miércoles, 23 de mayo de 2018

REINVENTARSE Y REINAR



DINASTIA





El Real Madrid ya tiene su ansiada décima copa de Europa de baloncesto. Pablo Laso la segunda. Iguala el vitoriano a Lolo Sainz como segundo entrenador con más conquistas continentales tras el mito Pedro Ferrándiz y entra en el selecto club de dobles ganadores de Europa junto a nombres de la talla de (además del propio Sainz) Sandro Gamba, Zeljko Pavlicevic, Dusan Ivkovic o Valerio Bianchini. Es una piedra más en el robusto edificio baloncestístico que el entrenador alavés lleva siete años edificando, quizás la piedra más sólida y brillante a tenor de las dificultades acaecidas durante todo el curso.


Ha sido un Real Madrid obligado a reinventarse desde aquel estilo de juego veloz y desbocado que convirtió en seña de identidad con la llegada de Pablo Laso al banquillo. Sin Sergio Rodríguez, quien dejó el equipo hace dos temporadas, y sin Sergio Llull durante prácticamente todo la presente campaña, la inoportuna lesión de Campazzo con pase por el quirófano incluido (apenas puede disputar 14 minutos en el total de ambos partidos de la Final Four) ha obligado al técnico vasco a buscar un estilo quizás más espeso y más lento de lo que le gustaría, pero tanto o más efectivo que en los vertiginosos y maravillosos primeros años del lasismo (de hecho el Madrid finaliza con su mejor media anotadora en Euroliga de las últimas tres temporadas) La guerra de guerrillas que fue la durísima eliminatoria contra Panathinaikos evidenció la capacidad de Laso y sus hombres para sobrevivir en un baloncesto antitético a la filosofía blanca, y la manera de dominar ambos partidos de la final a cuatro, primero ante el equipo más anotador del torneo (CSKA) y posteriormente ante el mejor defensor (Fenerbahce) no hace sino confirmar el crecimiento de Laso como técnico y su capacidad para haber conseguido el juego más equilibrado de estas siete temporadas, precisamente en el año más difícil.  


El CSKA-Real Madrid prometía (los dos equipos con mayor anotación frente a frente) después de haber asistido a un Fenerbahce-Zalgiris cocinado al gusto de Obradovic y al que le salvó la emoción de un resultado que en ningún momento parecía decisivo a favor de los turcos, con diferencias mayormente en 6-8 puntos. Dio la sensación de que el parcial de 7-1 inicial, antes de que Kevin Pangos (magnífico de nuevo con 16 puntos, 5 rebotes y 4 asistencias) lograse la primera canasta lituana en juego, servía para el equipo aurinegro que pese a la constante cantidad de balones perdidos por su rival (haciendo honor a la estadística, ya que el Zalgiris ha sido el equipo con más pérdidas durante esta temporada en Euroliga) no arriesgaba un ápice, guardando como un tesoro esas pequeñas rentas. Hasta que un recuperado Ali Muhammed dinamitó el encuentro estirando hasta unos doce puntos de renta mediado el último cuarto, insalvables ya para los de Jasikevicius. Es cierto que el jugador de Chicago ha vivido la temporada más gris que se le recuerda, pero Zeljko supo activarle en el momento justo. En menos de 12 minutos en pista rompió definitivamente el partido con 19 puntos y excelsos porcentajes en lanzamiento a canasta (8 de 11 en tiros de campo) Los lituanos cayeron dejando buena imagen y confirmándose como la gran revelación del curso, la historia de una Cenicienta que con el segundo presupuesto más bajo del torneo se ha colado entre los cuatro mejores y a la que un reloj llamado Zeljko Obradovic la hizo despertarse del sueño. Pero, números y resultado aparte, lo cierto es que el choque inaugural de esta Final Four se desarrolló siempre bajo el guión previsto por el entrenador ganador de nueve copas de Europa. Baste decir que no hubo ni un solo segundo en el que Zalgiris estuviera por delante en el electrónico. Zeljko no dejó jugar cómodos a los rivales en ningún momento, ordenando una agresiva defensa que se saldó con 27 faltas personales (pitadas, cometidas hubo muchas más) en la cuenta de sus jugadores. Poco importa cuando cuentas con el suntuoso fondo de armario que tiene a su disposición el técnico serbio.



