lunes, 23 de septiembre de 2019

VUELVE LA LIGA PRIVADA DEL TIRADOR MELANCÓLICO-ROCKY MOUNTAIN



Nos ha pillado un poco por el pie cambiado por culpa sobre todo del recién finalizado mundial de China, que tanta atención, no podía ser de otro modo, nos ha suscitado. También es cierto que el poco tiempo que pudimos dedicar a la pasada edición, cuando no logramos realizar las actualizaciones semanales que son siempre nuestro objetivo, hizo que nos entrasen las dudas sobre esta nueva temporada. Pero finalmente hemos caído. No podemos dejarlo. De modo que nos complacemos en anunciar que vuelve la liga privada de Supermanager KIA EL TIRADOR MELANCÓLICO y por quinta edición consecutiva con el patrocinio de ROCKY MOUNTAIN, con lo cual volvemos a disponer de tres obsequios del citado comercio ponferradino para los tres primeros clasificados de la clasificación general. 


Estos son los datos:  

Liga: EL TIRADOR MELANCÓLICO-ROCKY MOUNTAIN
Contraseña: BIRIUKOV  


Os esperamos a todos, y por supuesto, agradecemos enórmemente a los amigos de Rocky Mountain su confianza nuévamente en nosotros.  





Rocky Mountain, un año más con nosotros.






LASO NO ENTIENDE DE REVOLUCIONES





Una imagen que se repite: el Madrid levantando la copa.



La apertura oficial de la temporada ACB con el habitual fin de semana de la Supercopa levanta el telón de igual manera que cerró el del curso pasado, con el Real Madrid de Pablo Laso demostrando ser el absoluto dominador del baloncesto nacional. El revolucionario SuperBarça de Pesic que llegaba acreditando el brutal desembolso económico de los fichajes de Cory Higgings, Alex Abrines, Brandon Davies, Nikola Mirotic y Malcolm Delaney (ya sólo con estos cinco jugadores hablaríamos de un quinteto aspirante a todo) tendrá que esperar su asalto a la cumbre ante un Real Madrid que sigue demostrando una cohesión total en sus líneas. Los ocho años anteriores con Pablo Laso conduciendo de manera magistral la nave blanca suponen una absoluta garantía, como pudimos comprobar este pasado fin de semana, e incluso los únicos recién llegados, Nico Laprovittola y Jordan Mickey, parece que llevasen jugando en el equipo blanco toda la vida. Especialmente meritorio es el caso del pívot tejano (11.5 puntos y 7 rebotes por partido, con sus tres triples intentados anotados), que a diferencia del base argentino no tiene experiencia ACB. Al innegable buen ojo de Sánchez y Herreros en los despachos hay que sumar la mano de Laso con los nuevos jugadores. Adaptación total desde el primer momento. En la balsa de aceite que es el actual Real Madrid en su sección baloncestística nada puede salir mal.



Pero no tiene en absoluto mala pinta el equipo de Pesic. De hecho hablamos de una auténtica constelación de estrellas en la que la mayor duda parece residir en la gestión de egos y de recursos. Si nos atenemos a lo visto este fin de semana el Barcelona cambia radicalmente sus roles (Tomic, con unos pobres 3.5 puntos y 4.5 rebotes por partido y sin llegar a 20 minutos en ninguno de los encuentros, el principal damnificado) y Pesic otorga el mando a las caras nuevas. Davies (14.5 puntos por partido), Mirotic y Higgings (14 por encuentro) han llevado el peso anotador del equipo azulgrana. Tampoco ha estado mal Delaney. Por contra Hanga y Oriola sólo han sumado 3 y 2 puntos respectivamente en ambos partidos, Kuric bien contra el Valencia (9 puntos) se quedó en blanco en la final ante el Madrid, Pangos absolutamente superado por Campazzo mientras que frente a Vives digamos que hizo tablas. Sólo Víctor Claver ha mostrado un buen nivel dentro de la vieja guardia blaugrana.



Tiene mucho que trabajar por tanto el entrenador serbio, y de hecho el voluntarioso Valencia de Ponsarnau, todavía sin Quino Colom estuvo a punto de dar al traste con la esperada final entre los dos colosos del baloncesto español. La primera semifinal se movió en unos tremendos parámetros de igualdad hasta los últimos instantes, sin que ningún equipo se fuese más allá de los cinco puntos de diferencia. En un partido de tan escasas ventajas el 2+1 de Higgings a poco más de tres minutos para el final poniendo cuatro arriba a los de Pesic podía ser una losa imposible de levantar para el Valencia, máxime cuando Marinkovic mojaba su pólvora fallando el triple y Davies enmedaba un fallo en el tiro de Mirotic para poner el 66-60. Un triple a tabla de Jordan Loyd y una gran acción defensiva taronja volvía a dar opciones a los de Ponsarnau, pero Loyd no volvió a acertar y sería nuevamente Higgings, con otro triple, quien sentenciaría el partido. El ex del CSKA fue decisivo, mientras que por Valencia destacó el ya citado joven exterior serbio Vanja Marinkovic, típico producto de la cantera del Partizan del Belgrado, quien demostró las excelencia de su muñeca con su 5 de 8 en triples.



En la otra semifinal el Fuenlabrada fue literalmente masacrado por un Real Madrid que sorprendentemente comienza la temporada jugando a velocidad de crucero. Decimos sorprendentemente porque precisamente quienes llevan el ritmo del equipo, Campazzo, Llull y Laprovittola, seis días antes habían estado jugando la final de un mundial de selecciones a miles de kilómetros de distancia. El partido ante Fuenlabrada no tuvo historia para los blancos, más allá de dejar varios records como la máxima anotación de un partido de Supercopa (116 puntos) o los 7 tapones de Tavares que son tope individual de la competición. Demoledor 19 de 26 en triples, destacando los 4 de 6 de Carroll, y con varios jugadores en el 100% desde la letal distancia (Randolph, Rudy y Campazzo todos con 3 de 3, y Jordan Mickey haciendo 2 de 2) Todos los números del Real Madrid en este partido son prodigiosos. Nada menos que 32 asistencias (9 de Campazzo, 6 de Taylor), todos los jugadores anotando, todos valorando en positivo. Un recital. Triste imagen la del Fuenlabrada, que ha perdido todos sus partidos de pretemporada y recibiendo anotaciones por encima del centenar de puntos en varias ocasiones. Parece candidato claro a la parte baja de la clasificación.



De modo que ayer teníamos el primer clásico de la temporada, con el morbo de Mirotic enfundado en la elástica azulgrana precisamente en el escenario donde comenzó a hacerse un nombre importante en el baloncesto profesional con la camiseta del eterno rival. El Palacio de Los Deportes no perdió ocasión para demostrar su descontento con la “traición” del hispano-montenegrino regalándole una sonora pitada en la presentación de ambos partidos así como cada vez que tocaba el balón. No pareció importunarle puesto que los tres primeros puntos del partido llevaron su firma. Entró mejor el Barcelona al partido con un parcial de 0-6 mientras que los blancos se atascaban en ataque. Los de Laso tardaron tres minutos y medio en subir sus primeros puntos al marcador, con una bandeja de Campazzo. Deck sustituía a un desacertado Randolph (horrible partido el suyo fallando sus siete tiros de campo, siendo el único madridista en valorar negativo) y un parcial de 8-0 daba a los campeones su primera ventaja del partido. Ya no soltarían el mando. Incluso un triple de Rudy estiraba el marcador a 21-14, pero la resistencia de Delaney, con dos triples, daba vida a un Barcelona que dejaba el primer cuarto sólo uno abajo.



