lunes, 10 de junio de 2019

IBAKA Y EL TERROR




Ibaka está sembrando el terror en ambas zonas en estas finales.




No hubo punto de inflexión para Golden State en el G4 de las finales NBA. Toronto volvió a asomar su cara más depredadora, aunque en esta ocasión y a diferencia del tercer partido no fuera desde el comienzo, si no en una demoledora segunda parte que vuelve a tirar por tierra pronósticos y prejuicios y que plantea evidentes dudas sobre la solidez de algunos argumentos respecto a ambas franquicias, como es el uso de ambos banquillos. Alabamos la dosificación y reparto de minutos de Steve Kerr, pero, ¿quizás sea precisamente ese uno de las claves para entender el 3-1 actual a favor de Toronto?, es una pregunta que parece perfectamente válida cuando en el tercer curto el técnico tejano se empeñó en mantener un endeble backcourt formado por Curry y Cock por el que los Raptors penetraron como un cuchillo en mantequilla una y otra vez. La lección de pick&roll impartida por los hombres de Nurse fue de las que hacen época, y el ejecutor final de este bloqueo y continuación que se hartó de hundir el balo en el aro rival fue en casi todo momento el mismo hombre: Serge Ibaka, convertido ya en el siempre habitual “factor X” que aparece en todas las series finales.  


Salvo que Golden State logre la machada de voltear este 3-1 (y convertirse en el segundo equipo en la historia en hacerlo después de Cleveland en 2016 ante precisamente el equipo californiano) el MVP muy posiblemente sea para Kawhi Leonard. Sus descomunales 36 puntos, 12 rebotes, 2 asistencias y 4 rebotes no ofrecen dudas. Mantuvo al equipo durante una primera parte en la que los locales fueron superiores. 14 de los 17 puntos de su equipo en el primer cuarto llevaron su firma. Un primer acto en el que los de Kerr llegaron a mandar de 9 puntos en unos minutos de escasa calidad baloncestística, plagados de errores y de pérdidas de balón. Baste decir que el marcador tardó tres minutos en abrirse, tres minutos en los que entre ambos equipos llegaron a perder hasta siete balones. A dos minutos del descanso los Warriors aún seguían mandando con una diferencia de 8 (36-44), pero un pequeño parcial canadiense de 6-2 ajustaba el electrónico de cara a la segunda parte. Klay Thompson había dejado clara su importancia tanto como ejecutor y como amortiguador.  Lideraba la anotación de su equipo con 14 puntos, pero además su presencia empujaba a Danny Green de nuevo a su particular agujero negro de estos playoffs, y el escolta neoyorquino se iba a los vestuarios sin haber estrenado su cuenta anotadora. Lowry si firmaba unos decentes ocho puntos, pero la mitad de ellos desde el tiro libre. En resumidas cuentas, el backcourt titular de Toronto sólo había conseguido dos canastas en juego en toda la primera parte. Dato terrorífico. 


Tras el paso por los vestuarios, Kahwi, quien no había anotado en todo el segundo cuarto (empataba por tanto con Thompson como máximo anotador del partido con 14 puntos) clavaba dos triplazos en un visto y no visto para poner a Toronto dos arriba. Respondía Curry con otra canasta desde más allá del arco para devolver el mando a Golden State, y el partido por fin se ponía al nivel de calidad que se espera en unas series finales de la NBA. Thompson seguía dando clases de “catch & shoot” y Draymond Green dejaba la asistencia de la noche en un pase picado en contrataque que culminaba Igoudala con su primera canasta del partido. Eran los mejores minutos del encuentro, e incluso Golden State abría una pequeña brecha de cinco puntos, pero Toronto no se iba y volvería a ponerse por delante con una de los mejores detalles técnicos del partido, un pick&pop entre VanVleet y Gasol que dejaba al de Sant Boi libre para ajusticiar desde el triple. Parecía que tendríamos un partido igualado a partir de esos momentos, con Golden State tirando de la experiencia que se le supone a un equipo que lleva cinco finales consecutivas y demostrando que el plan de Kerr respecto a dosificación y uso de sus jugadores es correcto de cara a mantener a su equipo con opciones hasta el final de un partido, pero la realidad fue otra bien distinta. Los del Oracle se descompusieron como un azucarillo y Toronto se disparó en el marcador. El descanso de Thompson fue un momento especialmente significativo, en el apenas minuto y medio que la metralleta de Los Angeles tomo fuelle en el banquillo los de Kerr no vieron aro y cuando volvió a la pista se encontró con su equipo ocho abajo en el marcador. Pero lo peor no era estrictamente el marcador, si no la comodidad con la que los ataques visitantes tenían eficacia, con Ibaka como martillo pilón en el bloqueo y continuación y Leonard metiéndolas desde todas las posiciones. Una canasta lateral del alero californiano cerraba el tercer cuarto (Curry fallaría un intento triple posterior) en un preocupante y significativo para Golden State 79-67. Un triple de VanVleet abriendo el acto final dejaba a las claras que Toronto no iba a permitir reacción alguna de Golden State. Los de Kerr sólo lograron bajar de la decena de puntos de desventaja a tres minutos para el final (97-89), demasiado tarde ante un rival que tenía las ideas tan claras que ni siquiera necesitó de los puntos de Leonard en esos minutos finales. Fue el momento de Siakam, que con seis puntos en ese tramo definitivo sofocó cualquier mínimo intento de rebelión californiana que pudiera atisbarse. En realidad nadie hubiera apostado por que tal cosa hubiese sucedido, dejando una imagen realmente pobre para los inquilinos del Oracle Arena en el que puede haber sido el último partido en la historia de este pabellón si Toronto sentencia las finales en Ontario. Triste final para el escenario que ha visto crecer a uno de los equipos más legendarios de la historia como son los Golden State Warriors de la segunda mitad de esta década. 