Jasikevicius no pudo con el maestro



Y si el CSKA-Real Madrid prometía, lo cierto es que no decepcionó. Hasta el paso por vestuarios parecía un deporte totalmente distinto al que habían jugado minutos antes turcos y lituanos. Los dos primeros cuartos se saldaron con dos tormentas ofensivas, una para cada equipo. Primero fueron los moscovitas, con un salvaje parcial de 30-20 (impresionante comienzo de Cory Higgins, con 10 puntos en los 4 primeros minutos), pero el Real Madrid volteó la situación en los diez minutos siguientes, con un 16-27 (0-8 de salida) que le ponía un punto arriba al descanso. La idea inicial de Laso había sido, de nuevo, buscar el quimérico y aristotélico equilibrio, arriesgando con el tocado y maltrecho Campazzo de inicio en la marca sobre Sergio Rodríguez. Pero lo cierto es que el base argentino estuvo inédito, jugando los primeros cinco minutos en los que el Chacho anota cinco puntos para acompañar a Higgings y dar las primeras ventajas a los rusos, y ya no volvería a la pista. Laso aceptó la propuesta ofensiva de Itoudis y en el segundo cuarto pondría su dinamita exterior sobre la cancha (Causeur, Carroll y Llull) para meter al Madrid en el partido. Con la igualdad predominando en el ecuador del partido (46-47 para los blancos), todo parecía pasar por mejorar en defensa sin perder acierto anotador. Como si fuera fácil frente a todo un CSKA.  


Y no empezaron bien las cosas en el tercer cuarto. El Real Madrid no conseguía anotar durante los tres primeros minutos. Doncic (quien al día siguiente nombrarían MVP de temporada regular) fallaba sus dos primeros lanzamientos y perdía dos balones casi consecutivamente. Por fortuna el CSKA también había perdido su alegría ofensiva, pero aun así una canasta de Hunter y un triple de Clyburn abrían una pequeña brecha para los del ejército rojo. Pero entonces llegaron los mejores momentos del Real Madrid, definidos en un parcial de 0-13 que parecía improbable para encuentros de este tipo en los que el control del balón se mima hasta el paroxismo. Felipe Reyes acudía al rescate por enésima vez en su carrera, anotando cinco puntos consecutivos, y Causeur (impecable desde el triple todo el fin de semana, acertando en sus cinco intentos repartidos en ambos partidos) y Doncic ajusticiaban desde el exterior. Los de Laso se acercaban a la siempre deseable decena de puntos de diferencia, pero sus continuos errores en el tiro libre (Ayón falla tres de sus cuatro lanzamientos en los últimos minutos del cuarto) daban vida al CSKA, que cerraba el tercer acto con una asumible desventaja de siete puntos. En el cuarto definitivo, Kurbanov, a base de pundonor defensivo y concentración en ataque mantenía con vida a su equipo hasta su eliminación por faltas personales a 5.25 del final. El Madrid no se descomponía y una antideportiva de Sergio Rodríguez en un “mismatch” con Trey Thompkins (otro jugador que ha hecho una Final Four soberbia) volvía a estirar el marcador a los 9 puntos de diferencia quedando poco más de 6 minutos. Ya sin Kurbanov el CSKA busca un último arreón gracias a Hines y Clyburn. El alero de Detroit estrechaba el marcador en un inquietante 73-76 a poco más de 4 minutos para el final. Era el momento de Llull. El menorquín no ha podido llegar a esta final a cuatro en su mejor versión, tras su gravísima rotura de ligamentos, pero no podía pasar desapercibido habiendo un título en juego. Responde a Clyburn con un triple que acaba siendo la canasta clave para encarrilar el partido. Con 73-79 a 4.05 para la bocina final a los rusos les entran las prisas, ejemplificadas en un Clyburn en modo moneda al aire. Su 5 de 17 en tiros de campo fue un lastre para el CSKA, especialmente con el 2 de 12 en lanzamientos de dos puntos. Ayón aprovecharía posteriormente la presión desesperada de los rusos sobre los exteriores madridistas (2 contra 1 a Doncic de nuevo) para recibir a media cancha y encontrar una autopista por el carril central para hundir la bola hacia abajo. De Colo, jugando sin red, intentaría dar vida a CSKA con dos triples consecutivos, pero el Madrid no se descompuso y supo cerrar el partido desde el tiro libre tras las constantes faltas moscovitas. Pese al horrible 61% desde la distancia de personal (preocupante 22 de 36… nada menos que 14 puntos dejó escapar el equipo de Laso desde el libre), lo cierto es que Llull, Rudy y Taylor si anotan en los momentos decisivos. Sólo el sueco erra en uno de sus dos lanzamientos, pero el 5 de 6 desde la línea en el tramo final certifica la concentración de los jugadores madridistas, cuya primera parte del plan para volver a conquistar Europa se saldaba de manera exitosa.   



