jueves, 15 de agosto de 2019

CÁNDIDO





Ídolo en Dominicana.



Nos ha dejado Cándido Antonio Sibilio Hughes. El inolvidable “Chicho” Sibilio. Otro de esos nombres evocadores de nuestra infancia y protagonista de un baloncesto español que experimentaba un crecimiento brutal tallado en la plata de Los Ángeles 84. En aquella cita fue precisamente el alero hispano-dominicano la gran ausencia del combinado español debido a su propia renuncia, enfriando de este modo su relación con Antonio Díaz Miguel y con la FEB debido a sus idas y venidas veraniegas a su país natal donde disputaba competiciones domésticas que le reportaban unos beneficios por lo que llegó a batallar con la federación española solicitando una compensación económica por los veranos que no pudiese viajar a República Dominicana. Tal polémica no le impidió convertirse en uno de los históricos de la elástica nacional de los años 80, vistiendo la camiseta de la selección absoluta en 87 ocasiones y siendo clave en la plata del Europeo de Francia en 1983. Letal fue su actuación en el mítico partido de semifinales ante la Unión Soviética de Sabonis, Iovaisha, Belostenny, Valters y Homicius, anotando 24 puntos (su compañero azulgrana Epi hizo 27, 51 puntos entre los dos aleros barcelonistas de los 95 totales)  




Histórico con la selección.


Pero si a una camiseta se asocia el recuerdo de Sibilio es sin duda a la del Barcelona, club que le acogió gracias al buen ojo de Ranko Zeravica, técnico culé a mediados de la década de los 70. El laureado entrenador serbio había seguido las evoluciones de aquel espigado deportista que pese a jugar de interior su muñeca (y sus dos metros justos) invitaba a pensar en una evolución hacia el puesto de alero. Todavía adolescente ya había debutado con la selección absoluta de su país, y vistiendo esa camiseta tiene su presentación ante el barcelonismo en el torneo junior Ciudad de Hospitalet de 1975. Junto a Barcelona, Joventut y Hospitalet comparecía invitada la República Dominicana con Hugo Cabrera como gran estrella, preparándose para el Centrobasket de aquel mismo año. “Chicho” no había cumplido siquiera los 17 años y le mete 19 puntos al Barcelona en semifinales. El Mundo Deportivo se refiere en su crónica a “un espigado junior de 17 años (como decimos no los tenía todavía), un auténtico prodigio al que no había medio de parar”. Eclipsa a Cabrera a los ojos de los técnicos culés y meses después estampa su firma como nuevo jugador azulgrana, con quienes ganará nada menos que 5 ligas, 8 copas del rey, 2 recopas de Europa, 1 Korac y un mundial de clubs. Se convierte en pieza clave de un Barcelona demoledor, sobre todo cuando en 1984 la FIBA acepta por fin la línea de tres puntos, distancia desde la que el alero se muestra especialmente letal. 691 canastas de tres puntos llevaron su firma en toda su carrera ACB, dos por partido, de 1675 intentados. Un brillantísimo 42%, porcentaje excelso sobre todo para un jugador con tantos lanzamientos. En la temporada 86-87 llega a lanzar por encima del 50% en liga regular. Salvaje. 

Se convierte en indispensable para todos sus técnicos, desde Kucharsky hasta Aíto, pasando por Antoni Serra y Manolo Flores, aunque no faltan los enfrentamientos debido a su carácter. Serra le llega a apartar del equipo en Octubre de 1984 tras una discusión sobre el reparto de minutos estallando cuando en un partido ante Cacaolat el jugador quiere ir a las duchas antes de que finalice el encuentro. Por otro lado su salida del Barcelona no fue lo amistosa que se hubiera deseado para alguien con su historial, pero su relación con Aíto García Reneses se había claramente deteriorado a media que iban bajando sus minutos en pista. Finalmente en Abril de 1989, poco después de la decepción de la Final Four de Munich en la que Jugoplastika comenzaba a escribir su leyenda desarbolando a los azulgrana en semifinales, el alero era apartado del equipo para firmar meses después por el Baskonia, por entonces denominado Taugrés Vitoria, donde juega sus últimas cuatro temporadas. No gana ningún título, pero a nivel individual la revista Gigantes del Basket lo nombre mejor sexto hombre de la temporada 1989-90, y en el All Star de Zaragoza de ese mismo curso acaba siendo elegido MVP del partido.  




Final agridulce con Aíto.


En su regreso a la República Dominicana siguió vinculado al baloncesto como entrenador, especialmente de categorías de formación.  Sus últimos años los ha dedicado a disfrutar de su Haina natal, donde comenzó a anotar sus primeras canastas a 120 metros de la orilla del mar, y a mantener el contacto con su amigo y ex –compañero Felipe “Jay” Payano, ministro de deportes de la República Dominicana y otra antigua gloria del baloncesto de ese país, con el que ha intentado impulsar el deporte de la canasta de la nación centroamericana. Su legado quedará presente en la escuela de baloncesto de alto rendimiento que llegó a fundar en estos últimos años de su vida, donde trabajan los jóvenes valores del baloncesto dominicano.  

En definitiva un jugador icónico y parte fundamental de ese baloncesto ochentero de tan grato recuerdo para muchas generaciones de aficionados (y que en ocasiones, dicho sea de paso, nos lleva a una nostalgia excesiva incapaz de valorar que el baloncesto actual es muy superior) pese a su carácter esquivo, sus desencuentros con nuestra federación, y su desvinculación con nuestro país al finalizar su carrera profesional como jugador. Porque de lo que no cabe duda es de qué hablamos de una figura que tanto en jugador como persona se antoja gigantesca en la historia de nuestro deporte y nuestro baloncesto, y ahí están las interminables muestras de luto y homenaje de compañeros y rivales.   

Descanse en paz Cándido Antonio, “Chicho” Sibilio.  



Su imagen más característica. El tiro en suspensión.




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