El Real Madrid voló en el segundo cuarto con su segunda unidad. Los Llull,Rudy, Deck y Mickey destrozaron el aro rival a la vez que mantenían una hiperactividad defensiva que amenazaba con dejarnos sin final. La máxima diferencia llegó a ser de 18 puntos, 47-29 a 2.18 del descanso. Un descanso al que se llegaba con un 48-33 que nadie hubiera podido imaginar en los prolegómenos del partido. El SuperBarça de los Higgings, Mirotic, Davies, Delaney y compañía destrozado por un Real Madrid jugando de memoria y en el que incluso Laprovittola y Mickey parecían llevar años a las órdenes de Laso y no apenas unos días (literalmente en el caso del argentino) Se esperaba una reacción blaugrana tras el paso por vestuarios y así fue, aunque la reanudación del partido no invitaba al optimismo culé. Dos tiros libres de Randolph (sus dos únicos puntos del partido) ponían la máxima ventaja blanca, 54-35, en los tres primeros minutos del cuarto. El Barcelona se encomendó a Higgings y Davies (un mate del pívot en penetración, la canasta del partido) quienes lideraron un parcial de 0-10 que metía a los barcelonistas en la pomada. Había final. Mirotic comenzó a producir desde el tiro libre, Higgings y Davies seguían con su recital y un triple de Hanga a falta de un segundo apretaba el marcador al 69-63 que cerraba el acto. Supo el equipo de Laso gestionar perfectamente sus ventajas en el cuarto definitivo. Laprovittola, uno de esos jugadores que parece funcionar por inspiración, estiraba el marcador a 9 con un triple, aunque malas decisiones posteriores llevando la batuta hacían que el Barcelona siguiese con opciones. Una penetración de Llull ponía el 78-70 todavía quedando más de 4 minutos, pero sobre todo daba ese toque racial y anímico que siempre protagoniza el escolta menorquín y levanta las gradas del WiZink Center. Laso volvía a dar entrada al Facu por su compañero Laprovittola y quien acabaría siendo nombrado MVP certificaba el triunfo con un triple que ponía ocho arriba a los blancos a minuto y medio para el final. Otro título para el “lasismo”, este periodo de felicidad inacabable en el que vive instalado el madridismo. Da la sensación de que es coser y cantar para el equipo blanco, pese a la dificultad de los títulos y la calidad de unos rivales cada vez más reforzados. La vida sigue igual, y ya son 18 títulos los obtenidos bajo la dirección de un Pablo Laso que ya es absoluta leyenda blanca. Ya nadie se atreve a recordar las críticas que se llevó en su día Alberto Herreros por la apuesta personal que supuso la contratación del vitoriano.




Campazzo MVP, el hombre del año.




A nivel individual el Facu Campazzo sigue con su año fantástico. MVP de las últimas finales ligueras y ahora MVP de la Supercopa. Entremedias elegido en el mejor quinteto del mundial de selecciones de China, donde acabó colgándose la plata. Los números que deja durante este fin de semana sólo los puede firmar un auténtico superclase. 14 puntos, 5.5 rebotes y 7 asistencias por partido. Brutal 71% en triples, con 5 dianas de 7 intentos. 24 de valoración media. A sus 28 años y desde sus raspados 180 centímetros el base argentino sigue sin conocer su techo.



No podemos olvidarnos tampoco del habitual concurso de triples. Siempre buscando nuevos alicientes, como la participación de alguna jugadora de basket femenino o de un jugador amateur saliente del concurso de Kiaenzona (que creo que ya va por la tercera edición), este año teníamos la posibilidad de disfrutar de dos lustrosos ex-jugadores ACB. Si bien en el caso de Marko Popovic hablamos de una retirada reciente, del curso pasado, había muchas ganas de ver al legendario “Sweet Lou” Bullock, uno de los más grandes tiradores que hemos disfrutado en este país. No en vano comparecía siendo el jugador con más concursos de triples ACB ganados (tres) Ligeramente en baja forma (lleva siete años retirado) no tuvo opciones en la primera serie ante su legítimo heredero, un Jaycee Carroll quien protagonizó la mejor serie de la tarde, su semifinal ante Brock Motum, a la postre vencedor derrotando a Popovic en la final.



En definitiva, ya tenemos una nueva temporada encima de la mesa. La temporada en la que el Barcelona de Pesic quiere voltear el dominio blanco de los últimos años. Mimbres tiene para ello, con la mejor plantilla que se recuerda en la Ciudad Condal en muchísimo tiempo, comparable sin duda a la que tuvo el propio entrenador serbio cuando ganó el triplete de Copa, Liga y Euroliga con los azulgrana (Jasikevicius, Bodiroga, Navarro, Fucka, Dueñas, Femerling, Varejao...) El esfuerzo económico de la entidad ha sido considerable y todo lo que no sea levantar títulos y competir hasta el final en todas las competiciones resultaría decepcionante en el entorno barcelonista. De momento su gran rival, el Real Madrid de Pablo Laso, parece inmune ante cualquier revolución que amenace su brillante hegemonía.




Brock Motum, otro de los triunfadores del fin de semana.








martes, 17 de septiembre de 2019

SCARIOLO CULMINA SU OBRA MÁS SUBLIME






Ante Eslovenia en Burgos. Trabajando el oro dos años atrás.





Situémonos en Burgos a finales de Noviembre de 2017. España derrotaba a Eslovenia en el segundo partido clasificatorio para el Mundial de China 2019. Días antes habíamos arrancado la primera victoria ante Montenegro en Pogdorica. Nuestro seleccionador nacional, Sergio Scariolo, confesaba emocionado mostrando los ojos vidriosos que era uno de los días en los que más feliz se sentía como entrenador de baloncesto. Con un equipo totalmente nuevo, sin jugadores NBA ni de Euroliga, derrotábamos a los vigentes campeones de Europa (igualmente sin Doncic, Dragic ni Randolph, pero con jugadores muy importantes como Prepelic, Vidmar, Blazic o Cancar) Sólo habíamos tenido cuatro días de entrenamientos y la mayoría de nuestros jugadores no habían jugado nunca juntos. De aquel híbrido de veteranía y juventud que formaban aquellos doce jugadores, sólo Quino Colom y Xavi Rabaseda han podido subirse a lo más alto del podio de Pekín, pero nadie debería olvidar a sus diez compañeros aquel fin de semana de finales de noviembre de 2017: Nacho Llovet, Sergi García, Albert Oliver, Edgar Vicedo, Fran Vázquez, Sebas Saiz, Jaime Fernández, Sergi Vidal, Oriol Paulí y Víctor Arteaga. Ellos iniciaron el camino. Posteriormente ha sido Javier Beirán otro de los que ha visto recompensado su trabajo en las ventanas clasificatorias, poniéndose a las órdenes de Scariolo en Febrero de 2018 para viajar a Bielorrusia y recibir a Montenegro.






