sábado, 10 de junio de 2017

EL JUGADOR QUE NUNCA SE FUE



This is where I belong...





Tengo una extraña sensación con nuestra Liga Endesa y el baloncesto ACB. A pesar de tener el mejor basket de Europa y de tratarse de un organismo sólido que garantiza la fiabilidad de los clubes (de ahí las draconianas medidas con sus miembros, espinoso tema del canon incluido), de potenciar y vender el producto de manera espectacular cuando comienza una nueva temporada y presentar por todo lo alto su fin de semana estrella, el de la Copa del Rey, lo cierto es que una vez llegados a los play offs por el título, a la batalla final tras una larga temporada luchando por esto, siento como si el evento estuviese pasando muy desapercibido excepto para el aficionado fiel a la canasta. Y eso que estas finales no tienen apenas competencia en el plano deportivo, con las principales competiciones domésticas de otras disciplinas ya finalizadas. Quizás sea el hecho de no ser transmitidas en abierto, o quizás que no esté un habitual como el Barcelona en las finales, pero lo cierto es que tengo la sensación de que el partido de anoche que servía para abrir la serie final pasó bastante desapercibido.


Y hablamos de lo que fue un auténtico partidazo. No podía ser de otro modo. Real Madrid y Valencia nos regalaron en 2015, en la temporada perfecta de los blancos, una de las mejores series semifinales que recuerdo, destacando aquel maravilloso tercer partido (100-103) que resuelve Sergio Llull con un triple en la prórroga. En 2016 repitieron enfrentamiento en semifinales por el título, sin tanta espectacularidad pero resuelto igualmente a favor de los blancos por 3-1, y este año los hemos visto luchar en el partido final por la Copa del Rey. Sólo nos faltaba verlos en una final por el título, y ya la tenemos. Y ambos equipos demostraron, a pesar de los kilómetros en las piernas, por qué son los justos finalistas y los mejores equipos de España ahora mismo (con permiso de Unicaja, quien de haber ido por el otro lado del cuadro y no haberse enfrentado a Real Madrid en semifinales, bien pudiera estar en estas finales)


El partido fue competido y disputado, con opciones para ambos equipos. Y es que pese al pequeño estirón en el luminoso de los locales comenzado el último cuarto (67-61), dos triples consecutivos de San Emeterio (otra vez enorme) y Will Thomas empataban el partido, y poco después Dubljevic enmudecía el Palacio con un triple que ponía a su equipo uno arriba. Sería la última ventaja taronja, pero los de Pedro Martínez no se irían del partido. Un canastón en un escorzo increíble de un San Emeterio en versión líder total llevaba el partido definitivamente al alambre. 78-78 a 3.54 para el final. Y cuando hay que jugar en el alambre nadie como Sergio Llull. 20 puntos, 4 asistencias y 4 robos para la bestia negra valencianista, esta vez acompañado de un Rudy Fernández magistral todo el choque y que dejó una de las canastas del partido con un 2+1 cuando el luminoso registraba 80-78 dentro de un parcial de 7-0 definitivo para sepultar las aspiraciones de los de Pedro Martínez.


Pero hasta llegar a ese final de partido hubo varios protagonistas sosteniendo a sus respectivos equipos. Ayón y Reyes supieron cerrar el tablero madridista, especialmente el capitán, colosal para anotar 11 puntos sin fallo y capturar 6 rebotes. Dubljevic dio un recital al poste y desde la larga distancia (19 puntos y 5 rebotes, 3 de 4 en triples), Luke Sikma demostró de nuevo ser uno de los interiores más completos de la ACB (13 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias) y Diot se metió una tremenda paliza en el puesto de base ante la baja de Van Rossom y los problemas físicos de Guillem Vives. El francés apenas miró aro y sólo anotó una canasta en la recta final del partido (poniendo un empate a 76, sus dos únicos puntos en el partido), pero su dirección y sus 9 asistencias fueron claves para que su equipo llegase con opciones al final del choque. Pero sobre todo hubo dos jugadores que queremos destacar del partido de anoche, dos baloncestistas con los que gran parte de la afición lleva tiempo siendo muy injusta, pero que si encuentran comprensión en ese seguidor más exhaustivo y escudriñador, que sabe leer entre líneas y valora el trabajo que se realiza en las trincheras del baloncesto. Hablamos de Jeff Taylor y Rudy Fernández.


El sueco esta vez no se hizo el idem en ataque, y con 12 puntos y un sólo fallo en tiros de campo fue de los mejores del partido. No faltó su habitual trabajo defensivo, dejando dos tapones para las videotecas, especialmente el que coloca en el último minuto con 85-81 sobre San Emeterio y que resulta decisivo y vital para que el Madrid sume el primer punto.    



