viernes, 20 de abril de 2018

BAJAR AL BARRO






Una eliminatoria bronca.



El Real Madrid de Pablo Laso es un equipo perfectamente reconocible que, aparte de haberlo ganado todo, ha vivido rodeado de unas señas de identidad muy claras. Posesiones cortas, ritmo alto de juego, defensa presionante en las líneas de pase del rival, transiciones rápidas… un estilo atractivo que no sólo ha dado títulos, si no que ha devuelto los aficionados a las canchas. Para todo esto Laso ha contado como principales ejecutores con bases rápidos y veloces, prolongaciones en la cancha de un entrenador que como jugador fue en su día uno de los directores con mejor visión de juego del baloncesto español (recuerden que seguimos hablando del máximo asistente histórico de la ACB, una clasificación que parece que seguirá encabezando durante varios años, ya que el siguiente jugador en activo de la tabla es un Albert Oliver que a punto de cumplir 40 años está a más de mil pases de canasta del actual entrenador madridista) Sergio Llull, Sergio Rodríguez o Facu Campazzo han comprendido perfectamente la filosofía de su técnico y la simbiosis con Laso ha sido total. Y en estas llega esta serie ante Panathinaikos en la que Laso se ve obligado a mutar de ideología. Y es que no nos cansamos de repetirlo: cualquier juicio sobre esta eliminatoria ha de hacerse teniendo en cuenta las carencias del Real Madrid en la dirección de juego, todo ello con el añadido de hacerlo frente al equipo cuyo ataque es mecido por el mejor pasador del campeonato, el descomunal Nick Calathes.     


Comentábamos en nuestra anterior entrada que la recuperación psicológica del Real Madrid no parecía demasiado preocupante en un vestuario con jugadores con tantas batallas en sus piernas como Felipe Reyes o Rudy Fernández. Precisamente fueron los jugadores más veteranos quienes acudieron al rescate del Real Madrid. Entre Felipe, Rudy y Jaycee Carroll suman nada menos que 106 años, y fueron ellos los principales culpables de que el Madrid empate la eliminatoria a uno (sin obviar el gran trabajo de Ayón, las canastas decisivas de Thompkins, o el reencuentro de Doncic consigo mismo en la recta final del partido) Lo de Felipe es caso aparte. Con 38 años a sus espaldas su mérito es enorme. Obligado a reinventarse a sí mismo y haciendo oídos sordos a quienes llevan años pidiendo su jubilación (que han quedado una vez más retratados), no deja de ser curioso que con Pablo Laso esté alargando su carrera deportiva dejando exhibiciones como la de ayer y siendo decisivo en muchas victorias claves de la temporada. Felipe no es rápido, ni es un cuatro abierto (en muchas ocasiones, sobre este curso de lesiones y accidentes, ha tenido que jugar de cinco), ni juega bien a campo abierto, ni es un gran defensor exterior (como era por ejemplo Marcus Slaughter, utilizado por Laso incluso para presionar a toda cancha y negar la subida del balón al base rival) Felipe necesita posesiones largas y bien masticadas, meterse al poste, cuerpear, picar piedra… bajar al barro. La antítesis del estilo Laso. Y sin embargo no puede existir mejor capitán para este proyecto que por mucho que quieran enterrar algunos sigue vivo. En un Madrid obligado a renunciar a su habitual velocidad de crucero, Felipe es el faro que a base de albañilería pesada fatiga la resistencia rival.


La rápida canasta de Causeur a poco de comenzar el partido parecía servir de declaración de intenciones de que el partido de ayer iba a ser una historia bien distinta al del duelo inaugural de la serie, pero lo cierto es que además de ser los dos únicos puntos del francés en toda la noche, el Panathinaikos volvió a ser superior en el inicio de encuentro. Cierto es que el Madrid evitó que le pasase por encima, como en el primer partido. Contuvo el desastre. A duras penas y sufriendo pero lo contuvo. Laso cambió de inicio el juego interior titular. Randolph y Tavares dejaron su sitio a Thompkins y Ayón y no fue un cambio baladí. El frío Thompkins no demostró la ansiedad de un Randolph quien recordemos había perdido dos balones en apenas 40 segundos iniciado el primer partido, y Ayón fue fundamental dejando vía libre a la subida de Doncic con bloqueos mucho más rápidos y limpios que los de un Tavares más visible para árbitros y rivales. Luka, por su parte, había aprendido la lección del primer partido. Pese a que su primera parte no fue buena, y Antetokounmpo volvió a desquiciarle con su defensa de “karate-press” fue consciente de que muchos de los males del 1-0 vinieron desde la dificultad de cruzar media pista y organizar el cinco contra cinco con el tiempo de posesión agonizando. El esloveno llegó a campo rival sensiblemente más rápido que en el primer partido, y a partir de ahí el equipo blanco tuvo mejor circulación y con ello mejores tiros. El Madrid encontraba por fin la manera de sobrevivir, pero era simplemente eso, sobrevivir, porque el Panathinaikos jugaba a otra cosa. A falta de tres minutos para concluir el primer cuarto los griegos doblaban 16-8 a su rival, tras dos tiros libres de Antetokounmpo que mandaba al banquillo a Doncic con su segunda falta personal. Se finalizaba el acto con un 21-16 que sólo era entendible en los términos de supervivencia citados. Al Madrid le daba para no ser apalizado, pero no para ganar. 


