Ha sido un movimiento como digo llamativo,
sorprendente, y que personalmente me resulta por así decirlo simpático. Me
gusta la decisión de Tomic, aparcando una ambición que posiblemente nunca ha
sido una de sus grandes características para recalar en un club histórico pero
humilde y lejos de la lucha por los títulos. Un club en el que jugar al baloncesto
por simple felicidad sin una presión con la que nunca se ha llevado bien el
talentoso pívot croata.
En aquel desastroso Real Madrid de Ettore Messina,
ejemplo en dar palos de ciego, la espigada figura de Ante Tomic apareció ante
al aficionado español a mitad de la primera temporada del técnico italiano con
la desafortunada etiqueta de “Pau Gasol del Este”, y por mucho que el pívot
balcánico dejara clara lo exagerada de la comparación en su presentación (“no
creo que esté cerca de él”, dijo literalmente mientras era flanqueado por
Valdano y Maceiras) la primera losa ya estaba echada. Para quien no siguiera el
baloncesto adriático, de cuya liga había sido MVP en 2009, la única referencia
iba a ser la de aquel Pau Gasol que había reventado la ACB, Copa y liga, unos
años antes de dar el salto a la NBA. Pero la realidad fue que se encontraron
con un jugador tan plano que prácticamente sus virtudes y carencias han sido
siempre las mismas, entre las primeras un excelso juego de pies, magnífico
posteo y una visión de juego poco frecuente entre los hombres altos (lo que le
he llevado a ser uno de los pívots más pasadores en la ACB de la última
década), por contra entre las segundas una ausencia total de tiro de larga
distancia, fragilidad defensiva, y por supuesto, y esto quizás sea lo más grave
cuando uno trata de instalarse en el baloncesto de mayor élite posible, una
total falta de carisma.
Dos años y medio después emprendía camino al eterno
rival, un Barcelona de Xavi Pascual menos alegre en su juego que el Madrid de
Laso pero precisamente cuya pausa y orden podría dar mejor encaje a un 2.17 que
empezaba a sufrir la realidad del poco acomodo que encuentra el hombre grande
en el baloncesto actual de ritmo alto y posesiones cortas, máxime con su
carencia en el tiro exterior. Dejaba
unas aceptables medias de 8.8 puntos y
4.8 rebotes por partido en 19 minutos en pista. Como conquistas colectivas, una
Copa del Rey en la que sólo anotó 2 puntos en la final de la que pese a todo
fue titular. En aquel partido que inauguraba el ciclo triunfal de Pablo Laso el
técnico vitoriano ponía sobre el tapete las cartas de lo que iba a ser el nuevo
baloncesto dominador en la ACB, donde Tomic parecía no tener sitio, e incluso
un jugador de un perfil similar al croata como el del bosnio Begic tenía más
foco llegando a la decena de puntos en aquella final. Sin posibilidad de
renovación el jugador de Dubrovnik aceptó la que parecía la mejor de las
ofertas. Un Barcelona que de la mano de Xavi Pascual había conquistado tres de
las últimas cuatro ligas (incluyendo aquella de 2012) y se había alzado con el
cetro continental en 2010 (precisamente con dos “cincos” de su escuela, de los
de no pisar el triple y vivir en la zona, como Fran Vázquez y Boniface Ndong)
Lo que no parecían entender ni Pascual ni Tomic ni tantos otros es que lo que
había demostrado Laso meses antes en la final de Copa del Rey en Barcelona era
una declaración de principios baloncestísticos que iban a voltear el
incontestable dominio blaugrana de años anteriores convirtiendo al Real Madrid
en el nuevo tirano de la canasta nacional. Tanto fue así que hasta el propio
Pascual, el entrenador con mejor palmarés en el baloncesto azulgrana, sería
destituido en 2016 por parte de la directiva barcelonista, buscando un golpe de
efecto para cambiar el dominio madridista que cuatro años después todavía no ha
llegado.
En su presentación como jugador barcelonista Tomic,
involuntariamente, se echó otra losa más encima. Ante los micrófonos recurrió
al tópico “he venido a este club a ganar títulos”. Necesitaríamos literalmente
cientos de folios para recordar todos los jugadores que han hecho afirmaciones
similares cuando llegan a un nuevo club, especialmente si es de laureada
historia, pero para mayor vergüenza de quienes han utilizado la frase de Tomic
como arma arrojadiza cada vez que el Madrid de Laso ha seguido imponiendo su
férreo dominio baloncestístico por encima del Barcelona, podemos recordar como
Herreros celebraba la Copa del Rey con el Estudiantes en 1992 dedicándosela a
“los que se fueron al Madrid a ganar títulos”, en clara referencia a José
Miguel Antúnez, quien se había enrolado en el club blanco un año antes. El
propio Herreros cuatro años más tarde se acogería al decreto 1006 para salir
del Estudiantes con la ambición de jalonar su carrera de más éxitos, que sin
embargo no llegaron en la medida deseada, siendo el alero madrileño
posiblemente el baloncestista que con mayor calidad sin embargo ha cosechado
palmarés más exiguo en la pista (aunque cierto es que como directivo se está
resarciendo, y con creces)
Pocos apostaban como hemos dicho porque en aquel
verano de 2012 el cambio de ciclo fuese una realidad y se empeñaban en ver el
título copero de Laso como una anécdota a la altura de la liga de Maljkovic.
