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viernes, 8 de diciembre de 2023

IN-SEASON TOURNAMENT, PRIMERA PÁGINA EN UNA NUEVA HISTORIA

 






No ha quedado mala final para la primera edición del In-Season Tournament, personalmente hubiera preferido un Milwaukee-Lakers por ver un Anteto vs. LeBron que, cosas mías, son posiblemente los dos jugadores actuales a los que tengo más aprecio y simpatía (con LeBron son ya 20 años, claro), curioso que siendo Indiana quizás el estado más devoto de este deporte, algo así como la Lituania de Estados Unidos, su único equipo de baloncesto profesional nunca ha ganado la NBA, aunque fuera la franquicia más laureada de la extinta ABA (ganaron tres ediciones de las nueve disputadas en aquella liga tan loca y peculiar) y si han campeonado en la conferencia Este, en el año 2000, perdiendo las finales por el anillo precisamente ante los Lakers de Shaq y Kobe que comenzaban así su particular trilogía de tres títulos consecutivos antes de que la lucha de egos entre el pívot y el escolta provocase la salida de O'Neal hacia Miami después de perder las finales de 2004 ante Detroit (¡ay, qué tiempos aquellos para la MoTown!), curiosamente el primer título ABA de Indiana Pacers fue ante un equipo angelino, los Stars, que acabarían asentándose años después en Utah. Otra curiosidad sobre Indiana, o más concrétamente su capital, Indianapolis, sede de los Pacers. El único mundial de baloncesto disputado en Estados Unidos fue en esa ciudad, en el año 2002, con aquel triste (para ellos) partido de cuartos de final ante lo que todavía se llamaba Yugoslavia (aunque eran todos serbios, excepto creo el montenegrino Drobjnak) en un Conseco House con más aficionados balcánicos que estadounidenses en las gradas. Ni el misticismo de Indiana consiguió que Estados Unidos pudiera tomarse un serio un torneo internacional de selecciones que no fueran unos Juegos Olimpicos. Sobre estos Indiana, posiblemente sea el equipo más atractivo de ver ahora mismo, los herederos (salvando todas las distancias) del baloncesto de ritimo alto y tiro rápido en cualquier situación buena, sin necesidad de juego interior, más allá de Turner, pero con unas posibilidades en bases y aleros superior a cualquier otro equipo. Por encima de todo Halliburton, claro, un killer capaz de reventar partidos, producir estadísticas, y cargarse a los presuntamente dos mejores equipos del Este, Boston y Milwaukee, pero también un jugador que mejora todo lo que tiene a su lado... podemos tomar el caso de Obi Toppin, otro jugador totalmente distinto al que era en Nueva York cuando se ha puesto al lado de Halliburton... y en sentido inverso, el caso de un Chris Duarte que ni por asomo en Sacramento recuerda al jugador que sorprendió en Indiana. Y por supuesto el otro gran nombre es el de Rick Carlisle, uno de esos ejemplos de "adaptación al medio", ya no es cuestión de recordar una de las carreras más exitosas en los banquillos NBA cuyo punto culminante es el anillo con Dallas en 2011, frustrando el primer asalto al título del Miami de LeBron, Wade y Bosh, es que simplemente podemos recordar su anteior etapa en Indiana, aquel 2004 con el mejor record de la temporada (61-21) cayendo en finales de conferencia ante los Pistons a la postre campeones y aquello era un baloncesto totalmente distinto, granítico, espeso, duro, de músculo atrofiado donde la muñeca de Reggie Miller era como una flor capaz de crecer en medio del cemento... eran los últimos años del hormigón armado, cuyo epílogo sería meses después. Si la matanza de Cielo Drive por parte de la Familia Manson fue el fin del "sueño americano", la trifulca en Noviembre de 2004 en el Palace de Auburn Hills entre Detroit e Indiana, fue el paroxismo de un baloncesto que ya resultaba insoportable y que sólo pueden reivindicar nostálgicos de escaso criterio que (quizás afortunadamente, y allá ellos), dejaron de seguir este bendito deporte. Carlisle fue testigo de primera mano, todavía en el banquillo de Indianapolis. y habiendo comandado dos años antes el de los de Michigan. Eso era Carlisle, aquel Este puro y duro de Riley convertido al lado oscuro primero en Nueva York y posteriormente en Miami. Ni hablar de "showtime". Nada que ver con estos Pacers actuales que lideran la NBA en todas las estadísticas ofensivas, empezando, claro, por puntos por partido, nada menos que 128.4, pero ojo que en una liga tan constricta en este tipo de números, sacarle casi seis puntos a los segundos (los 122.7 de Atlanta) es una burrada. De hecho te tienes que remontar a la diferencia entre Houston en el puesto 25 (110.1 puntos por partido) y Detroit en el 26 (108.8) para encontrar la siguiente mayor difrencia, 1.3 puntos por partido... Indiana lidera sacándole 5.7 puntos por partido al segundo equipo más anotador. Encajan 119.9, claro, el tercer peor equipo encajando puntos, aunque su net rating, la difrencia de ratio entre ataque y defensa, novenos con +3.4. Horribles en el rebote, penúltimos, sólo Washington rebotea menos que ellos. Y con todo sigue siendo el equipo que más apetece ver. Porque además verlos obliga a olvidar a esos números atrás, porque no conceden nada, porque encajan y pierden rebotes pero los luchan. Por eso nadie les ha echado de la pista, excepto Boston en la cuarta jornada, con esa escandalosa derrota por 51 puntos (en un partido en el que no estaba Halliburton, por cierto), el resto de sus ocho derrotas ninguna se ha ido por más de la decena de puntos.