El Chacho no encontró el camino.



En la final esperaba el Fenerbahce, vigente campeón y oportunidad para Zeljko Obradovic de alcanzar nada menos que su décimo entorchado como campeón de Europa. La posible décima del club más laureado frente a la posible décima del entrenador más ganador. Obradovic ante el reto de acumular el sólo más copas de Europa que el club con más títulos de campeón. Algo absolutamente inaudito. Un Fenerbahce favorito, casi local, con su afición, llegada desde la cercana ciudad de Estambul, abarrotando las gradas del Stark Arena. Con jugadores como Guduric, Kalinic o Vesely que conocen perfectamente esa cancha y esa ciudad, ya que en Belgrado comenzaron a cimentar su carrera profesional, en Estrella Roja los dos primeros y en Partizan el checo. Y sobre todo con un Zeljko Obradovic que vuelve a demostrar que no puede ser profeta en su tierra. Y es que no sería de extrañar que los viejos fantasmas de 2005 asomasen en el recuerdo de Zelkjo, cuando en el Eurobasket del que Serbia y Montenegro eran anfitriones fueron la gran decepción entrenados precisamente por Obradovic, dirigiendo un vestuario del que el propio técnico afirmó que era ingobernable habiendo peleas y puñetazos entre los propios jugadores locales, suponiendo el posiblemente mayor punto negro en la exitosa carrera del devorador de títulos serbio.


No obstante, todo parecía a favor para que la leyenda de Obradovic alcanzase una dimensión descomunal, desconocida, y nunca vista antes en el mundo del deporte. Belgrado coronando al ganador de diez títulos de campeón de Europa, estableciendo una distancia aún más salvaje entre Zeljko y los demás, dejando casi en broma carreras tan legendarias como las de Gomelsky, Ferrándiz, Maljkovic o Messina, maestros de los banquillos que siguen al serbio en el palmarés con cuatro copas de Europa cada uno. Es decir, Zeljko dobla a sus inmediatos perseguidores. Pero cuando decimos que la carrera de Obradovic no conoce parangón, hay que fijarse también lo que sucede en otros deportes, para que seamos realmente conscientes del significado de que un entrenador sea campeón de Europa de clubes en nueve ocasiones. Así vemos que en fútbol ningún técnico ha conseguido reinar en Europa más de tres veces. Es el caso de Bob Paisley (todas con el mítico Liverpool de los 70 y primeros 80) y Carlo Ancelotti (dos con Milán y una con Real Madrid), un club muy selecto al que veremos si es capaz de unirse Zinedine Zidane el próximo fin de semana. En balonmano tampoco encontramos nada similar, ya que Valero Rivera sigue siendo el gran dominador con seis entorchados dirigiendo al Barcelona de los 90. En ninguno de los grandes deportes de equipo se da una circunstancia de dominio como la de Obradovic con la Euroliga de baloncesto, y sólo Josep Llorente con sus diez títulos de campeón de Europa de hockey sobre patines supera al serbio a la hora de coleccionar campeonatos, en una competición totalmente dominada por el F.C. Barcelona.