En la citada supervivencia blanca había tenido mucho que ver un experto en tales lides como Rudy Fernández. Pese a estar fallón en el tiro (sólo había anotado tres tiros libres, fallando otro, además de sus únicos intentos triple y de dos), dos rebotes ofensivos, dos faltas personales provocadas, y una gran actividad atrás demostraban que el mallorquín era el primero en entender que había que ponerse el mono de trabajo. Claro que si de trabajo hablamos nadie puede superar a Felipe Reyes. A los siete segundos de saltar a la cancha ya estaba produciendo. Recibe al poste y aprovecha un “miss match” con Marcus Denmon. Falta personal. Dos tiros libres, los dos dentro. Juego entre pívots. Tavares recibe al poste a pase de Rudy y Felipe aprovecha la autopista por el centro para recibir del caboverdiano, pese a tener encima a K.C. Rivers, quien impide la canasta clara del cordobés. Poco importa, Felipe no pierde de vista el balón y con una mano captura un rebote ofensivo para al segundo intento anotar. En total juega 4 minutos y 31 segundos en el segundo cuarto, para anotar 8 puntos, capturar 2 rebotes y alcanzar los 12 de valoración. Increíble proporción en minutos/producción. Son los mejores minutos hasta el momento del Madrid en la eliminatoria, con Felipe, Rudy, y, ojo… Chasson Randle. El Aviador DRO y sus obreros especializados. El Madrid tutea al rival y el partido entra en la dinámica del columpio, con ventajas de uno o dos puntos alternativas para cada escuadra. Los locales estiran a cinco puntos la diferencia con un triple de Denmon, neutralizado con el primero de los tres que ayer firma Thompkins. Al descanso 40-36. El Madrid estaba vivo. En un partido feo, bronco, largo, trabado y con constantes interrupciones. En un partido antitético a la idea de Laso. Pero estaba vivo. 


El tercer cuarto fue definitivamente el del mejor baloncesto que ha mostrado el equipo blanco en este play off. Los 32 puntos anotados en esos 10 minutos confirmaron que la tormenta ofensiva de Laso sigue golpeando con fuerza al rival. Dos nombres propios lideraron el ataque blanco. Jaycee Carroll con 14 puntos, y Felipe Reyes con 10 (incluyendo dos triples) Un cuarto para enmarcar cerrado con un triple de Thompkins que estiraba la ventaja hasta los siete puntos. El viento comenzaba a soplar a favor y hasta a Doncic se le volvía a dibujar la habitual sonrisa de jugón, aparcando por unos momentos su frustración por el duelo frente al duro Antetokounmpo.  


Los siete puntos con los que se abría el último acto fueron definitivos. El Panathinaikos, pese a ser un equipazo (diga lo que diga Xavi Pascual, quien inteligentemente ha trasladado la presión a los blancos desde antes del primer partido otorgando favoritismo a los de Laso pese al factor cancha y el mayor número de efectivos griegos), demostró que sufre con viento en contra. El Real Madrid no perdió la ventaja, aunque el partido estuvo abierto en todo momento. Los de Atenas llegaron incluso a empatar con un parcial de salida de 7-0 culminado con un triple de Denmon, y se vieron a un solo punto (70-71 a 6.13 del final) tras canasta de Calathes, pero Taylor volvió a abrir brecha con un 2+1, enmendando sus dos errores anteriores en el tiro libre. El Panathinaikos resistió con Calathes y James. Nada nuevo. Entre los dos exteriores anotaron 13 de los últimos 14 puntos de su equipo (un tiro libre de Adrian Payne rompió la tendencia), mientras el Madrid tiraba del oficio de Rudy, Taylor, un renacido Doncic, y un certero Thompkins que con su tercer triple ponía un 78-83 a falta de 2 minutos que fue una puñalada en el alma helena. Los blancos no dejaron pasar la oportunidad de poner el 1-1 en la serie y los minutos finales sólo sirvieron para calentar todavía más el enfrentamiento, con Antetokounmpo erigiéndose como enemigo público número 1 del madridismo (parece que aun escuecen los partidos ante Andorra la pasada temporada) tras su tangana con Rudy Fernández. 


El Real Madrid supo bajar al barro para adjudicarse un partido durísimo e interminable (la retransmisión de Movistar Plus, ya colgada en You Tube, dura íntegra la barbaridad de 2 horas y 17 minutos) en el que los griegos los llevaron a la línea del libre en 37 ocasiones (con 28 dianas) Sólo recuerdo un partido esta temporada en el que rival de los blancos hiciera tantas faltas y les llevara tantas veces a la “charity line”. Fue en el partido de la segunda vuelta ACB ante el Barcelona de Pesic. En aquella ocasión los de Laso lanzaron nada menos que 38 tiros libres en su posiblemente peor partido de la temporada, saldado con una derrota por 22 puntos. Pesic desactivó el ataque madridista a base de una defensa al límite sin importarle cargar a sus jugadores de faltas (sabedor del axioma atribuido a Aíto García Reneses de “si haces 20 faltas te pitarán 20, si haces 200 faltas te pitarán 20, de modo que haz 200”. Pero en esta ocasión el Real Madrid, no quedaba otro remedio, supo vivir en la rudeza. Supo bajar al barro. Todo es más fácil si el primero en hacerlo es tu capitán.     




El capitán, de nuevo al rescate






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