So fucked up |
El sueño madridista de
levantar la novena copa de Europa tendrá que esperar, al menos, una temporada
más. El histórico Maccabi Tel Aviv de David Blatt vuelve a reinar en el Viejo Continente,
con un técnico que ya es campeón de Europa de selecciones y de clubes, y que demuestra
una vez más que los favoritismos no sirven de nada en esta competición.
Hace poco más de un mes, el
pasado 16 de Abril, el flamante campeón de Europa visitaba un Mediolanum Forum
de Milán que para siempre será ya una cancha talismán en la historia del
conjunto hebreo. Abría su serie de cuartos de final contra un Emporio Armani que
contaba a favor con el factor cancha, así mismo como con la presión añadida de
ser anfitriones de cara a la final a cuatro. En un espectacular partido,
prórroga incluida, los de Blatt ponían el 0-1 en la eliminatoria y rompían el
factor cancha a las primeras de cambio. Tyrese Rice, nuevo héroe macabeo,
contribuía con 17 puntos a la victoria visitante, pero era Ricky Hickman,
espectacular con 26 puntos y 36 de valoración quien se llevaba los máximos
honores. Los de Blatt sólo habían necesitado cinco rebotes ofensivos para
conseguir tumbar al Milán. Ayer al Real Madrid les birlaron 19 rechaces en su
propio aro.
La maldición del anfitrión se
consumaba una vez más (Madrid 2008, Barcelona 2011, Estambul 2012…) y el
Maccabi se metía entre los cuatro aspirantes al título. Ya teníamos cenicienta,
convidado de piedra, perita en dulce, como lo quieran llamar. El equipo que ya
bastante había hecho con llegar ahí y viajaba a la cita definitiva sin presión,
pero con el peso de una camiseta histórica y con una afición incansable detrás,
imbuyendo a los jugadores de una fe en sus posibilidades a la postre decisiva
para no sólo no ser echados en ningún momento de la pista por dos escuadras tan
poderosas como los actuales CSKA Moscú y Real Madrid, si no para incluso acabar
levantando contra pronóstico la copa de campeones. Otra vez contra pronóstico,
como el Olympiacos durante las dos últimas temporadas.
¿Se imaginan a Ettore Messina
viendo como a una de los mejores plantillas que ha tenido en los últimos
tiempos le remontan 15 puntos de ventaja en poco más de un cuarto? Sucedió en
el partido que abría la final a cuatro. El CSKA llegaba a mandar por 55-40 a
punto de finalizar el tercer acto y parecía tener encarrilado su pase a la
finalísima. No contaban con la muñeca de un veterano como David Blu (anteriormente
conocido como David Bluthental) quien en la que ya ha anunciado que va a ser su
última temporada en activo como jugador profesional de baloncesto decidió
vestirse de héroe para asestar cinco triples como puñaladas mortales en el
corazón de un equipo moscovita incapaz de responder ante la furia amarilla. El
milagro Blatt, ese entrenador que rompe los pronósticos constantemente y sigue
engordando un palmares de leyenda sin realmente haber estado al frente de los
mejores equipos ni presupuestos, se producía de nuevo, encarnado esta vez en la
figura de un loco sin miedo llamado Tyrese Rice, quien inscribe su nombre para
siempre en la historia de la mejor competición del baloncesto continental. El
exterior virginiano se lanzaba hacia la canasta rusa aprovechando la perdida de
Khryapa (y precisamente Khryapa, el jugador más simbólico del actual CSKA) para
certificar otra remontada histórica que quedará en los anales de una
competición acostumbrada en los últimos tiempos a descubrirse ante hazañas de
este tipo y épicas remontadas. Se llama dar el callo, un callo que tienes que
tener trabajado después de muchas comparecencias en estas citas entre los
mejores. El Maccabi, que duda cabe, lo tiene.
