“Rock and roll is here to stay,
it will never die,
it was meant to be that way,
thought I don't know why.
I don't care what people say,
rock and roll is here to stay”
(“Rock and roll is here to stay”,
Danny & The Juniors, 1958)
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Pauy Manu. Cambiaron la historia de sus países. |
Rock and roll is here to stay, los
viejos rockeros nunca mueren, punk's not dead... son multitud los
tópicos que hablan de la pervivencia del rock and roll como ejemplo
de resistencia excitante, de lo que nos mantiene vivos y jóvenes
independientemente de la fecha de nacimiento que refleje nuestro
carnet de identidad.
30 de Abril de 1980. En el barrio de
Floresta de la populosa ciudad de Buenos Aires un voluntarioso
jugador de baloncesto llamado Mario Arnaldo Scola, con un amplio
currículo en algunos de los mejores clubs argentinos veía nacer a
su único hijo varón, quien sería bautizado con el nombre de Luis
Alberto (Luisfa para los amigos) y recibiría bien pronto un balón
en las manos mientras crecía hasta pronto superar los 202
centímetros de su padre. Tras una adolescencia enrolado en el Ferro
Carril Oeste, uno de los clubes punteros del basquet argentino por
aquellos tiempos, el joven Scola saltaría el charco gracias al buen
ojo del club alavés Saski Baskonia. Por resumir podríamos decir
aquello de que “el resto es historia”, una historia jalonada de
éxitos y buen baloncesto que desemboca en un septiembre de 2019 en
el que concurre a su quinto mundial como uno de los jugadores más
veteranos y haciendo números nunca vistos a un baloncestista de 39
años en un mundial del que es indiscutíblemente el mejor “cuatro”
de todos los presentes.
Debemos empezar hablando de Luis Scola
antes incluso que de nuestra selección española, ya que si la final
del próximo domingo en Pekín se presenta empañada de un
preciosismo sentimental irresistible es gracias a lo que han
significado ambas selecciones nacionales, la argentina y española, a
lo largo de este silo XXI. Varios son los paralelismos que comparten
ambas federaciones, principalmente haber asistido al alumbramiento de
las mejores generaciones de su historia. La “Generación Dorada”
en el caso de la albiceleste (Ginobili, Nocioni, Scola, Delfino,
Oberto...) por un lado y los “juniors de oro” (Pau Gasol,
Navarro, Felipe Reyes, Raúl López, Calderón...) por otro, todos
ellos sumados a elementos ligeramente mayores o más jóvenes
complementando dos selecciones que igualmente comparten el
enfrentarse a la transición de superar la retirada de dichas
generaciones. La selección española, ya se ha comentado
sobradamente, concurre por vez primera a una gran cita internacional
sin ningún representante de los “juniors de oro” 19 años
después del debut con la absoluta de Raúl López y Juan Carlos
Navarro. Argentina ha visto retirarse uno tras otro sus grandes mitos
de la canasta de la última era. Sólo Scola permanece perenne,
impasible al paso del tiempo, instalado en un particular calendario
que no arranca las hojas. Una especie de Lobezno del baloncesto,
capaz de regenerarse y curar sus heridas en tiempo record.
Sencillamente inmortal.
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Scola, primeros años en Buenos Aires. |
La dorada Argentina del siglo XXI
(podemos situar su inicio en la tercera plaza del FIBA Americas de
1999 ya con Scola y Ginobili) es sobre todo la selección campeona
olímpica de Atenas 2004 y subcampeona mundial en 2002, después de
una mítica final ante Yugoslavia resuelta en la prórroga y no
exenta de polémica por una muy dudosa falta de Scola sobre Divac en
una recuperación de balón y en una posible falta no señalada sobre
Sconochini, todo ello en los últimos segundos antes del tiempo extra
(de hecho el propio árbitro Nikos Pitsilkas admitió su error años
después) Tampoco debemos olvidar su bronce olímpico en Pekín 2008 y
por supuesto infinidad de podios en los distintos torneos
suramericanos y FIBA Americas. La España comandada por Pau Gasol por
su parte ha conseguido ser campeona del mundo en 2006 y subcampeona
olímpica en 2008 y 2012, además de bronce en 2016. Su dominio
continental por otro lado se traduce en los oros de 2009, 2011 y
2015, la plata de 2007, y los bronces de 2013 y 2017. Una trayectoria
sencillamente asombrosa.
