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La sonrisa del madridismo |
Aquella Primavera de 2003… acababa de cumplir 30
años, imagínense la depresión que llevaba encima de mis huesos. Pero era
Primavera y el sol seducía anticipando el verano. Se acercaban los play offs
por el título en la máxima categoría nacional de mi deporte favorito. Otra de
esas cosas buenas que nos trae la Primavera. El aficionado madridista había
vivido una vez más una eterna temporada ilusionante finalizada de manera
abrupta el 17 de Mayo en el pabellón Barris Nord de Lleida. La apabullante
derrota por 85-69 confirmaba las horribles expectativas que llevaban tiempo
fraguándose en la sección baloncestística del club blanco: por primera vez en
su historia quedaban fuera de la lucha por el título. Tocando fondo.
La décima posición con la que aquel Real Madrid de
Javier Imbroda finalizaba la liga regular significaba un hito negativo en un
club que llevaba años a la deriva, y que tardaría tantos años o más en
encontrar de nuevo su sitio en la elite del baloncesto nacional y europeo. No
veníamos (y permítanme que mi discurso sea ya desde la subjetividad de
aficionado madridista) precisamente de nuestra mejor época. Habría que
remontarse a nada menos que mediados de los años 80 para encontrar un Real
Madrid hegemónico. Dense cuenta de que hablamos de nada menos que 30 años
atrás. A finales de aquella década de los 80 comenzaría el transitar en el
desierto del otrora laureado club blanco. Y ciertamente es difícil culpar a
nadie en aquel inicio negro, ya que en realidad parecía una broma macabra del
cruel destino cebándose con la entidad madridista en su sección baloncestística.
No exageramos un ápice, ya que hablamos de fallecimientos, como los de Mariano
Jaquotot, vicepresidente y hombre de confianza de Ramón Mendoza para el
balonceto, en 1994, y por supuesto el terrible golpe que sacudió a toda la
familia madridista con el accidente mortal que costó la vida de Fernando Martín
a finales de 1989, convertido, desgraciadamente, en máximo icono blanco a
partir de entonces. Era la temporada 1989-90, que había comenzado con la fuga
de Drazen Petrovic a la NBA, un Petrovic que años más tarde también fallecería
en accidente de tráfico cuando se encontraba en el mejor momento de su carrera
vistiendo la camiseta de los Nets de New Jersey. Años negros en los que veíamos
a Rafa Rullán llorar la muerte súbita de su hijo de tan solo 15 años y jugador
del equipo cadete del club blanco, fallecido repentinamente antes de comenzar
un partido. Una desgracia que parecía prolongarse hasta 1997 cuando Alfonso del
Corral perdía también a su vástago al caer sobre su cabeza la puerta de una
cochera. En el banquillo blanco asistíamos con tristeza al imponente golpe de
ver a Ignacio Pinedo sufrir un fulminante infarto en el Palacio de Los Deportes
en partido de Korac ante el Clear Cantu en Marzo de 1991. Un histórico de
nuestro baloncesto (las dos primeras ligas que ganó el Real Madrid fueron con
él en el banquillo) que fallecería cinco meses después tras no superar el
profundo coma en el que le dejó la parada cardiorespiratoria. Los aficionados
se acordarán también de un alero americano que pasó por nuestro equipo en
aquellos difíciles años, Anthony Frederick. Fue en la temporada 1989-90, uno de
los muchos años “en blanco”, sin títulos, para nuestro club (en realidad
ganamos un título muy menor como era la Supercopa de Europa, en su última
edición, y sin necesidad de disputarla ya que el rival, KK Split, decidió no
comparecer… a día de hoy de hecho la FIBA no reconoce como oficiales los
títulos de Supercopa, disputados únicamente en aquellos años 80) El pobre
Frederick fallecería de un infarto en 2003 cuando siquiera había cumplido 40
años de edad.