El fin de semana de Rice. Primero cargándose al CSKA. |
Saltaba la sorpresa y el
duelo fraticida entre los dos representantes españoles cobraba mayor calidad de
final anticipada que nunca. El Barcelona salía dispuesto a darnos la razón a
quienes habíamos asegurado que llegaban en un mejor momento de forma que los
blancos. Un espejismo. El Real Madrid de Pablo Laso dejaba un partido para la
historia. Uno de esos encuentros que habrá que enseñar a las generaciones
posteriores para demostrarles a que jugaba este equipo. Es cruel pensar que un
partido así no haya servido para nada. Nos negamos a pensar así. El equipo
blanco dio una exhibición de buen baloncesto, juego colectivo y sacrificio
colectivo, en el que aún así había que centrarse en algunos nombres propios,
especialmente Sergio Rodríguez, demostrando porque era el MVP de la temporada
en Euroliga, y Nikola Mirotic, reivindicándose en el mejor escenario posible. Como
digo, partido para las hemerotecas y que con el tiempo será recordado como
merece, pese a suponer la antesala de otra decepción madridista, y no de la
reconquista europea. El Real Madrid había arrasado a todo un Barcelona, a un
equipo que había visitado cinco de las últimas seis finales a cuatro (sólo se
había notado su ausencia precisamente en la edición disputada en la Ciudad
Condal en 2011), al equipo de Navarro, el devorador de títulos, de Lorbek, de
Huertas, de Tomic, de Nachbar, o de Papanikolau, hombre clave en los dos
últimos entorchados del equipo griego de Olympiacos. Y aún así la estadística
dejaba un dato preocupante para los blancos, más allá del número, plasmado en
una sensación que ya hemos comentado alguna vez en este blog cuando hemos
analizado las (escasas) fisuras que puede presentar un equipo tan exuberante
como este Real Madrid de Pablo Laso: la dificultad del equipo madridista para
cerrar su propio rebote. Una debilidad a la postre definitiva en el partido
final.
Ettore Messina y Xavi
Pascual. Uno en su décima Final Four, otro en su quinta participación en este
evento. El italiano, con cuatro títulos a sus espaldas, el español, triunfador
en 2010 dejando en la cuneta precisamente al CSKA Moscú en semifinales. Dos
entrenadores con gen ganador. No se merecían el castigo de ese partido por el
tercer puesto que la Euroliga debería pensar seriamente en suprimir. Aún así,
había que pasar el trago, con un Barcelona quitándose la espina y Navarro (20
puntos en 17 minutos) recuperando sensaciones. Triste adiós de Messina en su
CSKA (y quien sabe si en el baloncesto europeo) cerrando su participación como
el peor equipo de los cuatro contendientes.
El horror, el horror. |
“Ganamos seguro”, decía
Miguel Ángel Paniagua en Tiempo de Juego de la cadena COPE minutos antes de
comenzar la gran final, con el consiguiente tembleque sufrido por vuestro amigo
El Tirador, temeroso siempre de vender ninguna piel del oso antes de cazarlo y
supersticioso hasta la médula (ni que decir tiene del horror producido ante la
visión de Ana Botella e Ignacio González arropando a Florentino Pérez en el
graderío italiano, tras su desastre olímpico, empeñados en alimentar el gafe) Y
lo cierto es que el Madrid era muy favorito para ganar este partido. Tan
favorito que la presión sobre las espaldas de los jugadores se podía pesar con
una balanza. Laso y los suyos, no obstante, parecían cautos. El equipo de David
Blatt había demostrado de lo que era capaz remontando heroicamente ante el CSKA
y el Madrid sabía que para ganar había que dar el callo, que no iban a echarlos
de la pista como si hicieron con un Barcelona desangelado. Rudy, generoso en el
esfuerzo con un dedo roto, mostraba el camino hacia la gloria con cinco puntos
consecutivos. Soltando los nervios. Los tres primeros lanzamientos del equipo
blanco (excepto dos tiros libres de Rudy) venían desde más allá del 6.75 (sólo
anotando Rudy, en la primera jugada del partido). La tendencia estaba clara.
Los de Laso habían obtenido un descomunal 14 de 29 en triples frente al
Barcelona dos jornadas antes. Nadie criticó aquel día el exceso de juego
exterior del equipo de Laso, pero ahora se hace hincapié en la dependencia de
ese tipo de lanzamiento por los blancos. Lo cierto es que el Maccabi comenzaba
mejor el partido, repuestos del impacto inicial de Rudy, estiraban el marcador
hasta un 7-13 que hacía ver a los blancos que aquello no iba a ser fácil (ya
saben, el callo) Rudy seguía echándose el equipo a la espalda a pesar de su
lesión y Felipe Reyes comenzaba su pequeño recital de lucha, coraje, puntos,
rebotes, y callo, mucho callo. En un mal primer cuarto el Madrid se reponía
gracias a un par de minutos de velocidad y de entrega por parte de su
capitán.16-15.