Durante estos años en los que han
coincidido ambas generaciones, con España tomando el relevo y no
dejando llegar todavía más lejos a una Argentina irrepetible, han
sido varias las ocasiones en las que ambos colosos se han enfrentado,
siendo la más relevante precisamente en un mundial, las semifinales
de 2006. Previamente, en los Juegos de Atenas de 2004, ya habíamos
asistido a un España-Argentina en fase de grupos con victoria de la
selección entonces dirigida por Mario Pesquera. En el partido
inaugural los nuestros habían ganado con facilidad a China, mientras
que los de Rubén Magnano se desquitaban de la final del mundial 2002
con una victoria sobre la selección en aquel momento conocida como
Serbia y Montenegro con una canasta sobre la bocina del genial
Ginobili. En la segunda jornada España y Argentina se enfrentaban
con los albicelestes como favoritos no sólo para aquel partido si no
para subir al podio final. Ahí estaba un Ginobili que ya comenzaba a
ser importante en San Antonio, al lado de los Scola, Oberto, Nocioni,
Pepe Sánchez... un auténtico equipazo. Pero aquella España
comenzaba a demostrar de lo que iba a ser capaz muy poco tiempo
después y se imponía por 87-76 en un partidazo que dejaba un
descomunal duelo entre Pau Gasol (26 puntos y 8 rebotes) y Scola
(28+9) Las buenas sensaciones demostradas por el equipo de Imbroda se
confirmarían en los siguientes partidos, pasando por encima de
Italia y Serbia y Montenegro respectivamente, cerrando invictos la
fase de grupos ante Nueva Zelanda (que llevaba muy buen equipo,
comandados por Phil Jones y Pero Cameron y venían de ser
semifinalistas en el último mundial) Sólo había una mala noticia.
Estados Unidos se clasificaba como cuarta del otro grupo tras caer
ante Puerto Rico y Lituania y sería nuestro rival en cuartos de
final. El que acabó siendo conocido como “Nightmare Team” debido
a los malos resultados cosechados era en realidad un auténtico
equipazo liderado por Tim Duncan, Allen Iverson y Stephon Marbury al
lado de jóvenes promesas como Dwyane Wade, Carmelo Anthony o LeBron
James, dirigidos por un Larry Brown que venía de ganar el anillo con
Detroit Pistons. Pero su torneo fue un desastre y posiblemente contra
España hicieron su mejor partido con un recital de Marbury desde el
triple. El partidazo de Pau (29 puntos y 6 rebotes) no fue suficiente
y nos tuvimos que conformar con el quinto puesto mientras que
Argentina, que había pasado como tercera de nuestro grupo acabaría
siendo campeona olímpica tras deshacerse en las eliminatorias de
Grecia, la propia USA e Italia respectivamente.
Dos años después nos encontramos de
nuevo frente a Argentina en un partido que significó el punto de
inflexión para nuestra selección. El partido que lo cambió todo.
Ambas escuadras llegaban a las semifinales del mundial de Japón como
invictas y habiendo derrotado sin contemplaciones a cada uno de sus
siete rivales hasta aquel octavo partido que abría paso a la gran
final. Para España era una oportunidad histórica, ya que jamás
había accedido a la lucha por el oro, siendo el cuarto puesto de
Colombia en 1982 (la Yugoslavia de Dalipagic y Delibasic nos había
dejado sin metal) nuestra mejor clasificación histórica hasta aquel
momento. Argentina quería otra oportunidad para subir a lo más alto
del cajón después de la amarga final perdida en 2002.