Leyenda negra del Real Madrid, fueron años de
confabulaciones del destino que hundieron en la desgracia al baloncesto
madridista. Tocaba levantarse, como corresponde a una gran entidad deportiva,
pero lo cierto es que comenzó una época ignominiosa en la que se iniciaban
proyectos que apenas duraban y el club no conseguía la estabilidad necesaria
para volver a ser referente en el baloncesto continental. Si no se puede culpar
nada más que al destino y a sus crueles golpes lo anteriormente narrado, lo
cierto es que en las calamidades posteriores si tuvieron culpa por igual
directivos erráticos, entrenadores incapaces, y jugadores profesionales
desmotivados. Es cierto que se ganó algún título de manera esporádica, pero
sólo a principios de los 90, con Clifford Luyk (quien por cierto también perdió
un hijo en 2008), el equipo asemejaba sensación de proyecto estable. El
fantástico ex –jugador madridista, quien había sido ayudante de Lolo Sainz y
técnico de categorías inferiores, se hacía cargo del equipo en 1991 tras la
dimisión del incomprendido George Karl (todo un mito en la NBA, e injustamente
tratado en España) Luyk se estrenaba con la Recopa en 1992, con la célebre
canasta de Ricky Brown tras robo a Fassoulas. La temporada siguiente haría
doblete (Liga y Copa), y en su último curso repetiría con el título liguero. En
dos temporadas y media Luyk dejaba en las vitrinas blancas dos ligas, una copa
y una recopa de Europa. No estaba nada mal, y además tengo el recuerdo de que
aquel Madrid de Luyk practicaba un baloncesto bastante agradable de ver. Pero a
los dirigentes blancos, con Ramón Mendoza al frente, tan acostumbrados a creer que se
gana sin bajarse del autobús y no saber valorar el trabajo de sus hombres, les
parecía poco. Era el Madrid de Sabonis y aunque el equipo volvía a mandar en
competiciones domésticas, Europa era el objetivo. Dolía especialmente la Final
Four perdida con el Limoges de Maljkovic, un equipo muy inferior en calidad
pero que a base de marañas tácticas, defensa, y las muñecas de Dacoury y Young,
se había convertido en campeón de Europa en 1993. Al año siguiente el Joventut
de Obradovic, a la postre campeón con aquel triple de Corny Thompson (esas
copas de Europa que se ganaban sin siquiera anotar 60 puntos, de hecho el
Joventut anotó 59), se cruzó en el camino continental de Luyk. Mendoza lo tenía
claro, para volver a mandar en Europa había que fichar a Obradovic,
independientemente de su personalidad, estilo, o capacidad de adaptación a
nuestro basket. El nombre por encima del hombre.
Si el gran objetivo de Zeljko era el cetro europeo,
no cabe duda de que se consiguió con la Copa de Europa de 1995. Por lo demás su
paso por el Real Madrid no ofrece nada más allá que la Recopa de 1997. No se
gana ningún título nacional. Es más, ¡sólo se llega a la final liguera de 1997!
En Copa no se llega ni al último partido, y en ACB, exceptuando esa final del
97 perdida con el Barça, en el 96 no se pasa de primera ronda de play offs
(eliminados por el Caja San Fernando) y en el 95 el Barcelona nos apea en
semifinales. Y hablamos de unas plantillas las de aquellos años en las que
formaban jugadores como Sabonis, Arlauckas, Bodiroga, Savic, Herreros… y un tal
Pablo Laso. El recuerdo de la Copa de Europa de 1995 ha sido durante muchos
años demasiado imponente, pero echando la vista atrás con objetividad, el
periodo Obradovic no fue ni mucho menos esplendoroso (y en ningún caso aguanta
la comparación con la era actual), además de ser un equipo que practicaba un
baloncesto excesivamente lento y especulativo, en aquellos años de imposición
de aquel tipo de juego tan nocivo para el disfrute del aficionado.
