sábado, 8 de julio de 2023

EL VIAJE DE JOKIC

 


Cuando Nikola Jokic era elegido en el draft de 2014 en las profundidades de la segunda ronda absolutamente nadie podía haber pronosticado que Denver se hacía con los derechos de un doble MVP de temporada y un MVP de finales (y de finales de conferencia) en el primer anillo en la historia de la franquicia de Colorado. El puesto 41 con el que fue seleccionado era de tan escaso interés que mientras se anunciaba su nombre la ESPN, cadena encargada de retransmitir el evento, pasaba unos comerciales por las pantallas de los hogares estadounidenses, en concreto de la franquicia de “fast food” Taco Bell, como si fuera la primera broma del bautizado Joker (ocurrencia del ya retirado Mike Miller, quien en sus últimos años de carrera coincidió con el genio serbio y al parecer le resultaba más fácil llamar a su compañero como el villano de Batman que con su apellido balcánico) Y es que además de una mente privilegiada para leer cualquier defensa rival, una de las primeras características que definieron al jugador de Sombor fue la de su adicción a ciertos productos alimenticios de dudosa idoneidad para un deportista de élite, especialmente la Coca-Cola, de la cual llegó a consumir la ingente cantidad de tres litros al día.

 

El desembarco de europeos en la NBA en los últimos tiempos, una vez echada abajo la puerta gracias a los Sabonis, Petrovic, Marciulionis y Kukoc en la década de los 90, ha conocido dos vertientes desde la que han llegado algunos de los grandes dominadores en el siglo XXI. Por un lado los que venían con cierto “hype”, muy justificado en ocasiones (Pau Gasol, número 3 en 2001 después de poner la ACB a sus pies… Luka Doncic, también 3 en el 18 tras llevar a Eslovenia a ganar un Eurobasket o al Real Madrid al título europeo… y por supuesto Victor Wembanyama, previsible número 1 de 2023 sin el currículo de los anteriores pero llevando el concepto de “unicornio” varios niveles más allá), y en otras incomprensible (el segundo puesto de Darko Milicic en 2002 como mayor ejemplo y oprobio histórico para una franquicia del pedigrí de Detroit Pistons), por otro los “tapados”, jugadores desconocidos ya no sólo para el aficionado estadounidense sino incluso para el europeo, exóticas apuestas para mayor gloria del “scout” con buen ojo. Un Tony Parker que no pasaba de ser una promesa del basket francés (número 28 en 2001), o los Nowitzki (número 9 en el 98) o Antetokounmpo (elegido el 15 en 2013) quienes siquiera llegaron a debutar en la primera división de sus países de origen. Jokic pertenecería a este segundo grupo, al de tesoros ocultos, pero todavía más allá ya que nunca en la historia un jugador seleccionado en una ronda tan baja ha sido el mejor jugador de unas finales ni ha ganado dos MVPs consecutivos de temporada regular. Jokic, buen jugador en unas selecciones inferiores serbias habitualmente lideradas por Vasilije Micic (coincide con el base del Efes en el mundial sub19 cayendo en la final ante unos Estados Unidos liderados por Jahlil Okafor y su actual compañero en Denver, Aaron Gordon, MVP de aquel torneo… y donde por cierto también figuraban actuales ACB como Mike Tobey y Nigel Williams-Goss) ni siquiera era un dominador en torneo de formación para jugadores europeos nacidos a mediados de los 90, como si lo eran los Saric, Vezenkov o el citado Micic. Tampoco su escaparate a nivel de clubes parecía el mejor, aunque con los años el Mega Basket de Belgrado ha adquirido un merecido aura de escenario para jóvenes “prospects” (Micic, Zubac, Vitadze… algunos ejemplos de jugadores que progresaron vistiendo esa camiseta, o incluso su actual compañero el esloveno Cancar)  

 

A finales de 2012 y después de haber llamado la atención de los cazatalentos serbios por sus actuaciones en categorías inferiores en el Vojvodina Srbijagas de Novi Sad, ficha por el Mega para debutar en la máxima categoría de la liga serbia y posteriormente en la unificada liga adriática. La temporada 2013-14, antes de presentarse al draft de la NBA, acaba con unas buenas medias de 11.4 puntos, 6.4 rebotes y 2.5 asistencias en 25 partidos de la ABA, nada mal para un chaval de apenas 19 años sobre quien sigue sospechando la duda de sus condiciones físicas, alejadas del estándar musculado habitual en las zonas del baloncesto profesional. Repasar los 40 jugadores elegidos antes de escuchar pronunciar su nombre (cosa que ni el propio jugador hizo puesto que estaba felizmente durmiendo y fue uno de sus hermanos quien le despertó posteriormente para darle la noticia) resulta harto absurdo como miope la gerencia de muchas franquicias, pero para entender cuál era la confianza real en las posibilidades de Jokic si es justo recordar que Denver en la misma noche se hace con los servicios de la elección número 16 del draft, precisamente otro pívot europeo con quien comparte una curiosa relación de vidas paralelas (y oficialmente el jugador más pesado de la NBA sólo por delante de curiosamente Jokic), el bosnio Jusuf Nurkic, y quien si parecía una apuesta segura para la pintura de Denver (un año mayor que el serbio y con experiencia, aunque breve, en Euroliga)


Nurkic y Jokic, vidas paralelas, caminos separados.