 

Sobre Lakers, bueno, está LeBron, y ya sólo eso me hace tifar por ellos. Son 21 años así. Independientemente del hype de su llegada, sólo comparable que yo pueda recordar al de Wembanyama, a mí un tío me gana cuando, valga la redundancia, literalmente me gana. Los primeros play offs de LeBron en 2006 ya eran un aviso, nos lleva a siete partidos a aquellos Pistons que nos sabíamos de memoria (Billups- RIP Hamilton-Prince-Rasheed-Big Ben) Al año siguiente nos pasa por encima. Con 2-2 en el quinto partido nos mete 48 puntos, y a mí sólo me queda rendirme ante el Rey. Es cuando juega sus primeras finales, en las que San Antonio les barren, pero nos deja esa foto con Tim Duncan abrazándole y diciéndole algo así como “tranquilo, te vas a hartar de jugar finales”. Y así ha sido durante más de dos décadas aguantando un “haterismo” incomprensible. Nunca he visto un jugador de una calidad semejante que ante cualquier nueva hazaña alguien la pusiera en duda, hablase de Jordan, de la escasa calidad de las defensas, o cualquier argumento de trampas al solitario que quien quiera pueda hacerse para negar la realidad palmaria de que cada día que LeBron James pisa una cancha de baloncesto asistimos a historia de este deporte. ¿Qué sentido tiene ponerse en ese bando negacionista?, ¿qué más tiene qué hacer este señor para ganarse algo parecido a un respeto unánime, a un consenso cuándo su juego y carrera no ofrece dudas para cualquiera que tenga ojos y cerebro?

 

Y bueno, finalmente llegan a la final los dos equipos que se clasificaron como primeros para la ronda final de este novedoso torneo, y ambos con matices diferentes. Lo de Indiana ha sido consecuencia de su juego, jugando como lo están haciendo ese, primero 3-0 que les clasificaba matemáticamente como primer equipo del Este en hacerlo, y luego 4-0 para hacerlo como primero de grupo con factor cancha, no debería sorprender. Consecuencia de un juego y de un proyecto ya consolidado (ahí están los pocos minutos de su rookie estrella, Jarace Walker… pero es que los años en los que fogueaban a los jóvenes ya pasaron, y ahora que se suba quien pueda, como supo subirse Mathurin una temporada pasada en la que hasta las últimas jornadas tuvieron opciones de play-inn, y así es como crecen los jugadores, no acostumbrándoles a perder por 30 puntos en base a insoportables reconstrucciones y “process” que tanto estamos sufriendo desde hace años los seguidores de Detroit), mientras que Lakers, con idéntica trayectoria (primer equipo del Oeste en ponerse 3-0 y asegurar pase a cuartos, y posteriormente cerrar invictos), han sabido seleccionar esos partidos en el calendario, alternando esas cuatro victorias con derrotas por paliza ante Philadelphia u Oklahoma City. Hoja de ruta de un equipo veterano que sabe dosificarse y reservarse para las grandes citas, porque desde luego no tienen el futuro de Indiana.

 

Lo dicho, no ha quedado mala final para la primera edición del enésimo nuevo invento de la mejor liga del mundo.


martes, 16 de junio de 2015

WHEN COACHING MATTERS


Seguimos desgranando las finales de la NBA partido a partido, en este caso vamos con los encuentros 4 y 5. No hemos podido dedicarles a cada uno una entrada por separado. Cuestiones de calendario, trabajo y fin de semana. 


Tenemos que admitir dolorosamente que no están siendo unas buenas finales en cuanto a la calidad del juego. A falta de espectáculo tenemos que quedarnos con la épica de LeBron y sus Cavaliers, luchando contra los elementos, y algunas consideraciones tácticas con ambos entrenadores, sobre todo Kerr, buscando alternativas a lo que pudiera parecer el guión preestablecido. Los grandes sacrificados vuelven a ser los pívots puros, demostrando una vez más que pese a lo que clamen los ortodoxos es la posición menos decisiva en el baloncesto actual… o visto de otra manera, la que más, debido precisamente a la escasez de pívots que si sean decisivos. El equipo que cuente con un elemento así sabe que cuenta con un tesoro, pero en la mayoría de los casos lo único que se consigue es llenar las zonas con centímetros y kilos sin apenas aportación al juego. 


El primero en mover ficha fue Steve Kerr, obligado a ello al llegar al cuarto partido por debajo en las series (con 1-2 a favor de Cleveland) El movimiento fue tan sencillo como prescindir de su cinco, Andrew Bogut, para dar la titularidad a un jugador exterior pero tan polivalente como André Igoudala. Una decisión que se ha alabado otorgando la importancia que se merece a uno de sus ayudantes, Nick U’Ren, a quien al parecer se le encendió la bombilla viendo videos de las finales del pasado año imitando a Popovich cuando cambió el curso del guión al confiar en Boris Diaw (otro ejemplo de polivalencia) en lugar de un cinco clásico como Tiago Splitter. En realidad estoy convencido de que muchos aficionados, sin dedicarnos profesionalmente a esto, sabíamos que era una opción muy válida (Kerr, dame trabajo) Podríamos recordar también el brillante movimiento de Rick Carlisle en las finales de 2011, cuando dio rol de titular a Juan José Barea, inventándoselo de escolta con su 1,83, y haciendo coincidir en pista a Jason Kidd, Jason Terry y el citado Barea durante muchos minutos de los partidos, después de verse 2-1 abajo en unas finales que acabaron ganando 2-4. Carlisle honraba así a su maestro Chuck Daly, ganador de dos anillos con los Detroit Pistons utilizando en cancha al mismo tiempo a un base como Isiah Thomas junto a otros dos “bajitos” como Joe Dumars y Vinnie Johnson.       


Esos locos bajitos



La decidida apuesta por el “small ball” (tan ligado históricamente a la franquicia californiana desde los tiempos del maravilloso Don Nelson) de Steve Kerr nos dejó el mejor primer cuarto, hasta el momento, en estas finales de los Warriors. Y eso a pesar de encajar un 0-7 de salida ante el delirio de la afición Cavalier, convencida de que sus jugadores eran superhombres inmunes al cansancio. La tozuda realidad empieza a demostrar lo contrario, según transcurren los partidos Golden State va encontrando cada vez su mejor juego, mientras que las piernas de los de Ohio cada vez responden menos. Leyes de la naturaleza. Curry calentaba la muñeca, acompañado de Igoudala, y Kerr volvía a echar mano antes de acabar el cuarto de un All Star venido a menos como David Lee. Por muchos problemas y lesiones que haya tenido sigue siendo un jugadorazo y su proporción entre minutos en pista y producción para su equipo está siendo una de las claves en el resurgir Warrior en estas finales. Los 31 puntos anotados por el equipo del MVP de la temporada regular demostraban que Kerr acertó con el “small ball”.