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Bodiroga, los años de la frustración |
Obradovic no es renovado y se marcha a la Benetton
dejando entrever ya cierto desastre en el baloncesto blanco (le impusieron en
la primera plantilla al hijo del entonces presidente, Lorenzo Sanz, en un caso
de nepotismo nunca visto en el club blanco) y comienza otro transitar en el
desierto. Se pone al frente de la nave Miguel Angel Martín. “El Cura” era un
personaje conocido en el mundo del baloncesto por su buen trabajo en el
Estudiantes y el Real Madrid le había contratado como secretario técnico. Su
paso por el banquillo blanco es un desastre, malos resultados, mal juego,
enfrentamiento abierto con jugadores (Arlauckas, Antunez, Mijailov, Mike Smith…)
y la afición dando la espalda al equipo (apenas 3000 espectadores en partido
clave de Euroliga ante el Efes Pilsen… Laso está metiendo más de 10000) A
finales de Febrero del 98 es destituido y su segundo, Tirso Lorente (fallecido
en 2012), se hace cargo de un equipo que cae en semifinales ACB ante el
sorprendente TDK Manresa que se proclamaría campeón liguero. Se vuelve a
recurrir a Luyk al año siguiente, quien tampoco gana nada. Dos años en
blanco.
Llega Scariolo, entrenador italiano cuyo trabajo en
Vitoria no había pasado desapercibido, llevando al entonces TAU a la final ACB
en 1998 y a la conquista de la Copa del Rey en 1999. La cosa empieza bien con
la liga conquistada en el 2000 en el Palau Blaugrana, muy meritoria ya que
aquel roster madridista era una cosa bastante de andar por casa (Djordevic,
buenos nacionales como Herreros y los hermanos Angulo, y poco más, frente a los
Dueñas,De La Fuente, Retnzias, Gurovic y
los jóvenes Navarro y Pau Gasol) No volvió a ganar nada. Finalista copero y
liguero en 2001, en 2002 ni siquiera logró llevar al Madrid a ninguna final. Era
la peor temporada de la historia del club blanco (hasta el momento, porque en
2003 aún logramos superarnos) En medio todo el lío Herreros, de quien Scariolo
se quería deshacer a toda costa (hubiera sido un error, como se demostró en la
liga ganada en Vitoria años después) Eran ya los tiempos de Florentino Pérez,
quien lejos de dar estabilidad a la sección de baloncesto lo convertía en un
hervidero de agitación constante.
Si el periodo Scariolo dejó que desear con sólo una
liga en tres temporadas, lo peor estaba por llegar. En efecto, aún se podía
caer más bajo, y todo ello con esa fastuosidad florentiana y megalómana en la
que el trabajo del día a día apenas logra sobrevivir y se busca el éxito a toda
costa, cueste lo que cueste, sin reconocer que el éxito significa primero
recorrer un camino.
Comienzan los palos de ciego. La infausta temporada
de Imbroda, ya mencionada al comienzo de esta entrada. El argentino Julio
Lamas, con otro curso para el olvido, y el esporádico éxito de Bozidar
Maljkovic. Boza, técnico experimentado y con personalidad, se trae del Unicaja
a Bullock y Sonko y monta un equipo bastante competente con jóvenes fichajes
como Hervelle o Gelabale y un jugador destinado a hacer historia como Felipe
Reyes. No obstante el juego no acaba de convencer. ¿De verdad alguien veía a
Sonko como play-maker? El equipo es un desastre en Europa, pero a esas alturas
los aficionados ya estábamos acostumbrados y simplemente una presencia en una
Final Four parecía una quimera. Por ello la liga de 2005, con aquel increíble
final en Vitoria y el triple de Herreros supo a gloria.
