sábado, 14 de septiembre de 2019

LO QUE NUNCA MUERE





“Rock and roll is here to stay,
it will never die,
it was meant to be that way,
thought I don't know why.

I don't care what people say,
rock and roll is here to stay”

(“Rock and roll is here to stay”, Danny & The Juniors, 1958)




Pauy Manu. Cambiaron la historia de sus países.




Rock and roll is here to stay, los viejos rockeros nunca mueren, punk's not dead... son multitud los tópicos que hablan de la pervivencia del rock and roll como ejemplo de resistencia excitante, de lo que nos mantiene vivos y jóvenes independientemente de la fecha de nacimiento que refleje nuestro carnet de identidad.


30 de Abril de 1980. En el barrio de Floresta de la populosa ciudad de Buenos Aires un voluntarioso jugador de baloncesto llamado Mario Arnaldo Scola, con un amplio currículo en algunos de los mejores clubs argentinos veía nacer a su único hijo varón, quien sería bautizado con el nombre de Luis Alberto (Luisfa para los amigos) y recibiría bien pronto un balón en las manos mientras crecía hasta pronto superar los 202 centímetros de su padre. Tras una adolescencia enrolado en el Ferro Carril Oeste, uno de los clubes punteros del basquet argentino por aquellos tiempos, el joven Scola saltaría el charco gracias al buen ojo del club alavés Saski Baskonia. Por resumir podríamos decir aquello de que “el resto es historia”, una historia jalonada de éxitos y buen baloncesto que desemboca en un septiembre de 2019 en el que concurre a su quinto mundial como uno de los jugadores más veteranos y haciendo números nunca vistos a un baloncestista de 39 años en un mundial del que es indiscutíblemente el mejor “cuatro” de todos los presentes.


Debemos empezar hablando de Luis Scola antes incluso que de nuestra selección española, ya que si la final del próximo domingo en Pekín se presenta empañada de un preciosismo sentimental irresistible es gracias a lo que han significado ambas selecciones nacionales, la argentina y española, a lo largo de este silo XXI. Varios son los paralelismos que comparten ambas federaciones, principalmente haber asistido al alumbramiento de las mejores generaciones de su historia. La “Generación Dorada” en el caso de la albiceleste (Ginobili, Nocioni, Scola, Delfino, Oberto...) por un lado y los “juniors de oro” (Pau Gasol, Navarro, Felipe Reyes, Raúl López, Calderón...) por otro, todos ellos sumados a elementos ligeramente mayores o más jóvenes complementando dos selecciones que igualmente comparten el enfrentarse a la transición de superar la retirada de dichas generaciones. La selección española, ya se ha comentado sobradamente, concurre por vez primera a una gran cita internacional sin ningún representante de los “juniors de oro” 19 años después del debut con la absoluta de Raúl López y Juan Carlos Navarro. Argentina ha visto retirarse uno tras otro sus grandes mitos de la canasta de la última era. Sólo Scola permanece perenne, impasible al paso del tiempo, instalado en un particular calendario que no arranca las hojas. Una especie de Lobezno del baloncesto, capaz de regenerarse y curar sus heridas en tiempo record. Sencillamente inmortal.




Scola, primeros años en Buenos Aires.



La dorada Argentina del siglo XXI (podemos situar su inicio en la tercera plaza del FIBA Americas de 1999 ya con Scola y Ginobili) es sobre todo la selección campeona olímpica de Atenas 2004 y subcampeona mundial en 2002, después de una mítica final ante Yugoslavia resuelta en la prórroga y no exenta de polémica por una muy dudosa falta de Scola sobre Divac en una recuperación de balón y en una posible falta no señalada sobre Sconochini, todo ello en los últimos segundos antes del tiempo extra (de hecho el propio árbitro Nikos Pitsilkas admitió su error años después) Tampoco debemos olvidar su bronce olímpico en Pekín 2008 y por supuesto infinidad de podios en los distintos torneos suramericanos y FIBA Americas. La España comandada por Pau Gasol por su parte ha conseguido ser campeona del mundo en 2006 y subcampeona olímpica en 2008 y 2012, además de bronce en 2016. Su dominio continental por otro lado se traduce en los oros de 2009, 2011 y 2015, la plata de 2007, y los bronces de 2013 y 2017. Una trayectoria sencillamente asombrosa.


