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viernes, 8 de diciembre de 2023

IN-SEASON TOURNAMENT, PRIMERA PÁGINA EN UNA NUEVA HISTORIA

 






No ha quedado mala final para la primera edición del In-Season Tournament, personalmente hubiera preferido un Milwaukee-Lakers por ver un Anteto vs. LeBron que, cosas mías, son posiblemente los dos jugadores actuales a los que tengo más aprecio y simpatía (con LeBron son ya 20 años, claro), curioso que siendo Indiana quizás el estado más devoto de este deporte, algo así como la Lituania de Estados Unidos, su único equipo de baloncesto profesional nunca ha ganado la NBA, aunque fuera la franquicia más laureada de la extinta ABA (ganaron tres ediciones de las nueve disputadas en aquella liga tan loca y peculiar) y si han campeonado en la conferencia Este, en el año 2000, perdiendo las finales por el anillo precisamente ante los Lakers de Shaq y Kobe que comenzaban así su particular trilogía de tres títulos consecutivos antes de que la lucha de egos entre el pívot y el escolta provocase la salida de O'Neal hacia Miami después de perder las finales de 2004 ante Detroit (¡ay, qué tiempos aquellos para la MoTown!), curiosamente el primer título ABA de Indiana Pacers fue ante un equipo angelino, los Stars, que acabarían asentándose años después en Utah. Otra curiosidad sobre Indiana, o más concrétamente su capital, Indianapolis, sede de los Pacers. El único mundial de baloncesto disputado en Estados Unidos fue en esa ciudad, en el año 2002, con aquel triste (para ellos) partido de cuartos de final ante lo que todavía se llamaba Yugoslavia (aunque eran todos serbios, excepto creo el montenegrino Drobjnak) en un Conseco House con más aficionados balcánicos que estadounidenses en las gradas. Ni el misticismo de Indiana consiguió que Estados Unidos pudiera tomarse un serio un torneo internacional de selecciones que no fueran unos Juegos Olimpicos. Sobre estos Indiana, posiblemente sea el equipo más atractivo de ver ahora mismo, los herederos (salvando todas las distancias) del baloncesto de ritimo alto y tiro rápido en cualquier situación buena, sin necesidad de juego interior, más allá de Turner, pero con unas posibilidades en bases y aleros superior a cualquier otro equipo. Por encima de todo Halliburton, claro, un killer capaz de reventar partidos, producir estadísticas, y cargarse a los presuntamente dos mejores equipos del Este, Boston y Milwaukee, pero también un jugador que mejora todo lo que tiene a su lado... podemos tomar el caso de Obi Toppin, otro jugador totalmente distinto al que era en Nueva York cuando se ha puesto al lado de Halliburton... y en sentido inverso, el caso de un Chris Duarte que ni por asomo en Sacramento recuerda al jugador que sorprendió en Indiana. Y por supuesto el otro gran nombre es el de Rick Carlisle, uno de esos ejemplos de "adaptación al medio", ya no es cuestión de recordar una de las carreras más exitosas en los banquillos NBA cuyo punto culminante es el anillo con Dallas en 2011, frustrando el primer asalto al título del Miami de LeBron, Wade y Bosh, es que simplemente podemos recordar su anteior etapa en Indiana, aquel 2004 con el mejor record de la temporada (61-21) cayendo en finales de conferencia ante los Pistons a la postre campeones y aquello era un baloncesto totalmente distinto, granítico, espeso, duro, de músculo atrofiado donde la muñeca de Reggie Miller era como una flor capaz de crecer en medio del cemento... eran los últimos años del hormigón armado, cuyo epílogo sería meses después. Si la matanza de Cielo Drive por parte de la Familia Manson fue el fin del "sueño americano", la trifulca en Noviembre de 2004 en el Palace de Auburn Hills entre Detroit e Indiana, fue el paroxismo de un baloncesto que ya resultaba insoportable y que sólo pueden reivindicar nostálgicos de escaso criterio que (quizás afortunadamente, y allá ellos), dejaron de seguir este bendito deporte. Carlisle fue testigo de primera mano, todavía en el banquillo de Indianapolis. y habiendo comandado dos años antes el de los de Michigan. Eso era Carlisle, aquel Este puro y duro de Riley convertido al lado oscuro primero en Nueva York y posteriormente en Miami. Ni hablar de "showtime". Nada que ver con estos Pacers actuales que lideran la NBA en todas las estadísticas ofensivas, empezando, claro, por puntos por partido, nada menos que 128.4, pero ojo que en una liga tan constricta en este tipo de números, sacarle casi seis puntos a los segundos (los 122.7 de Atlanta) es una burrada. De hecho te tienes que remontar a la diferencia entre Houston en el puesto 25 (110.1 puntos por partido) y Detroit en el 26 (108.8) para encontrar la siguiente mayor difrencia, 1.3 puntos por partido... Indiana lidera sacándole 5.7 puntos por partido al segundo equipo más anotador. Encajan 119.9, claro, el tercer peor equipo encajando puntos, aunque su net rating, la difrencia de ratio entre ataque y defensa, novenos con +3.4. Horribles en el rebote, penúltimos, sólo Washington rebotea menos que ellos. Y con todo sigue siendo el equipo que más apetece ver. Porque además verlos obliga a olvidar a esos números atrás, porque no conceden nada, porque encajan y pierden rebotes pero los luchan. Por eso nadie les ha echado de la pista, excepto Boston en la cuarta jornada, con esa escandalosa derrota por 51 puntos (en un partido en el que no estaba Halliburton, por cierto), el resto de sus ocho derrotas ninguna se ha ido por más de la decena de puntos.

 

Sobre Lakers, bueno, está LeBron, y ya sólo eso me hace tifar por ellos. Son 21 años así. Independientemente del hype de su llegada, sólo comparable que yo pueda recordar al de Wembanyama, a mí un tío me gana cuando, valga la redundancia, literalmente me gana. Los primeros play offs de LeBron en 2006 ya eran un aviso, nos lleva a siete partidos a aquellos Pistons que nos sabíamos de memoria (Billups- RIP Hamilton-Prince-Rasheed-Big Ben) Al año siguiente nos pasa por encima. Con 2-2 en el quinto partido nos mete 48 puntos, y a mí sólo me queda rendirme ante el Rey. Es cuando juega sus primeras finales, en las que San Antonio les barren, pero nos deja esa foto con Tim Duncan abrazándole y diciéndole algo así como “tranquilo, te vas a hartar de jugar finales”. Y así ha sido durante más de dos décadas aguantando un “haterismo” incomprensible. Nunca he visto un jugador de una calidad semejante que ante cualquier nueva hazaña alguien la pusiera en duda, hablase de Jordan, de la escasa calidad de las defensas, o cualquier argumento de trampas al solitario que quien quiera pueda hacerse para negar la realidad palmaria de que cada día que LeBron James pisa una cancha de baloncesto asistimos a historia de este deporte. ¿Qué sentido tiene ponerse en ese bando negacionista?, ¿qué más tiene qué hacer este señor para ganarse algo parecido a un respeto unánime, a un consenso cuándo su juego y carrera no ofrece dudas para cualquiera que tenga ojos y cerebro?

 

Y bueno, finalmente llegan a la final los dos equipos que se clasificaron como primeros para la ronda final de este novedoso torneo, y ambos con matices diferentes. Lo de Indiana ha sido consecuencia de su juego, jugando como lo están haciendo ese, primero 3-0 que les clasificaba matemáticamente como primer equipo del Este en hacerlo, y luego 4-0 para hacerlo como primero de grupo con factor cancha, no debería sorprender. Consecuencia de un juego y de un proyecto ya consolidado (ahí están los pocos minutos de su rookie estrella, Jarace Walker… pero es que los años en los que fogueaban a los jóvenes ya pasaron, y ahora que se suba quien pueda, como supo subirse Mathurin una temporada pasada en la que hasta las últimas jornadas tuvieron opciones de play-inn, y así es como crecen los jugadores, no acostumbrándoles a perder por 30 puntos en base a insoportables reconstrucciones y “process” que tanto estamos sufriendo desde hace años los seguidores de Detroit), mientras que Lakers, con idéntica trayectoria (primer equipo del Oeste en ponerse 3-0 y asegurar pase a cuartos, y posteriormente cerrar invictos), han sabido seleccionar esos partidos en el calendario, alternando esas cuatro victorias con derrotas por paliza ante Philadelphia u Oklahoma City. Hoja de ruta de un equipo veterano que sabe dosificarse y reservarse para las grandes citas, porque desde luego no tienen el futuro de Indiana.

 

Lo dicho, no ha quedado mala final para la primera edición del enésimo nuevo invento de la mejor liga del mundo.


sábado, 8 de julio de 2023

EL VIAJE DE JOKIC

 


Cuando Nikola Jokic era elegido en el draft de 2014 en las profundidades de la segunda ronda absolutamente nadie podía haber pronosticado que Denver se hacía con los derechos de un doble MVP de temporada y un MVP de finales (y de finales de conferencia) en el primer anillo en la historia de la franquicia de Colorado. El puesto 41 con el que fue seleccionado era de tan escaso interés que mientras se anunciaba su nombre la ESPN, cadena encargada de retransmitir el evento, pasaba unos comerciales por las pantallas de los hogares estadounidenses, en concreto de la franquicia de “fast food” Taco Bell, como si fuera la primera broma del bautizado Joker (ocurrencia del ya retirado Mike Miller, quien en sus últimos años de carrera coincidió con el genio serbio y al parecer le resultaba más fácil llamar a su compañero como el villano de Batman que con su apellido balcánico) Y es que además de una mente privilegiada para leer cualquier defensa rival, una de las primeras características que definieron al jugador de Sombor fue la de su adicción a ciertos productos alimenticios de dudosa idoneidad para un deportista de élite, especialmente la Coca-Cola, de la cual llegó a consumir la ingente cantidad de tres litros al día.

