Cinco años de espera bien merecieron la pena para
disfrutar de uno de los torneos continentales más espectaculares que podamos
recordar. Vamos a tratar de realizar un pequeño repaso a este Eurobasket
basándonos en los tópicos de las decepciones y las sorpresas, y pasando más por
alto las selecciones que, digamos, han cumplido y si bien no han sido capaces
de romper su particular techo tampoco pueden considerar su paso por el torneo
un fracaso.
Antes de nada y ya que no nos dio tiempo a completar
nuestro power ranking particular (lo dejamos en los primeros diez equipos) les
recuerdo que en el podcast especial de Zona 3-2 ( https://www.ivoox.com/especial-eurobasket-2022-audios-mp3_rf_91686970_1.html
) pueden escuchar esa clasificación previa entera, del 1 al 24, para demostrar
así lo errados de nuestros pronósticos respecto a las posibilidades de algunas
selecciones (especialmente Polonia)
Ya entrando en materia, quizás la gran decepción sea
Eslovenia, por caer precisamente ante una selección de un rango a priori tan
inferior como Polonia. Después de dominar el bien llamado “grupo de la muerte”
(de hecho dos de los semifinalistas salieron de ese grupo B), con cuatro
victorias y una sola derrota ante una sorprendente Bosnia Herzegovina, parecía
que tenían un camino franco hasta las semifinales, con Bélgica en octavos y el
vencedor del Ucrania-Polonia en cuartos. Los leones de Dario Gjergja ya
avisaron de lo que le iban a costar avanzar, cuando entraron al último cuarto
con un marcador apretado e incluso todavía siendo capaces de ponerse por
delante a falta de nueve minutos, pero un parcial de 17-0 liderado por Doncic (5
puntos y 3 asistencias durante dicho parcial) rompió el partido para llevarlo a
ese 88-72 final. Habían sufrido pero ya estaban en unos cuartos de final que
nos dejaron el resultado más sorprendente de todo el torneo, con el 87-90 que
dejaba a los hasta el momento vigentes campeones fuera de la lucha de las
medallas. Doncic, lesionado y eliminado por faltas viendo los últimos tres
minutos desde el banquillo, fue injusto blanco de las críticas, cuando él mismo
ha sido el primero en arogarse todas las responsabilidades del batacazo de su
equipo. Luka no es un superhombre y cabe plantearse si podremos seguir
disfrutando del mejor jugador europeo de este siglo con esta regularidad
durante todo el año. No obstante su torneo ha sido una vez más superlativo,
dejando una actuación especialmente estratosférica ante Francia (47 puntos,
segunda mayor marca de la historia tras los 63 del belga Eddie Terrace en 1957)
Doncic entonó el mea culpa. |
Decepción también en los otros dos rosters liderados por las otras grandes estrellas NBA. Serbia de hecho no fue siquiera capaz de pasar la primera ronda eliminatoria, si bien en su debe puede decir que su rival, Italia, tiene más caché que Polonia, pero tratándose del gran favorito para la FIBA (nosotros les pusimos segundos) el fracaso es evidente. Tras una fase de grupos que fue un paseo, cuando llegó la primera prueba de fuego la apuesta de Pesic por basarlo todo en el eje Micic-Jokic colapsó, con el base de Efes naufragando ante la defensa de los de Pozzecco (1 de 8 en triples) No creo que sea ventajista ahora acordarse de Teodosic, es que Teodosic tiene calidad de sobra para estar en el roster serbio y fue una decisión de Pesic dejarle fuera basado en cuestiones más jerárquicas que estrictamente deportivas. La Grecia de Antetokounmpo por su parte se la pegó frente a una grandísima Alemania, después de un torneo atractivo (ha sido el equipo máximo anotador con 92,3 puntos de media) en el que junto a Serbia fue el único equipo invicto de fase de grupos, se encontró con una correosa Chequia en octavos, a la que supero no sin dificultades, para luego sucumbir ante una Alemania más coral y física (tremenda la diferencia en el rebote, 32 a 46 para los germanos) Anteto, eso sí, ha acabado siendo el jugador con mejor valoración media (32.7) y anotación (29.3) del torneo, lo que le ha valido para ser integrante del mejor quinteto del campeonato. Hay que remontarse a 2013, con Goran Dragic, para encontrar un jugador que sin estar en semifinales entra en dicho quinteto (aunque en aquella edición se jugaban partidos para delimitar la clasificación final, en la que Eslovenia fue quinta) Lituania podría considerarse otra decepción dadas sus expectativas y calidad del roster, claro que vivir en el grupo B ya condicionaba un tanto sus posibilidades y caer a la cuarta plaza les llevó a enfrentarse con los a la postre campeones. Vendieron muy caras sus derrotas ante Francia, Eslovenia y Alemania (tras doble prórroga) y vencieron fácil a Hungría y Bosnia Herzegovina. España sólo pudo superarles también en la prórroga, de modo que parece que les ha faltado un punto de competitividad en los momentos decisivos. A nivel individual, Valanciunas sigue siendo el auténtico jefe, y Domantas Sabonis vuelve a estancarse con la elástica nacional y no acaba de ser el segundo espada esperado.