Tampoco nadie puede ni debe olvidar los nombres de Darío Brizuela, Rodrigo San Miguel, Xabi López-Arostegui, Pablo Aguilar, Jonathan Barreiro, Alberto Abalde, Alberto Díaz, Santi Yusta, Sergio Rodríguez, Joan Sastre, Ilimane Diop, Albert Ventura, Pere Tomás y Carlos Alocen (si me olvido de alguno pido al amable lector me lo haga saber), quienes en algún momento dado han participado en los partidos clasificatorios. Un pedacito de este título mundial oro es con toda justicia de ellos. También Pierre Oriola y Juancho Hernángomez, quienes posiblemente figurasen igualmente en el roster definitivo, sobre todo después de las ausencias y renuncias, llegaron a jugar dos encuentros de las llamadas ventanas FIBA. Tampoco nos debemos olvidar de Javi Vega, quien estuvo en la concentración de Benahavís en Julio de 2017. En breve habría que preparar el Eurobasket de fase final en Turquía, pero Scariolo ya tenía un ojo puesto en las ventanas FIBA y aquella ya lejana concentración le sirvió para tomar contacto con jugadores a la postre fundamentales para alcanzar la clasificación mundialista, como Quino Colom, Rabaseda o Jaime Fernández.  





Los héroes de las ventanas.







Ha sido por tanto un éxito cocinado a fuego lento en el que la mano de nuestro seleccionador ha tenido más importancia que nunca. Cierto es que en 2015 conseguimos el oro europeo con una selección sensiblemente inferior a Francia, Serbia o casi incluso Grecia, pero, al margen del gran sacrificio colectivo, estajanovismo, trabajo y defensa (con Rudy Fernández y Víctor Claver como elementos más vitales atrás, nada nuevo en ese aspecto), nuestro ataque se centró en demasía en Pau Gasol (no había otro camino si queríamos el oro) y sus estratosféricas actuaciones individuales fueron la mejor táctica posible. Nada que ver con la coralidad demostrada en esta cita, donde nadie ha pasado de los 16.4 puntos por encuentro de Ricky Rubio (Pau se fue hasta los 23 por partido en aquella ocasión) La gestión de recursos de Scariolo ha sido notable a ambos lados de la cancha y ha exhibido una gran variedad de movimientos tanto en la pizarra como en la propia confección de los quintetos en pista, lo que le ha valido el reconocimiento general del mundo del baloncesto. Especialmente celebradas han sido sus zonas mixtas y sus defensas de caja y uno que han logrado minimizar los peligros de algunos de los mejores cañoneros del campeonato (Gallinari, Belinelli, Bogdanovic, Mills…) y la manera de neutralizar las dos principales vías de producción argentinas (Campazzo y Scola) han sido sencillamente memorables allanando el camino hacia nuestro histórico segundo título de campeones del mundo. Hablamos, por otro lado, del único torneo de Scariolo en el que nuestra selección finaliza invicta (y el segundo en toda nuestra historia, siendo la anterior ocasión el Mundial de 2006, con lo cual podemos decir que Asia, al menos en cuestión mundialista, es continente talismán para nuestra selección), el famoso “menos a más” de la era Scariolo ha sido más en sensaciones que en resultados.  






Al igual que trece años antes en Saitama, cuando mediando el primer cuarto comenzamos a adquirir ventajas importantes frente a Grecia, el auténtico sufrimiento se vivió en la agónica semifinal ante Australia. Sin embargo España voló en la final ante Argentina desde el primer minuto. La puesta en escena del combinado hispano no pudo ser mejor, empezando por la elección de Oriola como “cuatro” frente a Scola. Scariolo demostró tener estudiadas las posibles combinaciones del juego interior argentino, principalmente Scola-Delia (de inicio) y Deck-Scola, con el eterno Luisfa de cinco, para cuya defensa reservó a Willy Hernángomez. Otro punto a favor del técnico italiano. En menos de cuatro minutos el marcador reflejaba un contundente 2-14 a favor de los nuestros, con los cinco jugadores de nuestro quinteto habiendo realizado al menos un lanzamiento a canasta. Despertó Argentina con la salida del “Tortuga” Deck (vaya partido el suyo) y con la muñeca de seda de Brussino, firmando un parcial de 11-0 que avisaba de que los de Sergio Hernández habían llegado a la final. Era un partido de parciales, porque España respondió con un 0-7 que volvía a abrir brecha. De hecho Argentina sólo lograría sumar en tiro libre en todo lo que quedaba de cuarto. En total entre el final del primer acto y el comienzo del segundo sumamos un parcial de 1-17 que subió al marcador un sonrojante 14-31. Quedaba mucho partido pero la sensación de ruptura era total, de haber puesto un ritmo a ambos lados de la pista imposible de seguir por el rival. Los argentinos seguían sin noticias de Scola, ahora anulado por Willy, pero cuya ascendencia en el equipo no invitaba a pensar que el “Oveja” Hernández se atreviese a sentarlo. Argentina encontró en el talento de Laprovittola y el empuje de Deck la manera de no irse del partido, llegaron a ponerse a 8 puntos pero una buena actividad defensiva volvió a fundir los focos albicelestes, incluso Deck fallaba dos tiros libres seguidos, mientras que Juancho y Ricky veían aro para poner el 31-43 con el que se llegaba al descanso.  






Una primera parte que todos hubiéramos firmado aunque enfrente Argentina no estaba dispuesta a sacar bandera blanca. En la primera posesión americana nos cargábamos con dos faltas en apenas 20 segundos (Oriola y Rudy), lo cual con casi 20 minutos por disputar servía de toque de atención. Nuestra extraordinaria actitud defensiva se iba a traducir en un elevado número de faltas personales. Acabamos con 25, al igual que frente a Serbia. No es de extrañar que nuestros dos mejores partidos del campeonato hayan sido los de mayor trabajo atrás. Argentina se fue hasta las 28. Ya habíamos advertido de cómo según avanzaba el campeonato el número de faltas de los suramericanos había ido creciendo. No hay más misterio en esto. Además del innegable talento la historia de España y Argentina ha sido la de una película bélica, sobreviviendo en la guerra de guerrillas, muchas de ellas iniciadas por ellos mismos. Después de un gorro de Marc sobre Campazzo, un palmeo en rebote ofensivo de Ricky nos ponía 14 arriba, pero sobre todo con la sensación de que no habría “caraja” en el tercer cuarto. No sólo seguíamos firmes atrás, cerrando bien nuestro rebote e impidiendo la sangría de puntos tras segundas oportunidades que vivimos ante la Australia de los Bogut y Baynes, si no que en cancha contraria castigábamos el mínimo despiste de una Argentina que a pesar de todo lo que se le venía encima seguía dispuesta a ofrecer pelea. Llegamos a tener una máxima ventaja de 22 puntos (33-55 a 5.35 del final del cuarto) tras una fantástica combinación entre Marc y Ricky que el base culminaba con un 2+1. El parcial del tercer acto era de 2-12, con dos tiros libres de Vildoza como única producción argentina. No había relajación posible. Estábamos destrozando a nuestro rival. Cualquier otro equipo hubiera caído a la lona y ya no se hubiese levantado. Pero Argentina, evidentemente, no es cualquier equipo. Con dos triples seguidos bajaron la diferencia a 16, metiéndole otra marcha al partido. España no se descompuso. Scariolo movió el banquillo y la segunda unidad (Claver, Llull, Willy...) mantuvieron las diferencias hasta el 47-66 que cerraba el tercer cuarto. Un marcador soñado.