 

El desembarco de europeos en la NBA en los últimos tiempos, una vez echada abajo la puerta gracias a los Sabonis, Petrovic, Marciulionis y Kukoc en la década de los 90, ha conocido dos vertientes desde la que han llegado algunos de los grandes dominadores en el siglo XXI. Por un lado los que venían con cierto “hype”, muy justificado en ocasiones (Pau Gasol, número 3 en 2001 después de poner la ACB a sus pies… Luka Doncic, también 3 en el 18 tras llevar a Eslovenia a ganar un Eurobasket o al Real Madrid al título europeo… y por supuesto Victor Wembanyama, previsible número 1 de 2023 sin el currículo de los anteriores pero llevando el concepto de “unicornio” varios niveles más allá), y en otras incomprensible (el segundo puesto de Darko Milicic en 2002 como mayor ejemplo y oprobio histórico para una franquicia del pedigrí de Detroit Pistons), por otro los “tapados”, jugadores desconocidos ya no sólo para el aficionado estadounidense sino incluso para el europeo, exóticas apuestas para mayor gloria del “scout” con buen ojo. Un Tony Parker que no pasaba de ser una promesa del basket francés (número 28 en 2001), o los Nowitzki (número 9 en el 98) o Antetokounmpo (elegido el 15 en 2013) quienes siquiera llegaron a debutar en la primera división de sus países de origen. Jokic pertenecería a este segundo grupo, al de tesoros ocultos, pero todavía más allá ya que nunca en la historia un jugador seleccionado en una ronda tan baja ha sido el mejor jugador de unas finales ni ha ganado dos MVPs consecutivos de temporada regular. Jokic, buen jugador en unas selecciones inferiores serbias habitualmente lideradas por Vasilije Micic (coincide con el base del Efes en el mundial sub19 cayendo en la final ante unos Estados Unidos liderados por Jahlil Okafor y su actual compañero en Denver, Aaron Gordon, MVP de aquel torneo… y donde por cierto también figuraban actuales ACB como Mike Tobey y Nigel Williams-Goss) ni siquiera era un dominador en torneo de formación para jugadores europeos nacidos a mediados de los 90, como si lo eran los Saric, Vezenkov o el citado Micic. Tampoco su escaparate a nivel de clubes parecía el mejor, aunque con los años el Mega Basket de Belgrado ha adquirido un merecido aura de escenario para jóvenes “prospects” (Micic, Zubac, Vitadze… algunos ejemplos de jugadores que progresaron vistiendo esa camiseta, o incluso su actual compañero el esloveno Cancar)  

 

A finales de 2012 y después de haber llamado la atención de los cazatalentos serbios por sus actuaciones en categorías inferiores en el Vojvodina Srbijagas de Novi Sad, ficha por el Mega para debutar en la máxima categoría de la liga serbia y posteriormente en la unificada liga adriática. La temporada 2013-14, antes de presentarse al draft de la NBA, acaba con unas buenas medias de 11.4 puntos, 6.4 rebotes y 2.5 asistencias en 25 partidos de la ABA, nada mal para un chaval de apenas 19 años sobre quien sigue sospechando la duda de sus condiciones físicas, alejadas del estándar musculado habitual en las zonas del baloncesto profesional. Repasar los 40 jugadores elegidos antes de escuchar pronunciar su nombre (cosa que ni el propio jugador hizo puesto que estaba felizmente durmiendo y fue uno de sus hermanos quien le despertó posteriormente para darle la noticia) resulta harto absurdo como miope la gerencia de muchas franquicias, pero para entender cuál era la confianza real en las posibilidades de Jokic si es justo recordar que Denver en la misma noche se hace con los servicios de la elección número 16 del draft, precisamente otro pívot europeo con quien comparte una curiosa relación de vidas paralelas (y oficialmente el jugador más pesado de la NBA sólo por delante de curiosamente Jokic), el bosnio Jusuf Nurkic, y quien si parecía una apuesta segura para la pintura de Denver (un año mayor que el serbio y con experiencia, aunque breve, en Euroliga)


Nurkic y Jokic, vidas paralelas, caminos separados.


Nurkic daría el salto inmediato a la NBA, haciéndose de inmediato un sitio en la rotación de Brian Shaw jugando unos considerables 17.8 minutos en 62 partidos. Jokic, por su parte, explotaba en la ABA, acumulando MVPs jornada tras jornada hasta ser coronado el mejor jugador de la liga adriática con sus 15.4 puntos, 9.3 rebotes y 3.5 asistencias de media, y llevando al Mega de nuevo a su techo de semifinales.

 

La temporada 2015-16 abría un nuevo ciclo para la franquicia de Denver, empezando por la llegada de Michael Malone, actualmente el cuarto entrenador con más temporadas seguidas en el mismo banquillo sólo por detrás de tres vacas sagradas como son Popovich, Spoelstra y Kerr. La convivencia entre Jokic y Nurkic quedaba falseada por la lesión de rodilla de Nurkic, que abría más hueco en la rotación para Jokic, en una posición muy abierta en aquel momento en el roster de Malone (Lauvergne, J.J. Hickson y un Kenneth Faried alternando los puestos de 4 y 5 eran los otros rivales a la par que compañeros para la posición de pívot) El siguiente curso sería definitivo, Jokic explotaría pasando de los 10 puntos de su curso “rookie” a 16.7, subiendo también en rebotes (9.8 frente a 7 de la anterior temporada) y doblando en su estadística más diferencial, de las 2.4 asistencias del primer año a unas 4.9 que ya parecían exuberantes para un pívot… y que ahora parecen ridículas para lo que nos tiene acostumbrados el genio de Sombor. El impacto es tal que la gerencia tiene que tomar una decisión drástica con Nurkic, traspasado en Febrero a Portland Trail Blazers a cambio de Mason Plumlee, intercambiando también una ronda de draft cada equipo. Esa misma temporada suponía también la llegada de un joven base-escolta canadiense, Jamal Murray que aterrizaba con la responsabilidad de un número 7 de draft, la posición más alta que había dispuesto la franquicia desde el número 3 de Carmelo Anthony, e igualando la posición obtenida un año antes, en 2015, por un proyecto fallido en similar posición como fue Emmanuel Mudiay. Comenzaba por tanto a definirse el proyecto de un equipo “contender”, como demostrarían al año siguiente, cuando se quedan a una sola victoria de meterse en play offs después de caer en la prórroga en un dramático duelo directo por la octava plaza de conferencia frente al Minnesotta de Karl Anthony-Towns, Andrew Wiggins y Jimmy Butler. Una de esas amargas experiencias de las que sólo cabe caer o levantarse más fuerte, optando por lo segundo, y de hecho las 54 victorias de 2019 son hasta la fecha el tope de la era Malone (este año se han quedado en 53) Acabarían cayendo en semifinales de conferencia, la primera de tres veces consecutivas, estableciendo ahí su particular Rubicón, un muro infranqueable a la manera de Philadelphia en el Este. Ni siquiera la llegada de otro talento vía draft como Michael Porter Jr. Pick 14 en 2018 (sus problemas de espalda le relegaron a una posición que meses antes nadie hubiera esperado, cuando peleaba incluso por ser el mejor de su promoción), o el brillante movimiento de hacerse con Aaron Gordon vía “trade” en marzo de 2021 parecía hacer cambiar el rumbo de una franquicia incapaz de protagonizar el deseado “sorpasso” a los pesos pesados del Oeste. En 2020 y 2022 sólo les apartaron del camino al anillo los a la postre campeones (Lakers y Golden State, en el segundo caso sin Murray y Porter Jr. bajas por lesión) y en 2021 unos Phoenix superlativos (también sin Murray). La paciencia en este caso ha dado sus frutos, y ocho años después de la llegada de Jokic y Malone, siete después de la de Murray, Denver de una tacada se convierte por vez primera en su historia en campeón del Oeste y de la NBA. Jokic, quien no recibió su tercer MVP de temporada regular, lo que le hubiera igualado nada menos que con Larry Bird, se resarce con los galardones de mejor jugador de finales de conferencia y por el título y firma su obra maestra definitiva en unos play offs en los que los de Colorado sólo han cedido cuatro derrotas en toda la post-temporada, haciendo que tengamos que retroceder hasta la máquina invencible de Golden State Warriors en 2017 para encontrar un balance mejor (estratosférico 16-1) Tiene mérito este 16-4 en una NBA que precisamente se vanagloria de lo que Adam Silver llama paridad y de un evidente vacío de poder absoluto (cuatro años sin repetir campeón de manera consecutiva… seis años sin repetir final)

 

Jokic finaliza con el mejor final posible un extraño viaje bajo el radar acompañado de Murray y Porter Jr, y sus particulares historias de redenciones tras sus lesiones, pero especialmente de la mano de un Michael Malone quien llegó a viajar a Sombor en 2017 (volvería en 2022 para entregarle su segundo MVP de temporada) para conocer el entorno en el que había crecido su estrella, cuando todavía su impacto no era tan mayúsculo, y fortalecer un vínculo casi más paterno-filial que el de puramente entrenador y jugador. Y es que por si no fuera suficiente con el perfil anómalo y bizarro de Jokic en su vertiente de jugador, heraldo de la extrañeza y adalid de la concepción etimológica del barroco que nos enseñaban en el instituto (aquella subyugante definición de “perla irregular”), su biografía baloncestística, su trayecto desde la cantera del Vojvodina Srbijagas a principios del siglo pasado hasta la sublimación actual de su baloncesto, no deja lugar a dudas en el carácter, más allá que histórico, que nadie podrá negárselo, absolutamente único de Nikola Jokic. Una pieza absolutamente diferente a todas las demás en el gran museo del baloncesto con sus más de 100 años de historia.



