miércoles, 16 de enero de 2019

TALIBANISMO






Pesic y Laso, dos filosofías. Un mismo deporte.









El debate (no exento de polémica está servido) Las categóricas declaraciones de un rejuvenecido y marchoso Svetislav Pesic no han dejado indiferente a casi nadie y han reabierto un debate a día de hoy particularmente intenso debido a las animaladas ofensivas que vemos en la NBA noche sí y noche también. Debate absurdo en nuestra opinión, ya que consideramos que un buen amante de este deporte debe ser capaz de apreciar y disfrutar este juego en sus distintos contextos sin menospreciar a nada ni nadie, pero precisamente este es el objetivo de nuestra entrada de hoy, denunciar el talibanismo de quienes atacan un baloncesto, de quienes en definitiva hacen resta y no suma.  




El veterano entrenador germano-serbio acusó literalmente a la NBA de no ser baloncesto. No es la primera vez que desde Europa se desprecia la liga profesional del país que ha inventado este deporte, pero si ha sido una de las ocasiones en las que el altavoz ha sido mayor, en vísperas de jornada de Euroliga y de enfrentarse precisamente a uno de los entrenadores estadounidenses más prestigiosos, Rick Pitino, el único técnico que ha llegado a la Final Four de la NCAA con tres “colleges” diferentes y quien a sus 66 años dirige por primera vez a un equipo europeo, tras la destitución del español Xavi Pascual en Panathinaikos. Las reacciones en las redes sociales, ese termómetro disparatado de la sociedad, no se hicieron esperar, y como es habitual abundaron los tópicos sobre el baloncesto profesional estadounidense. Tópicos basados principalmente en la escasa defensa, la prevalencia del físico sobre la técnica, la falta de táctica en el juego y el excesivo individualismo. Tópicos todos ellos fácilmente desmontables y que cualquiera que sin prejuicios siga la NBA actual (que dicho sea de paso vive una nueva edad dorada) no comparte. Curiosamente quienes desprecian la que desde aquí consideramos mejor liga del baloncesto del mundo admiten no seguirla ni ver los partidos, pero eso no es óbice para que den su opinión sobre algo que no ven, al contrario, precisamente el hecho de que no ven NBA refuerza su teoría de que es una liga estéril, un sucedáneo baloncestítico lejos de las auténticas esencias que podemos encontrar en las canchas europeas. 




¿Hay que volver a explicar que en un baloncesto en el que predomine el ritmo alto aumentan el número de posesiones por equipo, el número de lanzamientos, y por supuesto la cantidad de puntos? No hace falta irse a la NBA, sin salirnos de Europa equipos como CSKA y Real Madrid (hablamos de dos de los equipos dominadores del baloncesto continental en la década actual) si jugasen 8 minutos más por partido (es decir, los 48 que se juegan en Estados Unidos) estarían en unos guarismos de anotación similares a la mayoría de los equipos de la NBA. ¿Acaso en Euroliga no se defiende? Es más, los equipos basados en un ritmo alto y contrataque como primer arma ofensiva son precisamente quienes más ahogan al rival en defensa, siguiendo el viejo axioma de “defensa, rebote y contrataque”, intentando incluso llegar más lejos, “defensa y contrataque”, que no haya rebote porque… no haya tiro, recuperar el balón cuanto antes, presión en las líneas exteriores (recuerden cuando Laso ponía a un pívot como Slaughter a presionar a toda cancha, o como Ayón sale continuamente a hacer ayudas exteriores en defensa) y “morder” al jugador rival que lleva el balón. Ritmo alto en ataque… y en defensa. Resulta sonrojante la crítica a la defensa en el baloncesto NBA cuando precisamente el principal hándicap de los jugadores europeos a su llegada a Estados Unidos en su debilidad defensiva (Pau Gasol no pudo desprenderse del doloroso mote de “GaSoft” hasta las finales de 2009, en las que su defensa ante Dwight Howard fue clave para el primer anillo del mejor jugador español de todos los tiempos)   



Pau, sufriendo atrás.





Cuando Pitino fue cuestionado acerca de la boutade de Pesic recordó como hace años el comisionado David Stern (auténtico culpable de la nueva explosión NBA en todo el globo) le citó junto a otros entrenadores del prestigio de Chuck Daly, Larry Brown (por cierto, dos ejemplos de entrenadores incuestionables en el apartado defensivo) o Pat Riley preocupado por la baja anotación en la NBA. Años de una liga en horas bajas cuyo epítome puede encontrarse en las finales de 1999 entre San Antonio y New York, posiblemente las peores finales de la historia y en las que en el partido definitivo ninguno de los equipos llegó siquiera a los 80 puntos. Un desastre reflejado en las escasas audiencias y poca repercusión mediática. Fueron años grises para este deporte a ambos lados del Atlántico (una temporada antes la Kinder de Bolonia había ganado la Copa de Europa en una deplorable final ante el AEK de Atenas resuelta por 58-44), años felizmente olvidados, sepultado aquel baloncesto que vaciaba pabellones y aburría a los espectadores por un basket actual que ha vuelto a recuperar la alegría del juego y el deseo de ganar anotando una canasta más que el rival, siempre, y esto no nos cansaremos de repetirlo, precisamente a través de una gran defensa y obsesiva intención de recuperar el balón cuanto antes. Volviendo a los recuerdos de Pitino, admite que una de las decisiones tomadas para reconducir la NBA fue la de ser más severos en la aplicación del reglamento respecto a los contactos y las faltas personales. El adjetivo que Pitino usó para definir ese nuevo baloncesto fue literalmente “más fino”. Un basket en el que ya no valdría todo con tal de evitar la canasta, contradiciendo por tanto a quienes hablan de una NBA eminentemente física y no técnica. Todo lo contrario, el físico ya no puede con la técnica en la NBA. Jugadores tan escasos de técnica individual como Rick Mahorn, Kurt Rambis, o incluso Dennis Rodman, quienes fueron piezas claves en distintos campeonatos, difícilmente tendrían sitio en la NBA actual. El jugador de un perfil más parecido, digno sucesor de esta línea genealógica, podría ser Draymond Green, quien no obstante posee una visión y sentido del juego muy superior a sus antecesores (se podría comparar a ellos en todo caso, si de carencia en técnica individual hablamos, en sus limitaciones en el lanzamiento a canasta) 