Frenazo a Scola.







¿Bandera blanca? ¿Argentina?, ¡ni soñarlo! El “Tortuga” encaraba el aro hispano y dejaba un canastón para abrir el último cuarto. La albiceleste subía líneas y comenzaba una asfixiante presión a toda cancha. Ricky volvía a pista por Llull y dos pérdidas consecutivas eran aprovechadas por Argentina para colocarse a doce. Fue el último intento de una bravísima selección finalista cuya rebelión fue mitigada por el propio Ricky, con uno de esos tiritos a la pata coja y por un 2+1 de Llull (volvía a cancha por Ricky dentro de la hiperactividad de cambios de Scariolo) Con 15 abajo Laprovittola fallaba uno de sus dos tiros libres en la posesión siguiente. Todo servía para acercarnos todavía más el título. Sobre todo cuando Juancho desde la esquina, al más puro estilo Mirotic (¿alguien le ha echado de menos?) mataba con un triple para ponernos 16 arriba. Scola anotaba su primera y única canasta en juego a cinco minutos y medio para reducir la diferencia a 14. Ya era intrascendente. Ricky Rubio certificaría la victoria desde los tiros libres, y sobre todo con un triple a minuto y medio para la bocina que apuntalaba su MVP de la final y del torneo. Casi nada, Ricky, casi nada. Scariolo aprovecharía para dar entrada a los jugadores más profundos de su banquillo, los que menos han contado pero tanto mérito tienen, sobre todo porque estuvieron en esas engorrosas ventanas clasificatorias. Javi Beirán, Xavi Rabaseda y sobre todo Quino Colom también inscriben su nombre en el boxscore de la final del mundial, del partido más visto en televisión en la historia de nuestro baloncesto. Decimos bien sobre todo Quino Colom. Hay que hacer un aparte con este jugador. Le hemos visto en el escenario de la celebración en la plaza de su fonéticamente similar apellido micrófono en mano como representante de los jugadores de las ventanas. Lo es más que ninguno. Ha jugado los 12 partidos de las dos fases clasificatorias y ha registrado los mejores números individuales entre los 29 jugadores utilizados por Scariolo. 13.7 puntos y 4.8 asistencias por partido absolutamente claves para entender el balance de 10-2 (sólo perdimos en Ucrania y Turquía) con el que cerramos las ventanas. El base andorrano ha sido el mejor soldado del técnico de Brescia durante los casi dos años que hemos tenido que esperar hasta llegar a China, y ningún otro jugador ha dignificado mejor el trabajo de estos jugadores que citando al propio Scariolo no son de España B ni C y en todo caso si son C es por la C de corazón, carácter y compromiso.  





No ha habido un éxito más largo, duro y trabajado que éste. Un éxito que comienza a labrarse en la mente de un auténtico obseso del baloncesto como es Sergio Scariolo. Un técnico que llegaba a la selección con un magnífico bagaje en clubes. Campeón de ACB con Unicaja y Real Madrid y de Copa con Baskonia y los malagueños. Al Unicaja, por cierto, lo llevó a la primera y única Final Four de Euroliga donde llegaron a tutear al CSKA (entraron en el último cuarto empatados) de Papaloukas, Holden, Smodis, Andersen o Langdon (y Messina, claro) Un tipo integrado en el baloncesto español y cuyo conocimiento del mismo estaba fuera de toda duda, y aun así ha vivido constantemente bajo sospecha durante los ocho veranos en los que ha sumado tres oros europeos, un título mundial, una plata y un bronce olímpicos  y un bronce continental. Ocho medallas, ocho podios, en nueve torneos, cuatro de ellos subidos a lo más alto del cajón. No es sólo el mejor palmarés que jamás haya tenido un seleccionador nacional español, es que directamente es de los mejores de la historia del baloncesto FIBA. 






No se trata de ventajismo. En todo caso a estas alturas me gusta practicar lo que yo llamo un “ventajismo zen”. Echar la vista atrás y contemplar todas las injusticias cometidas, todos los disparates vertidos y observar como estábamos equivocados. Congratularnos del disparate que hubiera supuesto cesar a Scariolo cuando más arreaban las críticas y cuando en el mundial de Turquía, pese a haber ganado el Eurobasket el año anterior en Polonia con un juego absolutamente demoledor en los último cuatro partidos arrasando a Serbia en la final, el italiano había perdido todo el crédito y se cantaba lo de “Scariolo dimisión”.  El aficionado a menudo recurre a una coartada simplona: “cuando juegan mal lo digo y cuando juegan bien también”. Se arroga además como el crítico más justo y objetivo por realizar un juicio tan simple, cuando no es así. Cuando lo único que hace con una argumentación tan pobre es eliminar todo tipo de análisis y preguntas sobre la actuación juzgada y creer que esto en vez de deporte de alta competición es la Play Station. No preguntarse: ¿se ha competido?, ¿se ha valorado la calidad del rival?, ¿qué conocimiento tengo yo, como aficionado, sobre el rival como para considerar que una derrota ante este adversario es un fracaso?  En ese sentido debemos recordarlo de nuevo. No se puede juzgar a Scariolo en este torneo como si tuviera todavía a los “juniors de oro”, como si tuviera a Pau, Navarro y Felipe, como si tuviera la selección de hace diez años, como si hubieran venido Mirotic, Ibaka o el “Chacho”. La realidad es que Scariolo ha contado posiblemente con el roster menos brillante del que haya dispuesto nunca. Unas semifinales en este mundial ya hubieran sido un éxito, incluso caer en cuartos de final pudiera haber sido un digno papel.  






 El deportista es el mismo cuando gana y cuando pierde. La línea que separa el éxito del fracaso es absolutamente difusa. Lo sabe bien el propio Scariolo. En 2010 un triple genial de Teodosic le aparta de la lucha por las medallas. En 2019 un fallo en el tiro libre de Patty Mills nos permite batallar por el título de campeones del mundo. Pero Sergio Scariolo es exactamente el mismo entrenador ahora que cuelga de su cuello una medalla de oro de campeón del mundo que sería en caso de que el base australiano hubiera acertado ambos lanzamientos el pasado viernes. Exactamente el mismo entrenador que diez años después de su llegada al banquillo de la selección española nos ha llevado a ser de nuevo campeones del mundo culminando su obra más sublime, la que sin el talento individual de otras ocasiones ha encontrado en otras vías plagadas de abnegación, sacrificio y poder emotivo el camino al oro. Un camino tan largo y trabajado que, tal y como hemos comenzado en esta entrada, hay que buscar su inicio aquel frío Noviembre de 2017. Y es que el Mundial de 2019 le permite a Scariolo ganar dos medallas: la de oro en Pekín el pasado domingo 15 de Septiembre, y la de aquel partido de Burgos ante Eslovenia en el que reconoció que aquello, con un equipo completamente nuevo, era como ganar una medalla. Había vida más allá de la ÑBA. Comenzaba La Familia.



 
Deja Vu: del linchamiento al oro.




sábado, 14 de septiembre de 2019

LO QUE NUNCA MUERE





“Rock and roll is here to stay,
it will never die,
it was meant to be that way,
thought I don't know why.

I don't care what people say,
rock and roll is here to stay”

(“Rock and roll is here to stay”, Danny & The Juniors, 1958)




Pauy Manu. Cambiaron la historia de sus países.