Durante estos años en los que han coincidido ambas generaciones, con España tomando el relevo y no dejando llegar todavía más lejos a una Argentina irrepetible, han sido varias las ocasiones en las que ambos colosos se han enfrentado, siendo la más relevante precisamente en un mundial, las semifinales de 2006. Previamente, en los Juegos de Atenas de 2004, ya habíamos asistido a un España-Argentina en fase de grupos con victoria de la selección entonces dirigida por Mario Pesquera. En el partido inaugural los nuestros habían ganado con facilidad a China, mientras que los de Rubén Magnano se desquitaban de la final del mundial 2002 con una victoria sobre la selección en aquel momento conocida como Serbia y Montenegro con una canasta sobre la bocina del genial Ginobili. En la segunda jornada España y Argentina se enfrentaban con los albicelestes como favoritos no sólo para aquel partido si no para subir al podio final. Ahí estaba un Ginobili que ya comenzaba a ser importante en San Antonio, al lado de los Scola, Oberto, Nocioni, Pepe Sánchez... un auténtico equipazo. Pero aquella España comenzaba a demostrar de lo que iba a ser capaz muy poco tiempo después y se imponía por 87-76 en un partidazo que dejaba un descomunal duelo entre Pau Gasol (26 puntos y 8 rebotes) y Scola (28+9) Las buenas sensaciones demostradas por el equipo de Imbroda se confirmarían en los siguientes partidos, pasando por encima de Italia y Serbia y Montenegro respectivamente, cerrando invictos la fase de grupos ante Nueva Zelanda (que llevaba muy buen equipo, comandados por Phil Jones y Pero Cameron y venían de ser semifinalistas en el último mundial) Sólo había una mala noticia. Estados Unidos se clasificaba como cuarta del otro grupo tras caer ante Puerto Rico y Lituania y sería nuestro rival en cuartos de final. El que acabó siendo conocido como “Nightmare Team” debido a los malos resultados cosechados era en realidad un auténtico equipazo liderado por Tim Duncan, Allen Iverson y Stephon Marbury al lado de jóvenes promesas como Dwyane Wade, Carmelo Anthony o LeBron James, dirigidos por un Larry Brown que venía de ganar el anillo con Detroit Pistons. Pero su torneo fue un desastre y posiblemente contra España hicieron su mejor partido con un recital de Marbury desde el triple. El partidazo de Pau (29 puntos y 6 rebotes) no fue suficiente y nos tuvimos que conformar con el quinto puesto mientras que Argentina, que había pasado como tercera de nuestro grupo acabaría siendo campeona olímpica tras deshacerse en las eliminatorias de Grecia, la propia USA e Italia respectivamente.


Dos años después nos encontramos de nuevo frente a Argentina en un partido que significó el punto de inflexión para nuestra selección. El partido que lo cambió todo. Ambas escuadras llegaban a las semifinales del mundial de Japón como invictas y habiendo derrotado sin contemplaciones a cada uno de sus siete rivales hasta aquel octavo partido que abría paso a la gran final. Para España era una oportunidad histórica, ya que jamás había accedido a la lucha por el oro, siendo el cuarto puesto de Colombia en 1982 (la Yugoslavia de Dalipagic y Delibasic nos había dejado sin metal) nuestra mejor clasificación histórica hasta aquel momento. Argentina quería otra oportunidad para subir a lo más alto del cajón después de la amarga final perdida en 2002.