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Herreros, de jubilado con Scariolo, a héroe con Maljkovic |
Finalmente la época Malkjovic acaba en 2006, con una
liga en dos temporadas. Ese fue todo el botín. Tras muchas especulaciones e
infructuosos contactos con técnicos cuya respuesta era negativa (lo que habían
cambiado las cosas para que la mayoría de entrenadores dijesen “no” al Real
Madrid), la directiva presidida entonces por Ramón Calderón tomaba una decisión
controvertida y arriesgada. Se decidía otorgar confianza a un joven entrenador
sin experiencia como primer técnico, pero con amplio bagaje como ayudante,
conociendo de hecho la casa como segundo de Maljkovic. Joan Plaza llegaba
avalado por, entre otros, un Aíto García Reneses que había rechazado la oferta
de dirigir al Real Madrid, consciente de la dificultad de poder madurar un
proyecto a largo plazo en tan esquizofrénico club. Aíto dice no al Madrid, pero
no duda en recomendar a quien fuera segundo suyo en el Joventut. La apuesta por
el técnico novato sale bien, y el Madrid de Plaza suma un doblete en su primera
temporada, Liga y Copa ULEB, sólo resitiéndosele la Copa del Rey en la que cae
en la final ante el Barcelona. Es una gran temporada para el club blanco, no
sólo por los resultados, sino porque Plaza transmite sensaciones positivas, de
baloncesto comprometido, sacrificado en defensa y alegre en ataque. Es un Real
Madrid mucho más reconocible e identificable para el aficionado, basado en el núcleo
formado por Raúl López-Bullock-Mumbrú-Hervelle-Felipe Reyes, auténtica guardia
pretoriana de Joan Plaza. Por cierto, a mediados de aquella temporada se
produce un fichaje destinado a cambiar el rumbo del baloncesto blanco. Un
jovenzuelo llamado Sergio Llull, base suplente de Sergio Rodríguez en la
selección junior campeona de Europa en 2004, recalaba en el equipo desde
Manresa. Apenas jugó once minutos en el total de los play offs por el título,
pero las imágenes de su exacerbada alegría celebrando aquel título liguero
intuían que el Madrid había fichado a un ganador nato. El entrenador por su parte se gana crédito
suficiente para un siguiente curso en el que la gran ambición es la Euroliga,
empresa que aún queda lejana y el equipo cae en el Top 16 quedando por detrás
de Maccabi Tel Aviv y Olympiacos. Es la temporada del famoso partido en Vistalegre
ante el Maccabi en el que Plaza, con tres arriba y posesión israelí, ordena
defensa y no falta personal, clavando Halperin un triple letal que lleva el
partido a la prórroga, donde el Maccabi se impondría. Una jugada que dejó muy
señalado a Plaza y que incluso originó un debate en la revista Gigantes con una
encuesta a distintos técnicos ACB sobre que se debería hacer en esa situación. En
Copa del Rey el equipo caía en semifinales ante aquel fantástico Joventut de
Rudy Fernández, Ricky Rubio y Aíto, que se proclamaría campeón de aquella
edición copera. El gran descalabro llegó en liga. Después de una gran temporada
regular (primera posición con 29-5 de balance y Plaza elegido Mejor Entrenador
del curso), el emparejamiento con el Unicaja fue un regalo envenenado. Carlos
Cabezas acababa de recuperase de una lesión, su ausencia había sido clave para
entender que los malagueños, con un gran equipo (Cabezas, Berni, N’Dong,
Welsch, Jiménez) estuvieran tan abajo en la tabla. Liderados por el base
internacional y un estratosférico N’Dong jugando por encima del aro, el Unicaja
eliminaba a los blancos en primera ronda de play offs, y Scariolo se cobraba
venganza del Real Madrid. Plaza quedaba muy tocado, pero Calderón, hombre de
más paciencia que su antecesor y sucesor Florentino Pérez, seguía confiando en
él. En Euroliga se accedía por fin a cuartos de final (después de arrollar en
el Top 16 al Maccabi, en cumplida venganza de lo sucedido el año anterior),
pero la segunda plaza por peor average que el Barcelona (ambos con balance 5-1)
le emparenta con el Olympiacos con factor cancha en contra. Los griegos no
fallan en casa e incluso cierran la serie en Madrid en el cuarto partido. La
Final Four sigue siendo un sueño. En casa, el Barcelona nos vence en cuartos de
final de Copa, y el Baskonia en semifinales de Copa. Plaza parece haber agotado
el crédito, y máxime con el retorno de Florentino Pérez y de nuevo sus aires megalómanos. El balance de
Plaza finalmente es de dos títulos en tres temporadas. No es gran cosa visto
así, pero hay que reconocer que devolvió ilusión al aficionado y que Vistalegre
solía hacer buenas taquillas. Poco duró la capacidad ganadora del equipo de
Plaza, pero lo recuerdo como un Madrid agradable de ver y de seguir y con el
que como aficionado me resultaba fácil identificarme. Supongo que ayudaba el
hecho de que se hacía patente el liderazgo de nuestro gran capitán, Felipe
Reyes. Un Felipe al que algunos empezaban a querer jubilar, más aún con la
llegada del siguiente entrenador. Pronto el cordobés les haría cerrar la boca a
todos.