Una relación más allá de la cancha.



domingo, 4 de junio de 2023

EL LADO OSCURO DE LA FUERZA

 


El Palpatine de la NBA



La NBA de 2023 sigue gozando de una espléndida salud, la de un baloncesto renovado nacido de la revolución de 2001, tras la temporada con menor anotación desde 1955 y peor porcentaje de tiro desde 1969. Fue entonces cuando David Stern puso en manos de un comité presidido por Jerry Colangelo la salvación de un deporte que moría asfixiado por un músculo que atrofiaba el talento y en el que se abusaba del uno contra uno y el aclarado. Llegaron las defensas zonales, la penalización del “hand checking”, y el cambio de regla de “defensa ilegal” por los “tres segundos defensivos”. Después de unos 90 todavía intoxicados por el extraño magnetismo de los Detroit Pistons de finales de los 80 y de la dictadura de Jordan en el aclarado, con un baloncesto de ataque que de manera muy simple se llegaría a resumir en “dos jugando y ocho mirando”, el juego volvió a sumergirse en el vértigo y la rápida circulación de balón y una presión para el espectador de no poder apenas pestañear porque se iba a perder algo en ese segundo que sus ojos apartasen la vista de la cancha. La revolución se hizo visible especialmente a través de los Suns de D’Antoni y Steve Nash y su filosofía de “seven seconds or less”. Uno de esos equipos que a pesar de situar su particular Rubicón en las finales de conferencia (viviendo en un contexto frente a rivales tan formidables como los Lakers de Kobe primero con Shaq y posteriormente con Pau, los Mavs de Nowitzki y sobre todo su gran bestia negra que fueron los San Antonio Spurs con Popovich dirigiendo el más grande “big three” de la historia) merecen un lugar en los libros de historia por su influencia en el juego, como reverso luminoso del oscuro reverso que fueron, a su pesar, los Bad Boys de Daly del “showime” de los Lakers de Pat Riley, a la sazón los grandes rivales de Detroit en su lucha por el anillo una vez fueron capaces de superar a los Celtics de K.C. Jones, equipo históricamente recordado como ejemplo de brillo y espectáculo pese a que gran parte de su éxito estaba más basado en la dureza cercana a sus rivales de Michigan que al “flying circus” que representaban aquellos Lakers en los que “Magic” Johnson lanzaba pases de béisbol a un James Worthy que recibía a media pista para acabar hundiendo el balón en la canasta rival.

 

Si los 80 encuentran su imagen más icónica en los duelos Boston-Lakers y en la rivalidad “Magic”-Bird, justo es también recordar las enormes diferencias de estilo entre unos y otros, resultando los angelinos la parte más idealista, incluso nihilista del juego, frente a la visceralidad céltica. La jugada definitiva para entender esta diferencia la podemos encontrar en el estacazo de Kevin McHale a Kurt Rambis en las finales del 84. Una de las acciones más sucias de toda la historia del baloncesto con el añadido de que McHale era un talento superlativo, estrella universitaria de impacto inmediato en la liga y número 3 del draft de 1980, el mismo año en el que Rambis tenía que esperar a la tercera ronda para ser elegido en el número 58 por los New York Knicks, quienes le cortan en pretemporada teniendo que emigrar a Grecia, de donde procedían sus ancestros, antes de convencer a unos Lakers a los que llega con el rol de jugador defensivo, de obrero en la zona. La imagen del talentoso McHale atizando al abnegado Rambis confirma el paradigma de uno y otro equipo y la realidad de que la bandera del espectáculo la enarbolaban los de California.


Los Angeles Lakers del “showtime” de los 80, ideados por ese niño grande que era Jerry Buss, encontraban su rostro más allá de los pases mirando a la grada de “Magic” en la figura del dandy Pat Riley. Más de cuatro décadas después, y pese a los Jordan, Stern, Jackson o Popovich, es difícil pensar que haya una figura más relevante en la NBA desde los años 80, con una mayor continuidad y capacidad de adaptación al medio y espíritu de supervivencia que la del maquiavélico ex –jugador, entrenador y directivo neoyorquino.

 

Estrella universitaria, titular indiscutible en los Kentucky Wildcats del controvertido Adolph Rupp (sobre quien sus acusaciones de racista y supremacista blanco no parecen infundadas repasando sus declaraciones sobre los jugadores de raza negra) y uno de los protagonistas de la mítica final de 1966 frente a los Texas Western de Don Haskins (recordados por ser el primer equipo universitario que saltó a una cancha del baloncesto con un quinteto titular afroamericano), tuvo una discreta carrera como jugador en la NBA pero con la suficiente inteligencia para saber vivir a la sombra del enorme Jerry West. No era poca cosa ser “back up” de uno de los mejores escoltas de todos los tiempos quien tras tantas derrotas frente al infranqueable muro de los Celtics de los 60 de Bill Russell pudo por fin conseguir el anillo en 1972 ya con Chamberlain como primer espada y Russell dedicado a los banquillos. En ese roster estaba Riley, quien con sus 16.2 minutos en las finales ante New York era de hecho el sexto hombre de aquellos Lakers en un baloncesto en el que las rotaciones todavía eran un tanto limitadas.



That 70's Show


 

Se ha hablado y escrito mucho sobre la figura de Riley, la influencia y sombra paterna acechando constante en su vida. Su padre, Leon, había sido un mediocre jugador de las ligas menores de béisbol entregado al alcohol. Uno de tantos juguetes rotos, enamorados de un deporte idealizado pero que a nivel profesional significa una élite para la que no todos están llamados y la frustración puede convertir tu vida en un infierno del que buscas salir a base de aquellos paraísos artificiales de los que hablaba Baudelaire. No es descabellado pensar en la figura de Leon como un motor y acicate para su hijo Pat, cuya única idea en ese caso era la de no acabar como su padre. Por eso los años posteriores a la retirada de Riley, después de ser traspasado a Phoenix a comienzos de la temporada 75-76, significaban los más decisivos de su vida. Una vez colgadas las botas el resto de su vida sólo le podía deparar ser ese cromo setentero de la NBA dentro de un roster campeón saliendo desde el banquillo. No era, ni por asomo, un Jerry West, cuya ascendencia en la franquicia angelina pronto le abriría las puertas del banquillo laker. Riley tenía pocas cartas que jugar, pero no dudaría en aprovecharlas al máximo.

 

La historia es de sobra conocida, y más en estos días en los que entre HBO (con la adaptación del libro “Showtime” de Jeff Pearlman) y Disney (la serie documental “Legacy”), se he revisionado el nacimiento de aquellos Lakers cuyo legado icónico sigue superando al de cualquier otro equipo o franquicia. Riley aprovecha el mínimo resquicio posible para seguir ligado al baloncesto al máximo nivel y en concreto a los Lakers. No duda en acompañar a Chick Hearn, narrador de los partidos de los angelinos durante 41 años, en las retransmisiones de una cadena estatal, sabedor de que necesita cualquier ligazón por mínima que sea con la NBA. Alrededor suyo se suceden los movimientos en los despachos y banquillos. Jerry West da un paso al costado y llega Jack McKinney, quien no había sido nunca primer entrenador pero en su bagaje estaba el haber sido asistente de Jack Ramsay en los Portland de 1977. No era poca cosa si tenemos en cuenta que el propio Ramsay reconoció en su momento que la mayoría de las tácticas ofensivas de su equipo nacían del propio McKinney. El impacto del nuevo entrenador fue inmediato, nueve victorias en los primeros trece partidos de la temporada 79-80, la primera de “Magic”, y sobre todo la idea instaurada de un estilo de juego concordante al glamour de Hollywood, a la idea de Jerry Buss y a la búsqueda de ofrecer un show que, resultados aparte, vendiese entradas como el mayor espectáculo del mundo y obligase a las televisiones a pujar por retransmitir la nueva revolución en el deporte profesional estadounidense. Y llegó la tragedia. El fatal accidente de bicicleta de McKinney que le deja en coma y nos ofrece uno de los mayores “what if” de la historia. Nos quedamos sin saber hasta dónde hubiera podido desarrollar su idea de baloncesto ofensivo un McKinney quien pese a recuperarse de su fatalidad nunca volvió a tener las mismas facultades. Su segundo, Paul Westhead, lleva al equipo al título siguiendo la filosofía de su jefe. Pero no está solo en este logro. Hasta qué punto la llegada de Riley como segundo de Westhead depende del propio primer entrenador no está del todo claro, pero lo cierto es que supone el punto definitivo para comprender los Lakers de los 80. La temporada siguiente, con “Magic” lesionado durante gran parte del curso no pasan de primera ronda cayendo ante los Houston a la postre campeones de conferencia (y subcampeones de la NBA frente a Boston) y en el comienzo de la 81-82 se desata la tormenta. Tras caer por 26 puntos en San Antonio y con balance 3-3 “Magic” Johnson pide públicamente el traspaso afirmando no ser feliz con el juego del equipo. Westhead está sentenciado. Buss comprende que es un pulso entre su jugador franquicia y un entrenador que aguanta cinco partidos más, tras ganar a Utah y pese a llevar una racha de cinco victorias seguidas “Magic” consigue lo que quiere, la salida de Westhead señalado por ralentizar el juego del equipo en beneficio del veterano pívot y capitán Kareem Abdul-Jabbar. Si a Lakers le había ido bien cuando Westhead tuvo que suplir a McKinney, ¿por qué no iba a pasar lo mismo con Riley tomando el puesto de Westhead?, como en una macabra partida de dominó, la caída de la ficha de McKinney desembocaba en Pat Riley como entrenador jefe de la potencialmente mejor escuadra de baloncesto del mundo por aquel momento. Meses después serían campeones ante Philadelphia. El primero de sus cuatro anillos (cinco si contamos el del 80 como asistente) como “head coach” angelino. Más allá de la evidente calidad y vistosidad del juego, Riley tiene algo de lo que sus antecesores carecían. El gancho, el carisma, el aura de un tipo duro, neoyorquino de origen irlandés capaz de manejarse en la jungla de la NBA sin que nadie le tosa y sin que se mueva un solo pelo de su perfecto cabello engominado ni asome una mísera arruga en sus elegantes trajes italianos. Los Lakers deslumbran en la cancha a la par que las cámaras buscan la imagen de un Riley ya convertido en ícono. Michael Douglas confesaría inspirarse en el estilo de Riley para interpretar su personaje de Gordon Gekko en “Wall Street”, un implacable corredor de bolsa falto de escrúpulos y amoral cuyo lema en la vida es “si quieres un amigo cómprate un perro”. Más allá de la evidente (y reconocida) influencia de Riley en el personaje que construye Douglas por estética, se reconoce la frialdad y ambición, la sed de poder de una figura que se despoja de cualquier sentimiento humano y cuyo único fin es la satisfacción personal. Esto se hará patente con el cambio de paradigma de Riley cuando se muda de Los Angeles a Nueva York. Antes sólo un breve apunte sobre el final del neoyorquino en California, campeón en el 88 ante unos Pistons que ya venían avisando, con Thomas lesionado en el sexto partido y la muy dudosa falta de Laimbeer sobre Jabbar que supone el triunfo y remontada angelina (4-3 en las finales), retenían título convirtiéndose en el primer equipo en hacerlo desde los Celtics de los 60. La hora señalada para los de Michigan acabaría llegando la temporada siguiente, frustrando el “three-peat” que Riley había registrado como “trade mark” para en caso de conseguir ganar el anillo tres veces seguidas inundar el mercado a base de merchandising a través de su empresa Riley & Co. Entrenador y hombre de negocios todo en uno. En el 90 y pese a ser proclamado Entrenador del Año por primera vez en su carrera y tras caer en play offs ante Phoenix Riley anuncia su retirada del banquillo angelino, consciente de que su ciclo ha acabado y dejando ya la impronta de un entrenador que nunca será cesado de un banquillo, será él quien elija el momento de su marcha. Como en un “flash-back” hollywoodense acepta trabajar como comentarista televisivo para la NBC, hasta que por medio de Rick Pitino recibe una oferta para entrenar a unos New York Knicks cuyo cartel como gran mercado era proporcional a su etiqueta de perdedores pese a contar con jugadores como Pat Ewing o Gerald Wilkins.