Rock and roll is here to stay, los viejos rockeros nunca mueren, punk's not dead... son multitud los tópicos que hablan de la pervivencia del rock and roll como ejemplo de resistencia excitante, de lo que nos mantiene vivos y jóvenes independientemente de la fecha de nacimiento que refleje nuestro carnet de identidad.


30 de Abril de 1980. En el barrio de Floresta de la populosa ciudad de Buenos Aires un voluntarioso jugador de baloncesto llamado Mario Arnaldo Scola, con un amplio currículo en algunos de los mejores clubs argentinos veía nacer a su único hijo varón, quien sería bautizado con el nombre de Luis Alberto (Luisfa para los amigos) y recibiría bien pronto un balón en las manos mientras crecía hasta pronto superar los 202 centímetros de su padre. Tras una adolescencia enrolado en el Ferro Carril Oeste, uno de los clubes punteros del basquet argentino por aquellos tiempos, el joven Scola saltaría el charco gracias al buen ojo del club alavés Saski Baskonia. Por resumir podríamos decir aquello de que “el resto es historia”, una historia jalonada de éxitos y buen baloncesto que desemboca en un septiembre de 2019 en el que concurre a su quinto mundial como uno de los jugadores más veteranos y haciendo números nunca vistos a un baloncestista de 39 años en un mundial del que es indiscutíblemente el mejor “cuatro” de todos los presentes.


Debemos empezar hablando de Luis Scola antes incluso que de nuestra selección española, ya que si la final del próximo domingo en Pekín se presenta empañada de un preciosismo sentimental irresistible es gracias a lo que han significado ambas selecciones nacionales, la argentina y española, a lo largo de este silo XXI. Varios son los paralelismos que comparten ambas federaciones, principalmente haber asistido al alumbramiento de las mejores generaciones de su historia. La “Generación Dorada” en el caso de la albiceleste (Ginobili, Nocioni, Scola, Delfino, Oberto...) por un lado y los “juniors de oro” (Pau Gasol, Navarro, Felipe Reyes, Raúl López, Calderón...) por otro, todos ellos sumados a elementos ligeramente mayores o más jóvenes complementando dos selecciones que igualmente comparten el enfrentarse a la transición de superar la retirada de dichas generaciones. La selección española, ya se ha comentado sobradamente, concurre por vez primera a una gran cita internacional sin ningún representante de los “juniors de oro” 19 años después del debut con la absoluta de Raúl López y Juan Carlos Navarro. Argentina ha visto retirarse uno tras otro sus grandes mitos de la canasta de la última era. Sólo Scola permanece perenne, impasible al paso del tiempo, instalado en un particular calendario que no arranca las hojas. Una especie de Lobezno del baloncesto, capaz de regenerarse y curar sus heridas en tiempo record. Sencillamente inmortal.




Scola, primeros años en Buenos Aires.



La dorada Argentina del siglo XXI (podemos situar su inicio en la tercera plaza del FIBA Americas de 1999 ya con Scola y Ginobili) es sobre todo la selección campeona olímpica de Atenas 2004 y subcampeona mundial en 2002, después de una mítica final ante Yugoslavia resuelta en la prórroga y no exenta de polémica por una muy dudosa falta de Scola sobre Divac en una recuperación de balón y en una posible falta no señalada sobre Sconochini, todo ello en los últimos segundos antes del tiempo extra (de hecho el propio árbitro Nikos Pitsilkas admitió su error años después) Tampoco debemos olvidar su bronce olímpico en Pekín 2008 y por supuesto infinidad de podios en los distintos torneos suramericanos y FIBA Americas. La España comandada por Pau Gasol por su parte ha conseguido ser campeona del mundo en 2006 y subcampeona olímpica en 2008 y 2012, además de bronce en 2016. Su dominio continental por otro lado se traduce en los oros de 2009, 2011 y 2015, la plata de 2007, y los bronces de 2013 y 2017. Una trayectoria sencillamente asombrosa.


Durante estos años en los que han coincidido ambas generaciones, con España tomando el relevo y no dejando llegar todavía más lejos a una Argentina irrepetible, han sido varias las ocasiones en las que ambos colosos se han enfrentado, siendo la más relevante precisamente en un mundial, las semifinales de 2006. Previamente, en los Juegos de Atenas de 2004, ya habíamos asistido a un España-Argentina en fase de grupos con victoria de la selección entonces dirigida por Mario Pesquera. En el partido inaugural los nuestros habían ganado con facilidad a China, mientras que los de Rubén Magnano se desquitaban de la final del mundial 2002 con una victoria sobre la selección en aquel momento conocida como Serbia y Montenegro con una canasta sobre la bocina del genial Ginobili. En la segunda jornada España y Argentina se enfrentaban con los albicelestes como favoritos no sólo para aquel partido si no para subir al podio final. Ahí estaba un Ginobili que ya comenzaba a ser importante en San Antonio, al lado de los Scola, Oberto, Nocioni, Pepe Sánchez... un auténtico equipazo. Pero aquella España comenzaba a demostrar de lo que iba a ser capaz muy poco tiempo después y se imponía por 87-76 en un partidazo que dejaba un descomunal duelo entre Pau Gasol (26 puntos y 8 rebotes) y Scola (28+9) Las buenas sensaciones demostradas por el equipo de Imbroda se confirmarían en los siguientes partidos, pasando por encima de Italia y Serbia y Montenegro respectivamente, cerrando invictos la fase de grupos ante Nueva Zelanda (que llevaba muy buen equipo, comandados por Phil Jones y Pero Cameron y venían de ser semifinalistas en el último mundial) Sólo había una mala noticia. Estados Unidos se clasificaba como cuarta del otro grupo tras caer ante Puerto Rico y Lituania y sería nuestro rival en cuartos de final. El que acabó siendo conocido como “Nightmare Team” debido a los malos resultados cosechados era en realidad un auténtico equipazo liderado por Tim Duncan, Allen Iverson y Stephon Marbury al lado de jóvenes promesas como Dwyane Wade, Carmelo Anthony o LeBron James, dirigidos por un Larry Brown que venía de ganar el anillo con Detroit Pistons. Pero su torneo fue un desastre y posiblemente contra España hicieron su mejor partido con un recital de Marbury desde el triple. El partidazo de Pau (29 puntos y 6 rebotes) no fue suficiente y nos tuvimos que conformar con el quinto puesto mientras que Argentina, que había pasado como tercera de nuestro grupo acabaría siendo campeona olímpica tras deshacerse en las eliminatorias de Grecia, la propia USA e Italia respectivamente.


Dos años después nos encontramos de nuevo frente a Argentina en un partido que significó el punto de inflexión para nuestra selección. El partido que lo cambió todo. Ambas escuadras llegaban a las semifinales del mundial de Japón como invictas y habiendo derrotado sin contemplaciones a cada uno de sus siete rivales hasta aquel octavo partido que abría paso a la gran final. Para España era una oportunidad histórica, ya que jamás había accedido a la lucha por el oro, siendo el cuarto puesto de Colombia en 1982 (la Yugoslavia de Dalipagic y Delibasic nos había dejado sin metal) nuestra mejor clasificación histórica hasta aquel momento. Argentina quería otra oportunidad para subir a lo más alto del cajón después de la amarga final perdida en 2002.