Cleveland está reboteando mucho y bien en estas finales (destacando Tristan Thompson), encontrando un sostén para no descolgarse definitivamente de los partidos hasta los minutos finales. El cuarto partido no fue una excepción, con el añadido de encontrar a un Timofei Mozgov que aprovechó la ausencia de Bogut (sólo 3 minutos en pista) para campar a sus anchas y realizar el mejor partido de su carrera NBA (28 puntos y 10 rebotes) Del todo a la nada para el ruso, que pasó de su partidazo en el cuarto encuentro a disputar tan sólo nueve minutos en el quinto. ¿La razón? La respuesta de Blatt al “small ball” de Kerr, sacrificando a su hombre alto y dando más minutos al ciclotímico J.R.Smith y sus 14 triples intentados (acertó en 4) Le salió bien la jugada al ex del Maccabi, ya que los Cavaliers mantuvieron opciones de ganar el partido hasta prácticamente los últimos tres o cuatro minutos del mismo. Claro que también tuvo la culpa un LeBron James de nuevo en su versión extraterrestre. Otro triple-doble descomunal (40 puntos, 14 rebotes y 11 asistencias) para el jugador de baloncesto total, pero cuyas actuaciones históricas constatan que esto es un deporte de equipo. Es el mejor del mundo, pero a la hora de enfrentar las fuerzas de jugadores como Dellavedova (dieron las doce en su particular cuento de Cenicienta y la carroza volvió a ser calabaza), Shumpert o James Jones frente a los Curry, Igoudala o Klay Thompson, la desigualdad es tan manifiesta que sólo queda quitarse el sombrero ante el hecho de que estos Cavaliers hayan sido capaces de ganar dos partidos en estas finales. 



No olvidemos que el balance de 67-15 con el que Golden State Warriors finalizaba la temporada regular es la octava mejor marca de todos los tiempos, empatados con los Celtics de 1986, los Bulls de 1992, los Lakers del 2000, y los Mavericks de 2007. Aun así estos mermados pero corajudos Cavaliers están siendo capaces de plantarles cara, por suerte para el espectador imparcial, y obligando a Steve Kerr a tirar de repertorio. Repertorio que debería ampliar Blatt, pese a lo limitado de su armamento. Aunque suene políticamente incorrecto, es totalmente lícito en un momento dado utilizar jugadores residuales para permanecer cinco minutos en cancha y dar un par de hachazos al rival y buscar su desgaste. Hablábamos de Rick Carlisle y los Dallas campeones de 2011. Otro de los elementos claves (aparte de en general una mayor rotación y mejor uso del banquillo) para aquel triunfo frente a los Miami de Wade, LeBron y Bosh fue saber utilizar en un momento dado a ese “extraño elemento” llamado Brian Cardinal. “The Custodian” era un jugador limitado incluso para la liga ACB (apenas promedió cinco puntos y cuatro rebotes por partido en sus cuatro apariciones con la camiseta del Pamesa Valencia), o sea que imagínense en la mejor liga de baloncesto del mundo. Eso no fue óbice para que en las tres victorias consecutivas con las que Dallas remontó el 2-1 de aquellas finales jugase 7, 9 y 12 minutos respectivamente, dándole un poco de “calor” a LeBron James y anotando incluso algún triple. Se puede ganar un anillo con jugadores como Cardinal, igual que se puede con jugadores como Brendan Haywood, Kendrick Perkins, o un casi retirado Shawn Marion. Lo que no se puede es ganarlo con siete jugadores. Si las finales son una guerra, todo soldado es válido, y más cuando te enfrentas a un ejército que sabes que es superior en calidad.    


Brian Cardinal, en el amor y en la guerra... 

lunes, 12 de diciembre de 2011

FÍSICA Y QUÍMICA

Ben Wallace, profesor de Física.


Al hilo de lo que comentábamos en nuestra anterior entrada sobre Pau Gasol y su “puesta en el mercado” por parte del club angelino con el que ha disputado sus últimas y provechosas tres y media campañas NBA, seguimos hoy incidiendo en un mercado pre-season absolutamente frenético y salvaje que roza el canibalismo. Ha sido tanto el tiempo perdido en el lock-out que ahora toca recuperar terreno desde unos despachos que se convierten en trincheras bélicas donde no hay lugar para los sentimentalismos ni los titubeos. La NBA es el mayor espectáculo deportivo del mundo, pero también es un escenario de negociaciones cruento en el que los poderosos atletas de la canasta normalmente nunca tienen la última palabra. Ya lo dijo Kobe Bryant (el único jugador en toda la galaxia NBA con capacidad para vetar su propio traspaso) asediado por la prensa en el primer día del training camp lagunero. No se puede ser blando emocionalmente. Se trata simplemente de negocios. 

Mientras que Billups se dedicaba a la Química.


Comentábamos también que la historia de la NBA está llena de traspasos de jugadores históricos y ganadores de títulos de los que sus franquicias no dudaron en prescindir en cuanto pensaron que tocaba reconstrucción. Mencionaba el caso de Scottie Pippen, por lo que tiene de conocido en el imaginario popular como escudero de Michael Jordan en los Bulls ganadores de seis anillos, pero hay un caso bastante más reciente que para mí, personalmente, me resultó harto doloroso. El traspaso de Chauncey Billups por Allen Iverson. No vamos a volver a repetir todos los argumentos que esgrimí en su día en lo que consideré un error garrafal desde los despachos de la MoTown, desde esa franquicia que tanto he admirado a lo largo de los años, pero lo cierto es que la patada a Billups, MVP de las finales del 2004 en nuestro tercer y último anillo, fue el principio del fin para un club que había jugado nada más y nada menos que seis finales de conferencia de manera consecutiva. Seis finales en seis temporadas que fueron curiosamente las que el gran Chauncey vistió la elástica de la ciudad del motor. Su marcha a Denver por un jugador diametralmente opuesto en su concepción del baloncesto como juego de equipo como ha sido Allen Iverson tuvo consecuencias inmediatas en la hasta el momento exitosa plantilla de Detroit. Eliminados en primera ronda, y a partir de ahí, ausencia de participaciones en post-temporada.   

Con él llego el declive.