Quedaban 19 segundos para concluir un
disputadísimo encuentro que marchaba empatado a 74 puntos cuando
Jose Calderón recibía falta de Pepe Sánchez que lo mandaba a la
línea de personal. Argentina se aseguraba la última posesión y
ponía toda la presión en la muñeca del base extremeño, quien
fallaba el primer tiro pero nos ponía uno arriba al anotar el
segundo. Manu Ginobili dirigía el ataque argentino. Consolidado ya
como una auténtica estrella de la NBA esa última bola tenía que
pasar por él, penetrando en la zona española y atrayendo toda la
defensa sobre su figura. El escolta de Bahía Blanca veía libre y
sin marca en la esquina a Nocioni esperando desde el triple,
completamente solo. Aunque a los de América del Sur les bastaba con
una canasta de dos el alero que por aquel entonces militaba en
Chicago Bulls tenia un tiro totalmente liberado gracias a que
Ginobili había arrastrado a nuestra defensa. Sólo Rudy Fernández
llega apenas a puntear el tiro del argentino quien por fortuna para
nuestros intereses no acierta con su lanzamiento. Pau Gasol,
lesionado unos minutos antes (se perdería por tanto la final ante
Grecia), apenas podía levantarse para abrazarse con sus compañeros.
Los “juniors de oro” se convertían en seniors de oro y el
baloncesto español lograba el mayor éxito jamás conseguido hasta
la fecha. Argentina ni siquiera podría subirse al podio, ya que los
Estados Unidos de los LeBron, Wade y Carmelo, ya con mayor peso y
experiencia, se reponían del varapalo en semifinales ante Grecia
para colgarse el bronce. Nunca sabremos cual hubiera sido la historia
posterior de nuestro baloncesto de haber entrado aquel lanzamiento de
Nocioni que nos hubiera condenado a no luchar por más allá del
bronce (dicho así, como si fuera poca cosa) y quizás no ser capaces
de superar los logros de la anterior gran generación de
baloncestistas españoles, la de los Corbalán, Epi, Jiménez y
Fernando Martín. Lo que si tengo claro es que nunca ha habido una
jugada tan crucial y capaz de definir un destino en la historia de
nuestro baloncesto como aquel triple marrado por el Chapu. Podemos
afirmar que aquello significó lo mismo que dos años después la
ronda de penaltis ante Italia en cuartos de final de la Eurocopa
futbolística con los benditos guantes de Iker Casillas como
protagonistas. Nuestro particular paso del Rubicón.
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Nocioni desde la esquina y el destino de nuestro lado. |
Amistosos al margen, los posteriores
enfrentamientos en partidos oficiales entre ambas escuadras nos
remiten primeramente al mundial de Turquía de 2010. Era nuestro
primer verano sin Pau Gasol desde que nos habíamos convertido en
campeones del mundo cuatro años antes (entre medias un botín de una
plata olímpica y oro y plata y continentales) El de Sant Boi
renunciaba a la selección admitiendo la dificultad de compaginar su
brillante carrera NBA (acababa de ganar su segundo anillo con los
Lakers) con los campeonatos internacionales de selecciones
veraniegos. Un lejano triple de Teodosic cercenaba nuestras ilusiones
de revalidar título y nos mandaba a la lona en cuartos de final, la
misma ronda en la que una enorme Lituania (acabaría siendo bronce)
destrozaba a Argentina en un recital ofensivo comandado por Linas
Kleiza. Después de superar a Eslovenia y Rusia respectivamente los
de Scariolo y Hernández se veían las caras en la lucha por el
quinto puesto, que finalmente se llevó Argentina con un gran, como
no, Scola (a la sazón máximo anotador de aquel torneo) con 22
puntos y 11 rebotes y una exhibición anotadora de Carlos Delfino,
quien llegó a los 27 puntos. Rudy Fernández por nuestro lado hizo
uno de los mejores partidos de su carrera con la selección con una
brutal estadística de 31 puntos (5 de 7 en triples), 8 rebotes y 3
asistencias.
