martes, 23 de agosto de 2016

EL TABLERO DE SCARIOLO




Scariolo, primeros tiempos en Pesaro, flanqueado por Andrea Gracis.





Sergio Scariolo engrandece su leyenda. A sus 55 años nadie puede dudar de que el de Brescia posee uno de los palmareses más envidiables de la historia de este deporte en el Viejo Continente. Analizamos su trabajo en este torneo, y la utilización de unos jugadores quienes, igualmente, siguen ampliando el listado de éxitos en su carrera. Y es que el día que se retiren jugadores como Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes y compañía, echar un vistazo a todo lo que habrán conseguido a nivel de selección y de clubes (amén de las distinciones individuales) hará palidecer a las generaciones venideras, que, no obstante, confiamos sean capaces de mantener el nivel de competitividad de nuestra selección. 


No ha sido un torneo fácil para nuestro cuerpo técnico. El triunvirato que con Scariolo a la cabeza se formaba con Txus Vidorreta y Jaume Ponsarnau (éste último noticia de última hora al anunciarse su incorporación al Valencia Basket como segundo de Pedro Martínez) afrontaba una gira preparatoria plagada de problemas, dudas sobre el estado físico de algunos jugadores y viajes al otro lado del Atlántico para firmar con sus franquicias NBA. Fue el caso de Sergio Rodríguez y Pau Gasol, dos jugadores de una calidad e importancia tan básicas para nuestra selección que nadie puede plantearse la locura que hubiera supuesto dejarlos fuera del roster como castigo por su ausencia de la concentración. Quizás más dudoso sea el caso de Alex Abrines, elegido finalmente por delante de Fernando San Emeterio pese a que sólo participó en el primer partido de la gira y pese a estar levemente lesionado, hasta el punto de tener que entrenar aparte del resto de sus compañeros. Sea como fuere ya no es tiempo de hablar de hipótesis, si no de realidades, y la realidad, plasmada en una medalla de bronce, merece ser valorada en su justa medida. 


A José Manuel Calderón, nacido en 1981, se le asocia con justicia con la generación del 80, la de Pau, Felipe y Navarro, ya que a pesar de ser un año más joven es otro de los “juniors de oro”, aunque en su caso fuera el oro europeo de Varna en el 98, ya que se perdió el mundial del 99, aquel aldabonazo increíble para aquellos chavales que tumbaron a Estados Unidos, por una de las muchas lesiones que ha tenido a lo largo de su carrera cuando llegan los campeonatos internacionales (es curioso que siendo un jugador muy fiable en el aspecto físico durante temporada regular, distintos percances en los veranos le han hecho perderse citas con nuestra selección que habrían agrandado aún más su palmarés) Lo cierto es que estos Juegos vienen a constatar que, precisamente el más joven de esta generación es quien más difícil va a tener su continuidad. Sergio Rodríguez y Ricky Rubio están ahora mismo varios peldaños por encima, y la progresión de Guillem Vives, ¿Jaime Fernández?, o el polivalente Pau Ribas pudieran cerrarle la puerta para una nueva convocatoria. Habrá que esperar a ver su temporada en los Lakers, si es que finalmente acaba el curso con los púrpura y oro (overbooking y devastadora competencia en el puesto de base… un jugador consagrado como Louis Williams, los jóvenes Clarkson y Russell, el veterano Huertas…) En Brasil Scariolo ha confiado exclusivamente en Ricky Rubio y Sergio Rodríguez como directores de juego, con algún esporádico momento para Llull. Calderón no jugó contra Croacia, fue anecdótico contra Brasil, subió minutaje contra Nigeria para jugar nuestros peores momentos del partido (-11 con él en pista), y buscó recuperar sensaciones ante Argentina y Francia. Lo más positivo fueron sus dos triples frente a los albicelestes. Ante Estados Unidos y Australia volvió a desaparecer de la rotación.