Quedaban 19 segundos para concluir un disputadísimo encuentro que marchaba empatado a 74 puntos cuando Jose Calderón recibía falta de Pepe Sánchez que lo mandaba a la línea de personal. Argentina se aseguraba la última posesión y ponía toda la presión en la muñeca del base extremeño, quien fallaba el primer tiro pero nos ponía uno arriba al anotar el segundo. Manu Ginobili dirigía el ataque argentino. Consolidado ya como una auténtica estrella de la NBA esa última bola tenía que pasar por él, penetrando en la zona española y atrayendo toda la defensa sobre su figura. El escolta de Bahía Blanca veía libre y sin marca en la esquina a Nocioni esperando desde el triple, completamente solo. Aunque a los de América del Sur les bastaba con una canasta de dos el alero que por aquel entonces militaba en Chicago Bulls tenia un tiro totalmente liberado gracias a que Ginobili había arrastrado a nuestra defensa. Sólo Rudy Fernández llega apenas a puntear el tiro del argentino quien por fortuna para nuestros intereses no acierta con su lanzamiento. Pau Gasol, lesionado unos minutos antes (se perdería por tanto la final ante Grecia), apenas podía levantarse para abrazarse con sus compañeros. Los “juniors de oro” se convertían en seniors de oro y el baloncesto español lograba el mayor éxito jamás conseguido hasta la fecha. Argentina ni siquiera podría subirse al podio, ya que los Estados Unidos de los LeBron, Wade y Carmelo, ya con mayor peso y experiencia, se reponían del varapalo en semifinales ante Grecia para colgarse el bronce. Nunca sabremos cual hubiera sido la historia posterior de nuestro baloncesto de haber entrado aquel lanzamiento de Nocioni que nos hubiera condenado a no luchar por más allá del bronce (dicho así, como si fuera poca cosa) y quizás no ser capaces de superar los logros de la anterior gran generación de baloncestistas españoles, la de los Corbalán, Epi, Jiménez y Fernando Martín. Lo que si tengo claro es que nunca ha habido una jugada tan crucial y capaz de definir un destino en la historia de nuestro baloncesto como aquel triple marrado por el Chapu. Podemos afirmar que aquello significó lo mismo que dos años después la ronda de penaltis ante Italia en cuartos de final de la Eurocopa futbolística con los benditos guantes de Iker Casillas como protagonistas. Nuestro particular paso del Rubicón.



Nocioni desde la esquina y el destino de nuestro lado.



Amistosos al margen, los posteriores enfrentamientos en partidos oficiales entre ambas escuadras nos remiten primeramente al mundial de Turquía de 2010. Era nuestro primer verano sin Pau Gasol desde que nos habíamos convertido en campeones del mundo cuatro años antes (entre medias un botín de una plata olímpica y oro y plata y continentales) El de Sant Boi renunciaba a la selección admitiendo la dificultad de compaginar su brillante carrera NBA (acababa de ganar su segundo anillo con los Lakers) con los campeonatos internacionales de selecciones veraniegos. Un lejano triple de Teodosic cercenaba nuestras ilusiones de revalidar título y nos mandaba a la lona en cuartos de final, la misma ronda en la que una enorme Lituania (acabaría siendo bronce) destrozaba a Argentina en un recital ofensivo comandado por Linas Kleiza. Después de superar a Eslovenia y Rusia respectivamente los de Scariolo y Hernández se veían las caras en la lucha por el quinto puesto, que finalmente se llevó Argentina con un gran, como no, Scola (a la sazón máximo anotador de aquel torneo) con 22 puntos y 11 rebotes y una exhibición anotadora de Carlos Delfino, quien llegó a los 27 puntos. Rudy Fernández por nuestro lado hizo uno de los mejores partidos de su carrera con la selección con una brutal estadística de 31 puntos (5 de 7 en triples), 8 rebotes y 3 asistencias.


