Carlos Suárez García-Osorio. 27 años. 2,03 metros de estatura. Campeón de Europa Junior en el 2004 en Zaragoza. Jugador Revelación de la ACB en la temporada 2005-06. Consagrado en la 2009-10 y escogido como mejor alero de la competición en dicha temporada. Habitual pre-seleccionado para el combinado nacional absoluto durante los últimos años, dentro de la mejor generación de jugadores que ha dado nunca este país. Llamado a ser el sucesor en vida de Carlos Jiménez en la citada selección y en el club Estudiantes, y posteriormente visto como uno de los pilares del reciente Real Madrid. Carlos Suárez, 27 años, camino de la madurez deportiva. Carlos Suárez, 2,03 metros de estatura, exponente de la apreciada especie baloncestística llamada “alero alto”. Buen tiro exterior, capacidad para jugar al poste, dedicación ofensiva, trabajo en el rebote. Y con todo ello, con 27 años, cuando debiera estar disfrutando del mejor momento de su carrera, el alero de Aranjuez vive su etapa deportiva más triste una vez que se conoce (ajustes económicos, dicen) que el Real Madrid no cuenta con él para la próxima temporada. Fuera definitivamente del grupo de jugadores adyacentes a la selección tras su “rebote” con Sergio Scariolo en 2011 y sin saber en que club ACB prestará sus servicios la temporada próxima (suena el Valencia), quien estaba llamado a ser nuestro mejor alero alto de la segunda década del siglo XXI vive su peor verano desde que es baloncestista profesional.
Cuesta entender tanta duda
con Suárez, jugador sobre quien si uno analiza su juego, apenas ve aristas y
defectos. Como se suele decir, no es un 10 en nada, pero sí un 7 en casi todo.
Tampoco vale aquí recurrir a una cabeza mal amueblada o indolencia en el juego.
A Suárez le hemos visto partirse la cara contra rivales de distinto pelaje y
tamaño, especialmente cuando ha tenido enfrente a Pete Mickeal, uno de esos
tipos capaces de hacerte añicos simplemente con la profundidad de su mirada. Sí
puede ser válido el argumento de que no ha llegado hasta el nivel que se le
presuponía, pero aún así el jugador que ha llegado a ser es bien válido, sobre
todo teniendo en cuenta que no hay muchos ejemplares nacionales de sus
características en ACB. La decisión del Real Madrid de prescindir de sus
servicios puede ser vista de dos maneras. Por un lado el habitual desprecio que
desde el club se hace a la sección de baloncesto, con la que no caben esfuerzos
económicos por mucho que se derroche en fútbol con millonadas indecentes para
inflar representantes y jugadores (y después, bien que nos hacemos la foto con
Pablo Laso cuando llegan los títulos), por otro, el propio cuerpo técnico
encabezado por Laso y la dirección deportiva desde los despachos de Juan Carlos
Sánchez y Alberto Herreros (tan injustamente tratados, como hemos mantenido en
otras ocasiones, a pesar de que con ellos han llegado los más exitosos momentos
de nuestro pasado reciente) vuelven a dar una lección de cirugía a la hora de
confeccionar la plantilla para el curso que viene. Pueden prescindir de quien
no haya sido capaz de evolucionar y de dar un paso adelante. Sucedió con Tomic,
puede suceder con Begic, y sucede con Suárez. Lo que ocurre es que en el caso
de los pívots parecen salir revalorizados del conjunto blanco, mientras que con
el alero madrileño sucede todo lo contrario. Pese a la gran temporada del
equipo de Laso no ha brillado en lo individual el de Aranjuez. En Liga Endesa
su máxima valoración la alcanzó en la difícil cancha del Herbalife Gran
Canaria, con una marca de 17 (9 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias) y en
Euroliga dejó un gran destello en Atenas frente al Panathinaikos (16 puntos y 3
rebotes para una valoración de 21), no se puede decir que se arrugue en las
canchas calientes, desde luego. Por lo demás, valoraciones más o menos bajas y
un minutaje que no solía llegar a medio partido. Aún así la sensación de ser
una pieza valiosa en el engranaje blanco aportando eso que llaman
“intangibles”.
Y tras un buen inicio de play
offs, especialmente en semifinales frente al Cai Zaragoza, llegan unas finales
en las que acaba señalado, tocado y hundido. Cuando su equipo más disfruta,
mayor es el sufrimiento del alero que se ve fuera de la rotación pese a salir
de titular los cuatro primeros partidos (7.25 minutos de media) En el decisivo
quinto choque ni siquiera salta al parquet excepto para hacer la rueda de
calentamiento y asistía desde el banquillo a la consolidación de su “back up”
Tremmell Darden como factor clave para el triunfo liguero. De un plumazo todas
las virtudes de quien estaba llamado a ser el mejor jugador español en su
puesto y por quien en su día pujaron tanto Real Madrid y Barcelona parecen
desvanecerse. Como si la ausencia de su némesis Pete Mickeal, lejos de
favorecer sus posibilidades al no encontrarse frente a su mayor y mejor
enemigo, hubiera mermado toda valía del jugador para estas finales.
Desde este blog seguimos
creyendo que Carlos Suárez es uno de los jugadores más apreciables de nuestro
actual baloncesto y le deseamos que en su próximo destino explote todo el
baloncesto que lleva dentro. Ese que parece empeñado en no descubrir del todo.
Digamos que Suárez llegó pronto al pelotón de los buenos, pero no ha sido capaz
de enlazar con el de los mejores. Ojala lo haga, tiempo aún tiene para
ello.
Siempre a las puertas |
El Madri$, q es como el rey midas. Todo lo que toca lo convierte en mierda
ResponderEliminarJajajajajajaja, no todo... el Chacho por ejemplo se ha rehabilitado...
ResponderEliminarTienes razón.
ResponderEliminarSupongo que el Chimpa vale más para cabeza de ratón que para cola de león.
El umbral de la exigencia, la especialización, ya sabes....