Otras pequeñas decepciones, a menor nivel, las podemos
encontrar en República Checa, pese a su buena imagen en octavos ante Grecia, pero
por contra en la fase de grupos de Praga en la que ejercían de anfitriones
quedaron cuartos, pasando a los cruces gracias a una victoria ante Holanda, que
se daba por descontado, y a saber reaccionar a tiempo en la “final” ante
Israel. Claro que más decepcionante es el caso precisamente de los hebreos,
incapaces de clasificarse en un grupo asequible. Otros anfitriones como Georgia
también decepcionaron al no pasar de fase en un grupo como el A que también
parecía de los más fáciles, más allá de la lesión de Shengelia. Casos como el
de Turquía o Croacia parecen ya no tener remedio, volviendo a decepcionar a la
hora de la verdad. Especialmente sangrante es el caso de los de Mulaomerovic,
selección plena de talento pero presa de una apatía constante. Por último, ¿podemos
meter a Francia en el grupo de las decepciones?, al menos sí parece claro que
su torneo deja una sensación agridulce. No parece justo hablar de fracaso en
una selección que se acaba colgando la plata, pero viendo como sus principales
rivales por el oro (Serbia, Eslovenia, Grecia…) iban besando la lona, parecía
que se encontraban ante una oportunidad única para volver a subirse a lo más
alto del podio continental, y en una edición con un aroma mucho más histórico
que aquella de 2013. Una vez más España ha sido su bestia negra. Más allá del
resultado final, que es tan brillante como esa plata que han conquistado, su
juego no ha acabado de convencer y se han empeñado en vivir en el filo
demasiado tiempo. Victorias ante Hungría (con susto final), Bosnia Herzegovina
y Lituania en fase de grupos, con una derrota inapelable ante Alemania e
incapaces de sujetar a Doncic en su duelo ante Eslovenia. Antes de llegar a
unas cómodas semifinales ante Polonia, Turquía e Italia (esos tiros libres de
Fontecchio) les llevaron a la prórroga. Además queda su mala imagen no
permaneciendo en la entrega de medallas a España, y el vergonzoso caso Heurtel,
quien había asegurado que no firmaría por el Zenit de San Petersburgo para
poder disputar el Eurobasket, para una vez finalizado el torneo conocer la
noticia de que ya estaba hecho, confirmando que es el mayor embustero y
elemento tóxico del actual baloncesto europeo.
Y vamos con lo positivo. Evidentemente España escribe
una de sus páginas más gloriosas en la historia del baloncesto nacional. Con un
roster renovado a la fuerza, más parecido a una convocatoria de ventanas FIBA
que a un gran torneo de verano, y con el (admitámoslo así) paso atrás que
supone la nacionalización de Lorenzo Brown para paliar las carencias en el
base. De hecho Lorenzo, incluido en el mejor quinteto (y absolutamente letal en
octavos ante Lituania y semifinales frente a Alemania con 28 y 29 puntos
respectivamente) es el único jugador con cierto peso y minutaje y rol de
titular entre los NBA y Euroliga (lógicamente los Hernángomez y Garuba, aunque
actualmente residuales en Estados Unidos, en Euroliga serían jugadores con
muchísimos minutos en cualquier club) El oro español, al margen de lo épico y
sorpresivo en la cancha, está plagado de pequeñas historias personales, como la
de Alberto Díaz, uno de los primeros descartes y posteriormente repescado tras
la lesión de Llull con un rol defensivo muy claro pero que ha sabido explotar
muy bien sus opciones en ataque, especialmente cuando se ha visto flotado por
los rivales, pero también a la hora de encarar aro tirando de “bombitas”.