Horas antes del duelo. |
Rudy volaba sobre el Maccabi
para machacar el aro tras fallo de Felipe, así se abría un segundo cuarto en el
que el Real Madrid jugaría sus mejores minutos y mostraría méritos para lucir
un traje de campeón de Europa que le sigue esperando en los armarios de la
historia del baloncesto. Slaughter, hundiendo el balón tras un alley-oop con el
omnipresente Rudy, ponía la máxima diferencia en el marcador: 26-15. El Madrid,
tímidamente, parecía que de nuevo iba a poner velocidad de crucero sobre el
Mediolanum Forum, dirigido por el MVP Sergío Rodríguez y con dos jugadores que
llevaban tiempo esperando esta cita como Rudy y Felipe. El gran capitán volvía
a estirar la diferencia a 11 (33-22, minuto 17) El Maccabi sobrevivía gracias a
los tiros libres y aparecía David Blu, otra vez él. Un impresionante triple
sobre la bocina ajustaba el marcador a sólo dos puntos de diferencia,
cerrando un parcial de 2-11 que metía a los de Blatt, exultante en la banda
tras el triplazo de su jugador, en el partido. El técnico judío sabía del
mazazo anímico que suponía aquello para los de Laso. El Madrid había sido muy
superior en el segundo cuarto y sólo se llevaba dos puntos de renta a su paso
por los vestuarios.
El comienzo del tercer acto
mostraba al Madrid mandando tímidamente, y a un Maccabi que comenzaba a tirar
de sus mejores armas. Agotado el coloso Schortsanitis, los exteriores Hickman y
Smith se hacían cargo de las operaciones. Fueron los teloneros de un Tyrese
Rice que al poco comenzaría su espectáculo. Los macabeos sabían de la
indolencia defensiva madridista cerrando su aro, y comenzaron un recital de
penetraciones que, en caso de no obtener éxito, acababan en palmeos o rebotes
ofensivos para un Alex Tuys engrandecido ante el agujero interior blanco. El
partido estaba en el alambre. El Madrid no estaba cómodo, pero le bastaba para
no perderle la cara a la final. El Maccabi no se descomponía. Era el momento de
demostrar que se tenía callo en este tipo de partidos.
El tercer cuarto finalizaba
con un parcial de 20-20 que era fiel reflejo de la igualdad existente. La
tensión a esas alturas era, sencillamente insoportable. Rice comenzaba a
transmutarse en pesadilla blanca, con canastas como un triple que entra tras
quedarse corto y botar en la parte frontal del aro. Era su día. No obstante
parecía que los de Laso podían encarrilar el partido y vestirse de campeones.
Sin lugar para las alegrías, y con el mono de trabajo puesto en ambos equipos
(el callo, amigos, el callo), los triples de Mirotic y Sergio Rodríguez y una
canasta de Darden abrían una pequeña brecha, un leve resquicio por el que se
veía el sol, con 67-63 a falta de sólo tres minutos para el final. Era posible.
Maccabi seguía recurriendo a lo mismo, penetraciones de Hickman y Rice. El base
titular de Blatt recibía el tapón de un Mirotic por fin metido en el partido,
pero recuperaba la bola (una constante durante todo el partido, los balones
sueltos y sin dueño que acababan en manos hebreas) y no fallaba a la segunda
oportunidad. Si lo hacía el ala-pívot montenegrino en el ataque siguiente, y
Rice, quien si no, empataba el partido a 67. Un exhausto Rudy se unía a la
serie de errores madridistas fallando su lanzamiento. Rice seguía lanzado hacia
el aro rival, y aunque fallaba su ocasión ahí estaba Tyus en el rebote ofensivo
para poner el 67-69. Zozobra blanca. Mirotic volvía a empatar el partido a 69.
Blu ponía de nuevo por delante a los amarillos. Mirotic se la volvía a jugar.
Fallaba. Rice no. 69-73 en el último minuto. El sueño se desvanecía. Pero el
Chacho buscaba el milagro. Dos tiros libres suyos tras falta de Rice metían a
los de Laso en el choque. El entrenador vitoriano se la jugaba en defensa
(Darden y Slaughter por Chacho y Mirotic), y le salía bien, con Hickman errando
y Rudy haciéndose con el rebote. El propio Rudy fallaría el ataque siguiente
pero el rebote ofensivo, esa losa aplastante que acabaría sepultando al Madrid
en esta ocasión le daba la vida, con Bourousis como héroe, sacando una falta
personal a falta de 21 segundos. El griego hizo gala de nervios de acero para
poner el 73-73 en el luminoso, y a sufrir en defensa. Que larga se hizo la
posesión israelí, finalizada con un lanzamiento de Rice y Tyus, de nuevo,
rozando el palmeo. El crono llegaba a cero y el Madrid seguía vivo. El
baloncesto le daba una segunda oportunidad. Se jugaba la Euroliga en cinco
minutos.
