Uno de los míticos primeros 7" de Pagans, en la cara b dejaban claro lo que pensaban del amor. |
Comentábamos en nuestra anterior entrada, referente
a los dos primeros partidos de las finales NBA que mostraron una enorme
superioridad warrior, la escasa aportación de Kevin Love para la franquicia de
Ohio. En ataque apenas limitándose a esperar desde la esquina la posibilidad
del lanzamiento triple, y, peor todavía, un auténtico coladero defensivo al que
tantos los cuatros rivales (Draymond Green) como los cincos (Andrew Bogut) le
estaban haciendo un descosido evidente anotando en las mismas narices del ex –jugador
de Minnesotta. El equipo de Lue necesitaba una mejor versión del power-forward
californiano si quería tener opciones para conquistar un título que se le ha
puesto muy cuesta arriba. Ironías de la vida o jugadas del destino, el
entrenador de los Cavaliers se ha encontrado con algo que, a tenor del
resultado, ha sido todavía más beneficioso que un paso adelante de Love: la
ausencia del jugador en el partido, todavía tocado por un golpe en el Game
2.
Suena cruel, a todas luces injusto, pero la realidad
resulta clamorosa. Sin Love los cavs son otro equipo… mejor. La maldición del
sobrino de Mike Love se acentúa, un magnífico jugador pero con una pesada losa
en forma de etiqueta fluctuante entre gafe y perdedor. Es difícil de explicar
esto cuando hablamos de un deportista excepcionalmente dotado, con inteligencia
y colocación para el rebote y con una muñeca excepcional, superior a la gran
mayoría de los hombres altos de la liga, por no decir a todos ellos. Pero por
fortuna la naturaleza de este juego es tan rica y comprende tantos matices que
un jugador que promedia 18.3 puntos y 11.5 rebotes en sus ocho años NBA lejos
de garantizar el éxito para su equipo, en ocasiones puede ser incluso
perjudicial para el mismo.
En los últimos años hemos visto entrenadores cambiar
cursos de las finales cuando se veían abajo en las series modificando la
configuración inicial de sus equipos, sacrificando habitualmente hombres altos
y buscando un baloncesto más rápido, agresivo a ambos lados de la cancha, y con
mayor aprovechamiento de los espacios. Lo hizo Rick Carlisle con Dallas para
darles su único anillo hasta la fecha a los tejanos cuando apostó por la
fórmula de tres bajitos a la vez en pista (Kidd, Barea y Terry) para morder en
defensa a LeBron y sus Heat, lo hizo Popovich sacrificando a Splitter para
poner de falso cinco a Boris Diaw igualmente frente a Miami Heat, y lo vimos la
pasada temporada con Steve Kerr sentando a Bogut y poniendo a Igoudala de
titular para comenzar a remontar las finales. Tyronn Lue ya ha encontrado su “movimiento”…
pero ha sido por accidente, y la duda es, ¿se atreverá a apostar por el
quinteto de ayer en caso de que Love se recupere?
Lue se lo piensa |
Con un rejuvenecido Richard Jefferson ocupando la
plaza de titular que dejaba Love, LeBron pasaba a la presumible posición de
cuatro (al fin y al cabo, una de las cinco posiciones en las que puede jugar
quien sigue siendo el jugador más completo de la NBA), para mantener un intenso
duelo frente a Draymond Green, mejor jugador del segundo partido. LeBron, era
presumible, fue muy superior a su par (32 puntos, 11 rebotes, 6 asistencias y 2
tapones), pero Green no se arrugó y el duelo entre los dos jugadores más
polivalentes de ambos equipos dejó jugadas de gran intensidad defensiva, con
ambos forwards buscándose durante el partido, pero en esta ocasión ni siquiera
el eficiente Igoudala pudo frenar a un James en su versión más excelsa.
El 0-9 de salida fue una declaración de principios
cavalier, espoleados por la intensidad defensiva de Jefferson, James y un
inconmensurable Tristan Thompson (14 puntos y 13 rebotes) El canadiense fue
amor y señor de ambos tableros, capturando 7 rebotes en su aro y 6 en el
contrario, especialmente dolorosos estos últimos. Pero no fue sólo una victoria
basada en el trabajo defensivo, ya que Kyrie Irving exhibió su baloncesto de
seda (30 puntos y 8 asistencias) para demostrar a los Warriors que en Cleveland
también saben hacer “run and gun”. Ese baloncesto de seda, de manejo de balón
endiablado y disparo letal que hemos visto durante toda la temporada en las
manos de un Stephen Curry autocrítico y consciente de que sus 16 puntos (ayer
hizo 19, su marca más alta en estos tres partidos, pero la mayoría anotados cuando
su equipo ya perdía de más de 20 puntos) y 4.3 asistencias por partido en estas
finales están muy por debajo de las prestaciones que le llevaron a ser MVP de
temporada regular por segundo año consecutivo. No obstante hay razones para el
optimismo en Oakland, y es que precisamente con el peor Curry que se recuerda
en muchísimo tiempo siguen mandando 2-1 en estas finales y con muy buenas
sensaciones, las cuales les siguen otorgando papel de favoritos.
Sin Curry (no anotó su primera canasta hasta el
minuto 8 del segundo cuarto), pero con buenos minutos de Klay Thompson, los
Warriors parecían amainar la tormenta, llegando a ponerse a 7 puntos y dejando
la diferencia al descanso en 8, después de que un espectacular triple de
J.R.Smith desde medio campo no subiera al marcador por estar fuera de tiempo,
pero un parcial de 0-7 de salida volvía a elevar la diferencia a 15 puntos en
el tercer cuarto y a partir de ahí los guarismos resultarían tan crueles para
los de La Bahía hasta llegar a esos 30 finales (90-120) con los menos
habituales disfrutando por fin de minutos. Cleveland no se rinde.
La sede del condado más poblado de Ohio (Cuyahoga)
fue hace décadas un hervidero de la mejor música popular estadounidense,
especialmente en las ramas del power-pop y el punk-rock. Bandas como Electric
Eels, Pagans o Dead Boys ejemplificaron la rabia callejera de aquel momento
cuya actitud buscaba situarse en las antípodas del hipismo y sus
reivindicaciones pacifistas y amorosas. Tras lo visto anoche en el Quicken Loans
Arena, está claro que lo que necesita Cleveland no es amor.
Tristan Thompson, el primo de Zumosol para Irving Y LeBron. |
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