 

En la extensa mitología sobre el bien y el mal pocas expresiones culturales lo han explotado mejor que la saga cinematográfica de “Star Wars”, con la figura de Anakyn Skywalker/Darth Vader como ejemplo de conversión al lado oscuro dejando atrás principios finalmente quebrantables. El Riley de New York es un jedi pasado al lado oscuro de la fuerza, del “showtime” de los Lakers a la atrofia muscular de unos rocosos Knicks influenciados por aquellos Pistons que el propio Riley había sufrido en sus carnes. New York se convierte en uno de los equipos más odiados pero a la vez más competitivos del Este, con Riley llevando a jugadores propios y rivales hasta el límite. El baloncesto llevado a una expresión bélica donde no valen matices ni medias tintas. A vida o muerte. Cuatro temporadas con las finales de 1994 como mayor bagaje, el primero de los dos años que Jordan permite dar un respiro a sus rivales con los Rockets de Olajuwom como grandes beneficiados. Cuatro temporadas con un nivel de intensidad que supone un desgaste en el vestuario del que sólo puede salir un vencedor: el jugador o el entrenador. Riley, quien ya sabía lo que suponía tener a una estrella en contra después de vivirlo con “Magic” y Westhead en Los Angeles, llevó tan al límite a Ewing que le obligó a jugar lesionado gran parte de su última temporada y mandó a las duchas a Anthony Mason después de discutir con el jugador en medio de un partido. Llegado a este punto Riley planteó a la franquicia algo parecido al poder absoluto y el blindaje económico al más alto nivel. 50 millones en los siguientes cinco años, beneficios del 25% en las acciones de la franquicia y por supuesto control total en cualquier movimiento deportivo. Básicamente, y al igual que había hecho con los jugadores, llevar a la franquicia al límite de sus posibilidades, enfrentarles a un escenario de imposible resolución, tan imposible que Riley ya sabía cuál sería el resultado, porque ya había negociado a espaldas de New York su acuerdo para ser contratado por Miami Heat.


...y volver a ganar.


 

Y es en Miami donde mejor se puede entender su figura y legado. Más que en Los Angeles y en New York es en la franquicia de Florida donde mejor ha podido reflejar su filosofía de supervivencia y lucha descarnada, su sello particular. En una NBA en la que tanto se habla del empoderamiento de los jugadores, Riley, el mayor ejemplo de entrenador estrella jamás conocido, supuso un descarado caso de “tampering” que obligó a Miami a indemnizar a New York económicamente y con una primera ronda de draft, e instauró una rivalidad encarnizada a finales de los 90 que sería la primera de las muchas que han vivido los Miami de Riley (actualmente con Boston, con tres finales de conferencia entre ambos equipos en cuatro temporadas) Riley maneja los hilos de una franquicia a la que ayudó a crecer, en la que supo dar un paso al costado, y donde no tuvo reparos en destituir a Stan Van Gundy cuando consideró que con un roster en el que se encontraban Dwyane Wade, Shaquille O’Neal, Antoine Walker o Alonzo Mourning no se podía aspirar a otra cosa que no fuera el anillo, como así fue en 2006 ganando su quinto título como entrenador jefe (los mismos que Popovich, sólo les superan Jackson y Auerbach), del mismo modo que después de dirigir a la franquicia en el peor año de su historia (el 15-67 de 2008) no dudo en volver a los despachos y apostar por un joven Erik Spoelstra quien con 37 años se convertía en el entrenador más joven de la NBA, sin apenas experiencia más allá de sus años como asistente de Riley y sus recordados, por pintorescos pero igualmente meritorios, comienzos como montador de video para sesiones de “scouting” ante los rivales. Riley confió absoluta y plenamente en Spoelstra para dirigir a un equipo tan reforzado como lo significó la llegada de LeBron James y Chris Bosh y con quien ganaría dos anillos pese a perder sus primeras finales y escuchar voces criticando la falta de preparación de un técnico que actualmente es que el más temporadas lleva en un mismo banquillo tras el sempiterno Greg Popovich. 

 

Porque finalmente la tan cacareada “cultura Heat” lo que viene a demostrarnos es una cierta resiliencia, o quizás conservadurismo, el lampedusiano mantra de que todo debe cambiar para que todo siga igual. Los Heat nos recuerdan lo que cuesta de verdad un relevo generacional (que se lo pregunten a Brown y a Tatum, que se lo pregunten a Antetokounmpo) y que al final la calidad de una buena película de acción depende de cuán grande sea el villano. Unos Miami Heat colados de rondón de nuevo en unas finales de la NBA nos recuerdan, finalmente, que Riley siempre ha estado ahí aceptando ese papel. El de entregarse al lado oscuro de la fuerza.


Moviendo los hilos.



lunes, 23 de noviembre de 2020

MARC CIERRA EL CÍRCULO



Se disiparon las dudas sobre el futuro de Marc Gasol, uno de los agentes libres más deseados del mercado y quien al igual que Serge Ibaka recala en la ciudad de Los Angeles, sólo que mientras el hispano-congoleño lo hace en el mejor momento de su carrera volviendo a unir sus fuerzas con Kawhi Leonard, compañero tanto de Ibaka como de Marc en Toronto hace dos temporadas en la que alcanzaron el anillo. Lo volverán a intentar los Clippers poniendo sobre la mesa 19 millones de dólares por dos temporadas (la segunda ejercida a través de “player option” que debe ejecutar el propio jugador) para el ala-pívot de Brazzaville.


El caso de Marc Gasol es distinto. A sus casi 36 años parecen haber pasado sus mejores días al menos en cuanto a rendimiento individual. Aspecto este que el mediano de los Gasol ya ha dejado claro que no es lo que más le importa. Marc buscaba su posible último contrato en la NBA en un equipo ganador donde volver a competir por el anillo, y que mejor escenario que los actuales campeones. Para ello ha tenido que rebajar considerablemente su sueldo que en Toronto rondaba los 25 millones de dólares mientras que en la franquicia angelina se habla de que percibirá el salario mínimo de veteranos, los 2,6 millones de dólares que cobraba Dwight Howard, cuya marcha a Philadelphia junto al traspaso de Javale McGee a Cleveland deja a Marc como la gran referencia angelina en el puesto de cinco, confiando en que de salida Frank Vogel juegue con Davis como cuatro. Aunque la combinación interior con más minutos en los momentos decisivos posiblemente sea la de La Ceja junto a Montrezl Harrell, quien viene de ser elegido como Mejor Sexto Hombre de la NBA la pasada temporada. Lo que está claro es que a estas alturas de su carrera Marc lo único que busca es ganar su segundo anillo e igualar así el palmarés de su hermano Pau, quien precisamente obtuviera ambos en el nuevo club de su consaguíneo, como escudero de Kobe Bryant. El apellido Gasol vuelve a sonar con fuerza en Los Angeles, siendo además la única pareja de hermanos que han jugado para la laureada franquicia oro y púrpura. 


Supone además para Marc cerrar el círculo de su trayectoria NBA, vistiendo por fin la camiseta del club que le escogió en la segunda ronda del draft de 2007 y cuyos derechos cedió a Memphis meses después en el traspaso que llevaría a su hermano Pau a Lakers y resultaría histórico para el baloncesto español con los dos títulos conquistados por el mayor de la saga Gasol. Nadie podía imaginar que aquello que parecía letra pequeña de aquel histórico trade significaría una magnífica carrera de Marc en los Grizzlies, un posterior anillo de campeón con Toronto Raptors, y por fin, 13 hace años después, el desembarco en la franquicia que por primera vez pronunció el nombre de Marc Gasol en la mejor liga de baloncesto del mundo. Curiosos giros del destino.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

LAS VIDAS CRUZADAS DE RILEY Y LEBRON

 


Dos hombres, un destino... y muchos anillos.



Con las finales NBA a punto de comenzar parece obligado pararse a echar un vistazo a lo que nos puede ofrecer esta final inédita en los más de 70 años de historia de la mejor liga de baloncesto del mundo. Esta naturaleza inédita en gran parte hay que achacarla, claro, a la relativa juventud de Miami Heat como franquicia, ya que son sólo 32 sus años de historia, los cuales evidentemente palidecen ante los 73 años de los Lakers, los 13 primeros en Minneapolis y desde 1960 establecidos ya en la ciudad californiana de Los Angeles, sumando en total 16 títulos de campeones de liga, 32 de conferencia y 34 de división.