Habríamos de esperar nada menos que seis años para volver a encontrar un España-Argentina en torneo oficial de la FIBA. Fue en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 en una primera fase de grupos que resultó ser una auténtica locura. Habíamos caído en finales muy ajustados ante dos buenas selecciones como Croacia y Brasil en los dos primeros partidos (y la afición, ya saben, pidiendo la cabeza de Scariolo y más de medio equipo), se nos atragantó Nigeria en la tercera jornada, a la que sólo pudimos doblegar en los últimos minutos y nos dimos un extraño festín ante una Lituania que marchaba invicta a la que ganamos por nada menos que 50 puntos (109-59), nuestra mayor diferencia en la historia de los Juegos Olímpicos, y ante una de las mejores selecciones del planeta. Ver para creer. Nos plantábamos en la última jornada de la fase de grupos con un balance de 2-2 y obligados a ganar a Argentina, ya que una derrota unida a una previsible victoria de Brasil sobre Nigeria nos dejaba fuera. La selección de Sergio Hernández por su parte sólo había caído ante Lituania presentando un registro de 3-1. Mandamos desde el principio con un gran partido de Rudy Fernández (23 puntos y 7 rebotes) y Pau (19 y 13) destacando por el lado rival Ginobili (16 puntos y 5 rebotes) y Laprovittola (21 puntos más 4 asistencias, además de 4 robos) También estaban por allí Scola, Campazzo, Garino, Deck, Delia, Brussino y Garino, de modo que hasta ocho jugadores argentinos repiten de aquel hasta el momento último duelo ante España. Por nuestra parte repiten cinco: Rudy, Ricky, Willy, Claver y Llull. Respecto a aquella semifinal de Saitama que lo cambió todo sólo Rudy y Marc (quien no saltó a la pista en aquel partido) por bando español y Scola en Argentina quedan como supervivientes. También repite en el banquillo Sergio “Oveja” Hernández, mientras que Pepu Hernández ahora se dedica a la política como concejal en el ayuntamiento de Madrid. El resultado final de 92-73 a nuestro favor puso aquel grupo patas arriba dejando un cuadruple empate de 3-2 entre Croacia, España, Lituania y Argentina, condenando a los de Hernández a un duelo de cuartos de final ante Estados Unidos, a la postre nuestro verdugo en semifinales.


La final de Pekín en el Wukesong Sport Arena, mismo escenario donde disputamos la segunda final olímpica de nuestra historia, en los Juegos de 2008, supone además de un hito para el baloncesto hispanoamericano un rotundo triunfo de la liga ACB sobre la que no caben dudas sobre su calidad y competitividad haciendo de ella la mejor liga doméstica del mundo fuera de Estados Unidos. Nada menos que 21 de los 24 jugadores finalistas juegan o han jugado en nuestra liga. Por supuesto los 12 españoles, mientras que por lado argentino sólo Máximo Fjellerup, Tavayek Gallizzi y Agustín Caffaro no tienen experiencia fuera de su país. En el evidente salto de calidad que ha dado el baloncesto argentino durante este siglo es innegable que parte de la culpa hay que dársela a la ACB donde hemos visto curtirse a jugadores como Scola, Nocioni, Oberto, Herrmann, Pepe Sánchez, Nico Laprovittola o Facu Campazzo.