Leonard apunta al MVP, qué duda cabe. Sus 30.7 puntos, 10.2 rebotes, 4 asistencias, 2 robos y un tapón por partido son incontestables. A su lado Siakam se ha convertido en el inesperado segundo espada, por delante de todo un Kyle Lowry. Después de explotar en el primer partido vuelve a dejar una excelente actuación en este G4 con 19 puntos y 5 rebotes. Pero no podemos evitar barrer un poco para casa y hacer un aparte sobre el partido que juega Serge Ibaka. Sus 20 puntos con un 75% de acierto en tiros de campo son números que no se veían en un suplente en unas series finales de la NBA desde un referente para los “sextos hombres” como el gran Vinnie Johnson, cuando el microondas de Detroit hizo 21 puntos a Portland en las finales de 1990 anotando 9 de sus 12 tiros de campo. Sinceramente creemos que el hispano-congoleño está siendo ese “factor X” al que nos referíamos y que siempre tiene que aparecer en el equipo campeón de unas finales. Ese jugador de labor más oscura pero que finalmente suma con aportaciones estadísticas con las que nadie contaba pero de un valor incalculable. Sus 9.5 puntos por partido tienen la vital importancia de que se producen con un 53.3% en tiros de campo. Una media anotadora muy estimable para un jugador que sale desde el banquillo, pero sobre todo una media anotadora que no necesita demasiados tiros para producir. Y por supuesto una actividad infatigable a ambos lados de la cancha, colocando más de dos tapones por partido (para la historia quedan los seis del G3) En un partido tan duro como fue el cuarto, con defensas al límite y que deja imágenes como la de Cousins “abrazando” en una falta personal a Siakam al poco de comenzar el encuentro, o VanVleet perdiendo un diente y mostrando una brecha en la cara tras un codazo de Livingston, Ibaka fue el gran superviviente, el terror hecho forma humana. Sus continuaciones tras bloqueo se mostraron absolutamente imparables para la defensa de Golden State, una vez más en entredicho al finalizar el partido. En ese sentido (y volvemos a barrer para casa) la mano de Scariolo es evidente. Hay que recordar que nuestro seleccionador nacional enrolado en el staff técnico de Toronto se dedica principalmente al aspecto ofensivo del equipo, e igualmente recordar su obsesión por el pick&roll. Y esto no es pecar de chauvinismo, ya que en la propia NBA se lleva tiempo hablando del “Spain pick&roll” en referencia a una de las jugadas favoritas de Scariolo en la selección y que muchos entrenadores de la mejor liga del mundo llevan utilizando desde que lo vieran en los Juegos Olímpicos de 2016. Uno de esos entrenadores es lógicamente Nick Nurse. 




VanVleet, víctima de la dureza de las finales.



Toronto Raptors tiene la próxima madrugada la primera de sus tres ocasiones para hacer historia y convertirse en la primera franquicia no estadounidense en conquistar el título de campeones de la NBA. Golden State sigue esperando a Kevin Durant, quien ya ha podido entrenar con sus compañeros buscando la heroica. Un Durant ahora mismo imprescindible para Kerr y el único que parece poder cambiar ciertas debilidades, no sólo en ataque (el 15 de 42 de Curry duele, un 35% para un jugador que durante la temporada lanzó con un 43% desde esa distancia), sino sobre todo en defensa. Si la baja de Thompson en el G3 ofreció la mejor versión de los exteriores rivales, Lowry y Green, la de Durant durante toda la serie, pero especialmente en el cuarto partido, muestra una endeblez terrible en las penetraciones hacia el aro de Toronto, allanadas sin los interminables brazos de Durantula en el camino. El éxito de Golden State en las últimas temporadas ha sido el de un baloncesto vertiginoso, de anotación compulsiva y ráfagas sin reparo en ataque, pero también dureza y brusquedad atrás, con jugadores como Igoudala o Green siendo ásperos como lijas ante los rivales. Lo cierto es que por mucho que en el G4 puedan “exhibir” el trofeo del diente de VanVleet, es Toronto quien está dejando impronta de “Bad Boys” en estas series, otro aspecto para entender el 3-1. Hasta un jugador tan poco reconocible en estas tareas como Lowry está sacrificando su facilidad ofensiva para reconvertirse en arisco perro de presa. 


Toronto sigue en modo depredador. 



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