En proporción a su corta vida la historia de Miami Heat también puede considerarse exitosa. Tras unos primeros años de modesto transitar, sería precisamente la llegada de una leyenda angelina como Pat Riley en 1995 lo que cambiaría el destino de la franquicia de Florida. Ya bien como presidente o a pie de pista como entrenador, en estos 25 años Riley ha llevado a los Miami a ser una de las potencias del Este, habitual en play offs, ganador de tres anillos, y que ya va a disputar sus sextas finales por el título (lo cual quiere decir que han sido tantas otras veces campeones de su conferencia), siendo en este curso, qué duda cabe, cuando mayor mérito hay que otorgarles. Sin megaestrellas (comienzan la temporada con un solo all star, Jimmy Butler, llegado el verano de 2019 tras un “sign&trade” con Philadelphia en el que también estuvieron implicados Los Angeles Clippers y Portland, dejando marchar los Heat a jugadores esenciales otros cursos como Josh Richardson o Hassan Whiteside), la reconstrucción de Miami está siendo tan espectacular que les coloca de repente ante la oportunidad de luchar por su cuarto anillo, algo por lo que nadie hubiera apostado a comienzo de una temporada en la que su trayectoria ha sido ejemplar finalizando quintos en el Este, ligeramente por encima de unas expectativas que les situaban luchando por las últimas plazas de play offs. Baste este dato para atestiguar la regularidad de Miami durante toda la campaña: su mayor racha de victorias consecutivas fue de cinco… pero la de derrotas de tres. Fiabilidad absoluta. Si hablamos de post-temporada, en los play offs de Orlando ha sido sin ninguna duda el equipo de moda, plantándose en las finales con un espectacular balance de 12 victorias por tres derrotas. Únicamente los jóvenes Boston Celtics fueron capaces de arrancar dos triunfos frente a los de Spoelstra, después de que arrasaran a Indiana (4-0) y Milwaukee (4-1, sólo cayendo tras prórroga) Hay que recordar que hablamos de un equipo que finalizó quinto en su conferencia y que ha batido a tres rivales cuyo balance en liga regular había sido superior, especialmente los Milwaukee del MVP Antetokounmpo, quienes por segundo año consecutivo alcanzaron el mejor registro en temporada para volver a defraudar en el momento decisivo.


En una NBA en la que parece que sólo hay dos tipos de equipos, los aspirantes al anillo y los que están en reconstrucción, el caso de Miami es admirable. Sin haberse planteado nunca la censurable práctica del “tanking”, han ido conjuntando un roster con jóvenes talentos que han llegado a la liga sin demasiado foco previo. Adebayo fue elegido en el número 14 del draft de 2017. Tyler Herro el 13 en 2019. En 2018 no pudieron elegir como parte del “trade” con Phoenix en 2015 para conseguir a Goran Dragic. Duncan Robinson, letal y sorprendente tirador, o Kendrick Nunn, ni siquiera fueron drafteados. Para arropar este joven núcleo que, insistimos, no ofrecía tan altas expectativas, Riley y Spoelstra han mixturado de manera muy sabia el roster con la veteranía de jugadores como Andre Igoudala, llegado en un trade invernal que entre otros movimientos sacrificaba a otro joven valor de Miami como era Justise Winslow. Igoudala, MVP de las finales de 2015 y ganador de tres anillos con Golden State ha vivido en un segundo plano atribuible a sus 36 años, pero a medida que han ido sucediéndose las rondas de play offs su calidad como “factor x” parece ir ganando peso, hasta llegar a sus 15 puntos y 4 de 4 en triples en el sexto partido ante Boston que daba el pase a las finales. Aunque si hay un jugador en Miami que claramente ha dado un paso al frente respecto a la temporada regular es claramente Goran Dragic. De sus 16.2 puntos y 5.1 asistencias en 28.2 minutos por partido de liga regular, en play offs ha subido su anotación hasta 20.9 puntos (más 4.7 asistencias) en 34.6 minutos por encuentro. Spoelstra no ha dudado en dar más galones y presencia en pista a otro de los veteranos, en detrimento del joven Kendrick Nunn que tan buenas sensaciones había dejado en liga regular. Y por supuesto, no hay que olvidarse de Jimmy Butler. Quien fuera estrella emergente en los Chicago Bulls de Tom Thibodeau nunca acabó de encontrar su ecosistema propicio y su fama de jugador conflictivo le ha ido acompañando por cualquier vestuario en el que cayese. Sin ir más lejos mientras Thibodeau sigue alabando su ética de trabajo y profesionalidad en los entrenamientos, Butler no ha dudado en atacar a su ex –técnico por su decepcionante trabajo en Minnesotta, donde llegaron a coincidir. Uno de los grandes méritos de Riley y Spoelstra es sin duda haber logrado centrar a Butler para remar en la misma dirección que sus compañeros sin sus habituales malos gestos o feos detalles hacia los mismos. Es Butler por otro lado un jugador que siendo estelar no juega para la estadística individual, ideal para un equipo ganador, pero una bomba de relojería cuando la victoria no llega. En resumidas cuentas Miami es un ejemplo de que lo importante no es ser un buen equipo NBA, sino una buena franquicia NBA, bien dirigida desde la base y con un respeto ganado que hace que cualquier jugador sepa que es un destino donde puede sentirse cómodo, más allá de las bondades del clima del estado de Florida o sus benevolencias en exenciones fiscales.


El Dragón aún tiene fuego.


En el Oeste vuelven a mandar Los Angeles Lakers. Una década han tardado en volver a ser campeones de su conferencia, desde un 2010 en el que en su roster sobresalían nuestro Pau Gasol y por supuesto el llorado Kobe Bryant, cuyo mito y recuerdo parece sobrevolar toda la trayectoria angelina en estos play offs, con el climax del triple ganador de Anthony Davis en el G2 en las finales del Oeste y su invocación al escolta que conquistase nada menos que cinco títulos con la elástica púrpura y oro de los Lakers. A diferencia de Miami, la franquicia californiana comenzaba la temporada como uno de los claros candidatos al anillo. La insistencia de LeBron James con Anthony Davis ha dado sus frutos y ha dado la razón al titán de Akron. “La Ceja” era la pieza que le faltaba al puzzle que en los últimos dos años han ido conjuntando entre el dimitido “Magic” Johnson y Rob Pelinka en los despachos, y claro, el propio LeBron cuya capacidad de decisión en cualquier franquicia por la que pase sigue siendo patente. No es para menos si tenemos en cuenta que sus primeras finales con el equipo californiano son ya las décimas de su carrera. Sólo Bill Russell y Sam Jones, miembros de los imbatibles Celtics de los 60, y otro mito angelino como Kareem Abdul-Jabbar, han jugado más rondas por el título que “King” James. LeBron es garantía en la lucha por el título y cualquier franquicia NBA lo sabe.


Estos Lakers son un equipo de presente, de “aquí y ahora”, especialmente en el caso de LeBron, camino de los 36 años y sabedor de que cada vez le quedan menos oportunidades para engordar su palmarés con más anillos (pese a que sus números sigan siendo exuberantes y pocas veces vistos en jugadores de su edad… 26.7 puntos, 10.3 rebotes y 8.9 asistencias está firmando en play offs) Davis, a sus 27, afronta sus primeras finales en su primera temporada fuera de Nueva Orleans, franquicia a la que no pudo llevar a la lucha por el anillo. Howard, quien cumplirá 35 en Diciembre, quiere quitarse la espina de las finales de 2009 perdidas precisamente ante su actual equipo, con el que ya intentará el asalto al título en 2013 en aquel proyecto fallido que reunió nombres tan ilustres como los de Kobe Bryant, Pau Gasol, Steve Nash y el propio Howard… San Antonio les barrió en primera ronda. Rondo, con 34, busca convertirse en el segundo jugador en toda la historia en ganar el anillo con los dos franquicias históricas y eternos rivales, Celtics y Lakers, después de Clyde Lovellette en 1962, pero además sería el primero en hacerlo desde que el equipo de los lagos se instaló en Los Angeles, ya que Lovellette ganó el anillo con Minneapolis. Menuda pedazo cita con la historia tiene el talentoso base de Kentucky. Danny Green (33 años) busca su tercer título con tres franquicias distintas. Sería también el tercero de Javale McGee (32), los dos anteriores con Golden State. El volátil J.R.Smith (35 recientemente cumplidos) también sabe lo que es ganar el anillo, lo hizo en 2016 precisamente al lado de LeBron en 2016. Desde luego si de algo no andan escasos estos Lakers es de veteranía y experiencia.


Al menos Miami puede compensarlo desde el banquillo con Spoelstra, ganador de dos anillos y participante en cuatro finales, y por supuesto con Riley, quien comenzara la década de los 80 alcanzando el título como asistente de Paul Westhead en Los Angeles para posteriormente ganar cuatro anillos más al frente de Lakers una vez capitulado Westhead, entre otras cosas por sus desavenencias con “Magic” Johnson. En Miami no sólo ha ejercido magisterio desde el despacho, si no que en 2006 era el entrenador principal en el primer título de la historia de los de Florida tras decidir que el equipazo que había montado en el despacho (Wade, Shaquille, Payton, Mourning, Antoine Walker, Jason Williams...) no podía esperar y cargarse a Stan Van Gundy en un movimiento encubierto como renuncia del bigotudo técnico californiano. Por supuesto tampoco podemos olvidarnos que antes de convertirse en uno de los mejores entrenadores de la historia, Riley ganó el anillo como jugador en 1972 en los Lakers de West y Chamberlain, ante unos Knicks en los que por cierto jugaba otro futuro mito de los banquillos como Phil Jackson. Pese a que Spoelstra cuenta con la total confianza de Riley, cuesta pensar que el neoyorquino sea capaz de resistir la tentación de no asesorar a su pupilo. Riley y Spoelstra, “matrimonio” bien avenido.