España ha explotado de inicio el juego interior con un soberbio Willy, a la
sazón MVP del torneo (17.2 puntos con un 63.7% en tiros de campo, y 6.9 rebotes
por partido, 19.7 de valoración media… en sólo 21.7 minutos por encuentro), y a
partir de ahí y aprovechando como las defensas rivales se cerraban sobre
nuestros pívots los exteriores comenzaron a aprovechar sus ocasiones. Lorenzo
Brown ha finalizado con un brillante 46.2% en tiros de campo, pero es que
Alberto se ha ido nada menos que a un 52.9%. Números impropios para los bases. Lorenzo
y Alberto han sido, qué duda cabe, “la extraña pareja”, un matrimonio de bases
con el que nadie hubiera podido contar hace un año pero que se ha convertido en
la pareja de moda del torneo. El gen competitivo del ADN español se ha
demostrado que no es un tópico, y la pizarra de Scariolo ha hecho el resto. Eso
sí, con la inestimable ayuda de un equipo técnico en el que ha sobresalido la
figura de Luis Guil, especialista en la tarea defensiva.
Las pizarras del oro |
Hablando de pizarras, la del canadiense Gordon Herbet
en su debut con la selección de Alemania ha brillado considerablemente. Por
momentos han parecido invencibles, realizando el mejor baloncesto del torneo y
mandando en la mayoría de los partidos. Schroder se ha redimido como líder,
quitándose el regusto amargo de 2015, cuando sus fallos en los tiros libres
también como anfitriones en Berlín abrían el camino de España a las
eliminatorias y dejaba a los alemanes en la cuneta de la primera fase. Supera
su techo de 2017 cuando no pasaron de cuartos, también con España como
verdugos. No obstante la gran noticia en el roster alemán está en Franz Wagner
y ese perfil de unicornio que pudiera recordar levemente al mito Nowitzki (ojo
a su 19 de 41 en triples acumulado durante el torneo), con 21 años sus 15.2
puntos y 4 rebotes por partido hacen concebir esperanzas en el baloncesto
germano sobre un nuevo líder que les pueda llevar a algún escalón del podio
incluso más alto que este reciente bronce.
Polonia se queda fuera de los metales pero ha
protagonizado otra de las grandes historias del torneo. No llegaban tan lejos
en un Eurobasket desde la década de los 60, cuando lograron tres medallas
consecutivas en los mejores años del baloncesto polaco. Pese a las palizas
recibidas por Serbia y Finlandia supieron rentabilizar sus victorias ante
Holanda, Chequia e Israel para obtener un buen cruce en octavos ante Ucrania, y
después dar la gran campanada del torneo con su victoria frente a Eslovenia,
cincelada en un Mateusz Ponitka extraterrestre. Descomunal triple-doble de 26
puntos, 16 rebotes y 10 asistencias, el tercero en la historia del torneo pero
el primero en cruce eliminatorio. Kukoc en el 95 se lo hace a una Finlandia que
acaba sin ganar un partido en la fase de grupos y el rumano Mandanche en el
último Eurobasket lo hace ante Montenegro también en fase de grupos en un
partido que su equipo pierde de 17 puntos.
¿Podemos hablar de una selección que cayendo en fase
de grupos se va a casa como una de las sensaciones del torneo?, sin duda es el
caso de Bosnia Herzegovina. Pese a estar en el complicadísimo grupo B llegaron
a la última jornada con todas las opciones, jugándose el pase ante una Lituania
a la que obligaron a dar su mejor cara. Un país necesitado de alegrías
baloncestísticas que nos sigue poniendo la piel de gallina cada vez que
recordamos lo sucedido en 2015 cuando la selección U16 liderada por Musa ganó
el oro europeo llevando a las calles de Sarajevo a miles de aficionados a
celebrarlo. Hablamos de un campeonato cadete. Claro que si hablamos de
alegrías, para Ucrania simplemente estar ahí ya ha sido un éxito y una pequeña
válvula de escape para un país europeo que sigue viviendo una injusta e
injustificada guerra, pero además ganaron los tres primeros partidos del torneo
(entre ellos a Italia) y pasaron con nota la fase de grupos. Los casos de
selecciones como Italia o Finlandia dejan una sensación final de cierta tibieza
tirando a calor, sobre todo en el caso de los fineses. Por primera vez alcanzan
unos cuartos de final, pero más que una sorpresa parece una consecuencia del
trabajo bien hecho y el crecimiento del baloncesto del país nórdico en los
últimos años. Markkanen, un superclase al que siempre se le ha puesto bajo
sospecha en la NBA, trituró a cada uno de sus rivales, especialmente a Croacia
en el partido que rompía el techo finés de octavos de final (43 puntos y 9
rebotes) Para Italia llegar a cuartos de final tampoco supone ninguna sorpresa,
y se van con el regusto amargo de incluso haber podido llegar más lejos, pero
el retorno del baloncesto transalpino a la élite es una realidad y dejan como
punto álgido su victoria de octavos ante Serbia, con aroma a épica y Pozzecco
expulsado por los árbitros entre lágrimas.
Pozzecco y la épica |