Djordjevic y su más difícil todavía. |
Ya sabemos que estamos ante un Eurobasket
condicionado por las bajas. Una circunstancia de la que ningún equipo ha podido
librarse, pero ciertamente el caso serbio es particular, y es que ha funcionado
con la metodología de una gota china, obligando a Sasha Djordjevic a ir
cambiando sus planteamientos iniciales según han ido transcurriendo los días.
No es difícil imaginar al entrenador serbio levantándose cada mañana presa del
temor cada vez que recibía un mensaje de la federación o directamente de sus
jugadores confirmando una nueva baja. Primero fue Jokic, el talentoso pívot de
los Denver Nuggets, quien comunicaba que dedicaría el verano a prepararse para
el nuevo curso NBA y por tanto renunciaba a la selección. Al mismo tiempo se
conocía que el polivalente “power-forward” de Minnesota Timberwolves, Nemanja
Bjelica, también sería baja por no recuperarse a tiempo de su lesión de
primavera. Bajas sensibles pero asumibles teniendo en cuenta que era principios
de Julio y había casi dos meses para preparar el campeonato sin ambas piezas. Más
doloroso fue lo de su otro gran pívot, Miroslav Raduljica, jugador acostumbrado
a dar su mejor rendimiento en la selección. Pero el drama real aconteció con la
baja de Milos Teodosic, la prolongación de Djordjevic en la pista. Para que no
todo fueran malas noticias al menos Nemanja Nedovic parecía superar sus
problemas en el hombro y sería de la partida… o eso se pensaba, porque finalmente
la selección serbia no podrá contar con el actual vencedor de la Eurocup,
jugador que se antojaba capital precisamente para suplir la ausencia de
Teodosic. Como las desgracias nunca vienen solas, la baja de Nevodic llega
acompañada de la de otra pieza clave, Kalinic, ese alero multiusos de
intangibles en mono de trabajo. Hay más ausencias (Milutinov, Dangubic…), pero
estas seis son especialmente sensibles.
Todo ello se traduce en un seguro dolor de cabeza
para Djordjevic, tratando de encajar las piezas restantes para hacer bueno el
pronóstico de las casas de apuestas que consideran a Serbia como segundo
favorito al oro (eso sí, con cuotas muy jugosas y a gran distancia de España)
Yo sinceramente no lo veo (pondría a Francia por delante, e incluso a Croacia y
Lituania), pero lo que está claro es que el baloncesto serbio ha vuelto y para
quedarse (ahí están las dos últimas temporadas de Estrella Roja en Euroliga,
con un grueso fundamental de jugadores nacionales) El vivero de Belgrado está
muy presente con Jovic, Lazic, Guduric y Kuzmic. El “jefe”, con Teodosic en el
dique seco, será claramente un Bogdan Bogdanovic a punto de emprender aventura
NBA. Todo el basket serbio pasará por sus manos y no será extraño verle ejercer
de director de juego, circunstancia que para nada resulta incómoda al nuevo
jugador de Sacramento. Es la gran estrella en un roster que adolece de nombres
fulgurantes pero si sobradamente competitivos y cumplidores. Ahí están
jugadores como Vladimir Lucic, la baza física de Djordjevic e imparable a campo
abierto, Marko Guduric o Milosavljevic, obligado a ser agresivo ante el aro
rival, o Milan Macvan, ala-pívot cerebral de buena mano y gran visión de juego
aunque a veces mentalmente desconectado. Mucha brega por dentro, con Stimac,
Kuzmic y Bircevic, y el gigantesco Marjanovic (222 centímetros), jugador
difícil de ubicar en el baloncesto actual en el que las grandes torres ya no
dominan, pero cuya capacidad para producir en poco tiempo sigue siendo un
valor. Llegar a semifinales les costará sangre, sudor y lágrimas, pero siguen
siendo favoritos para liderar su grupo.
Turquía ofician de anfitriones, y otros veranos
hemos visto a grandes generaciones del baloncesto otomano defraudando excepto
cuando ejercían de locales (Eurobasket 2011 y Mundial 2010, ambas citas
resueltas con medalla de plata), aunque es cierto que en aquellas ocasiones se
conjugaban dos factores: condición de anfitriones y plantillas de calidad. Sin
embargo no presentan este 2017 un roster que asuste, y más con la baja de
última hora de Ali Muhammed (Bobby Dixon), principal argumento para el
seleccionador debutante Ufuk Sarica. Aun así no deberían tener problema para
pasar de grupo, y una vez en los cruces, con miles de gargantas turcas rugiendo
todo puede pasar. Sinceramente con lo que llevan unos cuartos de final ya sería
un éxito. Deben aprovechar la oportunidad para que sus jóvenes valores vayan
creciendo. Nos referimos a Kenan Sipahi, base del 95 que ya es pieza clave en
el Besiktas, y sobre todo a los aleros Furkan Korkmaz y Cedi Osman, el primero
es un jugador todoterreno, estrella en el Banvit a sus 20 años y drafteado por
Philadelphia, a donde parece que finalmente viajará el próximo curso. Su
compatriota Osman, de 22 años, también recalará en la mejor liga del mundo,
concretamente en Cleveland, después de su temporadón en el Anadolus Efes. Junto
a ellos clásicos como el tirador Mahmutoglu, el reboteador compulsivo Aldemir,
o el rocoso pívot Erden. La falta de expectativas y el liberarse de presión
puede jugar a su favor. Yo no me fío.