Por si fuera poco el favoritismo angelino, los dos únicos enfrentamientos de temporada regular entre ambas escuadras fueron saldadas con sendas victorias de los de Frank Vogel meridiánamente claras. Sobre todo la primera, a principios de Noviembre de 2019 con la temporada echando a andar y los de púrpura y oro arrasando por 80-95 en el Staples de Los Angeles con LeBron y Davis dejando las cosas claras combinándose para hacer 51 puntos, 12 rebotes y 13 asistencias entre ambas estrellas. Mucho más disputado fue el choque del American Airlines Arena de Miami el 13 de Diciembre que acabaría suponiendo la primera derrota en casa de la temporada de los de Spoelstra por un ajustado 113-110, ajustado gracias sobre todo a un formidable segundo cuarto de los locales, pero lo cierto es que a partir del tercero los de Vogel dominaron el partido y desde el 68-65 tras triple de Davis a los pocos minutos de dicho acto los angelinos nunca cedieron la ventaja en el marcador. La exhibición de los dos astros fue todavía superior, con 61 puntos combinados, 19 rebotes y 13 asistencias (12 de LeBron), aunque quizás el dato más sorprendente de ese partido fueran los 4 de 9 en triples de Davis, algunos de ellos realmente decisivos y anotados en momentos claves, demostrando la enorme mejoría en el lanzamiento exterior desarrollada por “La Ceja” en esta campaña (de hecho la primera en su carrera en la que anota más de un triple por partido) No obstante hay un dato para el optimismo en Florida recordando ese partido, y es que estuvo encuadrado dentro de la racha de nueve encuentros que no pudo disputar Dragic por lesión en la ingle.


Hay motivos de sobra por tanto para disfrutar de unas finales NBA que ya cuentan con el primer aliciente de ser inéditas y de que por vez primera se enfrentan dos franquicias que la temporada pasada no llegaron a play offs. Miami puede convertirse en el campeón que parte de una posición más baja de play offs desde los Houston Rockets de 1995. Los Lakers pueden igualar a Boston como franquicia con más campeonatos conquistados en la historia. No tenemos otro capítulo de la eterna rivalidad Celtics-Lakers, pero tenemos a Riley contra los Lakers y a LeBron contra Miami, por lo que de morbo también estamos servidos. Dos de las más grandes leyendas vivas de la NBA, quienes unieron sus caminos durante cuatro temporadas (dos anillos y cuatro finales) ahora enfrentados ante dos de sus franquicias más queridas y a las que contribuyeron a hacer históricas.


Preparen las cafeteras.




Rajon Rondo ante la historia.





viernes, 14 de junio de 2019

LOS ODIOSOS OCHO





Con ocho basta para Nick Nurse.





El último partido de la historia del Oracle Arena no pudo ser, precisamente, más histórico, pese a que fuera contra los intereses de sus inquilinos. Y es que el ya legendario pabellón californiano en sus quintas finales consecutivas ha servido de escenario para la coronación de Toronto Raptors como nuevos campeones de la NBA, siendo la primera vez en la historia que un equipo no estadounidense consigue tal éxito. Todo un hito para una franquicia fundada que ni siquiera llega al cuarto de siglo de vida. No es algo nuevo para la ciudad de Toronto, ya que a principios de la década de los 90 su equipo de baseball, Toronto Blue Jays, consiguió dos ligas americanas y dos series mundiales.


El final del quinto partido, que ambos equipos finalistas habían tenido tanto ganado como perdido planteaba muchos interrogantes sobre el estado anímico con el que saldrían los protagonistas a la cancha. La mayoría de las críticas canadienses se centraban en el mismo hombre, el base Kyle Lowry, uno de los pilares absolutos del crecimiento del club en las últimas temporadas pero cuyas malas decisiones en los minutos finales, además de haber protagonizado el lanzamiento final que podía haber finiquitado las finales, le habían revestido de jugador endeble ante la presión (pese a su ya famosa respuesta sobre tal tema antes del quinto partido) Pero la respuesta de Lowry ante las críticas fue sencillamente impresionante, y aunque con justicia la mayor gloria recaerá sobre Leonard, el pequeño base se reivindicó como el auténtico segundo espada del equipo (sin olvidar a Pascal Siakam, recuperando un nivel estelar casi similar al de su estratosférico primer partido de las series) Lowry anotó los primeros once puntos de su equipo, sin fallo, incluyendo tres triples, además de ejercer buena defensa sobre Thompson. Su primera asistencia acabó con los primeros puntos no anotados por el base, un triple de Siakam que tomaba el relevo con dos lanzamientos desde el 6.75 que hacían diana. Los visitantes doblaban en el marcador (17-8) a su rival gracias a la efectividad de los dos escuderos de Leonard una vez más discreto en su arranque de partido. El despertar de un Thompson estelar, con 10 puntos en un suspiro, estrechó el marcador (22-20) y Draymond Green llegaría a poner por delante a su equipo (26-27) a unos dos minutos para el final. Volvió a aparecer Lowry, intercambiando golpes con Curry, y llegamos al final de un maravilloso primer cuarto en el que los ataques primaron sobre las defensas con los Raptors mandando por un punto (33-32)


Un triple de VanVleet estiró levemente el marcador para Toronto (43-38) cerca del ecuador del segundo cuarto. No volverían a tener una renta tan amplia los de Nurse en este acto del partido. De hecho Golden State reaccionó con un parcial de 0-8 sustentado en las canastas de Igoudala y la visión de juego de un Draymond Green que a esas alturas de partido ya oteaba un nuevo triple-doble. El marcador se movería en parámetros de igualdad hasta el descanso, pese a que un 2+1 de Leonard abría de nuevo una pequeña brecha para Toronto (58-54) El propio Leonard cometía falta en el intento triple de Thompson, quien era el mejor de los de Kerr (18 puntos al descanso) Al paso de los vestuarios el marcador reflejaba un incierto 60-57 para la franquicia canadiense, con un duelo individual muy marcado entre Lowry y Thompson, que se empeñaban en echarse sus respectivos equipos a las espaldas.


En el tercer cuarto más de lo mismo. Igualdad y reparto de golpes, e igualmente pequeños arreones de Toronto para intentar romper el partido, alcanzando una máxima de 6 (66-72) puntos a 7.51 para el final del cuarto, con buenas acciones de VanVleet y Leonard. Pero volvió a aparecer Igoudala, a quien se sumaron Curry, y como no, el excelso Thompson. Un triple del escolta angelino consumaba la remontada warrior, empatando el partido a 76 a falta de cinco minutos. Eran los mejores minutos de Golden State, mientras que Toronto comenzaba a errar sus lanzamientos, especialmente desde el triple. Thompson seguía con su exhibición. Su cuarto triple (de seis intentos) sumaba su punto número 28 y ponía a los locales cuatro arriba quedando 3.18 para el final del cuarto. Y entonces a Golden State le cayó otra losa encima, la enésima desgracia. A 2.22 para llegar al último cuarto Danny Green frenaba el contrataque rival con una falta sobre la penetración de Klay Thompson. La caída resultó calamitosa para el escolta, quien tuvo que abandonar la cancha después de anotar los dos tiros libres para llegar a la treintena de puntos y poner el 85-80 en el marcador. Golden State perdía a su mejor hombre en el partido. Uno de los actuales “hombres de hierro” de la liga, quien apenas ha sufrido lesiones a lo largo de su carrera y ha jugado prácticamente todas las noches de todas las temporadas excepto en los habituales descansos programados, se enfrenta al terrible ACL. Rotura de ligamentos. Entre seis y ocho meses de baja. Las finales de la NBA no toman prisioneros. Es la mejor competición baloncestística del planeta, pero también (o debido a eso) la que más lleva al límite el físico de sus protagonistas. No sabemos qué hubiera pasado de haber seguido Klay en pista, desde ese momento al final del cuarto Golden State sobrevivió con un triple de Igoudala para afrontar el último cuarto con una ligera ventaja (88-86), pero los números no mienten. Thompson jugó 32 minutos absolutamente bestiales, firmando 30 puntos con unos porcentajes descomunales para un jugador exterior. 8 de 12 en tiros de campo (4 de 6 en triples) y 10 de 10 en libres. Además sumó 5 rebotes y 2 robos de balón. Su balance +/- en pista fue el mejor de su equipo, +5. El parcial desde que abandona la cancha lesionado es 34-25 a favor de Toronto.



Klay Thompson y el maleficio warrior de estas finales.



En el cuarto definitivo el equipo de Nick Nurse salió oliendo sangre. Se trataba de meter una marcha más ante un equipo que, pese a estar mejor dosificado, se había convertido en una orquesta de secundarios bajo la batuta de Curry. Lo comentábamos en el cuarto partido. Nos gusta la idea de Kerr de utilizar a todos sus jugadores, pero le ha salido cara la apuesta. La presencia de Quinn Cock volvió a dejar un enorme agujero en la defensa y una tremenda incapacidad en el ataque. Ojo a este dato, el suplente warrior jugó 12 minutos y 30 segundos en los que el parcial fue un -16 para su equipo. Frente a él Fred VanVleet engrandecía su figura. Es otro de los triunfadores de las finales, y cerró las series a lo grande, con 22 puntos, 12 de ellos en el último cuarto. Increíble historia para este patito feo convertido en cisne después de ver como en el draft de 2016 (el mismo que el de su compañero Siakam) su nombre no era elegido por ninguna de las 30 franquicias de la NBA mientras si obtenían tal honor jugadores de momento intrascendentes como su ahora compañero Patrick McCaw, quien puede decir que ya tiene tres anillos de campeón sumando el conseguido en Toronto a los dos con la camiseta de Golden State. El bravo VanVleet puso por primera vez por delante a su equipo en el cuarto final con un triple que suponía el 104-101 a 3.44 para el final. Recordemos que entre los dos bases canadienses, Lowry y VanVleet, sumaron nada menos que 48 puntos, pero es que además hablamos de dos bases que ninguno pasa del 1.83. Al estilo de los Detroit Pistons de Chuck Daly de finales de los 90 a los que tanto me recuerdan estos Raptors, con bases dominantes por debajo del 1.90.


