Capeando el temporal y renovado hasta 2020 |
¿Es posible anotar prácticamente 100 puntos por
partido (99.5) a dos equipos de Euroliga, uno de ellos campeón de la pasada
Eurocup, en apenas tres días, sin cuatro de tus mejores jugadores?, ¿sin tu líder
de las dos últimas campañas y MVP de temporada regular de la anterior
Euroliga?, ¿sin un campeón del último Eurobasket y pieza fundamental de aquel
equipo?, ¿sin un finalista de dicho torneo?, yendo aún más lejos, ¿puedes pasar
por encima del campeón europeo hace dos temporadas y finalista la pasada
edición sin tres de esos jugadores y el cuarto ausente durante todo el último
cuarto por una lesión en el hombro?, ¿puedes hacer todo eso viniendo de haber
derrotado al actual campeón ACB y de Supercopa en su cancha pocos días
atrás?
Si es posible, si te llamas Pablo Laso. Y es que
cuando su legión de “haters” salivaba tras la debacle de las pasadas finales
anticipando el enésimo “fin de ciclo” del proyecto del entrenador vitoriano,
más aun viendo que la lesión de Llull dejaba al equipo blanco sin su gran
referente en la cancha y que los fichajes, al parecer, no invitaban al
optimismo (recordando de manera evidente al verano de 2014), un apabullante
comienzo de temporada con un balance de 8 victorias por ninguna derrota (exceptuando
una Supercopa en la que el equipo distaba mucho de estar encajado), haciendo
morder el polvo a equipos como Valencia, Unicaja, Efes Pilsen, CSKA o Milán,
muestra la reinvención de Laso, todo ello a pesar del carrusel de bajas y
lesiones con las que está teniendo que afrontar el curso.
Ante la adversidad, más dinamita, y es que el plan
de Laso para capear el temporal de infortunios ha sido incrementar todavía más
el ritmo de juego, más posesiones, más tiros, más transiciones, mayor tormenta
para unos rivales (y repetimos, no unos rivales cualesquiera) que han visto en
los últimos días como su aro era martilleado una y otra vez por un equipo
blanco demostrando como las individualidades funcionan al servicio de un
conjunto. Doncic se ha multiplicado, pero lejos de convertirse en un
aglutinador del juego no ha sido más que la punta de ignición para que el resto
del roster madridista se haya instalado en una fluidez que alabaría el
mismísimo Bruce Lee. El Real Madrid de este Octubre de 2017 se ha convertido en
una precisa máquina de facturar baloncesto, con su pívot titular, Gustavo Ayón,
repartiendo 5.5 asistencias por partido frente a Unicaja y Milán, sublimando
así la heterodoxia del baloncesto de Laso y echando por tierra una vez más el
ridículo argumento de que Pablo Laso no sabe jugar con los hombres altos. La
centena de puntos conseguida ante el equipo italiano sólo necesita de siete
triples, una cantidad ridícula en el baloncesto de hoy día, demostrando que el Madrid
de Laso es mucho más que un equipo de tiradores. De hecho a día de hoy en ACB
el Real Madrid ocupa la décima posición en lanzamientos triples. Hasta nueve
equipos, de los 18 que conforman la liga, tiran más triples por partido que los
blancos. La tendencia triplista es mayor en Euroliga, siendo el cuarto equipo
que más tira desde el 6.75, con Estrella Roja, Khimki y Olympiacos lanzando más
de tres que los blancos. En ningún caso puede hablarse de un Real Madrid dependiente
o supeditado al triple, como muchos críticos con el estilo de Laso han querido
vender.
Laso se reinventa y reinventa su filosofía.
Radoncic, a quien muchos vaticinaban una temporada de agitar toallas, se ha
convertido en pieza clave para el alavés después de las ausencias en la zona. 28
minutos ante Unicaja (sólo Carroll jugó más que él en ese partido) y
prácticamente 15 ante Milán muestran que ha adelantado en la rotación a
jugadores que partían en principio con mayor ventaja por su mayor experiencia,
y todo a base de un trabajo al que no es ajeno Laso y con el que es totalmente
justo. Sólo ha anotado seis puntos y lanzado ocho veces a canasta en estos dos
partidos, convirtiéndose así en una especie de particular Carlos Jiménez para
el Madrid de Laso. No hace falta recurrir al mejor Causeur porque resurge
Carroll y Rudy recuerda al de sus mejores años, con la salvedad de que con
menos minutos en pista (y que ya no vuela por encima del aro), pero con una
productividad brutal (11 de valoración en 10 minutos ante Unicaja, 13 en 19
ante Milán) Campazzo, con su juego vertical y descarado, ha encajado como un
guante en el actual Real Madrid consiguiendo lo que parecía imposible: que el
estilo de Laso siga vivo sin Sergio Llull ni Sergio Rodríguez en la pista,
demostrando que la filosofía del entrenador madridista está por encima de los
nombres. Pura ingeniería, veteranos y noveles, exteriores e interiores, altos y
bajos, lentos y rápidos, todos funcionando como un solo hombre en una
demostración de baloncesto total, en el que todos suben la bola, todos la
pasan, todos tiran a canasta, todos defienden, todos luchan por el rebote,
todos saltan a taponar los lanzamientos rivales, todos, en definitiva,
participan.
Y es que le pese a quien le pese e
independientemente de los títulos (que por otro lado suponen la tercera mayor
cosecha que jamás haya recolectado un entrenador madridista tras Ferrándiz y
Laso) y de que de una manera absurda se siga queriendo vender que con este
equipo las vitrinas todavía deberían estar más llenas (un planteamiento que de
aplicarlo al Fenerbahce de Obradovic o al CSKA de Itoudis nos haría entrar en
implosión, puesto que cuando se aspira a un título sólo puede ganar un uno, y
reducirlo todo a ganarlo o no obviando el trabajo del resto de aspirantes haría
que cada año nos encontrásemos con 15 equipos fracasados en Europa y 17 en
ACB), la única y tozuda realidad es que Pablo Laso a día de hoy es el técnico
referente en el baloncesto europeo. El único que es capaz de hacer que su
equipo anote 100 puntos por partido a dos equipos de Euroliga y al campeón de
Eurocup sin cuatro de sus mejores jugadores.
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