A pesar de que la NBA es una liga muy voluble, con franquicias que cambian con facilidad pasmosa de fisonomía y hasta de plaza, hay unos cuantos clubes con los que el aficionado encuentra una fácil identificación. Los casos más claros son Boston Celtics y Los Angeles Lakers, que por supuesto son las dos franquicias con mayor número de títulos en la historia de esta liga (17 los de Massachussets por 16 los californianos) A los verdes célticos se les suele relacionar con el orgullo, el trabajo y la sobriedad, caracterizados en jugadores como John Havliceck, su máximo anotador histórico, jugador que elevó la categoría de “sexto hombre” a la de estrella absoluta, sin ser titular ni un partido, y anticipo de Larry Bird como alero blanco de incontestable oficio ante el aro, Bill Russell, el hombre con más anillos en la historia, ganador de once ligas, posiblemente el mejor jugador defensivo de todos los tiempos y ejemplo de lo que debe ser un cestista para el juego colectivo por encima de los números individuales, y por supuesto, el citado Larry Bird, versión mejorada de Havliceck, dotado de uno de los mayores “IQ” baloncestísticos de la historia, alero con cerebro de base y con capacidad innata para la belleza estética del juego, pero cuyas limitaciones físicas le hicieron basarse en la sobriedad y eficacia por encima del espectáculo. Cierto es que también habría que mencionar al “Houdini de Hardwood”, el talentoso Bob Cousy, este si más dado al baloncesto prodigioso que sobrio, pero sin perder nunca la efectividad productiva. En definitiva jugadores serios, fríos, y muchos de ellos blancos. Los Lakers por otro lado siempre han significado el glamour y el espectáculo, incluso antes de la llegada del gran “Magic” Johnson y su showtime. Elgin Baylor, el “logo” Jerry West, el propio “Magic”, el martillo pilón de Worthy y sus contraataques asesinos, o esa serpiente mortal conocida como la Black Mamba encarnada en un jugador de baloncesto llamado Kobe Bryant, serían los exponentes de esa querencia angelina por el juego lustroso y espectacular (sin olvidar, por supuesto, su enorme dinastía de grandes pivots, desde Mikan hasta Shaquille) 

Un quinteto para el recuerdo.


Justo es reconocer también que mis queridos Detroit Pistons tienen sus propias señas de identidad. Un estilo rocoso, granítico, duro, sacrificado, en el que el componente principal es la química de equipo. Cierto es que hemos disfrutado del talento de los Thomas, Dumars, Billups o Rasheed Wallace, pero no es menos cierto que jugadores tan limitados técnicamente como Rick Mahorn o Ben Wallace, muy difícilmente pudieran haber sido piezas claves y jugadores titulares en un equipo campeón de la NBA, en otra franquicia que no fuera la de la ciudad más importante del estado de Michigan. Los buenos aficionados aún recuerdan sin titubear aquel equipo campeón de 2004, el último gran equipo de Detroit, que aplastó sin contemplaciones y contra todo pronóstico a los grandes favoritos. Unos Lakers que además de los ya por aquel entonces tricampeones Kobe Bryant y Shaquille O’Neal se habían reforzado con la presencia de dos impactantes veteranos como Karl Malone y Gary Payton, dos estrellas de renombre y probada solvencia que no dudaron en rebajar sus costosas fichas salariales para conseguir el ansiado sueño del anillo, una vez que veían sus carreras llegando al final (en el caso de Payton finalmente lo conseguiría más tarde en Miami, al lado de precisamente Shaquille), conformando entonces un impresionante “Fab Four” que parecía muy superior a los Pistons de Larry Brown impregnados de ese componente esencial para cualquier equipo campeón: química. 

El Príncipe, el último hombre...
...y su heredero, Austin Daye.


No fue aquel un éxito pasajero, como decimos aquellos Pistons jugaron seis finales del Este de manera consecutiva, aunque sólo consiguieron un título, en el recuerdo del aficionado figura ese quinteto que hacía del músculo una filosofía y de la defensa una religión. Billups-Hamilton-Prince-Sheed-Big Ben. El año anterior al anillo ya habían avisado de sus posibilidades de la mano del actual técnico campeón, ese sosias de Jim Carrey llamado Rick Carlisle, infravalorado y gran coach al que el tiempo le va haciendo justicia, llegando a la final de conferencia donde fueron derrotados por los Nets de Jason Kidd, Richard Jefferson y Kenyon Martin. Aquello fue el comienzo de más de un lustro de éxitos para la MoTown, que tocaron a su fin con la marcha del gran director, del “floor general”, de la excelsa batuta que manejaba como nadie Billups, a cambio de un egoísta e individualista Allen Iverson, posiblemente el jugador que mejor pueda representar la antítesis de la filosofía habitual en los de Michigan. Durante aquellos seis años el equipo se recompuso a la marcha del ahora retornado Ben Wallace, un extraño elemento que gracias a sus prestaciones en Detroit obtuvo un suculento contrato en Chicago que jamás hubiera podido imaginar en sus duros comienzos que le llevaron incluso a buscarse la vida en Italia. Con Rasheed Wallace retirado, y la noticia del corte del ya mítico RIP Hamilton, confinado al terreno de los “waivers” como un temporero cualquiera, y Big Ben relegado a un papel bastante residual en la actual y extraña plantilla de los Pistons, sólo Tayshaun Prince permanece como orgulloso estandarte de un reciente pasado ganador, esperando que los jóvenes pistones, entre ellos un clon del propio Prince llamado Austin Daye, el sorprendente Jonas Jerebko, o el imponente Greg Monroe, vuelvan a hacer que en la cartilla de notas de la franquicia de Detroit al final del curso se refleje nuevamente la máxima calificación, una Matrícula de Honor, en la que siempre fue la asignatura favorita de este equipo: la química.  

Waivers de lujo: RIP Hamilton y Chauncey Billups

domingo, 11 de septiembre de 2011

UN POCO DE TÁCTICA: JIM CARREY Y EL KEBAB

Tremenda la jornada baloncestística que nos depara hoy el Eurobasket de Lituania. El cierre del fortísimo grupo E nos trae tres partidos en los que hay mucho en juego en cada uno de ellos, para empezar una auténtica final la que depararán Serbia y Turquía, el que gane sigue adelante, el que pierda a la calle. Así de simple y prácticamente sin más cábalas (aún así Turquía tras ganar tiene que esperar la victoria lituana sobre Alemania) España y Francia se juegan el liderato de grupo y esquivar a Grecia para recibir al vencedor del Eslovenia-Finlandia, y Lituania, la brillante Lituania que tanto nos ha gustado en estas dos primeras fases del campeonato, debe asegurar la victoria o en todo caso una derrota por menos de 11 puntos ante una Alemania que aún llega con opciones al cierre del grupo. Por lo tanto jornada de emociones fuertes para los seguidores del Eurobasket 2011. 