Hay por tanto más allá de los naturales lazos linguísticos y sentimentales (¿quien de nuestro país no tiene familia argentina?) muchas más afinidades y relaciones entre dos federaciones de baloncesto que como ya hemos explicado tienen el enorme mérito de haber superado la retirada de sus mayores emblemas y seguir siendo enórmemente competitivas. Es muy posible que selecciones como Estados Unidos, Serbia, Francia o Australia se hayan presentado a este mundial con mejores plantillas hombre por hombre que los dos finalistas, pero el corazón y gen competitivo de españoles y argentinos ha sido muy superior en los momentos claves, así como la experiencia para tener la cabeza fría ante cualquier situación comprometida. Ningún ejemplo mejor que la reciente semifinal de los de Sergio Scariolo ante una potentísima Australia. Los de Lemanis tienen un auténtico equipazo plagado de jugadores consolidados en la NBA y en un grado de madurez óptimo. Llevan años avisando de lo que son capaces y el recuerdo de sus magníficos Juegos de 2016 todavía perdura en la retina del aficionado. Frente a España parecía que iban a traspasar su particular Rubicón al estilo de nuestra selección en el ya citado mundial 2006 ante Argentina. A partir del segundo cuarto el dominio del partido fue suyo. Llegaron a tener una máxima ventaja de once puntos y especialmente delicado parecía el 55-63 con el que mandaban a 6.47 del final del tiempo reglamentario. A 4.35 seguían mandando por 7 (60-67) y a dos y medio por 5 (65-70) Lo tenían todo de su lado, e incluso a pesar del coraje español traducido en un parcial de 6-0, Patty Mills pudo tener el pase a la final con dos tiros libres de los que sólo anotó uno. Patty Mills, una auténtica estrella y máquina de anotar, demostrando la dificultad emocional de anotar un tiro libre del que dependa la suerte de un todo un país en un determinado deporte y que esto no es la Play Station. España llegó a la prórroga con la mente más limpia, con la motivación del que ha venido empujando desde atrás frente al que ha visto esfumarse su ventaja como quien ve derrumbarse un castillo de naipes que ha estado afanosamente construyendo durante 40 minutos. El parcial de 5-0 firmado por Marc Gasol a la salida del tiempo extra parecía confirmar esta teoría, pero Australia es una roca y respondieron con otro 0-5. El partido subió en intensidad defensiva y apenas dos puntos más por cada equipo movieron el marcador hasta que dos tiros libres de Mills ponían un 78-80 a falta de 14 segundos que nos dejaban en una situación crítica. Scariolo diseñó una jugada buscando a Marc Gasol, quien recibió falta de Dellavedova. A diferencia de Mills finalizando el tiempo reglamentario, al mediano de los Gasol no le tembló el pulso ni la responsabilidad de tener a todo un país detrás suyo. Sus dos tiros libres nos llevaban a la segunda prórroga después de un discreto parcial de 9-9 entre ambos equipos. Y entonces se liberó la tormenta. A pesar de que Bogut castigaba de nuevo de inicio en el rebote ofensivo para enmedar un fallo de Mills y poner el 80-82, un parcial de 10-0, incluyendo dos triples de un desatado Llull, ponían un 90-82 que a falta de 2.06 nos acercaba a la final. Lo del balear es de traca, no nos cansamos de repetirlo. Sus porcentajes en el triple en este torneo están siendo realmente pobres. Hasta ese momento acumulaba un triste 11 de 44, y en la semifinal ante Australia concretamente registraba un peligroso 2 de 8. Pero no hay un jugador con mayor fe en sus posibilidades en los momentos decisivos de un partido en toda Europa. Es el “clutch player” por excelencia del baloncesto español, el tipo al que tienes que darle los balones cuando el sol más calienta. El auténtico heredero de Navarro. Aun así un rápido triple de Baynes ponía a los australianos a cinco y todavía quedaban dos minutos, pero supimos sufrir en defensa para que los lanzamientos de Goulding e Ingles no hicieran más daño. Sólo otro triple de Mills sumó para el rival mientras que administramos bien la ventaja y volvimos a abrir brecha desde los tiros libres. Finalmente nos llevamos el partido haciendo 15 puntos en los 5 minutos del segundo tiempo extra. 10 de ellos en los 3 primeros minutos.