Quedaban 19 segundos para concluir un disputadísimo encuentro que marchaba empatado a 74 puntos cuando Jose Calderón recibía falta de Pepe Sánchez que lo mandaba a la línea de personal. Argentina se aseguraba la última posesión y ponía toda la presión en la muñeca del base extremeño, quien fallaba el primer tiro pero nos ponía uno arriba al anotar el segundo. Manu Ginobili dirigía el ataque argentino. Consolidado ya como una auténtica estrella de la NBA esa última bola tenía que pasar por él, penetrando en la zona española y atrayendo toda la defensa sobre su figura. El escolta de Bahía Blanca veía libre y sin marca en la esquina a Nocioni esperando desde el triple, completamente solo. Aunque a los de América del Sur les bastaba con una canasta de dos el alero que por aquel entonces militaba en Chicago Bulls tenia un tiro totalmente liberado gracias a que Ginobili había arrastrado a nuestra defensa. Sólo Rudy Fernández llega apenas a puntear el tiro del argentino quien por fortuna para nuestros intereses no acierta con su lanzamiento. Pau Gasol, lesionado unos minutos antes (se perdería por tanto la final ante Grecia), apenas podía levantarse para abrazarse con sus compañeros. Los “juniors de oro” se convertían en seniors de oro y el baloncesto español lograba el mayor éxito jamás conseguido hasta la fecha. Argentina ni siquiera podría subirse al podio, ya que los Estados Unidos de los LeBron, Wade y Carmelo, ya con mayor peso y experiencia, se reponían del varapalo en semifinales ante Grecia para colgarse el bronce. Nunca sabremos cual hubiera sido la historia posterior de nuestro baloncesto de haber entrado aquel lanzamiento de Nocioni que nos hubiera condenado a no luchar por más allá del bronce (dicho así, como si fuera poca cosa) y quizás no ser capaces de superar los logros de la anterior gran generación de baloncestistas españoles, la de los Corbalán, Epi, Jiménez y Fernando Martín. Lo que si tengo claro es que nunca ha habido una jugada tan crucial y capaz de definir un destino en la historia de nuestro baloncesto como aquel triple marrado por el Chapu. Podemos afirmar que aquello significó lo mismo que dos años después la ronda de penaltis ante Italia en cuartos de final de la Eurocopa futbolística con los benditos guantes de Iker Casillas como protagonistas. Nuestro particular paso del Rubicón.



Nocioni desde la esquina y el destino de nuestro lado.



Amistosos al margen, los posteriores enfrentamientos en partidos oficiales entre ambas escuadras nos remiten primeramente al mundial de Turquía de 2010. Era nuestro primer verano sin Pau Gasol desde que nos habíamos convertido en campeones del mundo cuatro años antes (entre medias un botín de una plata olímpica y oro y plata y continentales) El de Sant Boi renunciaba a la selección admitiendo la dificultad de compaginar su brillante carrera NBA (acababa de ganar su segundo anillo con los Lakers) con los campeonatos internacionales de selecciones veraniegos. Un lejano triple de Teodosic cercenaba nuestras ilusiones de revalidar título y nos mandaba a la lona en cuartos de final, la misma ronda en la que una enorme Lituania (acabaría siendo bronce) destrozaba a Argentina en un recital ofensivo comandado por Linas Kleiza. Después de superar a Eslovenia y Rusia respectivamente los de Scariolo y Hernández se veían las caras en la lucha por el quinto puesto, que finalmente se llevó Argentina con un gran, como no, Scola (a la sazón máximo anotador de aquel torneo) con 22 puntos y 11 rebotes y una exhibición anotadora de Carlos Delfino, quien llegó a los 27 puntos. Rudy Fernández por nuestro lado hizo uno de los mejores partidos de su carrera con la selección con una brutal estadística de 31 puntos (5 de 7 en triples), 8 rebotes y 3 asistencias.


Habríamos de esperar nada menos que seis años para volver a encontrar un España-Argentina en torneo oficial de la FIBA. Fue en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 en una primera fase de grupos que resultó ser una auténtica locura. Habíamos caído en finales muy ajustados ante dos buenas selecciones como Croacia y Brasil en los dos primeros partidos (y la afición, ya saben, pidiendo la cabeza de Scariolo y más de medio equipo), se nos atragantó Nigeria en la tercera jornada, a la que sólo pudimos doblegar en los últimos minutos y nos dimos un extraño festín ante una Lituania que marchaba invicta a la que ganamos por nada menos que 50 puntos (109-59), nuestra mayor diferencia en la historia de los Juegos Olímpicos, y ante una de las mejores selecciones del planeta. Ver para creer. Nos plantábamos en la última jornada de la fase de grupos con un balance de 2-2 y obligados a ganar a Argentina, ya que una derrota unida a una previsible victoria de Brasil sobre Nigeria nos dejaba fuera. La selección de Sergio Hernández por su parte sólo había caído ante Lituania presentando un registro de 3-1. Mandamos desde el principio con un gran partido de Rudy Fernández (23 puntos y 7 rebotes) y Pau (19 y 13) destacando por el lado rival Ginobili (16 puntos y 5 rebotes) y Laprovittola (21 puntos más 4 asistencias, además de 4 robos) También estaban por allí Scola, Campazzo, Garino, Deck, Delia, Brussino y Garino, de modo que hasta ocho jugadores argentinos repiten de aquel hasta el momento último duelo ante España. Por nuestra parte repiten cinco: Rudy, Ricky, Willy, Claver y Llull. Respecto a aquella semifinal de Saitama que lo cambió todo sólo Rudy y Marc (quien no saltó a la pista en aquel partido) por bando español y Scola en Argentina quedan como supervivientes. También repite en el banquillo Sergio “Oveja” Hernández, mientras que Pepu Hernández ahora se dedica a la política como concejal en el ayuntamiento de Madrid. El resultado final de 92-73 a nuestro favor puso aquel grupo patas arriba dejando un cuadruple empate de 3-2 entre Croacia, España, Lituania y Argentina, condenando a los de Hernández a un duelo de cuartos de final ante Estados Unidos, a la postre nuestro verdugo en semifinales.


La final de Pekín en el Wukesong Sport Arena, mismo escenario donde disputamos la segunda final olímpica de nuestra historia, en los Juegos de 2008, supone además de un hito para el baloncesto hispanoamericano un rotundo triunfo de la liga ACB sobre la que no caben dudas sobre su calidad y competitividad haciendo de ella la mejor liga doméstica del mundo fuera de Estados Unidos. Nada menos que 21 de los 24 jugadores finalistas juegan o han jugado en nuestra liga. Por supuesto los 12 españoles, mientras que por lado argentino sólo Máximo Fjellerup, Tavayek Gallizzi y Agustín Caffaro no tienen experiencia fuera de su país. En el evidente salto de calidad que ha dado el baloncesto argentino durante este siglo es innegable que parte de la culpa hay que dársela a la ACB donde hemos visto curtirse a jugadores como Scola, Nocioni, Oberto, Herrmann, Pepe Sánchez, Nico Laprovittola o Facu Campazzo.