No soltaría el mando ya Toronto. Draymond Green, enorme una vez más tuvo aun así un error garrafal en el siguiente ataque perdiendo un pase y devolviendo la bola a los visitantes. VanVleet, totalmente “on fire” se la jugó en un triple aprovechando un “mismatch” que le dejaba emparejado con Cousins. Erró el tiro, pero de los cielos apareció el majestuoso Ibaka para capturar el rebote ofensivo y anotar con un elegante gancho poniendo el 106-101 a 3 minutos para el cierre. Esto también lo hemos dicho, pero hay que repetirlo. Es imposible cuantificar la valía del hispano-congoleño en estas finales. 15 puntos saliendo desde el banquillo con un 58% en tiros de campo en el partido definitivo. Después de que Cousins sólo aprovechara uno de sus dos tiros libres en la siguiente posesión californiana, Lowry demostraba que aun le quedaba pólvora anotando un canastón decisivo (y un tanto afortunado tras rebotar en el aro) para estirar todavía más la diferencia. 108-102 y sólo 2.12 por jugarse. Una buena circulación de balón de Golden State habilitó un tiro de Draymond Green absolutamente solo. El espartano jugador de Michigan no falló y puso a los de Kerr a sólo tres puntos. Un pequeño carrusel de tiros libres por ambos lados llevó el partido a un 109-106 a poco más de un minuto para el final. Leonard quiso sentenciar pero falló su intento triple y en un deslabazado ataque DeMarcus Cousins lograba anotar en penetración. 109-108 y 46 segundos por disputar. Siakam volvería a poner a Toronto tres arriba en otra entrada marcando perfectamente los pasos, y dejaba a Golden State sin margen de error a falta de 22 segundos. Los de Nurse no quisieron arriesgar con la posibilidad del triple de los locales y mandaron a Curry a la linea de libres, asegurándose la última posesión. A Stephen no le tembló el pulso y puso a su equipo a un punto con 18 segundos por jugarse. La buena defensa de Golden State, en concreto de Draymond Green sobre el otro Green, Danny, provocó que el desaparecido escolta neoyorquino intentase un pase horrible sobre Siakam que acabó en pérdida, y por tanto posibilidad de un tiro ganador para los de Oakland. Se la jugó quien se la tenía que jugar. Curry buscó uno de esos triples que tantas veces le hemos visto anotar, rápido, sin necesidad de apenas armar el brazo, pero en esta ocasión falló el tiro bajando aún más sus porcentajes (ha hecho 23 de 67 desde el arco, muy por debajo de su acierto habitual) El rebote ofensivo acabó en manos de Draymond Green, quien sorprendéntemente pidió tiempo muerto pese a que a su equipo ya no le quedaba ninguno (a lo Chris Webber) Leonard sentenciaría desde el tiro libre, primero castigando la técnica a Green por el “excess timeout”, y luego tras una falta de Igoudala revisada por los árbitros en la que Kawhi pedía una canasta que hubiera sentenciado ya el choque sin necesidad de los libres.


Nick Nurse nos ha tapado la boca a quienes creíamos que en el baloncesto de hoy día, con el ritmo actual, era imposible ganar el campeonato de la NBA con ocho jugadores. Los odiosos ocho. Nurse convertido en el Tarantino de los banquillos. En aquel western los protagonistas sufrían una nevada que les obligaba a encerrarse en una fonda y convivir entre ellos. La nieve ha llegado también a Oakland. El norte está lleno de frío. Toronto gana el anillo con la rotación más corta que recuerdo en el baloncesto moderno. A todo ello además hay que sumarle el extraño caso de Danny Green, desaparecido en su particular agujero negro ofensivo. Anoche se volvió a quedar en blanco. Casi sucede lo mismo con Marc Gasol, quien sólo sumó desde el tiro libre. En realidad sólo cinco jugadores de Toronto fueron capaces de anotar en juego. El dato es demencial, casi diríase que contranatura baloncestística.


Sea como fuere nos alegramos mucho del éxito de estos “Spanish Raptors”. El triunfo de Marc Gasol, Ibaka y Scariolo, es un poco nuestro. Esperemos analizarlo más en profundidad en próximas entradas, así como la figura del metódico pero no por ello menos incendiario Kawhi Leonard, tercer jugador en ganar dos MVPs de finales con dos camisetas después de Kareem Abdul-Jabbar y LeBron James.


Pero no queremos despedir estas crónicas de las finales sin reconocer el coraje de unos Golden State más warriors que nunca pese a no haber campeonado. Que nadie dude que este equipo de las cinco finales NBA consecutivas es uno de los mejores de todos los tiempos. Con su mejor hombre lesionado y sólo presente en once maravillosos minutos, con su tirador más efectivo ausente todo un partido y el cuarto decisivo de otro, con el fichaje estrella de la temporada lesionado casi todo el curso y llegando fuera de forma a las finales, con otro de sus mejores elementos del banquillo (Kevon Looney) jugando con la clavícula fracturada... con todo ello han sido capaces de ganar dos partidos y de tener posibilidades reales de ganar un tercero (el de ayer) La gloria es para Toronto, pero que nadie le discuta el honor a Golden State. Pueden despedirse del Oracle con la cabeza bien alta.



Spanish Raptors






martes, 11 de junio de 2019

SUPERVIVIENTES




No estamos hablando de la Pantoja ni de su infame vástago, ni del resto de vergonzosa y vergonzante recua de la sociedad española, de la cual afortunadamente no conozco ni un solo nombre más allá de la folklorica y su bobalicón hijo technobacaluti. Hablo de unos Golden State Warriors ante los que no cabe otra cosa que rendirse y olvidarse de filias y fobias y “haterismos” (de igual modo que había que hacerlo con los ejercicios de resistencia ofrecidos por LeBron James los últimos años con Cleveland) Un equipo construido para ejercer un dominio autoritario sin parangón en los últimos tiempos, la Armada Invencible de la actual NBA, sólo podía ver naufragar su proyecto por culpa de los incontrolables elementos, que diría Felipe II. Los problemas físicos a los que se ha tenido que enfrentar en estas finales el equipo de un Steve Kerr al que como se suele decir, sólo le falta quedarse embarazado, han sido de todo tipo. Cousins, Thompson, Looney… y por encima de todo Kevin Durant. No había ningún farol ni se trataba de ninguna estrategia. Las informaciones que llegaban desde Oakland (principalmente la ESPN había sido muy clara a este respecto) eran ciertas. Durantula no estaba listo para jugar. El 3-1 con el que Toronto regresaba al Scotiabank Arena ha sido el único motivo por el que el MVP de las últimas dos finales se ha vuelto a vestir de corto arriesgando su físico y su futuro, frente a un verano en el que vuelve a ser agente libre y que podía cambiar la fisionomía de la NBA. El alero de Maryland decidió arriesgar callando a quien le acusaba de falta de compromiso con su actual franquicia, e igualmente arriesgó Steve Kerr sin tener en cuenta las condiciones en las que llegaba su mejor jugador al partido. No había idea de dosificación ni de tenerlo entre algodones, pese a que la entrada de Livingston a 5.50 del final del primer cuarto es el segundo cambio que ordena el entrenador tejano. Descansa un par de minutos y vuelve a pista, donde permanece hasta romperse. En total juega 11.57 minutos de una excelencia tal que merece la pena detenerse en la cronología de los que desgraciadamente han sido los últimos minutos en mucho tiempo para uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.




Durant sale en el quinteto titular, junto a los habituales Curry, Thompson, Igoudala y Green. Los Hamptons Five juntos de nuevo. Cousins como gran damnificado. Kerr apostando de nuevo por el baloncesto sin pívot, el que mejor réditos le ha dado. Con KD y Green como falso juego interior, el de Maryland se emparenta con Siakam. El camerunés comete pasos en su primera jugada ante Durant después de pivotar en exceso ante los inabarcables brazos de su rival que no le ofrecen espacio alguno para encontrar aro en el corazón de la zona, ahí donde Toronto no ha parado de hacer daño en estas series. La importancia de Durantula en defensa perfectamente reflejada en los primeros 15 segundos del partido. Dos triples consecutivos de KD ponen cinco arriba a Golden State. Entre medias comete falta sobre Marc Gasol, demostrando actividad defensiva buscando tanto a Siakam como al español. Es sustituido por Livingston dejando a su equipo con ventaja de tres (19-16) Vuelve a pista con el marcador empatado a 23. Captura el rebote en su tablero al fallo en el triple de Lowry. Se marca un “air ball” pero en la jugada siguiente se desquita sacando falta a Ibaka y anotando los dos tiros libres. Un triple fallado por Norman Powell le permite capturar su segundo rebote que traduce en un triplazo en contrataque. Comete falta sobre VanVleet con quien se encara, después de que el pequeño y bravo jugador de los Raptors intentara penetrarle en la zona. En la primera jugada del segundo cuarto falla su lanzamiento de dos, y posteriormente llega la jugada que hiela la sangre y congela el aliento de todo Oakland. Intentando un reverso ante Ibaka pierde la bola abriéndose de piernas y yendo al suelo, con evidentes gestos de preocupación para un jugador que llegaba a este partido claramente lesionado. La reacción es clara. No puede seguir. Todo el banquillo californiano se teme lo peor, especialmente su entrenador, Steve Kerr, y también un Stephen Curry al que las cámaras captan en el banquillo con su cabeza cubierta por una toalla y gesto funerario, una mezcla de tristeza y frustración en un jugador cuya filosofía de ganar colectivamente por encima de sus propios números fue clave para que en el verano de 2016 Durant pusiera patas arriba la NBA llegando a La Bahía. El alero dejaba el partido con 39-34 para su equipo, pero herido de muerte en lo anímico. La respuesta en la cancha de Curry, como veríamos después, fue sencillamente brutal.



La peor imagen de la noche. Durant lesionado camino del vestuario.