El dramático encuentro entre balcánicos y otómanos comienza exactamente en estos momentos en apenas 15 minutos, por lo que es posible que interrumpa la escritura de este texto para seguir el partido. En realidad quería que esta entrada tratase sobre un pequeño detalle táctico que me ha llamado la atención porque me ha retrotraído a las finales de la NBA de esta pasada temporada y a uno de los movimientos que Rick Carlisle, enorme responsable del anillo tejano, utilizó para poder superar la que parecía infranqueable defensa de los Heat. No vamos a volver a incidir sobre todo el trabajo del Jim Carrey de los banquillos en las pasadas finales, ya que escrito está en las diversas entradas que dedicamos a analizar las series, pero no obstante es justo volver a recordar que Carlisle fue un entrenador en todo momento dinámico y que buscó cambiar las tendencias del play-off, superando claramente a un Spoelstra timorato quien en ningún momento oteó nada con lo que sorprender al entrenador neoyorquino.  


Un Carlisle de "oscar".


A menudo el aficionado medio, entre el que lógicamente me incluyo, ve los partidos de una manera demasiado natural, prácticamente siguiendo al jugador que lleva el balón, incapaz de centrar su atención en el global del dibujo del juego, en el trabajo de los jugadores sin balón y los movimientos defensivos. Por eso el descubrimiento del trabajo del video-blogger Piti Hurtado, estudioso del juego en su globalidad, ha sido una feliz noticia para mí en estos días del Eurobasket. Por otro lado la imposibilidad de haber visto integros todos los partidos disputados hasta el momento (digamos que en un 75%) hace que también se me hayan escapado muchísimas cosas de gran riqueza para cualquier aficionado. El citado Piti está colgando estos días diversos videos en los que analiza muchas de las tácticas de nuestra selección y de los rivales, echando una ojeada a sus análisis, me he encontrado con una táctica turca que, como digo, me ha recordado a algo que utilizó el bueno de Carlisle en las finales. 

Desde el comienzo del torneo he dicho que el rival que más me preocupaba para nuestra selección, debido a estilo de juego y perfil físico de los jugadores, era Turquía. Un rival que te niega el ritmo alto, que no deja correr, y que sobre todo encuentra una gran fortaleza en unos pivots absolutamente molestos, duros, rocosos, que llevan el partido al terreno granítico del músculo. Ya hemos comentado también en este blog que Turquía es el país que más y mejores pivots ha producido en los últimos años, una generación de hombres altos envidiable que parece no tener fin, el ejemplo de Kanter es la penúltima realidad en este aspecto, dando un paso adelante ya en su combinado nacional, haciendo olvidar la ausencia de Semih Erden, y convirtiéndose en una de las sensaciones del Europeo (cosa que por otro lado creo que nadie podía dudar) Uno de los mejores usos que está haciendo Orhun Ene (mítico ex-jugador de larga carrera con su selección que ahora como entrenador tiene la difícil papeleta de suplir a Bogdan Tanjevic) de sus torres es un doble bloqueo frontal, sobre todo cuando coinciden en pista Kanter y Asik, que libera al jugador que inicia el ataque otómano, que no siempre es el base, por otro lado, teniendo en pista a ese "point-forward" que es Hedo Turkoglu. Un buen detalle que Piti Hurtado ha bautizado como el "kebab", y que cuando lo vi enseguida me hizo recordar a un ágil movimiento de Rick Carlisle en el segundo partido de las finales de la NBA.  




Miami parecía hacer imperar la lógica de su discurso exhuberante en lo físico, su defensa axfisiante sin tregua, sobre todo en las líneas exteriores. La grandeza de contar con dos grandes defensores exteriores de físico privilegiado como Wade y LeBron convertía a los Heat en un suplicio para cualquier backcourt rival. Los de Florida se habían llevado el primer punto de la serie, y en el segundo mandaban 15 arriba comenzando el último y definitivo cuarto. La desesperación tejana ante las líneas defensivas rivales parecían centralizarse sobre todo en un perdido y fuera del partido Jason Terry, el genial escolta de Dallas se estrellaba una y otra vez contra el muro que suponía LeBron James, quien le negaba cualquier posibilidad de desarrollar juego. Los ataques tejanos morían tan lejos de canasta como la distancia que había en el marcador. Miami era superior, pero como ya hemos dicho, Rick Carlisle se mostró en todo momento de la serie como un entrenador dispuesto a cambiar la dinámica si no era favorable para su equipo, o al menos intentarlo. Con algo tan simple pero efectivo como mandar a Nowitzki y a Chandler a realizar un doble bloqueo sobre sus jugadores exteriores (sacrificando a su mejor jugador de ataque a trabajar en esos dobles bloqueos sin continuación directa, para liberar a los exteriores), logró que Dallas se metiera en el partido, con un parcial de 5-22 que precisamente se abrió con una canasta de un Terry liberado que por fin pudo empezar a desplegar su enorme talento ofensivo sobre la cancha Heat, bien acompañado de Kidd. Los Mavericks comenzaron a soplar en el cogote de Miami, el partido se igualó, y como recordarán ahi apareció Nowitzki para culminar otra gloriosa remontada tejana (ya les habíamos visto esa machada ante Oklahoma) con un triple y su bandeja ante Bosh. Punto para Dallas, punto para Carlisle. Uno de los muchos detalles que nos dejó el fantástico entrenador de aire histriónico y parecido al comediante Jim Carrey.  


Allanando el camino para sus locos bajitos.


Pequeños detalles tácticos que nos alegran la vida y nos permiten disfrutar con mayor riqueza de este hermoso juego que tanto amamos por su estética, ética, épica, y la población de hombres extraordinarios que se encuentran por sus canchas. 

Feliz tarde de domingo, y no se despeguen del televisor, van a disfrutar.  