Menos historia tuvo el posterior Argentina-Francia. Es posible que los galos pagaran el esfuerzo de su durísimo partido ante Estados Unidos, pero lo cierto es que los del “Oveja” Hernández llevaron el control del partido desde el primer minuto gracias de nuevo al binomio Campazzo-Scola. La progresión anotadora de los argentinos fue metódica, y sin llegar a romper definitivamente el partido hasta el último cuarto, cuando un triple de Scola ponía un 74-59 a falta de 3 minutos que ya antojaba una diferencia definitiva, la sensación que dejó Francia fue la de un equipo siempre a remolque y dependiente de los arreones de Fournier y Ntilikina. Con Gobert absolutamente anulado, sólo sumando en el rebote (once capturas) pero inoperante ante el aro (sólo una canasta en juego en tres intentos y un tiro libre anotado por tres fallados), el entrenador argentino dio otra lección de gestión de recursos desde el banquillo aprovechando la abnegación y sacrificio de unos jugadores entregados a la causa. Delia, Gallizzi y Vildoza dieron un ejemplo de trabajo oscuro en beneficio del brillo de los Campazzo y Scola, y el gran Luisfa, ejecutor con sus 28 puntos y 13 rebotes, dio otro magisterio de autogestión y dosificación siendo capaz de jugar 34 minutos a pesar de sus 39 años. Ojo a este dato, en ninguno de los cinco partidos de las dos primeras fases la selección albiceleste llegó a las 20 faltas personales. En cuartos frente a Serbia y semifinales ante Francia han subido a 24 por partido. A nadie puede extrañar. Argentina, como España, ha encontrado el camino a través de la defensa, de la pelea bien entendida.




Marc y Ricky, ¿quién dijo que no había relevo?



Si hay algo que si creo que puede diferenciar los actuales cambios de ciclo que viven estas dos selecciones es en lo referente a la justicia del valor que reciben de sus aficiones. Mientras el aficionado argentino comprende que su selección ya no es la de Ginobili y Nocioni, en España a Scariolo se le sigue juzgando y exigiendo como si tuviera a su cargo a Pau Gasol y Navarro. A pesar de los éxitos recientes con una selección que lleva tiempo apuntando a la transición en sus pesos pesados (el bronce olímpico de Río de Janeiro en 2016 y el mismo metal europeo en 2017 con la fase final en Turquía) hay una parte de la afición que (al estilo de lo que sucede con Laso) pone más énfasis en los puntuales tropiezos de nuestros jugadores más que disfrutar y admirar las proezas conseguidas. No pude sentir cierta envidia y notar la piel de gallina cuando vi el vídeo del Chapu Nocioni tras derrotar a México en las semifinales del FIBA Americas de 2015, abrazado a un periodista de su país porque aquella victoria suponía billete olímpico para Río, alabando al equipo, al Luisfa Scola, que junto a él eran los veteranos del equipo, hablando de los chavales nuevos que llegaban a la selección (Campazzo, Deck, Brussino...) y del trabajo que hacían. Busquen ese vídeo en You Tube y no me digan que no se les ponen los pelos de punta. Posteriormente caerían derrotados ante una sorprendente Venezuela dirigida por Ernesto “Che” García en una de las mayores sorpresas baloncestísticas de todos los tiempos. ¡Venezuela campeona de América!, pero nadie en Argentina hizo sangre por aquella derrota, si no que se festejó la plata y el pasaporte a Río degustando ese sabor añejo del baloncesto de Nocioni y Scola que había que apurar hasta el final. Aquella Venezuela campeona había jugado semanas antes en España, ellos preparando su torneo americano, nosotros el europeo. Nos costó un mundo ganarles, y sólo un palmeo de Felipe Reyes sobre la bocina evitó la derrota. Las críticas, claro, no se hicieron esperar. No había comenzado el Eurobasket de 2015 y ya había que masacrar y despellejar a todo el equipo, Scariolo a la cabeza... acabamos ganando el oro. La historia de nuestra vida.


Argentina y España en una gran final mundialista significan por tanto un homenaje a lo mejor del baloncesto internacional del siglo XXI. A algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos, a los Ginobili, Nocioni, Pau Gasol, Navarro o Felipe Reyes, alguno de ellos, como Manu, en las gradas de Pekín, otros empujando desde sus casas, apoyando en redes sociales, o poniendo los puntos sobre los ies, como ha hecho Pau Gasol hablando alto y claro al aficionado desagradecido que no es capaz de valorar las gestas de nuestra selección. Un homenaje por supuesto a Luis Scola empeñado en bailar un tango inmortal. Un homenaje a lo más hondo de nuestros corazones y nuestro más puro amor por el baloncesto. Por lo que nos sigue excitando. Lo que nos mantiene jóvenes. Lo que nunca muere.




EQUIPO





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