De nuevo, emocionados. |
De vuelta de unas intensas vacaciones toca hacer un
repaso y análisis de lo acontecido en la segunda y definitiva semana de
competición en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, que suponen otro éxito
para el baloncesto español representado en un bronce que se suma a la larga
lista de logros de esta generación de jugadores ya legendaria. Mientras el
sector más ingrato de la afición sigue haciendo sangre en el hecho de haber
perdido dos partidos a cara o cruz (hay que recordar que de haber sido primeros
de grupo nos hubiéramos enfrentado a una fortísima Serbia, últimos del Grupo A
en una fase muy decidida desde prácticamente la segunda jornada en ese grupo
comandado por Estados Unidos), nosotros preferimos admirar como se ha sido
capaz de revertir una situación muy complicada, sin margen de error y jugando
sin red, para finalmente volver a subirnos a un podio en un gran torneo. Son ya
once veranos, desde el Mundial 2006, traducidos en el citado oro mundial, tres
oros europeos, dos platas olímpicas, y dos bronces, uno europeo y otro
olímpico. Nueve medallas, nueve veranos sin bajarnos del cajón. Sólo los
mundiales parecen haberse vuelto “malditos” para nosotros. Después de ganar
brillantemente el de 2006, en las ediciones de 2010 y 2014 no hemos sido
capaces de subirnos al podio.
Habíamos dejado a la selección en el tercer partido,
obteniendo su primera victoria en un buen partido contra Nigeria. Unos cuantos “locos”
nos empeñamos en decir que veíamos al equipo por el buen camino. Nos llamaron
de todo. Hubo cera hasta para el bueno de Pepu Hernández, sereno en su juicio e
incapaz de sumarse al injusto linchamiento al que se estaba sometiendo a la
selección. El campeón africano, que ya había mostrado una excelente cara ante
Lituania, a la que llegó a dominar durante varias fases del partido, confirmó
que no era ninguna perita en dulce cuando dos días después vencía a Croacia en
un brillante encuentro. Lituania de nuevo, como en el Eurobasket 2009, aparecía
como punto de inflexión hacia la gloria. Encadenamos tres victorias
consecutivas, frente a lituanos y argentinos para certificar el pase a cuartos
como segundos de grupo en un cuádruple empate de equipos con balance 3-2, y
frente a Francia en el partido de cuartos de final que daba acceso a la lucha
por las medallas. Tres encuentros para el recuerdo, de los mejores que ha
jugado nunca esta selección, y a la altura de los europeos de 2009 y 2011, con
una circulación de balón exquisita, una gran actitud defensiva, y una exuberante
magnificencia ofensiva. Especialmente recordado será el choque ante Lituania.
La reedición de la final del último Eurobasket fue un auténtico paseo militar
que finalizó con un concluyente 109-59. Histórico. También doblegamos a una
Argentina que buscaba evitar la cuarta plaza de grupo y con ello el duelo en
cuartos frente a Estados Unidos (92-73) y continuamos el festín contra Francia
(92-67) La mejor generación del baloncesto francés de la historia volvió a
sucumbir nuevamente ante la mejor generación española, y el siempre denostado
Scariolo volvió a imponerse a un Collet incapaz de detener la tormenta ofensiva
española, en un partido en el que Pau aprovechó los dobles y hasta triples
marcajes (los 40 puntos que nuestro mejor jugador de la historia les endosó en
su Eurobasket el pasado verano aún están muy frescos) para repartir juego a sus
compañeros. De la excesiva vigilancia al de Sant Boi se benefició sobre todo Nikola
Mirotic, espectacular con sus 23 puntos incluyendo cinco triples letales después
de ocho intentos desde la distancia.