Rusia sigue sin invitar al optimismo y parece seguir
en caída libre desde los Juegos Olímpicos de 2012, cuando hicieron bronce con
una selección liderada por Kirilenko (ahora presidente de su federación) y un
emergente Shved. Desde entonces un desastre que ha acentuado la incapacidad de
Shved como líder. Sus dos últimos europeos se han saldado con un 21º puesto en
2013 y un 17ª en 2015, además de perderse el último mundial y los últimos
Juegos. Bazarevich, desde el banquillo, buscará invertir la tendencia. Todo lo
que sea pasar un cruce ya será una buena noticia. Jugadores tienen para ello.
La calidad de Shved está fuera de toda duda (otra cosa es su espíritu competitivo),
la contundencia de Mozgov, la dificultad de defender a Vorontsevich, altísimo
cuatro abierto, la muñeca de seda del especialista Fridzon… pero echan de menos
el liderazgo de Kirilenko y la química que aportaban jugadores como Khryapa o
Monia. En ese sentido el papel de presumibles secundarios como Antonov o
Kurbanov se hace mucho más necesario de lo que pudiera parecer en un principio,
obligados a ponerse el mono de faena.
Letonia sorprendió en 2015 colándose en cuartos de
final, pero tenían un grupo más fácil que les facilitó una segunda plaza para
un cruce asequible (Eslovenia), va a ser difícil que repitan entre los ocho
mejores, por mucho que la llegada de Porzingis alumbre un panorama
esperanzador. El jugador de los Knicks, nadie lo duda, es una burrada de baloncestista,
pero, ¿capaz de llevar a su selección a pelear por medallas, como hiciera
Nowitzki con Alemania? Difícil de momento. Con varios jugadores nacidos en los
90 su objetivo debe ser seguir creciendo, bajo el liderazgo de Porzingis pero
bien apoyados por los hermanos Bertans. Los veteranos Strelnieks y Blum
seguirán aportando en el “back court” y el joven ACB Roland Smits cada vez es
más importante.
Porzingis ilusiona a Letonia. |
Bélgica y Gran Bretaña intentarán dar la sorpresa
consiguiendo una plaza para octavos de final. En el caso de los británicos
parece totalmente inviable. Todo pasa por el nuevo jugador de Gipuzkoa Basket,
el clásico Daniel Clark y su mano de seda para sus 210 centímetros. A su lado
sólo el base Andrew Lawrence, veterano ya en su selección, parece ofrecer
ciertas garantías. Por lo demás aprovechemos para ver a nuevos jugadores de
Liga Endesa como el pívot Olaseni (fichado por Fuenlabrada, club que suele
tener buen ojo con los jugadores interiores), el joven base salido de la NCAA
Luke Nelson, que jugará en el Betis, o el también exterior Akodo, del San Pablo
Burgos, con los que consiguió el ascenso a ACB, aunque sin tener un rol nada
sustancial.
A Bélgica si le damos algún chance. Ya acumulan
cuatro europeos consecutivos, y en los dos anteriores lograron pasar la fase de
grupos. Tienen experiencia, mucho juego físico (sobre todo en el interior con
Kevin Tumba o Bako, pero también con Tabu por fuera, base rapídisimo y difícil
de parar en transiciones, o Mwema, escolta explosivo) y casi todos sus
jugadores tienen buena mano (Hervelle, Van Rossom, Lecomte, Serron, Gillet…) El
termómetro lo pondrán los veteranos, Van Rossom, dudoso por sus problemas
físicos, y el ya consolidado De Zeeuw, referencia en la pintura, y por supuesto
Hervelle, auténtico alma de su selección.
PRONÓSTICOS: Serbia, a pesar de las bajas, debe ser
primera de grupo. A partir de ahí nos encontramos con el grupo posiblemente más
de pronosticar, y en el que no sería nada extraño hasta ver algún triple
empate. Lo que parece claro es que Gran Bretaña será última, y nos mojamos con
otro fracaso ruso, quintos de grupo. A Bélgica le damos la cuarta plaza,
Lituania tercera y Turquía segunda.
Turquía se encomienda a Cedi Osman. |
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