Se presentaba Obradovic con toda su plantilla al completo, sin problemas físicos relevantes, y sumando para la causa a un viejo rockero como Ali Muhammed/Bobby Dixon y su pasmosa facilidad para destrozar partidos. Más dinamita para Obradovic y más problemas para un Laso que insistía en un Campazzo de nuevo titular y de nuevo irrelevante. Obradovic por su parte también repetía un movimiento inesperado de salida que ya puso en práctica ante Zalgiris dos días antes, dándole la titularidad a la torre jordana Duverioglu, pívot de rotación profunda en el sistema de Zeljko. De hecho el serbio repite el mismo quinteto que en semifinales (Wanamaker-Guduric-Kalinic-Vesely-Duverioglu), mientras que Laso hace un cambio respecto al partido ante CSKA, entrando un Causeur a la postre decisivo (aunque sus mejores momentos llegarían en la segunda parte) en lugar de un Jeff Taylor menos utilizado que en otras ocasiones. Con todo ello el Fenerbahce comenzó dominando (6-11, minuto 5), precisamente buscando a su gigante en la pintura. Causeur y Rudy espolean al Madrid a base de triples y sus compañeros les secundan. Los últimos 9 puntos del cuarto blancos llegan desde el 6.75 para poner un prometedor (teniendo en cuenta el contexto) 21-17.


Más prometedor es todavía el arranque del segundo cuarto, con cuatro puntos consecutivos que estiran el marcador hasta los ocho puntos para los de Laso. Y comienza el recital Melli. Siete puntos en un minuto del italiano enjugan la diferencia y el partido entra en una absoluta igualdad ligeramente rota por un triple de Sloukas en la última posesión turca para que los de Obradovic se retiren al descanso mandando en el marcador, 38-40. 
 

A la vuelta del descanso Causeur se viste de héroe inesperado. El bretón lidera al Madrid en un extraordinario tercer cuarto en el que firma 12 puntos y además combina con los pívots, Reyes y Ayón, para que el parcial de estos diez minutos finalice con un magnífico 25-15. Ocho puntos de ventaja para encarar el cuarto definitivo, una diferencia muy similar a la que conseguían dos días antes frente a CSKA (7 puntos en aquella ocasión) Melli con un 2+1 inaugura el último acto. El italiano finalizaría con 28 puntos, la anotación más alta en una final desde que se juega con este formato. Otro triple del ex de Brose seguía dando vida al Fenerbahce, pero el ala-pívot estaba demasiado solo. Una antideportiva de un desquiciado Vesely suponía dos tiros libres de Doncic y un triple de Carroll que ponían los quiméricos diez puntos de diferencia a falta de seis minutos para el final. Las constantes faltas personales por parte de ambos equipos llevaban el partido constantemente a la línea del tiro libre, con el Madrid dando mejores sensaciones que ante CSKA (aun así su 76.5%, con 26 de 34, no es para echar cohetes), pero el peligro venía con las expulsiones de Llull (dos seguidas ante Dixon y una en ataque frente a Wanamaker) y la posterior de un Doncic tan generoso que no tuvo reparos en ir con todo en una contra de Wanamaker. Quedaban 38 segundos para el final y los dos tiros anotados por el jugador de Philadelphia ponían un inquietante 80-75 en el marcador. Había partido. Jaycee Carroll, que llegaba a este partido con un increíble 44 de 45 en tiros libres, fallaba uno de sus dos lanzamientos y Dixon/Muhammed volvía a aparecer para con un triple meter el miedo en el cuerpo con un 81-78 a falta de 22.4 segundos. El desenlace del partido comenzaba a asomarse como épico, con un equipo madridista obligado a jugarse la décima copa de Europa con un quinteto de circunstancias. Sin LLull ni Doncic, con Campazzo tocado, al igual que Rudy, aquejado del hombro, con Causeur, Thompkins, y el habitual binomio de cambio de balonmano de Laso para ataque/defensa que es Carroll/Taylor. Se trataba de poner en pista los mejores manejadores de balón posible (y los más seguros en el tiro libre) No había lugar para un Walter Tavares decisivo hasta que Laso lo sienta a 1.50 del final. El primer caboverdiano en ganar una copa de Europa de clubes acaba siendo el jugador interior más utilizado por su entrenador en la gran final, con 21 minutos y 31 segundos en los que anota 8 puntos sin fallo (incluyendo sus dos tiros libres), 5 rebotes, 2 asistencias, 1 robo y un tapón para 15 de valoración, amén de su presencia intimidatoria cambiando tiros rivales (tiros rivales que por otro lado encuentran a Melli y su brillante 4 de 6 en triples) Causeur, hasta ese momento autor de 15 puntos e impoluto desde el tiro libre (4 de 4), recibe falta de Wanamaker cuando apenas han transcurrido unos 4 segundos. Al bretón le tiembla el pulso. Su primer lanzamiento se queda corto, soltando el brazo demasiado rápido. La presión haciendo efecto en un jugador que disputaba esta Final Four como una particular revancha. Sólo había vivido este escenario en 2016, cuando Perasovic devolvía al Baskonia a la mayor elite continental clasificándoles para la final a cuatro de Berlín, donde esperaba precisamente el Fenerbahce de Obradovic. En aquel equipo baskonista Mike James, Darius Adams y Adam Hanga acaparaban todo el juego exterior, hasta el punto de que Causeur apenas juega tres minutos, a pesar de la dureza de un partido que se resuelve con prórroga. Bien es cierto que llegaba recién salido de una lesión, pero que distinto ecosistema ha encontrado el francés en este Real Madrid coral, de constantes rotaciones, generosidad colectiva y sentido de equipo muy superior a aquel Baskonia basado en las individuales de sus jugones. Volvamos a ese instante congelado donde Fabien Causeur, hombre del partido, flirtea con el desastre de pasar de héroe a villano. Su segundo lanzamiento es mejor… pero igualmente falla, después de que el balón baile alrededor del aro. Es entonces cuando surge la figura de Trey Thompkins, el jugador que tuvo que abandonar a sus compañeros el pasado invierno por querer estar al lado de su madre enferma, para protagonizar la jugada clave de la décima Copa de Europa del Real Madrid. Una canasta icónica para vivir en el recuerdo eterno del madridismo como lo fuera aquel robo de Ricky Brown en la final de Recopa ante el PAOK de Salónica en 1992, también después de un fallo decisivo en el tiro libre de un compañero (Mark Simpson, en aquella ocasión) Nicola Melli, en uno de sus escasos errores del partido, se precipita al saltar por el rebote y es Thompkins quien llega desde atrás para palmear la bola y poner un 83-78 que parecía insalvable para los turcos. Pero un equipo campeón siempre muere matando.