Otro jugador con el que las cámaras se estaban recreando especialmente, aunque por distintos motivos, era DeMarcus Cousins. La gran apuesta frustrada de esta temporada en la franquicia californiana y el gran sacrificado la noche de ayer con el regreso de Durant. Su rostro serio y circunspecto era uno de los principales objetivos de la retransmisión, cuando ya se encarrilaba el segundo cuarto y Kerr seguía sin poner en pista a un cuatro veces All Star. Con el abandono de KD el técnico tejano ordenó un doble cambio, entrando McKinnie y Cousins por Durant y Bogut. El voluminoso pívot de Alabama se convirtió entonces en el ancla de los visitantes, impidiendo que los negros nubarrones que se cernían sobre su equipo al ver encarrilar los vestuarios a Durantula hundiesen definitivamente al todavía vigente campeón. Siete puntos consecutivos de “Boogie” levantaron la moral de las tropas californianas que se vieron once arriba en un abrir y cerrar de ojos. La baja de Durant era un golpe duro, pero no había ninguna razón para pensar que los Warriors no pudieran tener opciones de ganar el partido y seguir vivos en las finales. Los de Kerr se mantuvieron en unas ventajas en torno a la decena de puntos, hasta que el “héroe” Cousins volvió al banquillo (en seis minutos dejó una producción de 9 puntos y 5 rebotes, impresionante) y Toronto aprovechó para ponerse a uno, pero Curry con un triple marca de la casa y Looney en un rebote ofensivo volvieron a abrir una pequeña brecha de seis puntos con la que irse al descanso, mientras que Leonard y Green fallaban sus respectivos intentos triples. 62-56.



Nada sabemos de cómo transcurrió la charla entre Kerr y sus hombres en el vestuario para afrontar una segunda parte en la que ya no había margen de error. Todo lo que no fuera ganar significaría el fin de la temporada y del sueño del “three-peat”. Y lo cierto es que Golden State tuvo una puesta en escena en la reanudación a la altura de un equipo campeón. Los triples de Curry, Thompson e Igoudala estiraban el marcador y una canasta de Looney ponía la máxima diferencia del partido, 14 puntos (77-63) mediado el tercer cuarto. A Nurse no le dio tiempo ni de parar el partido. VanVleet, otro jugador para quien no parece existir la palabra miedo, respondió con un triple para iniciar un parcial de 0-10 que volvía a meter a Toronto en el partido. La fe del pequeño jugador de Illinois dio vida a un equipo en el que Leonard había desaparecido. La estrella de los Raptors sólo pudo sumar un punto desde el tiro libre a su cuenta anotadora, fallando sus tres tiros de campo, además de perder dos balones. Tiene mérito que Toronto se fuera sólo seis abajo (84-78) al último cuarto, después de que Cousins anotase los últimos cuatro puntos de su equipo y siguiese engordando sus cifras.



Kawhi Leonard ya nos tiene acostumbrados a esto. Desapariciones inexplicables para resurgir en los momentos decisivos con exhibiciones tan descomunales como la del último cuarto de este quinto partido. Pero hasta que decidió explotar la batalla se decidía entre unos Golden State encomendados a Curry y unos Toronto que se sostenían por un gran Lowry y un consistente (una vez más) Ibaka. La conexión entre estos dos últimos ajustaba el marcador (92-89) a 8 minutos para el final. El partido ya llevaba minutos instalado en el puro espectáculo que impide pestañear (canastones de Curry, triplazos de Lowry…) Y entonces comenzó el show Leonard. Canasta tras rebote ofensivo al fallo de Danny Green en el triple (92-91) El otro Green, Draymond, responde desde el triple para poner el 95-91. Leonard falla en el siguiente ataque, y Draymond comete dobles por Warriors. Kawhi lo vuelve a intentar y se encuentra con el robo de Igoudala. No enfades a un tipo como Leonard, Iggy. Un triple fallado por Thompson acaba en rebote ofensivo de Kawhi, que corre la contra para encontrar a Powell quien hace el mate de las finales para encender las gradas del Scotia. 95-93. El siguiente fallo de Igoudala acaba con el balón de nuevo en manos de Leonard que anota un triple en contrataque y definitivamente las gradas se vienen abajo… y quedaba mucho más. Estamos 95-96, Toronto recobra el mando y el fallo de Curry lo castiga Leonard con un nueva canasta, esta vez a tabla. 95-98. Green vuelve a anotar para Golden State y Leonard en absoluto éxtasis anotador responde otra vez desde el triple (97-101) Igoudala vuelve a fallar y Leonard a anotar. 97-103 a falta de 3.28 y Toronto que comienza a soñar con el anillo. Curry falla de nuevo y a falta de 3 minutos Nurse pide tiempo muerto. Visto ahora no parece que fuera una decisión acertada el haber parado el partido con Golden State contra las cuerdas a tres minutos para el final. Detengámonos aquí para analizar los últimos minutos de Kawhi Leonard. Anota el 92-91 a 6.54 para el final y su punto número 26 lo consigue a 3.28 de sonar la bocina. En ese intervalo de 3 minutos y 26 segundos el alero de Riverside suma 12 puntos, 3 rebotes y 1 asistencia. Demencial.



Pero como decimos el tiempo muerto de Nurse parece enfriar a la estrella canadiense. Falla su intento de “fadeaway” (buena defensa de Thompson) en el siguiente ataque y el propio Thompson pone el 100-103 con un triple (y una mala defensa de Kawhi)… y aún quedaban más de dos minutos por jugarse. Lowry se queda liberado en la posesión siguiente para lanzar un cómodo triple… que no entra y Curry busca uno de esos triples lejanos tras bloqueo (de Cousins en este caso) que tanto le gustan. No acierta, el balón se queda corto rebotando en el aro pero la bestia de Alabama llega desde atrás para hundir la bola. Los árbitros piden “instant replay” y finalmente anulan la canasta por un “goaltending” que yo sinceramente no veo, ya que en ningún momento DMC toca el aro antes de hacer el mate. Hubiera sido el 102-103 con dos minutos por disputar. Nueva bola para Toronto que acaba con una grotesca pérdida de balón después de que Lowry, casi agotada la posesión, saque hacia fuera un balón imposible para Marc Gasol (decimos Marc porque era el jugador más cercano a esa bola, nos tememos que Lowry no sabía ni a quien pasaba o intentaba pasar), devolviendo la posesión a Golden State. Con casi medio minuto menos, eso sí. Curry hace el típico “carretón” para empatar el partido con un triple tras recibir de Igoudala. Otra de sus especialidades. Partido nuevo y sólo 82 segundos en el crono. El siguiente ataque local pasó, como no, por Leonard. Quedando mínimo tres posesiones no tenía sentido especular con el reloj. Kawhi se la jugó frente a Thompson desde el triple y falló. Tampoco es que fuera precisamente el mejor de los ataques posibles, y menos en un equipo tan dado a la circulación como Toronto. Curry se hizo con el rebote y cruzó la pista al viejo estilo de Golden State, buscando el aro rival antes de que la defensa esté formada. Penetró por la derecha y buscó a Igoudala, quien vio fuera a Green el cual soltó la bola sin bote encontrando a Thompson. La metralleta angelina se zafó de Leonard con una simple finta y… ¡diana! 106-103. Cuatro jugadores, tres pases, dos botes, 15 segundos y un triple. Pura filosofía Steve Kerr. Los Splash Brothers habían resucitado a su equipo con un parcial de 9-0. Como escribía anoche Piti Hurtado en su cuenta de Twitter, estos tíos pueden ganar o perder, pero ya son leyenda. Quedaba poco menos de un minuto y los Raptors buscaron un pick&roll de toda la vida entre Lowry y Gasol. No el “Spain pick&roll” del que hablábamos en la anterior entrada, el cual implica a un tercer jugador de ataque haciendo bloqueo ciego. Ese fue el error. Cuando Marc se fue hacia el aro se encontró emparedado entre Cousins e Igoudala quienes le negaron el camino al aro. Quedaba tiempo al menos para dos jugadas y Nurse ordenó presión a media pista. Funcionó, con Green pisando su cancha una vez que había traspasado media pista ante la defensa de Danny Green. Recuperaba bola Toronto, con Lowry buscando de nuevo a Marc y su bloqueo en línea de triple, pero en esta ocasión no hubo continuación y el base canadiense encaró el aro encontrándose con un Cousins cuyo tapón fue considerado ilegal. 106-105. Sería el marcador definitivo, ya que el propio Cousins cometería una falta en ataque que otorgaba a Toronto una última posesión que podía valer un anillo. La tuvo Lowry desde la esquina en un tiro que parecía librado. Thompson e Igoudala se fueron con Leonard, quien recibió de VanVleet. Curry y Livinsgton no perdían de vista a Green y VanVleet respectivamente, mientras que Draymond Green se quedaba en la zona con Marc Gasol. Una zona por la que cruzó Lowry aprovechando el 2x1 que recibía Leonard para recibir solo en la esquina y ejecutar un tiro al que Green llega lo suficiente como para desviar la trayectoria de la bola. No era una mala decisión, y creo que hay que darle más mérito a la acción defensiva de Green que al error de Lowry, por mucho que el base de Toronto no estuviera acertado en unos minutos finales en los que varios jugadores (Cousins, Leonard…) parecían vivir en un carrusel de desaciertos.



Green, la acción defensiva del partido.




Golden State sigue vivo después de un extraordinario ejercicio de supervivencia. Se aseguran al menos volver a Oakland, despedir el Oracle Arena para siempre y seguir atisbando una remontada épica. Es lo mínimo que se merecen.



El G6 se presenta apasionante, en unas finales con las fuerzas justas y en las que vemos cómo va subiendo el nivel de dureza. Psicológicamente ambas escuadras tienen mucho que rumiar para sus adentros. Toronto tuvo el partido ganado y deben estar dándole vueltas a todo lo que sucedió después de pedir ese tiempo muerto que acabó favoreciendo al rival, pero Golden State estuvo a punto de dilapidar una ventaja de 14 puntos. Igualmente a nivel individual un jugador como Kawhi Leonard después de hacer una exhibición portentosa en tres minutos y medio acaba tomando malas decisiones en ataque y resultando inútil en defensa. ¿Le estará entrando el vértigo a Toronto? Lo mejor para el baloncesto, que sigue habiendo batalla. Lo peor, que perdemos a uno de los mejores jugadores del mundo para todo un año.




Los Splash Brothers no han dicho su última palabra.