Habríamos de esperar nada menos que
seis años para volver a encontrar un España-Argentina en torneo
oficial de la FIBA. Fue en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro
en 2016 en una primera fase de grupos que resultó ser una auténtica
locura. Habíamos caído en finales muy ajustados ante dos buenas
selecciones como Croacia y Brasil en los dos primeros partidos (y la
afición, ya saben, pidiendo la cabeza de Scariolo y más de medio
equipo), se nos atragantó Nigeria en la tercera jornada, a la que
sólo pudimos doblegar en los últimos minutos y nos dimos un extraño
festín ante una Lituania que marchaba invicta a la que ganamos por
nada menos que 50 puntos (109-59), nuestra mayor diferencia en la
historia de los Juegos Olímpicos, y ante una de las mejores
selecciones del planeta. Ver para creer. Nos plantábamos en la
última jornada de la fase de grupos con un balance de 2-2 y
obligados a ganar a Argentina, ya que una derrota unida a una
previsible victoria de Brasil sobre Nigeria nos dejaba fuera. La
selección de Sergio Hernández por su parte sólo había caído ante
Lituania presentando un registro de 3-1. Mandamos desde el principio
con un gran partido de Rudy Fernández (23 puntos y 7 rebotes) y Pau
(19 y 13) destacando por el lado rival Ginobili (16 puntos y 5
rebotes) y Laprovittola (21 puntos más 4 asistencias, además de 4
robos) También estaban por allí Scola, Campazzo, Garino, Deck,
Delia, Brussino y Garino, de modo que hasta ocho jugadores argentinos
repiten de aquel hasta el momento último duelo ante España. Por
nuestra parte repiten cinco: Rudy, Ricky, Willy, Claver y Llull.
Respecto a aquella semifinal de Saitama que lo cambió todo sólo
Rudy y Marc (quien no saltó a la pista en aquel partido) por bando
español y Scola en Argentina quedan como supervivientes. También
repite en el banquillo Sergio “Oveja” Hernández, mientras que
Pepu Hernández ahora se dedica a la política como concejal en el
ayuntamiento de Madrid. El resultado final de 92-73 a nuestro favor
puso aquel grupo patas arriba dejando un cuadruple empate de 3-2
entre Croacia, España, Lituania y Argentina, condenando a los de
Hernández a un duelo de cuartos de final ante Estados Unidos, a la
postre nuestro verdugo en semifinales.
La final de Pekín en el Wukesong Sport
Arena, mismo escenario donde disputamos la segunda final olímpica de
nuestra historia, en los Juegos de 2008, supone además de un hito
para el baloncesto hispanoamericano un rotundo triunfo de la liga ACB
sobre la que no caben dudas sobre su calidad y competitividad
haciendo de ella la mejor liga doméstica del mundo fuera de Estados
Unidos. Nada menos que 21 de los 24 jugadores finalistas juegan o han
jugado en nuestra liga. Por supuesto los 12 españoles, mientras que
por lado argentino sólo Máximo Fjellerup, Tavayek Gallizzi y
Agustín Caffaro no tienen experiencia fuera de su país. En el
evidente salto de calidad que ha dado el baloncesto argentino durante
este siglo es innegable que parte de la culpa hay que dársela a la
ACB donde hemos visto curtirse a jugadores como Scola, Nocioni,
Oberto, Herrmann, Pepe Sánchez, Nico Laprovittola o Facu Campazzo.
Hay por tanto más allá de los
naturales lazos linguísticos y sentimentales (¿quien de nuestro
país no tiene familia argentina?) muchas más afinidades y
relaciones entre dos federaciones de baloncesto que como ya hemos
explicado tienen el enorme mérito de haber superado la retirada de
sus mayores emblemas y seguir siendo enórmemente competitivas. Es
muy posible que selecciones como Estados Unidos, Serbia, Francia o
Australia se hayan presentado a este mundial con mejores plantillas
hombre por hombre que los dos finalistas, pero el corazón y gen
competitivo de españoles y argentinos ha sido muy superior en los
momentos claves, así como la experiencia para tener la cabeza fría
ante cualquier situación comprometida. Ningún ejemplo mejor que la
reciente semifinal de los de Sergio Scariolo ante una potentísima
Australia. Los de Lemanis tienen un auténtico equipazo plagado de
jugadores consolidados en la NBA y en un grado de madurez óptimo.