Dicen que en una prórroga
parte con ventaja el equipo que venía de atrás, espoleado anímicamente por llevar
un partido que tenía perdido al tiempo extra. Quien formuló esta teoría no
debía conocer a Tyrese Rice. Su enésimo triple volvía a poner por delante al
Maccabi después de que Mirotic abriese el marcador en el tiempo extra. Bourosis
volvía a responder desde el tiro libre, convertido ya en tabla de salvación
madridista. Rice contestaba eliminando a Slaughter del partido, y castigando
una perdida de Mirotic con otro triple. El propio jugador montenegrino volvía a
anotar desde la línea de personal para dejar la desventaja en dos puntos. Turno
para el Maccabi, lo cual era lo mismo que decir turno para Rice, quien viéndose
defendido ante otra amenaza de penetración encontró un alley-oop para Tuys que
volvía a poner cuatro arriba al Maccabi. La exhibición del base-escolta
ampliaba sus registros, ya no sólo anotando si no asistiendo a los compañeros
de manera letal. 79-83 y dos minutos por disputarse, con un Real Madrid cada
vez con menos margen de error. Rudy se la jugó de tres, alguien tenía que
hacerlo, y a partir de ahí la final se acabó para el equipo blanco. El Maccabi
seguiría anotando en un carrusel de tiros libres dejando la diferencia final en
unos doce puntos que suponían un castigo excesivo para un Real Madrid que sólo
se descompuso en los dos últimos minutos. Maccabi, justo campeón. Desde aquel
16 de Abril en el que ponía el 0-1 en la serie de cuartos de final frente al
Emporio Armani Milán en esa misma cancha lo suyo ha sido el triunfo de la fe… y
del callo.
Rice contra el mundo. Perdió el mundo. |
Resulta difícil explicar
porque al Real Madrid se le escapa por segundo año consecutivo un éxito para el
que parecía destinado por calidad de plantilla y trabajo realizado durante toda
la temporada. El pasado año hacíamos hincapié en la falta de experiencia blanca
en este tipo de competiciones. El Madrid ha estado lejos de ser un habitual en
las finales de cuatro, y esa falta de callo, que no sufre el Maccabi, una vez
más ha sido decisiva. La imagen del equipo de Laso ha sido mucho más madura en
esta final que en la de Londres. Pese a no encontrar su juego habitual, el Real
Madrid ha estado prácticamente dentro del partido en todo momento, y pese al
mal partido de algunos de sus mejores jugadores (especialmente Sergio Llull) ha
demostrado que podía vencer al Maccabi sin tener que recurrir a su mejor
versión. Si hubiera que buscar alguna clave, un detalle sustancial que haya
apartado al conjunto madridista de su más preciado sueño, creo que ningún otro
ha pesado tanto como el de no saber cerrar su rebote. Y eso si que es cuestión de
callo.
El proyecto de Pablo Laso,
generoso con el espectáculo, necesitaba este triunfo para rubricar una apuesta
que será despellejada sin piedad por los resultadistas. Una autentica lástima.
El Real Madrid se consolida como uno de los grandes de Europa, pero vuelve a
tropezar a la hora de subir el peldaño definitivo. No es poca cosa haber
dominado el baloncesto nacional con la autoridad y el baloncesto desplegado por
los blancos, pero falta ese puñetazo definitivo que mande de una vez a la lona
a todo el baloncesto grisáceo y plomizo de los dictadores de la pizarra, esos
que nos robaron la diversión argumentando que para ganar títulos sólo valía
asfixiar la alegría del juego. Mientras el Madrid no aseste ese puñetazo la
apuesta de Laso seguirá siendo una cuestión de fe para unos cuantos locos y
enamorados de esto. Permítannos decir que nosotros estamos entre ellos.
Seguimos creyendo en este equipo, en esta apuesta, y en este entrenador. El
hombre que nos ha devuelto la ilusión y al que, a este paso, también le saldrá
callo.
Levántate y anda. Creemos en ti. |
Muy de acuerdo, pepe, perfecto el análisis.
ResponderEliminarGriffin