Habría tiempo para dos redenciones más en los 18 segundos restantes, con Melli enmendando su error en el rebote y anotando a falta de 14 segundos. De nuevo con tres arriba Causeur recibe falta personal, la quinta de Datome, pero ahora no fallará, pese a que su primer lanzamiento también llora botando sobre el aro. El segundo no obstante entrará limpio. Al francés aun le quedarán fuerzas para perseguir por toda la pista a un Sloukas al que neutralizó por completo y que recibe un tapón de su par para cerrar el partido.



Causeur se quitó la espina de 2016



El Real Madrid alza su décima Copa de Europa, la tercera con el formato de liga europea, la segunda de Pablo Laso, y quizás la más meritoria de la larga historia madridista. Después de 36 partidos contra los mejores equipos del continente, y, sin necesidad de recordar el desgraciado curso en forma de lesiones y contratiempos que ha tenido que soportar Pablo Laso para mantener vivo al equipo en esta competición, simplemente fijándonos en el partido final ante Fenerbahce nos damos cuenta de la coralidad y química que ha instalado el vitoriano en este Real Madrid reinventado a partir de sus adversidades. Hay que poner en valor que los blancos levantan el título en una final en la que Sergio Llull juega tan sólo 12 minutos. Anthony Randolph, el gran fichaje de hace dos temporadas, se queda en 11. Su “cinco” de referencia, Gustavo Ayón, se queda en 14. Campazzo en 9, y por la expulsión de Llull, ya que realmente no estaba listo para esta Final Four tras su operación de rodilla. Laso da una lección de dosificación y maestría en la rotación. Ningún jugador llega a los 29 minutos (Doncic se queda en 28), y ninguno baja de los 9 (Campazzo, como hemos dicho) Los 12 jugadores participan, y sólo el base argentino se queda sin anotar. Habría que tirar de hemeroteca para encontrar un caso similar, pero simplemente recordando las últimas ediciones vemos que en la final de la pasada temporada Obradovic no saca a Mahmutoglu, Duverioglu y ese extraño “jarrón chino” que era Anthonny Bennett (un número 1 del draft de la NBA) hasta que no restan 72 segundos para el final de un partido que ya estaba decidido (ganaban de 19 puntos cuando el serbio hace el triple cambio que posibilita haber utilizado todo el roster) Itoudis en 2016 saca a Demetris Nichols de manera testimonial (6 segundos) y prácticamente se puede decir lo mismo de Dmitry Kulagin (1.21) En 2015, la primera Euroliga conquistada por Laso, es Facu Campazzo quien no juega ni un segundo en la final. En 2014 David Blatt gana con 9 jugadores (deja sin jugar a Andrija Zizic, Ben Altit, y el actual jugador de Estudiantes, Sylven Landesberg) En 2013 Bartzokas no utiliza a Gecevicius,al igual que hace Ivkovic en la final de 201, ambos siendo campeones con Olympiacos. En 2011, la última Euroliga que conquista Obradovic con Panathinaikos, los jugadores Tepic y Kaimakoglou aparecen al final del partido de manera testimonial, apenas 4 segundos. Y en la Copa ganada por el Barcelona de Pascual en 2010 son Jordi Trias y Jaka Lakovic quienes saltan a falta de un minuto cuando su equipo gana por 15 puntos. Nos hemos querido centrar sólo en esta década, pero si siguiéramos tirando hacia atrás estamos convencidos de que la tendencia sería la misma. Nunca, al menos en los últimos tiempos, ningún entrenador ha ganado una final utilizando tanta rotación. Laso ha sublimado el concepto de equipo.