La utilización de Ricky y el Chacho fue uno de los mejores aspectos de Scariolo. Dos bases similares en su concepto del baloncesto en cancha rival, con gran visión del juego, predominio del ritmo alto y búsqueda del campo abierto, pero con características individuales distintas. De una manera muy resumida podemos decir que Ricky da en defensa lo que el Chacho resta, y viceversa en ataque. Y esas prestaciones son las que ha buscado nuestro entrenador (admitiendo que ambos tienen un problema, habitual en todos los bases españoles, el problema en la defensa de los bloqueos, donde nos solemos quedar pillados con el “grande”) El ardor defensivo de Ricky le ha llevado a tener que lidiar con las faltas personales. Frente a Croacia se cargó pronto y su participación se limitó a 12 minutos, similar problema frente a Brasil, mostrando un preocupante bloqueo mental, creció ante Nigeria, siendo el mejor del partido (15 puntos, 4 asistencias y 4 rebotes), mantuvo el nivel ante Lituania (11 puntos y 4 asistencias, con 3 de 4 en triples), y ante Argentina y Francia se mostró sobrio en la dirección y fuerte en defensa. Frente a Estados Unidos y Australia de nuevo las faltas personales le limitaron, pero siempre estuvo a disposición de Scariolo en momentos apretados que necesitasen de defensa (la última posesión australiana por el bronce, por ejemplo) Finaliza con un +/- de 71 puntos, el tercero por detrás de Pau Gasol y Rudy, lo que da una idea de su incidencia en cancha. El Chacho volvió a demostrar que hoy por hoy es uno de los mejores del mundo en el basket FIBA (desde aquí le deseamos toda la suerte para su segunda aventura NBA), aportando en anotación (llegando a la decena de puntos en cuatro partidos) y dirección (máximo asistente del equipo con 4.8) En general buen torneo de ambos bases y con prestaciones bastante equiparables, con una valoración de 8.4 para el Chacho en 20.6 minutos por partido y 7.1 para Ricky en 16.9, y ambos han estado en un ratio asistencias/pérdida muy similar rondando los 2.5 pases de canasta por cada pérdida de balón. Pareja de garantías. Por último, hay que recordar que Ricky llegaba a este torneo afrontando un momento personal muy delicado por el reciente fallecimiento de su madre (recuerden que hablamos de un chaval de 25 años), a quien ha dedicado esta medalla.   




Los peones de Scariolo, ambos cumplieron.



En las alas Scariolo ha confiado en la pareja madridista Llull-Rudy, con Navarro como primer relevo (dándonos mucho “small ball”) y Claver confirmado cada vez más como alero con el entrenador italiano. Riqueza táctica para el técnico, alternando tres pequeños con tres grandes según circunstancias del partido. Gran torneo de Rudy. El segundo mejor jugador del equipo en mi opinión (aunque por números Mirotic ha estado mejor) Llevamos ya tiempo advirtiendo, desde la retirada de Carlos Jiménez, que a Rudy le ha tocado esa a veces no reconocida labor de los “intangibles”, lucha, defensa, rebote, perseguir rivales, morder… nunca se ha podido dudar de la entrega de este jugador en ese sentido, pero se echaba en falta más mordiente ofensivo, cuando talento en el otro lado de la cancha no le falta. Hemos recuperado al Rudy tirador, aquel que hacía levantarse del asiento al bueno de Andrés Montes. Rudy ha vuelto a sacar el fusil (15 triples de 40 intentos) y con él en pista el equipo ha sumado 9.6 puntos más que el rival en cada partido. Lo dicho, el mejor escudero para Pau (con permiso de Mirotic) Empezó a crecer frente a Nigeria (ese partido que seguimos manteniendo, fue mucho más importante de lo que la gente cree) y estuvo descomunal frente a Argentina (23 puntos y 7 rebotes), su mejor partido. Llull ha compartido hiperactividad y estajanovismo con Rudy. No ha tenido el acierto exterior de otras ocasiones, ni hemos visto sus famosas “mandarinas” en un equipo en el que había varias opciones de ataque por delante de él. Aun así ha hecho un buen torneo, como indican sus 8.6 de valoración en 26.2 minutos en juego, y un +/- acumulado de 62 puntos. Ya es indiscutible y cada vez más se confirma como el mejor sucesor posible de Navarro. En un país tan acostumbrado a derribar a machetazos a sus ídolos, La Bomba ha sido el debate nacional para multitud de “cuñados” del país, convencidos de que su tiempo ya pasó y que fuera romanticismos, que ya no hay sitio para un jugador de 36 años con fascitis plantar crónica por mucho talento y puro baloncesto que destile por cada poro de su piel. No es el que era, pero sigue viendo el juego como nadie. Lo peor, verle lanzar de manera tan pobre (5 de 19 triples), pero ha sabido adaptarse a un rol menos anotador y más repartidor. Sus minutos con Llull y Chacho/Ricky dieron una extraordinaria circulación de balón al equipo. Desatascó al equipo en algún momento concreto (crucial frente a Nigeria) Bien dosificado, con 14.8 minutos por partido. No está para más, pero para un hombre acostumbrado a devorar registros y seguir poniéndose metas personales, verse a tres partidos de superar a Epi y convertirse en el jugador con más entorchados de nuestra camiseta hace pensar que la retirada no está entre sus planes a corto plazo.   


Claver, el siempre criticado Claver, sigue alternando posiciones con un Scariolo que es el único entrenador que realmente se ha atrevido a ponerle de tres en esta selección. Su labor sigue siendo oscura, sorda y callada, y ha cumplido en los 12.7 minutos que ha estado en pista. Fundamental en la defensa de los bloqueos indirectos, y clave para el bronce anticipándose en el último balón australiano. No ha brillado como en el pasado Eurobasket, cuando desactivó a Giannis Antetokounmpo en cuartos de final y tuvo un ratio minutos/rebotes muy notable, pero ha cumplido. 


