This is where I belong... |
Tengo una extraña sensación con
nuestra Liga Endesa y el baloncesto ACB. A pesar de tener el mejor
basket de Europa y de tratarse de un organismo sólido que garantiza
la fiabilidad de los clubes (de ahí las draconianas medidas con sus
miembros, espinoso tema del canon incluido), de potenciar y vender el
producto de manera espectacular cuando comienza una nueva temporada y
presentar por todo lo alto su fin de semana estrella, el de la Copa
del Rey, lo cierto es que una vez llegados a los play offs por el
título, a la batalla final tras una larga temporada luchando por
esto, siento como si el evento estuviese pasando muy desapercibido
excepto para el aficionado fiel a la canasta. Y eso que estas finales
no tienen apenas competencia en el plano deportivo, con las
principales competiciones domésticas de otras disciplinas ya
finalizadas. Quizás sea el hecho de no ser transmitidas en abierto,
o quizás que no esté un habitual como el Barcelona en las finales,
pero lo cierto es que tengo la sensación de que el partido de anoche
que servía para abrir la serie final pasó bastante desapercibido.
Y hablamos de lo que fue un auténtico
partidazo. No podía ser de otro modo. Real Madrid y Valencia nos
regalaron en 2015, en la temporada perfecta de los blancos, una de
las mejores series semifinales que recuerdo, destacando aquel
maravilloso tercer partido (100-103) que resuelve Sergio Llull con un
triple en la prórroga. En 2016 repitieron enfrentamiento en
semifinales por el título, sin tanta espectacularidad pero resuelto
igualmente a favor de los blancos por 3-1, y este año los hemos
visto luchar en el partido final por la Copa del Rey. Sólo nos
faltaba verlos en una final por el título, y ya la tenemos. Y ambos
equipos demostraron, a pesar de los kilómetros en las piernas, por
qué son los justos finalistas y los mejores equipos de España ahora
mismo (con permiso de Unicaja, quien de haber ido por el otro lado
del cuadro y no haberse enfrentado a Real Madrid en semifinales, bien
pudiera estar en estas finales)
El partido fue competido y disputado,
con opciones para ambos equipos. Y es que pese al pequeño estirón
en el luminoso de los locales comenzado el último cuarto (67-61),
dos triples consecutivos de San Emeterio (otra vez enorme) y Will
Thomas empataban el partido, y poco después Dubljevic enmudecía el
Palacio con un triple que ponía a su equipo uno arriba. Sería la
última ventaja taronja, pero los de Pedro Martínez no se irían del
partido. Un canastón en un escorzo increíble de un San Emeterio en
versión líder total llevaba el partido definitivamente al alambre.
78-78 a 3.54 para el final. Y cuando hay que jugar en el alambre
nadie como Sergio Llull. 20 puntos, 4 asistencias y 4 robos para la
bestia negra valencianista, esta vez acompañado de un Rudy Fernández
magistral todo el choque y que dejó una de las canastas del partido
con un 2+1 cuando el luminoso registraba 80-78 dentro de un parcial
de 7-0 definitivo para sepultar las aspiraciones de los de Pedro
Martínez.
Pero hasta llegar a ese final de
partido hubo varios protagonistas sosteniendo a sus respectivos
equipos. Ayón y Reyes supieron cerrar el tablero madridista,
especialmente el capitán, colosal para anotar 11 puntos sin fallo y
capturar 6 rebotes. Dubljevic dio un recital al poste y desde la
larga distancia (19 puntos y 5 rebotes, 3 de 4 en triples), Luke
Sikma demostró de nuevo ser uno de los interiores más completos de
la ACB (13 puntos, 4 rebotes y 3 asistencias) y Diot se metió una
tremenda paliza en el puesto de base ante la baja de Van Rossom y los
problemas físicos de Guillem Vives. El francés apenas miró aro y
sólo anotó una canasta en la recta final del partido (poniendo un
empate a 76, sus dos únicos puntos en el partido), pero su dirección
y sus 9 asistencias fueron claves para que su equipo llegase con
opciones al final del choque. Pero sobre todo hubo dos jugadores que
queremos destacar del partido de anoche, dos baloncestistas con los
que gran parte de la afición lleva tiempo siendo muy injusta, pero
que si encuentran comprensión en ese seguidor más exhaustivo y
escudriñador, que sabe leer entre líneas y valora el trabajo que se
realiza en las trincheras del baloncesto. Hablamos de Jeff Taylor y
Rudy Fernández.
El sueco esta vez no se hizo el idem en
ataque, y con 12 puntos y un sólo fallo en tiros de campo fue de los
mejores del partido. No faltó su habitual trabajo defensivo, dejando
dos tapones para las videotecas, especialmente el que coloca en el
último minuto con 85-81 sobre San Emeterio y que resulta decisivo y
vital para que el Madrid sume el primer punto.