Not in my house!



Rudy no sólo apareció con ese 2+1 citado anteriormente que rompía el partido en la recta final. Todo su partido fue notable. Fue el hombre del partido, dentro y fuera de la pista, ya que su actuación sirvió para que las redes sociales comenzasen a hablar de un jugador habitualmente vilipendiado en dichas redes, y la frase “Rudy ha vuelto” se convirtió en mantra durante y después del partido. Y yo me pregunto, ¿de dónde ha vuelto Rudy?, ¿a dónde se había ido?, ¿al CSKA?, ¿al Barcelona?, ¿volvió a la NBA?, llevó siguiendo al Real Madrid toda la temporada y he visto en todos los partidos a ese número 5 dándolo todo en la pista, trabajando a destajo, defendiendo, saltando, reboteando, y sin esconderse en ningún momento. Como en el baloncesto la confianza es algo fundamental (¿recuerdan la famosa bronca de Laso a Doncic en el segundo partido de cuartos de Euroliga ante Darusafaka por no atreverse a tirar cuando tenía una opción clara?), Rudy, jugador ya veterano y que sabe que esto es un deporte de equipo, ha preferido en muchas ocasiones no mirar aro salvo situaciones muy claras, sabedor de que a su lado tiene jugadores del talento ofensivo de Llull, Carroll o Randolph, y embarrándose en trabajos menos vistosos que favorecen a su comparación como el actual Carlos Jiménez de nuestro baloncesto.


La “carlosjimenecización” de Rudy es un hecho que se lleva produciendo desde hace años. Concretamente desde que el alero ex -estudiantil y de Unicaja abandona la selección española. El combinado nacional se queda huérfano de tres alto y quien pudiera tomar el relevo en esa figura, Carlos Suárez, tiene un sonado desencuentro con Sergio Scariolo en la preparación del Eurobasket de 2011, rompiendo definitivamente las relaciones entre jugador y entrenador. Otras opciones posibles como San Emeterio o Alex Mumbrú parecen tener demasiado baloncesto ofensivo en sus manos como para no mirar aro, y Scariolo opta por un escolta de libro como Rudy como alero titular desde el mismo momento de la retirada de Jiménez (2008) En el Europeo de 2009, nuestro primer oro continental, Rudy ya es el “tres” titular de la selección española pese a su 1.98 (escaso para el baloncesto actual), le vemos a partir de entonces emparejarse con jugadores como Luol Deng, Velickovic, Turkoglu, Diaw, Durant... cada vez desterrando más la visión del aro rival y dejando que el protagonismo en ataque se lo lleven otros. Extráñamente parece sentirse cómodo en ese segundo plano, por mucho que sus estadísticas anotadoras bajen. A todo ello se suma su progresiva lesión crónica en la espalda (la dichosa hernia discal) que la hace pasar repetidas veces por el quirófano y que en 2012 le hace confesar que en sus peores momentos sólo podía dormir después de inyectarse morfina a causa del dolor. Rudy nunca deja de ser un jugador de baloncesto, pero ya no será nunca más aquel jugador que hacía mates en la cara de Dwight Howard.


Ese papel estajanovista que lleva desde 2009 adoptando en la selección nacional lo ha trasladado al Real Madrid prácticamente desde su llegada a la entidad blanca, y progresivamente se ha hecho más patente. Por eso sigo preguntándome a donde se había ido Rudy, porque siempre ha estado ahí. En todo caso quizás ha vuelto la confianza en su tiro. Ayer anotó su primer intento, el segundo tiro de su equipo, tras un primer fallo de Maciulis. No hace falta decir que eso da confianza. Pero los que siguieron lanzando fueron Maciulis y sobre todo Llull (quien por algo es el líder del equipo) Desde su primera canasta, en el segundo 70 de partido, a su segunda, a 2.36 para acabar el primer cuarto, pasan 6 minutos y 14 segundos en los que Rudy ni anota ni mira el aro rival, pero sigue jugando al baloncesto, porque Rudy nunca se fue.



Siempre me ha costado entender esa ojeriza actual a Rudy Fernández por parte de algún sector de la afición madridista, incapaz de reconocer a su equipo como un todo en el que cada pieza cumple su trabajo bajo la dirección de un técnico que ha llevado al baloncesto blanco a cotas que no se veían hace décadas, claro que teniendo en cuenta que muchos se tiraron toda la temporada diciendo que había que jubilar a Cristiano Ronaldo no debería extrañarme ya nada.   



Bailando con la más fea


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