Llevan años avisando de lo que son capaces y el recuerdo de sus
magníficos Juegos de 2016 todavía perdura en la retina del
aficionado. Frente a España parecía que iban a traspasar su
particular Rubicón al estilo de nuestra selección en el ya citado
mundial 2006 ante Argentina. A partir del segundo cuarto el dominio
del partido fue suyo. Llegaron a tener una máxima ventaja de once
puntos y especialmente delicado parecía el 55-63 con el que mandaban
a 6.47 del final del tiempo reglamentario. A 4.35 seguían mandando
por 7 (60-67) y a dos y medio por 5 (65-70) Lo tenían todo de su
lado, e incluso a pesar del coraje español traducido en un parcial
de 6-0, Patty Mills pudo tener el pase a la final con dos tiros
libres de los que sólo anotó uno. Patty Mills, una auténtica
estrella y máquina de anotar, demostrando la dificultad emocional de
anotar un tiro libre del que dependa la suerte de un todo un país en
un determinado deporte y que esto no es la Play Station. España
llegó a la prórroga con la mente más limpia, con la motivación
del que ha venido empujando desde atrás frente al que ha visto
esfumarse su ventaja como quien ve derrumbarse un castillo de naipes
que ha estado afanosamente construyendo durante 40 minutos. El
parcial de 5-0 firmado por Marc Gasol a la salida del tiempo extra
parecía confirmar esta teoría, pero Australia es una roca y
respondieron con otro 0-5. El partido subió en intensidad defensiva
y apenas dos puntos más por cada equipo movieron el marcador hasta
que dos tiros libres de Mills ponían un 78-80 a falta de 14 segundos
que nos dejaban en una situación crítica. Scariolo diseñó una
jugada buscando a Marc Gasol, quien recibió falta de Dellavedova. A
diferencia de Mills finalizando el tiempo reglamentario, al mediano
de los Gasol no le tembló el pulso ni la responsabilidad de tener a
todo un país detrás suyo. Sus dos tiros libres nos llevaban a la
segunda prórroga después de un discreto parcial de 9-9 entre ambos
equipos. Y entonces se liberó la tormenta. A pesar de que Bogut
castigaba de nuevo de inicio en el rebote ofensivo para enmedar un
fallo de Mills y poner el 80-82, un parcial de 10-0, incluyendo dos
triples de un desatado Llull, ponían un 90-82 que a falta de 2.06
nos acercaba a la final. Lo del balear es de traca, no nos cansamos
de repetirlo. Sus porcentajes en el triple en este torneo están
siendo realmente pobres. Hasta ese momento acumulaba un triste 11 de
44, y en la semifinal ante Australia concretamente registraba un
peligroso 2 de 8. Pero no hay un jugador con mayor fe en sus
posibilidades en los momentos decisivos de un partido en toda Europa.
Es el “clutch player” por excelencia del baloncesto español, el
tipo al que tienes que darle los balones cuando el sol más calienta.
El auténtico heredero de Navarro. Aun así un rápido triple de
Baynes ponía a los australianos a cinco y todavía quedaban dos
minutos, pero supimos sufrir en defensa para que los lanzamientos de
Goulding e Ingles no hicieran más daño. Sólo otro triple de Mills
sumó para el rival mientras que administramos bien la ventaja y
volvimos a abrir brecha desde los tiros libres. Finalmente nos
llevamos el partido haciendo 15 puntos en los 5 minutos del segundo
tiempo extra. 10 de ellos en los 3 primeros minutos.
Menos historia tuvo el posterior
Argentina-Francia. Es posible que los galos pagaran el esfuerzo de su
durísimo partido ante Estados Unidos, pero lo cierto es que los del
“Oveja” Hernández llevaron el control del partido desde el
primer minuto gracias de nuevo al binomio Campazzo-Scola. La
progresión anotadora de los argentinos fue metódica, y sin llegar a
romper definitivamente el partido hasta el último cuarto, cuando un
triple de Scola ponía un 74-59 a falta de 3 minutos que ya antojaba
una diferencia definitiva, la sensación que dejó Francia fue la de
un equipo siempre a remolque y dependiente de los arreones de
Fournier y Ntilikina. Con Gobert absolutamente anulado, sólo sumando
en el rebote (once capturas) pero inoperante ante el aro (sólo una
canasta en juego en tres intentos y un tiro libre anotado por tres
fallados), el entrenador argentino dio otra lección de gestión de
recursos desde el banquillo aprovechando la abnegación y sacrificio
de unos jugadores entregados a la causa. Delia, Gallizzi y Vildoza
dieron un ejemplo de trabajo oscuro en beneficio del brillo de los
Campazzo y Scola, y el gran Luisfa, ejecutor con sus 28 puntos y 13
rebotes, dio otro magisterio de autogestión y dosificación siendo
capaz de jugar 34 minutos a pesar de sus 39 años. Ojo a este dato,
en ninguno de los cinco partidos de las dos primeras fases la
selección albiceleste llegó a las 20 faltas personales. En cuartos
frente a Serbia y semifinales ante Francia han subido a 24 por
partido. A nadie puede extrañar. Argentina, como España, ha
encontrado el camino a través de la defensa, de la pelea bien
entendida.
