Jugar tu primer partido
oficial en la mejor liga de baloncesto del planeta. Hacerlo en tu pabellón, y
recibir a la escuadra más poderosa del momento, los actuales campeones liderados por el mejor baloncestista
del planeta, un tal LeBron James, que en los últimos cinco años ha ganado
cuatro MVPs, jugado tres finales, y ganado dos anillos de campeón (en ambos
casos siendo MVP de esas finales) Salir
de titular y anotar 22 puntos, con un 60% en tiros de campo (incluido un 4 de 6
en triples), repartir 12 asistencias, capturar 7 rebotes y recuperar 9 balones.
Rozar el cuadruple-doble. Ganar el partido.
Eso es lo que ha hecho
Michael Carter-Williams la pasada madrugada en la actuación individual más
destacada de la jornada NBA. El joven base de Massachussets (22 años recién
cumplidos), número 11 del pasado draft, se presenta de esta manera en sociedad
con un partido inolvidable y una tarjeta de presentación tan colosal que hay
que remontarse a Oscar Robertson (triple-doble en su primer partido) para
encontrar algo semejante. Desde luego ha hecho olvidar al All Star Jrue Holiday
y ha llenado de esperanza las gradas del Wells Fargo Center de Philadelphia,
donde los constantes rumores de “tanking” amenazaban con una temporada
histórica… en lo negativo. Parece que jugadores como su nuevo base o Evan Turner no están por la labor. Difícilmente veremos a Carter-Williams repertir
con asiduidad actuaciones como la de anoche, pero ya se ha ganado un sitio en
la historia del mejor baloncesto del mundo.
El niño que se comió a los campeones. |
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