Nurkic daría el salto inmediato a la NBA, haciéndose de inmediato un sitio en la rotación de Brian Shaw jugando unos considerables 17.8 minutos en 62 partidos. Jokic, por su parte, explotaba en la ABA, acumulando MVPs jornada tras jornada hasta ser coronado el mejor jugador de la liga adriática con sus 15.4 puntos, 9.3 rebotes y 3.5 asistencias de media, y llevando al Mega de nuevo a su techo de semifinales.

 

La temporada 2015-16 abría un nuevo ciclo para la franquicia de Denver, empezando por la llegada de Michael Malone, actualmente el cuarto entrenador con más temporadas seguidas en el mismo banquillo sólo por detrás de tres vacas sagradas como son Popovich, Spoelstra y Kerr. La convivencia entre Jokic y Nurkic quedaba falseada por la lesión de rodilla de Nurkic, que abría más hueco en la rotación para Jokic, en una posición muy abierta en aquel momento en el roster de Malone (Lauvergne, J.J. Hickson y un Kenneth Faried alternando los puestos de 4 y 5 eran los otros rivales a la par que compañeros para la posición de pívot) El siguiente curso sería definitivo, Jokic explotaría pasando de los 10 puntos de su curso “rookie” a 16.7, subiendo también en rebotes (9.8 frente a 7 de la anterior temporada) y doblando en su estadística más diferencial, de las 2.4 asistencias del primer año a unas 4.9 que ya parecían exuberantes para un pívot… y que ahora parecen ridículas para lo que nos tiene acostumbrados el genio de Sombor. El impacto es tal que la gerencia tiene que tomar una decisión drástica con Nurkic, traspasado en Febrero a Portland Trail Blazers a cambio de Mason Plumlee, intercambiando también una ronda de draft cada equipo. Esa misma temporada suponía también la llegada de un joven base-escolta canadiense, Jamal Murray que aterrizaba con la responsabilidad de un número 7 de draft, la posición más alta que había dispuesto la franquicia desde el número 3 de Carmelo Anthony, e igualando la posición obtenida un año antes, en 2015, por un proyecto fallido en similar posición como fue Emmanuel Mudiay. Comenzaba por tanto a definirse el proyecto de un equipo “contender”, como demostrarían al año siguiente, cuando se quedan a una sola victoria de meterse en play offs después de caer en la prórroga en un dramático duelo directo por la octava plaza de conferencia frente al Minnesotta de Karl Anthony-Towns, Andrew Wiggins y Jimmy Butler. Una de esas amargas experiencias de las que sólo cabe caer o levantarse más fuerte, optando por lo segundo, y de hecho las 54 victorias de 2019 son hasta la fecha el tope de la era Malone (este año se han quedado en 53) Acabarían cayendo en semifinales de conferencia, la primera de tres veces consecutivas, estableciendo ahí su particular Rubicón, un muro infranqueable a la manera de Philadelphia en el Este. Ni siquiera la llegada de otro talento vía draft como Michael Porter Jr. Pick 14 en 2018 (sus problemas de espalda le relegaron a una posición que meses antes nadie hubiera esperado, cuando peleaba incluso por ser el mejor de su promoción), o el brillante movimiento de hacerse con Aaron Gordon vía “trade” en marzo de 2021 parecía hacer cambiar el rumbo de una franquicia incapaz de protagonizar el deseado “sorpasso” a los pesos pesados del Oeste. En 2020 y 2022 sólo les apartaron del camino al anillo los a la postre campeones (Lakers y Golden State, en el segundo caso sin Murray y Porter Jr. bajas por lesión) y en 2021 unos Phoenix superlativos (también sin Murray). La paciencia en este caso ha dado sus frutos, y ocho años después de la llegada de Jokic y Malone, siete después de la de Murray, Denver de una tacada se convierte por vez primera en su historia en campeón del Oeste y de la NBA. Jokic, quien no recibió su tercer MVP de temporada regular, lo que le hubiera igualado nada menos que con Larry Bird, se resarce con los galardones de mejor jugador de finales de conferencia y por el título y firma su obra maestra definitiva en unos play offs en los que los de Colorado sólo han cedido cuatro derrotas en toda la post-temporada, haciendo que tengamos que retroceder hasta la máquina invencible de Golden State Warriors en 2017 para encontrar un balance mejor (estratosférico 16-1) Tiene mérito este 16-4 en una NBA que precisamente se vanagloria de lo que Adam Silver llama paridad y de un evidente vacío de poder absoluto (cuatro años sin repetir campeón de manera consecutiva… seis años sin repetir final)

 

Jokic finaliza con el mejor final posible un extraño viaje bajo el radar acompañado de Murray y Porter Jr, y sus particulares historias de redenciones tras sus lesiones, pero especialmente de la mano de un Michael Malone quien llegó a viajar a Sombor en 2017 (volvería en 2022 para entregarle su segundo MVP de temporada) para conocer el entorno en el que había crecido su estrella, cuando todavía su impacto no era tan mayúsculo, y fortalecer un vínculo casi más paterno-filial que el de puramente entrenador y jugador. Y es que por si no fuera suficiente con el perfil anómalo y bizarro de Jokic en su vertiente de jugador, heraldo de la extrañeza y adalid de la concepción etimológica del barroco que nos enseñaban en el instituto (aquella subyugante definición de “perla irregular”), su biografía baloncestística, su trayecto desde la cantera del Vojvodina Srbijagas a principios del siglo pasado hasta la sublimación actual de su baloncesto, no deja lugar a dudas en el carácter, más allá que histórico, que nadie podrá negárselo, absolutamente único de Nikola Jokic. Una pieza absolutamente diferente a todas las demás en el gran museo del baloncesto con sus más de 100 años de historia.



Una relación más allá de la cancha.