Otro dato descomunal que deja en evidencia a quien quiera seguir negando la importancia del entrenador nos lo da la web de estadística avanzada Overbasket, según la cual Pablo Laso utiliza nada menos que 43 quintetos diferentes durante ambos partidos de la Final Four. Pero lo llamativo de verdad es que ninguno de los 20 utilizados ante el CSKA se repite ante Fenerbahce. Impresionante.


El Real Madrid gana su Copa de Europa más meritoria, ganando primero al equipo que mejor ataca y posteriormente al mejor en defensa. Dos estilos distintos, y en los dos una vez más la encomiable capacidad de supervivencia y adaptación para salir airosos del envite. Suben las prestaciones en todos sus apartados, y ante los dos trasatlánticos más mastodónticos del continente. De 86.23 puntos por partido en temporada regular a los 88.5 de media en la final a cuatro, 8.5 puntos más de media que CSKA y 10.5 que Fenerbahce. Impresionante sacrificio reboteador, con 40 capturas por partido (35.57 habían hecho en liga), empequeñeciendo a sus dos rivales. También han dominado en asistencias y tapones, y sólo en robos de balón no han sido los mejores del fin de semana (estadística en la que ha mandado Fenerbahce)


Calidad técnica, riqueza táctica, pero también dureza mental en un equipo que presume de ser familia. Las emocionadas palabras de Laso a sus jugadores en el vestuario del Palacio tras el cuarto partido que daba billete a la final a cuatro después de la durísima serie frente a Panathinaikos, en la que les recordaba todo por lo que habían pasado durante el curso, cobran ahora más sentido que nunca. Escribíamos hace un año en una entrada titulada “El castillo de naipes” sobre la injusticia (una vez más) que se estaba cometiendo por parte de algunos aficionados que pedían la cabeza de Laso después de caer en la Final Four de Estambul ante un Fenerbahce superior y favorito para cualquier analista serio (repetimos, para analistas serios, no para los que se quedan en “somos el Madrid y somos los más guapos, más altos y más fuertes”) Que no se puede ganar siempre es una obviedad tan evidente que no creo que a ningún seguidor del deporte que tenga más de 4 años haya que explicarle. Se trata de sobrevivir, adaptarse, reinventarse… y después de haber hecho ese trabajo, quizás reinar. En ninguna competición se hace más evidente aquello de que para ganar finales primero hay que perderlas que en Euroliga (y no hay más que fijarse en la trayectoria de los últimos equipos campeones de este torneo, Olympiacos, Maccabi, CSKA, Fenerbahce, Real Madrid… todos ellos pierden al menos una final con el proyecto y entrenador que fuera vigente en aquel momento para poco después levantar el título), hay que tener cierto callo, cierta dureza adquirida con la derrota para ganar una competición de esta dificultad y no ser tan estúpido como para desandar el camino andado y querer empezar de cero. 


Y Laso ya lleva mucho andado.



Temporada de sufrimiento. Final feliz.



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