Hay por tanto más allá de los naturales lazos linguísticos y sentimentales (¿quien de nuestro país no tiene familia argentina?) muchas más afinidades y relaciones entre dos federaciones de baloncesto que como ya hemos explicado tienen el enorme mérito de haber superado la retirada de sus mayores emblemas y seguir siendo enórmemente competitivas. Es muy posible que selecciones como Estados Unidos, Serbia, Francia o Australia se hayan presentado a este mundial con mejores plantillas hombre por hombre que los dos finalistas, pero el corazón y gen competitivo de españoles y argentinos ha sido muy superior en los momentos claves, así como la experiencia para tener la cabeza fría ante cualquier situación comprometida. Ningún ejemplo mejor que la reciente semifinal de los de Sergio Scariolo ante una potentísima Australia. Los de Lemanis tienen un auténtico equipazo plagado de jugadores consolidados en la NBA y en un grado de madurez óptimo. Llevan años avisando de lo que son capaces y el recuerdo de sus magníficos Juegos de 2016 todavía perdura en la retina del aficionado. Frente a España parecía que iban a traspasar su particular Rubicón al estilo de nuestra selección en el ya citado mundial 2006 ante Argentina. A partir del segundo cuarto el dominio del partido fue suyo. Llegaron a tener una máxima ventaja de once puntos y especialmente delicado parecía el 55-63 con el que mandaban a 6.47 del final del tiempo reglamentario. A 4.35 seguían mandando por 7 (60-67) y a dos y medio por 5 (65-70) Lo tenían todo de su lado, e incluso a pesar del coraje español traducido en un parcial de 6-0, Patty Mills pudo tener el pase a la final con dos tiros libres de los que sólo anotó uno. Patty Mills, una auténtica estrella y máquina de anotar, demostrando la dificultad emocional de anotar un tiro libre del que dependa la suerte de un todo un país en un determinado deporte y que esto no es la Play Station. España llegó a la prórroga con la mente más limpia, con la motivación del que ha venido empujando desde atrás frente al que ha visto esfumarse su ventaja como quien ve derrumbarse un castillo de naipes que ha estado afanosamente construyendo durante 40 minutos. El parcial de 5-0 firmado por Marc Gasol a la salida del tiempo extra parecía confirmar esta teoría, pero Australia es una roca y respondieron con otro 0-5. El partido subió en intensidad defensiva y apenas dos puntos más por cada equipo movieron el marcador hasta que dos tiros libres de Mills ponían un 78-80 a falta de 14 segundos que nos dejaban en una situación crítica. Scariolo diseñó una jugada buscando a Marc Gasol, quien recibió falta de Dellavedova. A diferencia de Mills finalizando el tiempo reglamentario, al mediano de los Gasol no le tembló el pulso ni la responsabilidad de tener a todo un país detrás suyo. Sus dos tiros libres nos llevaban a la segunda prórroga después de un discreto parcial de 9-9 entre ambos equipos. Y entonces se liberó la tormenta. A pesar de que Bogut castigaba de nuevo de inicio en el rebote ofensivo para enmedar un fallo de Mills y poner el 80-82, un parcial de 10-0, incluyendo dos triples de un desatado Llull, ponían un 90-82 que a falta de 2.06 nos acercaba a la final. Lo del balear es de traca, no nos cansamos de repetirlo. Sus porcentajes en el triple en este torneo están siendo realmente pobres. Hasta ese momento acumulaba un triste 11 de 44, y en la semifinal ante Australia concretamente registraba un peligroso 2 de 8. Pero no hay un jugador con mayor fe en sus posibilidades en los momentos decisivos de un partido en toda Europa. Es el “clutch player” por excelencia del baloncesto español, el tipo al que tienes que darle los balones cuando el sol más calienta. El auténtico heredero de Navarro. Aun así un rápido triple de Baynes ponía a los australianos a cinco y todavía quedaban dos minutos, pero supimos sufrir en defensa para que los lanzamientos de Goulding e Ingles no hicieran más daño. Sólo otro triple de Mills sumó para el rival mientras que administramos bien la ventaja y volvimos a abrir brecha desde los tiros libres. Finalmente nos llevamos el partido haciendo 15 puntos en los 5 minutos del segundo tiempo extra. 10 de ellos en los 3 primeros minutos.


Menos historia tuvo el posterior Argentina-Francia. Es posible que los galos pagaran el esfuerzo de su durísimo partido ante Estados Unidos, pero lo cierto es que los del “Oveja” Hernández llevaron el control del partido desde el primer minuto gracias de nuevo al binomio Campazzo-Scola. La progresión anotadora de los argentinos fue metódica, y sin llegar a romper definitivamente el partido hasta el último cuarto, cuando un triple de Scola ponía un 74-59 a falta de 3 minutos que ya antojaba una diferencia definitiva, la sensación que dejó Francia fue la de un equipo siempre a remolque y dependiente de los arreones de Fournier y Ntilikina. Con Gobert absolutamente anulado, sólo sumando en el rebote (once capturas) pero inoperante ante el aro (sólo una canasta en juego en tres intentos y un tiro libre anotado por tres fallados), el entrenador argentino dio otra lección de gestión de recursos desde el banquillo aprovechando la abnegación y sacrificio de unos jugadores entregados a la causa. Delia, Gallizzi y Vildoza dieron un ejemplo de trabajo oscuro en beneficio del brillo de los Campazzo y Scola, y el gran Luisfa, ejecutor con sus 28 puntos y 13 rebotes, dio otro magisterio de autogestión y dosificación siendo capaz de jugar 34 minutos a pesar de sus 39 años. Ojo a este dato, en ninguno de los cinco partidos de las dos primeras fases la selección albiceleste llegó a las 20 faltas personales. En cuartos frente a Serbia y semifinales ante Francia han subido a 24 por partido. A nadie puede extrañar. Argentina, como España, ha encontrado el camino a través de la defensa, de la pelea bien entendida.




Marc y Ricky, ¿quién dijo que no había relevo?



Si hay algo que si creo que puede diferenciar los actuales cambios de ciclo que viven estas dos selecciones es en lo referente a la justicia del valor que reciben de sus aficiones. Mientras el aficionado argentino comprende que su selección ya no es la de Ginobili y Nocioni, en España a Scariolo se le sigue juzgando y exigiendo como si tuviera a su cargo a Pau Gasol y Navarro. A pesar de los éxitos recientes con una selección que lleva tiempo apuntando a la transición en sus pesos pesados (el bronce olímpico de Río de Janeiro en 2016 y el mismo metal europeo en 2017 con la fase final en Turquía) hay una parte de la afición que (al estilo de lo que sucede con Laso) pone más énfasis en los puntuales tropiezos de nuestros jugadores más que disfrutar y admirar las proezas conseguidas. No pude sentir cierta envidia y notar la piel de gallina cuando vi el vídeo del Chapu Nocioni tras derrotar a México en las semifinales del FIBA Americas de 2015, abrazado a un periodista de su país porque aquella victoria suponía billete olímpico para Río, alabando al equipo, al Luisfa Scola, que junto a él eran los veteranos del equipo, hablando de los chavales nuevos que llegaban a la selección (Campazzo, Deck, Brussino...) y del trabajo que hacían. Busquen ese vídeo en You Tube y no me digan que no se les ponen los pelos de punta. Posteriormente caerían derrotados ante una sorprendente Venezuela dirigida por Ernesto “Che” García en una de las mayores sorpresas baloncestísticas de todos los tiempos. ¡Venezuela campeona de América!, pero nadie en Argentina hizo sangre por aquella derrota, si no que se festejó la plata y el pasaporte a Río degustando ese sabor añejo del baloncesto de Nocioni y Scola que había que apurar hasta el final. Aquella Venezuela campeona había jugado semanas antes en España, ellos preparando su torneo americano, nosotros el europeo. Nos costó un mundo ganarles, y sólo un palmeo de Felipe Reyes sobre la bocina evitó la derrota. Las críticas, claro, no se hicieron esperar. No había comenzado el Eurobasket de 2015 y ya había que masacrar y despellejar a todo el equipo, Scariolo a la cabeza... acabamos ganando el oro. La historia de nuestra vida.