Con esas premisas llegaba el duelo de semifinales
ante Estados Unidos. El partido que todos hubiéramos deseado en la final, y que
significaba otro intento para esta generación de subir el único peldaño al que
todavía no han podido llegar. El de vencer a los inventores de este deporte y
con ello alcanzar por fin el oro olímpico. La selección de Coach K (en su
despedida de un cargo que hereda otro mito de los banquillos como Gregg
Popovich) había sembrado dudas en la primera fase. China y Venezuela no
supusieron obstáculo ninguno, pero Australia fue capaz de liderar el marcador
durante varias fases del encuentro, Serbia pese a estar por debajo jamás se
descolgó del partido y llegó a disponer de un lanzamiento triple que hubiera
supuesto la prórroga e incluso Francia ajustó tanto el marcador en los
instantes finales para perder al igual que Serbia por tan sólo tres puntos. No
obstante el partido de los norteamericanos en cuartos de final ante Argentina
confirmaba que a la hora de la verdad su fiabilidad camino del oro seguía
intacta. Y España dio la cara. No fue un partido tan espectacular como las dos
finales olímpicas anteriores (quizás a un alto intercambio de golpes hubiéramos
tenido menos opciones todavía), pero planteamos un encuentro muy serio en el
que no nos sacaron de la pista en ningún momento (ninguna selección lo ha hecho
nunca contra este grupo de jugadores) y jamás le perdimos la cara al partido en
ningún momento. Es cierto que estuvimos a remolque en el marcador durante todo
el partido, arrastrando la diferencia de 9 puntos del primer cuarto, pero los
seis puntos de diferencia finales reflejan la poca distancia que hay en estos
momentos entre estas dos potencias del mundo de la canasta, y fuimos capaces de
dejar a la mayor maquinaria ofensiva del baloncesto mundial a nivel de
selecciones en tan sólo 82 puntos, cuando no han bajado de los 90 en ninguno de
sus otros siete partidos, y han alcanzado el centenar de puntos en cuatro de
ellos. Incluso fuímos capaces de vencerles en los parciales de dos cuartos, cosa que ni siquiera logramos en las dos finales olímpicas. Caímos, como no podía ser de otro modo, con la cabeza muy alta. Porque
una de las características de esta selección española (y por eso a algunos a
los que nos han tildado de “fanáticos” nos han dolido algunas críticas) es que
independientemente de que tengan el día en ataque o no, el balón entre o no
entre, o las piernas vayan mejor o peor físicamente, su espíritu de lucha y
pelea ha estado intacto siempre, tanto en las victorias como en las derrotas.
Lo más parecido a una “debacle” que podamos considerar, fue el desastroso
partido contra Francia en cuartos de final del Mundial 2014, y aun así no nos
sacaron de la pista y fue un encuentro muy igualado que se decidió en los
últimos tres minutos en el que los galos se fueron en el marcador. Pero nunca
hemos sufrido un varapalo tan severo como el que nosotros si hemos endosado a
nuestros rivales, como los infligidos a Lituania o la propia Francia en este
torneo, sin ir más lejos. Obviando a Estados Unidos, ni Argentina, ni Francia,
ni Serbia, ni Lituania, ni cualquiera de las selecciones punteras de este
deporte ha mostrado este carácter de la selección de Scariolo para incluso en
sus peores partidos mantener opciones de victoria hasta el final. Un aspecto
clave para entender la fiabilidad de este equipo y su continuado idilio con el
éxito traducido en medallas. Y es por eso, insistimos, por lo que no nos han
gustado las críticas tras los tres primeros partidos (pese a la mejoría
mostrada ante Nigeria, mejoría que muchos se negaron a ver, mostrando un
insultante desprecio a la selección africana)
De Andre Jordan y el rebote ofensivo, claves en nuestra derrota ante USA |
Tocaba lamerse las heridas tras otro infructuoso
intento de asalto al trono estadounidense. No era Australia un buen cliente
para jugarte un bronce. En la primera fase, como ya explicamos en alguna
entrada anterior, dieron auténticas exhibiciones de baloncesto, y en cuartos de
final pasaron por encima de una Lituania definitivamente de más a menos durante
este torneo. La semifinal ante Serbia les otorgaba favoritismo, aunque
sinceramente en mi opinión era un partido totalmente imprevisible, dado el carácter
competitivo de la selección de Djordjevic, que al igual que la de Scariolo saca
lo mejor de sí misma en los momentos decisivos. Había otro aspecto, bajo mi
punto de vista, interesante para pensar en una posible victoria serbia: su
derrota en la primera fase ante Australia. Y es que a los de Djordjevic, como
ya demostraron en el pasado Mundial de España (disputando al igual que en esta
ocasión la final ante el combinado norteamericano de Mike Krzyzewski), es muy
difícil ganarlos dos veces en un mismo torneo (excepto si eres Estados Unidos,
claro) Un lobo balcánico con piel de cordero que se frotaba las manos con el
favoritismo de Australia según las casas de apuestas. Sinceramente no creo que
pueda sorprender que los de Djordjevic se hayan metido en la final dejando en
la cuneta a esta gran selección australiana, lo que si resulta sorprendente es
la autoridad con la que se deshicieron de los de Lemanis. Los aussies habían
exhibido un baloncesto ofensivo de alto voltaje, con auténticas exhibiciones de
tiro. Habían humillado a Lituania por un contundente 90-64, con una notable
serie de 10 triples de 25 intentos, pero fueron una sombra de sí mismos ante
Serbia. El 4 de 31 en triples lo dice todo. La metralleta Mills, desactivada
con 1 de 9. Los 26 puntos que les endosaron los de Lemanis a Lituania, eran
ahora devueltos por parte de una Serbia en su versión más depredadora, con un
Teodosic definitivamente superior cuando se pone la elástica de su país. El
gran mérito de Djordjevic, un buen gestor de emociones quien ha sido capaz
incluso de recuperar a otro brillante jugador de mentalidad difusa como Milan
Macvan. El jugador al que descubrimos y nos deslumbró en Madrid en el Europeo
Sub18 no ha tenido posteriormente la regularidad esperada con su selección
cuando estaba llamado a ser uno de los líderes del nuevo baloncesto balcánico.