Las torres turcas junto a la dupla Kaman-Nowitzki, dos de los mejores frontcourts del campeonato.

miércoles, 29 de junio de 2011

Y RUDY COGIÓ SU FUSIL... Y LO LLEVÓ A DALLAS

"The best is yet to come, and won't that be fine
the best is yet to come, come the day that your mine" 

(Frank Sinatra, "The best is yet to come") 



La pasada y calurosa noche del jueves de la semana pasada fue la elegida para que las distintas franquicias NBA llevasen a cabo sus elecciones del draft 2011, en una promoción que no parece levantar demasiadas pasiones, y de la que quizás hablaremos un día de estos. Las atenciones por tanto se fijaron tanto o más en algunos movimientos y trades a raíz de esas elecciones que en los propios nombres escogidos en las primeras rondas. Movimientos que afectaron a algún que otro jugador ilustre de la liga, y que en nuestro caso de aficionados españoles nos trajo una noticia que en principio nos da unos cuantos quilates de ilusión: Rudy se  va a Dallas, a los actuales campeones de la NBA.  

Abran paso y dejen sitio, ¡llega Rudy!


El movimiento parece una buena jugada para los Mavericks, otro acierto de Donnie Nelson al que tanto se alaba hoy día tras una década intentando construir un equipo campeón (lástima no se juzgue con el mismo rasero y paciencia a otros managers, presidentes, entrenadores, jugadores, y en definitiva proyectos que también necesitan sus varios años de crecimiento y madurez) Dallas manda sus elecciones en el draft 2011 (26 y 57), dos posiciones bajas, en una hornada de rookies que como decimos no parece que vaya a pasar a la historia, a cambio de un jugador ya consagrado y con buen cartel como Rudy, y los derechos del joven base fines, actualmente en Italia, Petteri Kopenen. 

La noticia lógicamente es recibida con agrado por la afición. Uno de los nuestros se va al equipo campeón, a jugar al lado de un genio como Nowitzki, al calor de los dolares de un Mark Cuban que tampoco ha parado (y le ha costado) hasta conseguir el título para su franquicia. Rudy sale de esos Portland que aunque con mucho mérito y orgullo dan muestras de progreso siguen teniendo cierto halo de equipo maldito y gafado, de "Jail Blazers", y además huye de las garras de un Nate McMillan de quien todos pensamos que podía haber sacado mucho más provecho de nuestro estilista "swingman" mallorquín y no confinarle sólo a esperar en las esquinas para que le llegase algún tiro abierto. Los más optimistas hablan incluso de un Rudy titular con la elástica tejana, predicción que me parece un poco osada viendo la nómina de jugadores que pueden ocupar las posiciones de Rudy en cancha: Marion, Terry, Stojakovic, Butler, Stevenson, Brewer, Beaubois, y hasta el pequeño Barea, o incluso el rocoso Cardinal. Estamos hablando de hasta nueve jugadores de cierto nivel, o de mucho nivel en algunos casos. ¿Es justo entonces tanto optimismo sobre las posibilidades de ser un jugador importante en Dallas para Rudy? Bueno, para empezar hay que esperar los próximos movimientos de la franquicia y la salida de algunos de estos jugadores (aunque Cuban ya ha demostrado sobradamente que el dinero no es un problema... a pesar de que algunos se hayan tragado la "película" de las pasadas finales sobre unos "viejos románticos" que han ganado el anillo a base de esfuerzo y superación frente a unos arrogantes jóvenes millonarios, cuando la realidad es que Dallas se ha gastado por encima de 20 millones de dólares más que Miami esta temporada en salarios), de hecho me atrevería a decir que sólo Marion (alero puro, posición en la que Rudy en principio no debiera jugar demasiado) y Terry parecen seguros. Sobre el resto habrá que ver quienes pueden salir porque el club crea que ya han cumplido su misión para esta franquicia, y cuales otros abandonarán Dallas porque la cantidad de "novias" generosas que van a tener llamando a su puerta va a acelerar su salida de este club (el caso más claro puede ser Barea, revalorizadísimo tras las finales), con lo cual es factible que durante el verano a Rudy se le vaya aclarando un tanto el panorama de su competencia en aleros y escoltas dentro de los campeones. Por otro lado, que nadie me entienda mal, pero en este equipo escolta titular puede ser cualquiera. Permítanme que me explique, cuando quiero decir que en este equipo el escolta titular puede ser "cualquiera", es que no importa el nombre de quien asuma tan preciado estatus, ya que en el caso de Dallas el escolta titular siempre será una figura ficticia, un falso titular, puesto que el peso de esa posición, el hombre importante y la gran amenaza exterior es ese asesino del banquillo llamado Jason Terry. "Jet" Terry es un jugador acostumbrado a esa especialidad del "sexto hombre". Tan ducho es en esa tarea que en 2009 la liga le eligió como el mejor sexto hombre de la NBA, aunque bien podía haberlo ganado cualquier otro año de estos, tal es su regularidad. Terry es un jugador extraño, imprevisible y genial. Una especie de Juan Carlos Navarro en negro y americano. En un baloncesto plagado de músculo y fuerza, este escolta que no llega al 1,90 es, como nuestra "bomba", una "rara avis" que sobrevive en esos bosques de kilos, biceps y triceps a base de tiros imposibles y penetraciones inimaginables. En definitiva, un jugador "raro". Pero hay que admitirlo, un genio, un dinamitador capaz de encender la mecha en los momentos más delicados para su equipo. Él activó el ataque de su equipo en los minutos decisivos de los dos últimos partidos de las finales. Por lo tanto poco importa quien salga de inicio en Dallas en la posición de "dos", ya que el puesto realmente corresponde al menudo y sorprendente "avioncito" que luce el dorsal 31. 

"Jet" Terry, pequeño escolta de altos vuelos.


Por otro lado, Carlisle ha demostrado darle una importancia relativa al rol de titular o jugador de banquillo y rotación. No es un entrenador inmovilista ni al que le tiemble el pulso a la hora de modificar sus planteamientos iniciales sobre las aportaciones de un jugador en concreto o el reparto de minutos de sus hombres. Busca el beneficio del colectivo y lo mejor del equipo, y ya comentamos en este blog que realmente ha sido el hombre clave en el triunfo de Dallas en las pasadas finales, con su capacidad de improvisación y de maniobrar sobre la marcha, con algunos movimientos quizás no muy afortunados, pero otros, los que le salieron bien, realmente geniales de cara al triunfo final. Parece por lo tanto Carlisle un entrenador ideal para “empezar de cero”. 

