No ha quedado mala final para la primera edición del
In-Season Tournament, personalmente hubiera preferido un Milwaukee-Lakers por
ver un Anteto vs. LeBron que, cosas mías, son posiblemente los dos jugadores
actuales a los que tengo más aprecio y simpatía (con LeBron son ya 20 años,
claro), curioso que siendo Indiana quizás el estado más devoto de este deporte,
algo así como la Lituania de Estados Unidos, su único equipo de baloncesto
profesional nunca ha ganado la NBA, aunque fuera la franquicia más laureada de
la extinta ABA (ganaron tres ediciones de las nueve disputadas en aquella liga
tan loca y peculiar) y si han campeonado en la conferencia Este, en el año
2000, perdiendo las finales por el anillo precisamente ante los Lakers de Shaq
y Kobe que comenzaban así su particular trilogía de tres títulos consecutivos
antes de que la lucha de egos entre el pívot y el escolta provocase la salida
de O'Neal hacia Miami después de perder las finales de 2004 ante Detroit (¡ay,
qué tiempos aquellos para la MoTown!), curiosamente el primer título ABA de
Indiana Pacers fue ante un equipo angelino, los Stars, que acabarían
asentándose años después en Utah. Otra curiosidad sobre Indiana, o más
concrétamente su capital, Indianapolis, sede de los Pacers. El único mundial de
baloncesto disputado en Estados Unidos fue en esa ciudad, en el año 2002, con
aquel triste (para ellos) partido de cuartos de final ante lo que todavía se
llamaba Yugoslavia (aunque eran todos serbios, excepto creo el montenegrino
Drobjnak) en un Conseco House con más aficionados balcánicos que
estadounidenses en las gradas. Ni el misticismo de Indiana consiguió que
Estados Unidos pudiera tomarse un serio un torneo internacional de selecciones
que no fueran unos Juegos Olimpicos. Sobre estos Indiana, posiblemente sea el
equipo más atractivo de ver ahora mismo, los herederos (salvando todas las
distancias) del baloncesto de ritimo alto y tiro rápido en cualquier situación
buena, sin necesidad de juego interior, más allá de Turner, pero con unas
posibilidades en bases y aleros superior a cualquier otro equipo. Por encima de
todo Halliburton, claro, un killer capaz de reventar partidos, producir
estadísticas, y cargarse a los presuntamente dos mejores equipos del Este,
Boston y Milwaukee, pero también un jugador que mejora todo lo que tiene a su
lado... podemos tomar el caso de Obi Toppin, otro jugador totalmente distinto
al que era en Nueva York cuando se ha puesto al lado de Halliburton... y en
sentido inverso, el caso de un Chris Duarte que ni por asomo en Sacramento
recuerda al jugador que sorprendió en Indiana. Y por supuesto el otro gran
nombre es el de Rick Carlisle, uno de esos ejemplos de "adaptación al
medio", ya no es cuestión de recordar una de las carreras más exitosas en
los banquillos NBA cuyo punto culminante es el anillo con Dallas en 2011,
frustrando el primer asalto al título del Miami de LeBron, Wade y Bosh, es que
simplemente podemos recordar su anteior etapa en Indiana, aquel 2004 con el
mejor record de la temporada (61-21) cayendo en finales de conferencia ante los
Pistons a la postre campeones y aquello era un baloncesto totalmente distinto,
granítico, espeso, duro, de músculo atrofiado donde la muñeca de Reggie Miller
era como una flor capaz de crecer en medio del cemento... eran los últimos años
del hormigón armado, cuyo epílogo sería meses después. Si la matanza de Cielo
Drive por parte de la Familia Manson fue el fin del "sueño
americano", la trifulca en Noviembre de 2004 en el Palace de Auburn Hills
entre Detroit e Indiana, fue el paroxismo de un baloncesto que ya resultaba
insoportable y que sólo pueden reivindicar nostálgicos de escaso criterio que
(quizás afortunadamente, y allá ellos), dejaron de seguir este bendito deporte.