En el juego interior puramente dicho, la dupla Pau-Mirotic ha demostrado una compenetración absoluta, extraordinaria en partidos como el de Francia, cuando ante el sobremarcaje al que fue sometido Gasol el montenegrino sacó la escopeta. Sobre Pau, poco se puede decir ya que no suene a repetitivo. Mito, leyenda, héroe… el hombre que ha cambiado nuestro baloncesto. Otra vez números de videojuego: 19.5 puntos, 8.9 rebotes y 1.9 tapones en sólo 27.9 minutos por partido. E incidimos en el “sólo” porque mucho se ha hablado de la “gasoldependencia”, cuando la realidad es que comparado con la mayoría de los primeras espadas del resto de selecciones, nuestro líder es de los que menos ha jugado. Bogdanovic y Saric por Croacia, Scola y Nocioni por Argentina, y Kalnietis por Lituania, han superado los 30 minutos de media. Por encima de los 29 han estado Mills (Australia) e Hilario (Brasil) Por encima de los 28 el argentino Campazzo y el nigeriano Diogu, y, ojo a este dato, Kevin Durant, quien con 28.8 minutos por partido ha sido requerido por Krzyzewski más que Gasol por Scariolo. Sea como fuere, lo cierto es que no se puede entender este bronce sin la aportación de un hombre que marca un antes y un después en nuestro deporte. Se ha vuelto a echar sobre sus espaldas a todo un país, y a sus 36 años su nivel sigue impidiendo anticipar la recta final de su carrera ¿Sus últimos Juegos Olímpicos?, a día de hoy, lo dudo. Hablamos del ya máximo anotador de la historia de nuestra selección, y del máximo taponador, segundo máximo reboteador, y tercer máximo anotador de la historia del baloncesto olímpico. Sólo él sabe dónde está su límite. 


Si había algún debate o controversia sobre la decisión Mirotic por delante de Ibaka (recordemos que el congoleño al no verse al 100% renunció a la posibilidad de acudir a los Juegos hace meses), Niko los ha derribado a triplazo limpio. 17 dianas de 38 intentos desde la distancia más letal. 12.9 puntos y 5.6 rebotes por encuentro lo convierten en uno de los mejores “cuatros” que han disputado esta edición del torneo olímpico. Felipe Reyes ha vuelto a ser un seguro desde el banquillo, aportando defensa, intensidad y rebote (4.1 rechaces en 14.6 minutos) Le ha faltado finura ofensiva (38.9% en tiros de campo, mal porcentaje para un jugador interior), pero ha sido el relevo más fiable en el global del torneo tanto para Pau como para Niko, aunque hay que quitarse el sombrero ante el campeonato de Willy Hernángomez. Prácticamente inédito ante Croacia y Brasil (sólo 3 minutos ante los croatas), comienza a crecer ante Nigeria (¿siguen dudando de la importancia de ese partido?) con 11 puntos en 16 minutos casi sin fallo. Enorme ante Francia (18 puntos y 6 rebotes… ¡en 17 minutos!), se va a New York con un bronce al cuello y una estupenda carta de presentación. Volvió al fondo de la rotación en los partidos más mediáticos, semifinal ante Estados Unidos y pelea por el bronce ante Australia, pero finaliza con unos buenos 6.6 puntos y 2.7 rebotes, muy meritorios si tenemos en cuenta que juega 10.9 minutos por partido. Muy destacable su seguridad frente canasta, de cinco puro que espera su momento junto al aro, dejando un sobresaliente 62.5% en tiros de campo. Phil Jackson sabe lo que se hace cuando arde en deseos de verlo con la elástica knickerbocker.   


Finalmente Alex Abrines tendrá que esperar futuras ocasiones para aportar en los éxitos de nuestra selección. Dos minutos por partido en los tres encuentros que ha disputado resultan totalmente insuficientes para poder juzgar su paso por estos Juegos, pero su convocatoria en este roster pese a sus problemas físicos y su agenda contractual con Oklahoma City, deja claro que la confianza en su figura es total y será uno de los hombres claves en la dura transición que tarde o temprano este grupo ha de afrontar cuando los pesos pesados vayan dejando el vestuario en el que tantas emociones han compartido.



Al frente de todo esto, manejando los hilos, Scariolo vuelve a demostrar que es en estos momentos el entrenador ideal para esta selección. Equilibrado tanto en su manera de ser como en su modo de entender el baloncesto, partidario de un sistema mixto que permita tanto la libertad del jugador para tomar decisiones (fundamental cuando hablamos de deportistas de esta calidad) como el mantener el “ataque por conceptos”, su flexibilidad con el baloncesto es absoluta, alternando quintetos altos con “small ball”, buscando juego más o menos físico según el contexto, ordenando zonas o individuales… Scariolo es un estudioso del baloncesto que no es prisionero de ningún libro de estilo. Este es un país muy poco dado a reconocer el trabajo de los entrenadores, sobre todo cuanto más serenos, pausados y educados se muestran, pero la contundencia de los éxitos es ya tan abrumadora que sólo queda reconocer que la selección, hoy por hoy, sigue estando en buenas manos.  




Pau, de nuevo el faro que alumbra un país. 



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