Por eso no es descabellado pensar que las opciones de Rudy de ser titular son serias, pero insisto en que la competencia en el puesto es feroz, si no consigue desplegar su juego más allá de un especialista exterior, poco más puede ofrecer que un Stevenson que, siendo también certero triplista, ofrece además un mordiente atrás que Rudy, hoy por hoy, en la NBA aún no ha demostrado. Permítanme que no me moje, no sé si Rudy será ese titular que algunos presumen, o será el último de los exteriores en la rotación de Carlisle, simplemente en este blog tratamos una vez más de diseccionar la realidad del mundo del baloncesto que nos rodea. Encuentro puntos tanto a favor del optimismo sobre un mejor futuro del saltarín escolta balear, que le permita desplegar todo su baloncesto de una dimensión similar, como seguimos pensando muchos, a la de un Manu Ginobili, como puntos pesimistas en contra para un jugador español que llega a una plantilla con una serie de jugadores que ya le han demostrado a su entrenador de lo que son capaces y para quien Rudy no era más que un especialista en triples de un equipo de primera ronda de play-offs. Por lo tanto no es fácil hacer un pronóstico claro. 

Aerolineas Rudy, mucho más que un triplista.


Recuerden que Andrés Montes decía aquello de “¡y Rudy cogió su fusil!” cada vez que el mallorquín se levantaba desde detrás de la línea de lanzamiento triple, ahora ese fusil lo traslada de Oregón a Texas. De la lluvia de Pórtland al sol de Dallas. Esperemos que sea para bien, que como cantaba Sinatra, para Rudy, lo mejor esté por llegar.   

Nate McMillan, you ain't no friend of mine.

lunes, 13 de junio de 2011

CALOR CONGELADO

La semana pasada a estas alturas tenía un presentimiento. Hoy íbamos a estar hablando del nuevo campeón de la NBA que iba a ganar el anillo por un marcador de 4-2 en la serie, estaría bien decir que acerté el pronóstico... si no fuera porque ese 4-2 se lo otorgaba a Miami. Si mañana volviesen a empezar las finales, volvería a considerar a Miami favorito, y posiblemente me volvería a equivocar. 

Las finales de la temporada 2010-11, como todas las series de este tipo, creo que hay que analizarlas en lo general de la serie por un lado, y por otro en cada partido concreto. Hoy sólo voy a escribir sobre ese análisis general. Miami era para mí claro favorito, tras eliminar con suficiencia y muy buenas sensaciones a Boston y a unos Chicago que tenían la mejor marca en liga regular, y con Lakers en la cuneta, parecía que se les abría un camino limpio y expedito para el anillo. Contaban con el factor cancha, y su baloncesto granítico en la defensa, combinado con el talento individual en ataque de varios de sus jugadores. Todo ello parecía un buen argumento para impedir el éxito de unos Dallas que por otro lado ofrecen mejor plantilla hombre por hombre, pero carentes de la dureza de los Heat. Así pues era lícito pensar que manteniendo el gran nivel defensivo mostrado ante Chicago, y con su "big three" al mejor nivel, el que se les supone a las estrellas cuando llegan los momentos decisivos, bastaría para derrotar a los Mavs. 

El magnate y el arquero, dos hombres y un anillo.


El comienzo de las series nos daba la razón a quienes teníamos estas sensaciones, para poco a poco ir cambiando la tendencia hasta acabar en los momentos finales con unos Dallas muy brillantes y unos Miami ofreciendo una imagen muy penosa. Dallas ha ganado los últimos tres partidos, lo cual, en unas finales, ganar tres partidos seguidos, y ante estos Miami Heat, me parece un mérito enorme, que por otro lado no nos debería sorprender después de ver el fabuloso camino de los Mavericks durante las eliminatorias anteriores. Tres derrotas consecutivas de Miami, y la sensación de que si jugasen otro partido, volverían a perder, y si jugasen otro más, lo mismo, tal ha sido la brutalidad del vuelco, de la inversión de la tendencia con la que comenzaba la serie. Esta inversión de la tendencia, desde unos Heat que en los tres primeros partidos (a pesar de perder el segundo "de aquella manera", del que me temo que estarán acordándose ahora) lideran el marcador durante prácticamente todos los minutos de los mismos ante unos Mavs que a duras penas luchan por no descolgarse en el electrónico, hasta llegar a unos Mavs que acaban volando sobre la pista, haciendo su mejor baloncesto de la serie en los dos últimos partidos, frente a unos Heat lastrados que difícilmente pueden mantener el ritmo alto ofensivo que propone su rival. El cambio en los equipos entre el primer partido y el sexto es brutal, la diferencia de estado físico y anímico y el comportamiento sobre la pista, así como las distintas sensaciones. Sólo hay 12 días de diferencia entre un partido y otro, y sin embargo pareciera que han pasado meses. ¿Cómo se explica un cambio tan drástico?, ¿se produce en algún momento un punto de inflexión que provoca el alza de Dallas y la caída de Miami, o es un vuelco lento y progresivo?, de haber un punto de inflexión real ese es el decisivo quinto partido, porque coloca a Miami al borde del KO y a Dallas con la tranquilidad de tener dos "match-ball" a favor, y porque es el partido en el que por fin (y para alegría del espectador) los ataques se imponen a las defensas y el juego se mueve en unos parámetros más gustosos para los tejanos. Yo me decantaría más por la segunda posibilidad, la de una serie de pequeños y grandes detalles llevados a cabo por algunos de los protagonistas y sin hallazgo de respuesta por parte de otros, que van decantando la balanza claramente hacia un lado hasta el punto de que Dallas en los dos últimos partidos da unas sensaciones de superioridad frente a su rival similares a las de Miami en los primeros, unas sensaciones que van más allá de lo que pueda reflejar el marcador en un momento determinado. Por eso creo que si hay un gran triunfador, un hombre clave, en este título, ese es Rick Carlisle. Aunque en este juego lo importante de verdad son los jugadores, cuando en una serie larga se han jugado distintos tipos de baloncesto, tanto un estilo defensivo, trabado y duro por momentos, como un estilo alegre, ofensivo y abierto en otros, y ninguno de los jugadores estelares ha estado a su mejor nivel (excepción de Wade quien si sufre un punto de inflexión con el choque con Cardinal que le deja tocado para el resto de la serie), con porcentajes de tiro en ocasiones deprimentes, bien por eficacia de las defensas, bien por malas decisiones, o también por algunos problemas de diversa índole (además de lo comentado de Wade, Nowitzki con un dedo lesionado y entablillado y sufriendo una alta fiebre), creo que Carlisle ha sido el responsable de que Dallas se haya sabido mover por los diversos paisajes que ha ofrecido la final sin perder en ningún momento opciones. Ha improvisado sobre la marcha, rompiendo cualquier guión preestablecido que pudiera haber escrito (supongo que tendría un plan, como Spoelstra, pero cuando desde el primer momento ese plan inicial no funcionó ante una superioridad evidente de los Heat, comenzó a "inventar" cosas, tejer ajustes tanto en defensa como en ataque, y utilizar sus piezas de manera a veces desconcertante, e incluso criticada por analistas y aficionados, pero que al final le dieron resultado... todo lo contrario que Spoelstra, que en cuanto la tendencia de la que estamos hablando cambiaba de lado no supo reaccionar, y cuando lo intentó y probó algo distinto, ya era tarde), Carlisle no ha tenido problemas en sentar a Nowitzki a los seis minutos de comenzado un partido, de inventarse a Barea de escolta titular (con lo que no sólo consiguió mejor rendimiento del puertorriqueño, si no que además el jugador al que sustituía en el cinco inicial, Stevenson, ofreció mejor rendimiento en los minutos que disputó saliendo desde el banco), de jugar en ocasiones con un small-ball descarado, con Marion y Nowitzki de falsos pivots y tres bajitos como Kidd, Barea y Terry. Además ha realizado una dosificación modélica de sus jugadores y fue justo con el minutaje y los esfuerzos del colectivo en base a lo que pudiera aportar cada jugador. Cuando vio que era el momento de Chandler, el pivot se convirtió en su jugador más utilizado por encima de Nowitzki. Otro golpe de efecto fue recuperar a Cardinal, que ha terminado siendo una especie de “factor x”, en perjuicio de Stojakovic. En definitiva estuvo activo en todo momento, buscando que el guión sufriera cambios desconcertantes para un Spoelstra que se vió superado y se limitó a fundir físicamente a su "big three, condenando al ostracismo incomprensiblemente al que era cuarto máximo anotador de la plantilla, James Jones, y no sacando más provecho de jugadores como Miller o Haslem. La rotación de Spoelstra se redujo prácticamente a ocho jugadores, lo cual en una serie a siete partidos es una locura, cargando todo el juego interior en sólo tres hombres, mientras que en el exterior, donde más posibilidades tenía, regaló demasiados minutos de nulidad a un LeBron apático que no supo encontrar su papel en la final, ya que por un lado se situó en un segundo plano, cediendo el liderato a Wade (lo cual hay que considerar como una actitud sabia y que habla de como LeBron pensaba en el éxito colectivo por encima del individual), pero por otro no supo dar un paso adelante y tomar las decisiones que debiera un co-lider de lujo, limitándose a su juego de falso base que cada vez parece gustarle más, pero que recorta mucho sus posibilidades y su potencial de jugador que por condiciones puede hacer mucho daño al poste. A toro pasado es fácil decirlo, pero con las lesiones de Ilgauskas y Dampier, quizás hubiera estado bien por parte de Spoelstra apostar en algunos momentos por algo de "small-ball", o aprovechar a un fantástico tirador como James Jones al lado de Chalmers (o Bibby) y Wade y con LeBron de falso cuatro. 

