían conseguido a
dos de los mejores jugadores de la liga en sus posiciones (Johnson y Parrish) y
otra estrella universitaria como McHale? Si le concedería en todo caso más
mérito a Michael Jordan, quien sólo tenía a Pippen como jugador que hubiera
podido considerarse “jugador franquicia” en otro equipo, pero también es cierto
que siempre estuvo rodeado de grandísimos jugadores, la mayoría de ellos creciendo
a partir del draft. Y éste es, en definitiva, el gran cambio que experimenta
Golden State con la llegada de Durant, desterrando la filosofía de equipo
ganador creado a partir del draft, que si le hacía emparentarse con míticas
franquicias de los 80 o primeros 90.
A veces es peligroso cambiar un animal de ecosistema,
ya que puede romper el equilibrio natural entre planta, animales y demás
componentes. El tiempo dirá si la adaptación de la “Durantula” al ecosistema
Warrior, en el que todos eran felices aceptando unos roles ya perfectamente
definidos en dos temporadas de auténtico ensueño, traerá beneficios a Oakland o
por el contrario alterará el que parecía el ecosistema más envidiable de todo
el planeta NBA.
Bird y sus soldados |
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