Argentina y España en una gran final mundialista significan por tanto un homenaje a lo mejor del baloncesto internacional del siglo XXI. A algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos, a los Ginobili, Nocioni, Pau Gasol, Navarro o Felipe Reyes, alguno de ellos, como Manu, en las gradas de Pekín, otros empujando desde sus casas, apoyando en redes sociales, o poniendo los puntos sobre los ies, como ha hecho Pau Gasol hablando alto y claro al aficionado desagradecido que no es capaz de valorar las gestas de nuestra selección. Un homenaje por supuesto a Luis Scola empeñado en bailar un tango inmortal. Un homenaje a lo más hondo de nuestros corazones y nuestro más puro amor por el baloncesto. Por lo que nos sigue excitando. Lo que nos mantiene jóvenes. Lo que nunca muere.




EQUIPO





viernes, 13 de septiembre de 2019

PATRIMONIO UNIVERSAL DEL BALONCESTO












Admito que yo también me alegré del batacazo estadounidense ante Francia que dejaba a los de Popovich fuera de la lucha por las medallas. Siempre se agradece que de cuando en cuando se de alguno de estos resultados que pone todo patas arriba y cuestiona el poder establecido. Las reacciones ante la debacle yanqui precisamente ponen en valor lo que tratan de rebatir desde el ventajismo quienes ahora niegan una verdad palmaria: el baloncesto estadounidense es el mejor del planeta. Por eso mismo la inesperada (pero más posible que nunca debido a las limitaciones del roster norteamericano) derrota ante los de Collet ha sido el resultado que más ha conmocionado el presente mundial de China, por encima de otros desenlaces que al menos podrían igualar en sorprendentes a la derrota de USA (la victoria de la República Dominicana frente a Alemania o la caída de Grecia ante Brasil, por citar dos ejemplos)    


Es muy posible, así lo creo, que la mayoría de aficionados imparciales hemos sentido cierta simpatía por la victoria francesa por lo expresado anteriormente en cuanto a asalto al poder establecido y caída de los principales favoritos al oro (de igual modo que cayeron los segundos candidatos, Serbia, con quienes no se ha hecho igual sangre), pero comienza a resultar patético y sonrojante el ventajismo de quienes han aprovechado este resultado para hacer chanzas de uno de sus blancos favoritos, la NBA. Ni siquiera la federación de baloncesto estadounidense, de quien depende su selección nacional. No, la NBA (como si una derrota de la selección española hubiera de ser aprovechada para culpabilizar a la ACB) Los tópicos, ya conocidos, vuelven a asomar como las setas en otoño después de la lluvia. La NBA vuelve a ser a ojos del aficionado que curiosamente no ha vuelto a ver un partido desde la época de Michael Jordan un mero circo de atletas saltarines de color que no saben defender ni poseen rigor colectivo, y a los que cualquier equipo europeo es capaz de hacer morder el polvo gracias a elaboradísimos y complejos sistemas tácticos de los que ese mismo aficionado es incapaz siquiera nombrar siquiera el más simple. Si así fuera, si ese escenario irreal que plantea el “hater” de la NBA (por ende del basket USA) fuera sostenible, hablaríamos de una selección estadounidense fracasando estrepitosamente cita internacional tras cita internacional. Nada más lejos de la realidad. La derrota norteamericana es siempre excepción y no regla, y precisamente por eso es utilizada por el “hater” y el ventajista para exponer sus vergüenzas, tal y como sucede siempre que un equipo ganador tropieza.  


El último y vergonzoso ejemplo ha sido el artículo de una estrella de Twitter que nació como parodia de un grandísimo entrenador de baloncesto. Parodia posiblemente nada amable en su intención inicial (sus primeros tweets son especialmente sangrantes con dicho entrenador y algunos de sus jugadores, especialmente el capitán) pero que en vista de los resultados posteriores, del buen empaque del parodiado, y del éxito obtenido viró hacia una especie de abanderado de dicho entrenador y de aquel capitán al que tanto humillaba y ahora alaba. Dice mi buen amigo Arcadio que cada uno se jode la vida como quiere. Puede aplicarse a medios de comunicación, periódicos, programas de radio, televisión, etc… igualmente que hay medios que, ellos sabrán porque, deciden dar cancha a provocadores de pacotilla del estilo de Salvador Sostres, no hay periódico que no quiera tener en su nómina a alguna irreverente estrella de las redes sociales para demostrar que está con los tiempos (modernos), independientemente de que tal “influencer” personaje no tenga ni idea del tema del que habla (por ejemplo baloncesto) y dando palos de ciego y soltando boutades y disparates dispare contra la mejor liga de baloncesto del mundo, causante al parecer del último ridículo estadounidense. Como si ese Rudy Gobert que se merendó a Estados Unidos no fuese una estrella de la NBA y jugase en la Liga Adriática, o jugadores como Ricky Rubio, Marc Gasol, Patty Mills, Joe Ingles, Evan Fournier, Andrew Bynum o Nicolas Batum, todos ellos referentes en las selecciones semifinalistas, no fueran jugadores totalmente consolidados y con estatus de titulares en la liga profesional estadounidense. 


En este blog ya hemos comentado en otras ocasiones lo absurdo de las “guerras” entre baloncestos, y esa estúpida confrontación entre baloncesto europeo y NBA. No debería existir un “NBA groupie” (por utilizar el ridículo lenguaje del artículo referido en el anterior párrafo) igual que no debería existir un “NBA hater”, en mi opinión el amante del baloncesto es capaz de disfrutar este deporte por encima de estos prejuicios que no hacen más que restar y no sumar. Cerrarse ante lo maravillosa que puede resultar cualquier serie de play offs de la NBA sería tan pobre como perderse cualquier edición de la Final Four de Euroliga.


Lo cierto es que si hemos asistido durante los últimos días a alguna falta de respeto en el mundo del baloncesto, de desprecio y menosprecio, ha sido desde Europa a la selección de Estados Unidos, y no al revés. Cuando hablamos del país que ha inventado este deporte, que nos ha regalado el baloncesto, que lo ha exportado a todo el mundo… cuando hablamos de la liga baloncestística más espectacular de todos los tiempos y la que ha dado a los mejores jugadores de la historia… cuando hablamos de entrenadores de los que Europa no ha parado de aprender (recuerden el salto que dio nuestra selección española cuando Díaz Miguel comenzó a viajar a Estados Unidos para empaparse de las enseñanzas de Bobby Knight, Dean Smith o Lou Carnesecca), cuando hablamos de un tipo como Gregg Popovich, siempre caballero y siempre ejemplo de este deporte, no cabe hablar de “las caritas de los estadounidenses cuando pierden”, sólo cabe hablar de lo que es patrimonio universal del baloncesto.