Gran parte del madridismo seguía instalada en un complejo necesitado de nombres
y no hombres, pese al rotundo fracaso del proyecto Messina/Maceiras. Entre
aquellos descreídos que seguían zurrando a Laso estaba un anónimo aficionado
que decidió crear una cuenta parodia de Twitter sobre la figura del entrenador
alavés, Pablo Lolaso. Con un evidente espíritu jocoso igual de evidente era su
desconfianza en el proyecto. Tomic se convirtió en uno de sus primeros
objetivos después de las finales ACB de 2012, pero ningún jugador escapaba a
sus ataques, especialmente Felipe Reyes, y por supuesto el propio entrenador
madridista. En aquellos primeros tweets el autor dibujaba un Laso torpe,
despistado, gritón y al que sus jugadores no hacían ni caso. La parodia era en
cierto modo cruel y sin duda “anti-Laso”. Incluso en las finales de 2014, en
las que Laso es expulsado del Palau en silla de ruedas y parecía sentenciado
por la directiva y afición publicó un meme, el típico meme de Heidi tirando a
Clara de la silla de ruedas por un barranco en el que la cara de Clara era
sustituida por la de… Laso. Pero los títulos fueron llegando, además de haber
conquistado ya la liga de 2013 y llegar a dos finales de Euroliga que, créanme,
pese a perderlas aquello significaba muchísimo más de éxito que de fracaso. La
mordacidad hacia Laso fue desapareciendo de sus tweets, las críticas a Felipe
sustituidas por loas a su testiculina, y se fue haciendo célebre por su ingenio
a base de repetir cosas como lo de la “hoja de ruta” de cada temporada en la
que, y cierto es, Laso es vilipendiando en invierno para acabar levantando
copas meses después, y sobre todo haciendo chanza con Tomic con el recurrente
“se ha ido a Barcelona a ganar títulos”. En un mundo dominado por las redes
sociales todo ello le ha valido al antaño anónimo aficionado para convertirse
en una auténtica celebridad del análisis baloncestístico, columnista en medio
de comunicación, y capaz de codearse con gente como López Iturriaga o Antoni Daimiel,
moviéndose en un estilo entre el “cuñadismo” y una presunta incorrección
política que tan fácil entra en algunos sectores de nuestra sociedad poco
exigente en el contenido del análisis. Ya saben, las cosas del mundo moderno.
De modo que Tomic se convirtió en una especie de
paradigma del perdedor, pese a sus indiscutibles buenos números individuales y
ser pieza fundamental para cualquier jugador del Supermanager ACB (hasta esta
presente temporada en la que, digamos que mejor no hablar del juego en cuestión)
Dos veces en el mejor quinteto de la temporada de Euroliga, no ha sido sin
embargo el gran pívot conquistador de títulos que algunos esperaban (pese a eso
tiene cuatro copas y una liga), claro que, ¿qué gran pivot lo ha sido? La
realidad es que desde ya un Sabonis en el ocaso de su carrera vistiendo la
camiseta de Zalgiris en 2004 ningún cinco puro ha sido MVP de la máxima
competición continental. Si hablamos de la final a cuatro que decide el título
el panorama es igualmente desolador para los “siete pies”. No aparecen. En todo
el siglo XXI sólo Ekpe Udoh con Fenerbahc en 2017 fue designado jugador más
valioso de una Final Four, pero hablamos de un pívot que no llega a los 2,10
(208 centímetros exactamente) y que destrozó a Real Madrid y Olympiacos a base
de “pick&pop” desde la cabeza de la bombilla.
A sus 33 años Tomic se hace a un lado. Desaparece
del entorno euroliguero (si le veremos en Eurocup), donde a buen seguro hubiera
encontrado ofertas y mayor sueldo, y recala en un club histórico pero modesto,
sin presión, rodeado de jóvenes jugadores y con un entrenador de maneras
metódicas como Carles Durán. Después de haber brillado en pretemporada su
estreno liguero con la camiseta verdinegra no ha podido ser más ilusionante. 17
puntos y 7 rebotes para derrotar al Unicaja y además demostrando un gran
entendimiento y compenetración con el resto del equipo, especialmente con Birgander
y Brodziansky, quienes a la sazón serán sus habituales compañeros en la pintura.
No se ha ido a Badalona a ganar títulos, ya nadie le podrá echar tal argumento
sobre su cara. Se ha ido a Badalona a ser feliz jugando al baloncesto. A veces
es lo más importante.
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