Tras no pasar los cortes para los rosters definitivos del Mundial 2014 y
Eurobasket 2015, en estos Juegos ha sido pieza clave y jugador titular para
Djordjevic. Veremos si es para quedarse.
Nos esperaba por tanto una Australia herida después
de haber hecho seis partidos de gran baloncesto y haber sido barridos de la
pista por Serbia en el séptimo. Sobre el papel, partido igualado y de gran
calidad. Y así fue. Buena primera parte del combinado español, pero al igual
que sucediera en el segundo partido frente a Brasil, los tres últimos minutos
del segundo cuarto sirvieron para encajar un parcial de 8-0 que dejaba las
cosas en un ajustado 38-40 cuando habíamos llegado a mandar de 10. La segunda
parte se movería en un columpio, pese a que un triple de Sergio Rodríguez iniciando
el último cuarto abría una pequeña brecha de 6 puntos a nuestro favor. Buenos
minutos en defensa del siempre discutido Claver en los bloqueos indirectos para
Mills. Pero Motum metía en el partido a los aussies con cuatro puntos
consecutivos. Y el columpio a moverse, punto arriba punto abajo todo parecía
indicar que nos encaminábamos a un final dramático, para valientes. Y ahí se
mueve como nadie Sergio Rodríguez, quien selló el bronce con dos tiros libres
tras sacar una falta personal en la defensa del bloqueo de Mills. Antes Pau Gasol había anotado
otros dos decisivos, pese a su errático 4 de 7 hasta aquel momento en el día de
ayer, y un acumulado de 22 de 38 en el total del torneo. Apenas un gris 60%.
Pero en el momento clave no le tembló el pulso para dar un nuevo éxito a nuestro
baloncesto ejerciendo como el gran líder que siempre ha sido con nuestra
camiseta. Y también fue decisivo Claver de nuevo en defensa, metiendo una mano providencial sobre un balón de Joe Ingles para malograr un último ataque aussie cuando quedaban cinco segundos por disputarse.Después de haber perdido dos partidos (Croacia y Brasil) a cara o
cruz, en esta ocasión nos tocó la cara, demostrando de nuevo que estos
jugadores no se arrugan en los momentos decisivos y su enorme mentalidad
ganadora. Australia ha hecho un torneo magnífico y merecía igualmente colgarse
un bronce, pero así es este deporte, sólo puede ganar uno y la línea que separa
el éxito del fracaso es tan difusa que hay que darle la razón a Kipling cuando
hablaba que tanto uno como otro (éxito y fracaso) no son más que impostores.
Con un balance final de cinco victorias y tres
derrotas, derrotas producidas ante una gran Croacia (excelente torneo y a punto
de meterse en semifinales y derrotar a Serbia, les condenó su escasa rotación
de apenas ocho jugadores) por tan sólo dos puntos, ante la anfitriona Brasil
por un punto, y ante los siempre inaccesibles Estados Unidos y a la postre
campeones (no dieron opción en la final a los serbios, ganándoles de 30) por
sólo seis puntos, y dejando entre las cinco victorias tres partidos de un nivel
extraordinario como fueron los que nos enfrentaron a Lituania (actual
subcampeón europeo), Argentina (actual subcampeón americano) y Francia (oro
europeo en 2013, bronce mundialista en 2014, bronce europeo en 2014), un
análisis objetivo no puede si no decirnos que el torneo realizado por nuestra
selección ha sido notable. Otro capítulo más de una historia legendaria. Nos
hemos bajado un peldaño del podio respecto a los dos últimos Juegos, pero hemos
sido capaces de subir el nivel de épica en los momentos decisivos.
Todavía analizaremos más cosas de un torneo que ha
dejado un nivel bastante alto de juego. Hablaremos de las individualidades de
nuestro equipo y de cómo se han comportado el resto de selecciones y de los
jugadores más destacados del campeonato. Será en próximas entregas.
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