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Marc y Ricky, ¿quién dijo que no había relevo? |
Si hay algo que si creo que puede
diferenciar los actuales cambios de ciclo que viven estas dos
selecciones es en lo referente a la justicia del valor que reciben de
sus aficiones. Mientras el aficionado argentino comprende que su
selección ya no es la de Ginobili y Nocioni, en España a Scariolo
se le sigue juzgando y exigiendo como si tuviera a su cargo a Pau
Gasol y Navarro. A pesar de los éxitos recientes con una selección
que lleva tiempo apuntando a la transición en sus pesos pesados (el
bronce olímpico de Río de Janeiro en 2016 y el mismo metal europeo
en 2017 con la fase final en Turquía) hay una parte de la afición
que (al estilo de lo que sucede con Laso) pone más énfasis en los
puntuales tropiezos de nuestros jugadores más que disfrutar y
admirar las proezas conseguidas. No pude sentir cierta envidia y
notar la piel de gallina cuando vi el vídeo del Chapu Nocioni tras
derrotar a México en las semifinales del FIBA Americas de 2015,
abrazado a un periodista de su país porque aquella victoria suponía
billete olímpico para Río, alabando al equipo, al Luisfa Scola, que
junto a él eran los veteranos del equipo, hablando de los chavales
nuevos que llegaban a la selección (Campazzo, Deck, Brussino...) y
del trabajo que hacían. Busquen ese vídeo en You Tube y no me digan
que no se les ponen los pelos de punta. Posteriormente caerían
derrotados ante una sorprendente Venezuela dirigida por Ernesto “Che”
García en una de las mayores sorpresas baloncestísticas de todos
los tiempos. ¡Venezuela campeona de América!, pero nadie en
Argentina hizo sangre por aquella derrota, si no que se festejó la
plata y el pasaporte a Río degustando ese sabor añejo del
baloncesto de Nocioni y Scola que había que apurar hasta el final.
Aquella Venezuela campeona había jugado semanas antes en España,
ellos preparando su torneo americano, nosotros el europeo. Nos costó
un mundo ganarles, y sólo un palmeo de Felipe Reyes sobre la bocina
evitó la derrota. Las críticas, claro, no se hicieron esperar. No
había comenzado el Eurobasket de 2015 y ya había que masacrar y
despellejar a todo el equipo, Scariolo a la cabeza... acabamos
ganando el oro. La historia de nuestra vida.
Argentina y España en una gran final
mundialista significan por tanto un homenaje a lo mejor del
baloncesto internacional del siglo XXI. A algunos de los mejores
jugadores de todos los tiempos, a los Ginobili, Nocioni, Pau Gasol,
Navarro o Felipe Reyes, alguno de ellos, como Manu, en las gradas de
Pekín, otros empujando desde sus casas, apoyando en redes sociales,
o poniendo los puntos sobre los ies, como ha hecho Pau Gasol hablando alto y claro al aficionado desagradecido que no es capaz de valorar
las gestas de nuestra selección. Un homenaje por supuesto a Luis
Scola empeñado en bailar un tango inmortal. Un homenaje a lo más
hondo de nuestros corazones y nuestro más puro amor por el
baloncesto. Por lo que nos sigue excitando. Lo que nos mantiene
jóvenes. Lo que nunca muere.
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