Brian Cardinal y una misión: frenar a Wade por lo civil o lo criminal.


Con todas estas cosas y este buen trabajo por parte de Carlisle, unido al talento y la fe de algunos de sus jugadores, Dallas sobrevivió durante cuatro duros e intensos partidos en los que obtuvo la recompensa de dos victorias, un preciadísimo tesoro si tenemos en cuenta que en esos cuatro partidos se había jugado al ritmo que más convenía a Miami. Todo en el mundo del deporte es susceptible de dobles lecturas, si yo pensaba que Miami seguía siendo favorito porque estaba imponiendo su ritmo y estaba mandando en el juego a pesar de las tablas del 2-2, una vuelta a la tortilla de mi pensamiento nos haría ver que en realidad eran los tejanos quienes tenían más ganado, puesto que si en esos cuatro partidos en los que se imponía el estilo Heat, habían logrado arañar dos victorias, qué pasaría cuándo se jugase a un ritmo más cómodo para Dallas, con mayor anotación y un juego más rápido? 

El Jim Carrey de los banquillos moviendo los hilos.


Otro aspecto en el que Dallas ha sido superior ha sido en el del control de las emociones. A pesar de que para este equipo si podía ser una de sus últimas oportunidades, dado la veteranía de la plantilla, ha sido esa veteranía la que les ha ayudado a comprender mejor los parámetros en los que se mueve una final de este tipo, la cual hay que ver como una pequeña carrera de fondo en la que lo importante es que te mantengas a un buen nivel durante toda la serie, sin altibajos, y a ser posible yendo de menos a más, sin celebraciones precipitadas ni bajadas de brazo anticipadas. Con la tranquilidad que manejan los asesinos profesionales para saber rematar en el momento oportuno. Esa madurez emocional que te proporciona contar con una plantilla en la que 9 jugadores están en la decena o más de temporadas en la NBA (por encima de todos Jason Kidd con 17, bravo ejemplo el del base maverick de que la profesionalidad y la constancia al final dan sus frutos, y nunca hay que dejar de luchar y trabajar, pues nunca sabes cuando el éxito te va a sonreír), esa experiencia que se ha notado sobre todo en los últimos cuartos.  

¡Caray con el dedito!


Gran trabajo el de Rick Carlisle y el de toda su plantilla, una sinfonía de baloncesto coral en el que un buen número de jugadores ha tenido sus momentos de gloria y todos han aportado, con el mérito añadido además de hacerlo sin su alero titular y una de las figuras del equipo, Caron Butler, lesionado durante más de media temporada. Merecidos campeones por los que nadie hubiera apostado simplemente hace un par de meses, posiblemente ni por ser campeones de conferencia. Y primer asalto al título de estos actuales Miami Heat del “big three” (yo sigo diciendo que me parece indigno poner a Bosh al mismo escalón que Wade y LeBron) quienes sin duda repetirán en el futuro viendo todo el recorrido que aún les queda a sus estrellas. Aprenderán de esto, no me cabe duda, y la próxima temporada serán más fuertes. 

En la próxima entrada analizaremos los seis partidos, uno por uno. 

Nowitzki recibiendo su MVP de manos de la leyenda Bill Russell.