Respecto al individualismo, no hay nada que haga pensar que el baloncesto actual (o la NBA actual) haya acentuado este rasgo del juego. En todas las épocas siempre ha habido un jugador referencial en anotación, cambia en todo caso la posición predominante a la hora de buscar los puntos. No sé si quienes acusan a la NBA actual de fomentar el individualismo se hubieran rasgado las vestiduras en redes sociales, de haber existido, cuando los grandes pívots como Wilt Chamberlain lanzaban más de 40 tiros por partido (39.5 por noche llegó a lanzar el astro de Philadelphia en la temporada 1961-62, curso al que pertenece su mítico partido de los 100 puntos) A partir de la “dictadura” en el juego de Michael Jordan en los 90 (conociendo anteriormente exteriores como Julius Erving o Isiah Thomas que ya anticipaban el dominio del juego desde fuera de la zona, y obviando casos como los de “Magic” Johnson o Larry Bird, cuyo lugar de influencia en la pista estaba fuera de clasificación alguna) los focos de anotación cambian buscando ese diabólico “jugón” exterior que se las tira todas. Jordan, quien continúa siendo el mayor mito intocable de la historia de este deporte y de quien cuestionar que ha sido el más grande de todos los tiempos es poco menos que herejía, finaliza su carrera con 22.9 tiros de campo por partido. Tampoco están nada mal los 21.8 de Allen Iverson, los 19.5 de Kobe Bryant, o incluso los 18.8 de John Havliceck (alero anterior a Jordan y cuyo nombre evoca las esencias de aquellos gloriosos y casi invencibles Celtics de los 60) Todos ellos con una media de tiros de campo por partido superior a la de “chupones” actuales como Russell Westbrook (18.5), Stephen Curry (17) o James Harden (16.6), por citar los posiblemente tres exteriores con más brillo anotador de la NBA actual, en una época en la que, por otro lado, el número de posesiones y de tiros es mayor, con lo cual el porcentaje de lanzamientos por partido en relación a sus compañeros de equipo es sensiblemente inferior al de Jordan, Iverson o Kobe (como es habitual, todos estos datos los hemos sacado de Basketball Reference) No, en la NBA actual no se “chupa” más que antes. 




Pero estadísticas que más o menos pueden alumbrar la realidad del baloncesto actual al margen, lo que resulta desolador es ver a algunos aficionados despreciar el baloncesto de ritmo alto, rápido y vertiginoso que finalmente es el que hace que los chavales se enganchen a este deporte. No nos engañemos, siempre serán necesarios unos Isma Santos o Bruce Bowen, pero… ¿cuándo éramos niños queríamos ser ese tipo de jugadores o Drazen Petrovic y Michael Jordan?   




El polémico Javier Clemente decía que para él los mejores partidos de fútbol eran los que acababan 0-0, porque no había fallos. Poco importa llenar los 90 minutos de paja y bostezos en los que no suceda nada. Igualmente hay aficionados que parecen añorar aquel insulso baloncesto de los 90 en las que las posesiones se alargaban hasta la extenuación y la alarma del reloj de posesión sonaba una decena de veces por partido, mientras el entrenador de turno echaba una reprimenda (cuanto más pública mejor, para dejarlo claro) al insensato jugador que se atreviese a correr un contrataque o lanzar a canasta tras un solo pase por mucho que se encontrase totalmente solo debido a que la defensa rival no estuviese formada. 




Cuando nació este blog, hace ya casi ocho años, reconocimos nuestro amor por ambos baloncestos, FIBA y NBA (extensible al resto de baloncestos del planeta), ambos tan disfrutables y con tanto que ofrecer al aficionado, sobre todo a día de hoy cuando se ha reivindicado este tipo de juego. Insistimos en que los equipos europeos actualmente también abrazan estos postulados. Comparemos épocas. La última final de Euroliga disputada hasta la fecha (Real Madrid 85 – Fenerbahce 80) arroja en su box score el dato de 116 lanzamientos de campo y 54 tiros libres entre ambos equipos. Volvamos 20 años atrás, a la ignominiosa final entre Kinder de Bolonia y AEK de Atenas (58-44 para los italianos): 97 tiros de campo y 44 libres. Una veintena de lanzamientos menos y una decena de tiros libres menos de diferencia en 20 años en el partido más importante a nivel de clubes en Europa. Esta es la realidad del baloncesto actual. En 2014, en las finales entre San Antonio y Miami, los de Popovich dejaron en el tercer partido un primer cuarto para el recuerdo, para la historia, anotando 41 puntos ese parcial con un 75.8% en tiros de campo en toda la primera parte. Repito, en unas finales ¿Alguien se atreve a decir que los LeBron, Wade y compañía no querían ganar ese partido? ¿No será que estamos asistiendo a una época irrepetible, de una calidad extraordinaria? 




Una pena pues el negacionismo de algunos aficionados ante esta nueva era histórica. No saben lo que se pierden. 





Harden y su exhuberancia anotadora. Blanco habitual de las críticas de los talibanes.






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