Salpicando hasta La Moncloa |
Hoy les traigo una recomendación literaria que no se queda
ahí sino que avanza para llegar hasta una recomendación radiofónica. De hecho he de admitir
que el libro en cuestión no lo he leído, ni siquiera lo poseo, pero ipso facto
ha pasado a encabezar mi lista de próximas compras. Como pocas cosas hay más
satisfactorias en la vida que descubrir algo que no conocías y que sirva de
rejuvenecedor impulso a cualquiera de tus pasiones, he de reconocer que el
mediodía de hoy ha sido realmente provechoso gracias al poder de nuestra radio
estatal y a algunos programas que se mantienen en medio del océano de la
mediocridad (entendiendo mediocridad en su sentido más etimológico de
ordinario) como resplandecientes islas autoabastecidas con su propias fuerzas independientes de conocimientos, filosofía y sabiduría (en ese sentido imposible
no citar precisamente las fastuosas “Islas de Robinsón” de Luis dB, apologista
de la idea de que cada hombre ha de encontrar su propia isla) El descubrimiento
en cuestión es la obra “El ritmo de la cancha”, una colección de trece relatos
independientes entre sí (muy en la línea de lo que sería un LP musical) pero con
el nexo común del baloncesto, escritos por Jacobo Rivero, inquieto periodista y
entrenador de este sagrado deporte, además de responsable de un muy
recomendable blog sobre el mundo de la canasta, “Sputnik basket blog”, en el
que trata de analizar el mundo del baloncesto más allá de la pura información
deportiva, lo que modestamente tratamos de hacer por estos lares, y sobre todo
cuidar un poco las formas y a nuestro ya demasiado maltrecho idioma.
De modo que me disponía a escuchar una edición más de uno de
mis programas radiofónicos favoritos a día de hoy cuando gratamente me
sorprendió el director y locutor del mismo leyendo en antena la sincopada y
punzante prosa de Jim Carroll (uno de los grandes nexos entre baloncesto y
cultura underground), ¿sería posible que uno de mis más queridos espacios
radiofónicos dedicase hoy su tiempo al mundo de la canasta?, en efecto, fue
posible, y así fuimos descubriendo las historias de Jacobo Rivero y sus textos
sobre grandes personajes (el jugador conocido como “Big Don” cuya pasión por el
rythm’n’blues le había llevado a ser dj, el judio Sam Balter y su medalla de
oro en las olimpiadas de la Alemania nazi…), extraordinarias anécdotas, o
sucesos desgraciadamente históricos (el baloncesto en la Argentina de Videla, o
en la antigua Yugoslavia en el momento de estallar la guerra civil a comienzos
de los 90), todo ello salpicado, como no podía ser de otro modo, de generosas
rodajas sonoras para hacer más amena una hora de radio absolutamente
imprescindible para El Tirador (imagino que para esta noche ya estará
disponible el podcast de la emisión, o sea que desde aquí lo recomiendo
fervorosamente)
Beto "Mandrake" Cabrera, el mago de Bahía Blanca también desfila por las páginas del libro. |
Y el programa, claro, que se preguntarán de que programa
estamos hablando aunque muchos ya lo habrán imaginado.
Como todas las cosas realmente buenas de la vida lo descubrí
por azar, hace ya más de dos años, realizando uno de mis habituales zapeos
radiofónicos peinando las ondas en busca de algo con lo que acompañarme camino
del trabajo. He de admitir que tampoco es que me sedujese de inmediato, pero me
pareció interesante el tratamiento que hacía de algunos temas y la calidad
humana e intelectual de quienes iban pasando por dicho espacio. De modo que me
hice seguidor del programa y comencé a seguirlo a diario, con esa rutina
mecánica con la que hacemos ciertas cosas que nos ayudan a soportar la otra
rutina mecánica de las otras cosas que no soportamos de la vida que llevamos de
lunes a viernes. Pronto fui pasando de “seguidor” a “fan”, encontrando en esta
hora diaria ciertas señas de identidad que me hacían recordar los mejores
tiempos de Radio 3, aquellos en los que de niño me enganché irremediablemente a
la radio gracias a programas como “Caravana de hormigas” y sus toneladas de diversión
y mala leche. Por tanto comencé a descubrir en el espacio en cuestión atisbos
de vida inteligente que lo convertían en prácticamente un programa
extraterreste dentro de la parrilla habitual. Es decir, me encontraba con algo
realmente divertido, bien hecho, artesanal, con recreaciones sonoras y demás
muestras de radio imaginativa. Pero yendo más allá de la diversión e
imaginación que servían de poderosas armas para la factura final del producto,
era inevitable que su escucha no te condujese a la reflexión, y eso es lo que
le hacía realmente grande. Un programa que te hacía pensar y que hablaba de
cosas las cuales para otros medios directamente ni existían, unido además a una
selección de invitados y temas brutales (por aquí han pasado Paul Naschy o
Willem Dafoe, Steward Copeland o Chavela Vargas… han desfilado y hablado por
sus micrófonos masones, satanistas, locos, poetas, poetisas y toda una
colección de transgresores auténticos capaces de engullirse la vida a bocados) Fueron
sucediendo los meses de un complicado 2010 y llegó el 2011 con la explosión
popular de las calles y sus “indignados”, y mientras muchos medios no tenían ni
idea de lo que estaba pasando y siguen sin estarlo (o lo que es peor, creen que
es cosa de anteayer y sólo contra Rajoy), nuestro programa protagonista estuvo
ahí en la primera línea de frente, contándonos con pelos radiofónicos y señales
herzianas lo que otros no querían, no podían, o no les dejaban. A partir de ahí
para mí dejó de ser un programa necesario para convertirse en imprescindible.
Ya no sólo la diversión, la imaginación y la reflexión marcaban el camino, si
no que además la lucha y la pelea diarias se convertían en seña de identidad,
sin bozales, sin cadenas, sin patrones. Y desde entonces sigue resistiendo como
un fuerte en medio del desierto.
Por si fuera poco, uno de sus colaboradores habituales, el Sr. Sanabria, con quien compartimos blogsfera, es también seguidor de esta humilde página del
Tirador Melancólico, de modo que finalmente todo acaba abrazando un feliz nexo
común de asistencias melódicas, rebotes combativos y canastas filosóficas.
Creo que a estas alturas sin duda todo lector sabrá que
estamos hablando de la carnicería sonora que cada mediodía abre sus puertas en
Radio 3, el local radiofónico que golpea con puñetazos de realidad sin ningún
tipo de eufemísticos condimentos, y que nos ha enseñado a llevar los adjetivos superlativos
hasta el infinito y más allá, que diría Buzz Lightyear, para desgracia de nuestra
Real Academia de la Lengua, ya que hemos descubierto que hasta lo más
crudérrimo puede ser absolutamente sabrosérrimo. Estamos hablando de… ¡Carne Cruda!
amos no me jodas que también eres seguidor de "carne cruda" jajaja, esto es la leche...Y supongo que también de "Flor de pasión" y de aquel gran programa "Vuelo 605" de Angel Alvarez...Yo antes seguía más a la "carnicería", ahora con cambios de horario solo de vez en cuando a través de pod cast. ¿dices que dedicaron uno a baloncesto?...tendré que escucharlo.
ResponderEliminarPor supuesto, ya digo que considero Carne Cruda un programa imprescindible hoy día. Flor de Pasión forma parte de mi educación, directamente.
ResponderEliminarEl podcast del programa del que hablamos en esta entrada: http://www.rtve.es/alacarta/audios/carne-cruda/carne-cruda-ba-lon-ces-to-22-08-12/1511622/