Not in my house! |
Rudy no sólo apareció con ese 2+1
citado anteriormente que rompía el partido en la recta final. Todo
su partido fue notable. Fue el hombre del partido, dentro y fuera de
la pista, ya que su actuación sirvió para que las redes sociales
comenzasen a hablar de un jugador habitualmente vilipendiado en
dichas redes, y la frase “Rudy ha vuelto” se convirtió en mantra
durante y después del partido. Y yo me pregunto, ¿de dónde ha
vuelto Rudy?, ¿a dónde se había ido?, ¿al CSKA?, ¿al Barcelona?,
¿volvió a la NBA?, llevó siguiendo al Real Madrid toda la
temporada y he visto en todos los partidos a ese número 5 dándolo
todo en la pista, trabajando a destajo, defendiendo, saltando,
reboteando, y sin esconderse en ningún momento. Como en el
baloncesto la confianza es algo fundamental (¿recuerdan la famosa
bronca de Laso a Doncic en el segundo partido de cuartos de Euroliga
ante Darusafaka por no atreverse a tirar cuando tenía una opción
clara?), Rudy, jugador ya veterano y que sabe que esto es un deporte
de equipo, ha preferido en muchas ocasiones no mirar aro salvo
situaciones muy claras, sabedor de que a su lado tiene jugadores del
talento ofensivo de Llull, Carroll o Randolph, y embarrándose en
trabajos menos vistosos que favorecen a su comparación como el
actual Carlos Jiménez de nuestro baloncesto.
La “carlosjimenecización” de Rudy
es un hecho que se lleva produciendo desde hace años. Concretamente
desde que el alero ex -estudiantil y de Unicaja abandona la selección
española. El combinado nacional se queda huérfano de tres alto y
quien pudiera tomar el relevo en esa figura, Carlos Suárez, tiene un
sonado desencuentro con Sergio Scariolo en la preparación del
Eurobasket de 2011, rompiendo definitivamente las relaciones entre
jugador y entrenador. Otras opciones posibles como San Emeterio o
Alex Mumbrú parecen tener demasiado baloncesto ofensivo en sus manos
como para no mirar aro, y Scariolo opta por un escolta de libro como
Rudy como alero titular desde el mismo momento de la retirada de
Jiménez (2008) En el Europeo de 2009, nuestro primer oro
continental, Rudy ya es el “tres” titular de la selección
española pese a su 1.98 (escaso para el baloncesto actual), le vemos
a partir de entonces emparejarse con jugadores como Luol Deng,
Velickovic, Turkoglu, Diaw, Durant... cada vez desterrando más la visión
del aro rival y dejando que el protagonismo en ataque se lo lleven
otros. Extráñamente parece sentirse cómodo en ese segundo plano,
por mucho que sus estadísticas anotadoras bajen. A todo ello se suma
su progresiva lesión crónica en la espalda (la dichosa hernia
discal) que la hace pasar repetidas veces por el quirófano y que en
2012 le hace confesar que en sus peores momentos sólo podía dormir después de inyectarse morfina a causa del dolor. Rudy nunca deja de
ser un jugador de baloncesto, pero ya no será nunca más aquel
jugador que hacía mates en la cara de Dwight Howard.
Ese papel estajanovista que lleva desde
2009 adoptando en la selección nacional lo ha trasladado al Real
Madrid prácticamente desde su llegada a la entidad blanca, y
progresivamente se ha hecho más patente. Por eso sigo preguntándome
a donde se había ido Rudy, porque siempre ha estado ahí. En todo
caso quizás ha vuelto la confianza en su tiro. Ayer anotó su primer
intento, el segundo tiro de su equipo, tras un primer fallo de
Maciulis. No hace falta decir que eso da confianza. Pero los que
siguieron lanzando fueron Maciulis y sobre todo Llull (quien por algo
es el líder del equipo) Desde su primera canasta, en el segundo 70
de partido, a su segunda, a 2.36 para acabar el primer cuarto, pasan
6 minutos y 14 segundos en los que Rudy ni anota ni mira el aro
rival, pero sigue jugando al baloncesto, porque Rudy nunca se fue.
Siempre me ha costado entender esa
ojeriza actual a Rudy Fernández por parte de algún sector de la
afición madridista, incapaz de reconocer a su equipo como un todo en
el que cada pieza cumple su trabajo bajo la dirección de un técnico
que ha llevado al baloncesto blanco a cotas que no se veían hace
décadas, claro que teniendo en cuenta que muchos se tiraron toda la
temporada diciendo que había que jubilar a Cristiano Ronaldo no
debería extrañarme ya nada.
Bailando con la más fea |
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