Carlisle fue testigo de primera mano, todavía en el banquillo de Indianapolis.
y habiendo comandado dos años antes el de los de Michigan. Eso era Carlisle,
aquel Este puro y duro de Riley convertido al lado oscuro primero en Nueva York
y posteriormente en Miami. Ni hablar de "showtime". Nada que ver con
estos Pacers actuales que lideran la NBA en todas las estadísticas ofensivas,
empezando, claro, por puntos por partido, nada menos que 128.4, pero ojo que en
una liga tan constricta en este tipo de números, sacarle casi seis puntos a los
segundos (los 122.7 de Atlanta) es una burrada. De hecho te tienes que remontar
a la diferencia entre Houston en el puesto 25 (110.1 puntos por partido) y
Detroit en el 26 (108.8) para encontrar la siguiente mayor difrencia, 1.3
puntos por partido... Indiana lidera sacándole 5.7 puntos por partido al
segundo equipo más anotador. Encajan 119.9, claro, el tercer peor equipo
encajando puntos, aunque su net rating, la difrencia de ratio entre ataque y
defensa, novenos con +3.4. Horribles en el rebote, penúltimos, sólo Washington
rebotea menos que ellos. Y con todo sigue siendo el equipo que más apetece ver.
Porque además verlos obliga a olvidar a esos números atrás, porque no conceden
nada, porque encajan y pierden rebotes pero los luchan. Por eso nadie les ha
echado de la pista, excepto Boston en la cuarta jornada, con esa escandalosa
derrota por 51 puntos (en un partido en el que no estaba Halliburton, por
cierto), el resto de sus ocho derrotas ninguna se ha ido por más de la decena
de puntos.
Sobre Lakers, bueno, está LeBron, y ya sólo eso me hace
tifar por ellos. Son 21 años así. Independientemente del hype de su llegada,
sólo comparable que yo pueda recordar al de Wembanyama, a mí un tío me gana
cuando, valga la redundancia, literalmente me gana. Los primeros play offs de
LeBron en 2006 ya eran un aviso, nos lleva a siete partidos a aquellos Pistons
que nos sabíamos de memoria (Billups- RIP Hamilton-Prince-Rasheed-Big Ben) Al
año siguiente nos pasa por encima. Con 2-2 en el quinto partido nos mete 48
puntos, y a mí sólo me queda rendirme ante el Rey. Es cuando juega sus primeras
finales, en las que San Antonio les barren, pero nos deja esa foto con Tim
Duncan abrazándole y diciéndole algo así como “tranquilo, te vas a hartar de
jugar finales”. Y así ha sido durante más de dos décadas aguantando un “haterismo”
incomprensible. Nunca he visto un jugador de una calidad semejante que ante
cualquier nueva hazaña alguien la pusiera en duda, hablase de Jordan, de la
escasa calidad de las defensas, o cualquier argumento de trampas al solitario
que quien quiera pueda hacerse para negar la realidad palmaria de que cada día
que LeBron James pisa una cancha de baloncesto asistimos a historia de este
deporte. ¿Qué sentido tiene ponerse en ese bando negacionista?, ¿qué más tiene
qué hacer este señor para ganarse algo parecido a un respeto unánime, a un
consenso cuándo su juego y carrera no ofrece dudas para cualquiera que tenga
ojos y cerebro?
Y bueno, finalmente llegan a la final los dos equipos que se
clasificaron como primeros para la ronda final de este novedoso torneo, y ambos
con matices diferentes. Lo de Indiana ha sido consecuencia de su juego, jugando
como lo están haciendo ese, primero 3-0 que les clasificaba matemáticamente
como primer equipo del Este en hacerlo, y luego 4-0 para hacerlo como primero
de grupo con factor cancha, no debería sorprender. Consecuencia de un juego y
de un proyecto ya consolidado (ahí están los pocos minutos de su rookie
estrella, Jarace Walker… pero es que los años en los que fogueaban a los
jóvenes ya pasaron, y ahora que se suba quien pueda, como supo subirse Mathurin
una temporada pasada en la que hasta las últimas jornadas tuvieron opciones de
play-inn, y así es como crecen los jugadores, no acostumbrándoles a perder por
30 puntos en base a insoportables reconstrucciones y “process” que tanto
estamos sufriendo desde hace años los seguidores de Detroit), mientras que
Lakers, con idéntica trayectoria (primer equipo del Oeste en ponerse 3-0 y
asegurar pase a cuartos, y posteriormente cerrar invictos), han sabido
seleccionar esos partidos en el calendario, alternando esas cuatro victorias con
derrotas por paliza ante Philadelphia u Oklahoma City. Hoja de ruta de un
equipo veterano que sabe dosificarse y reservarse para las grandes citas,
porque desde luego no tienen el futuro de Indiana.
Lo dicho, no ha quedado mala final para la primera edición
del enésimo nuevo invento de la mejor liga del mundo.