Florentino y sus sueños de grandeza. Había que
conquistar Europa de nuevo. Ettore Messina era el elegido, quien había
conquistado cuatro cetros europeos (dos con el Bolonia y otros tantos con el
CSKA Moscú) De nuevo el nombre por encima del hombre, recordando la
contratación de Obradovic, sólo que en esta ocasión no se conquistó Europa. De
hecho los dos años de Messina, finalizados de manera abrupta con la espantada
del siciliano dejando el equipo en manos de su segundo, Lele Molin, significan
la última etapa negra del baloncesto madridista.
Con Ettore llegó además un ex –director deportivo
del Barcelona como Antonio Maceiras, provisto además del glamour y prestigio de
haber sido asesor de nada menos que los San Antonio Spurs de Gregg Popovich. Florentino
debía pensar que como por arte de magia la sola presencia de Messina, a pesar
de su desconocimiento de nuestro baloncesto, garantizaría el éxito. Nada más
lejos de la realidad. Los datos son abrumadores. 18 fichajes, 58 millones de
euros dilapidados, y 0 títulos (e insultantes meneos que nos daba el Barça de
Pascual cada vez que lo teníamos delante) Demolición absoluta del núcleo duro
de Plaza, que había sido campeón dos años antes. Raúl López y Mumbrú tienen que
hacer las maletas, a Hervelle se le aparta del equipo, y Bullock y Felipe Reyes
(un Felipe que venía de ser MVP de temporada regular) son condenados al
ostracismo. Especialmente injusto es el caso del capitán, ya que muchos
aficionados por seguidismo al fulgor del brillo del nombre de Messina, se
portan de manera cruel con Felipe, al que acusan de cáncer del equipo. Una
vieja historia que se suele repetir con los jugadores más entregados al
madridismo en ambas secciones, fútbol y baloncesto. Llegan veteranos en dudosas
condiciones físicas (Garbajosa, Hansen), y alguno aunque está a tope (el
vigoroso Kaukenas) no se entera de nada. Un Madrid frío, apático, lento y
aburrido. El segundo año de Messina, sin embargo, las cosas se hacen mejor. Se
vuelve a cambiar medio roster, en ese eterno complejo de Sísifo que acompaña a
la entidad madridista constantemente empezando de cero. Fichajes acertados como
Carlos Suárez y Sergio Rodríguez dan un aire más dinámico al equipo, y pese a
la espantada de Messina tras perder en casa por 18 puntos ante el Sienna, el
equipo accede a su primera Final Four… ¡en 15 años!, un campeón del mundo como Felipe
Reyes aseguraba de corazón, tal era su hambre de títulos madridistas, que aquel
era uno de los momentos más felices de su carrera. Pero el equipo apenas
compite frente al Maccabi Tel Aviv, siendo precisamente Felipe el único capaz
de dar la cara en aquella final a cuatro. La eliminación en semifinales ACB
ante el Bilbao Basket de ex –madridistas denostados por Messina como Raúl
López, Hervelle o Mumbru es la agria guinda al amargo pastel que nos dejaba el
entrenador italiano, un técnico magnífico cuyo palmarés habla por si solo, pero
ejemplo de que triunfar en un determinado escenario y contexto no garantiza
hacerlo en otro diferente. Por otro lado, a diferencia de otros técnicos
también exitosos pero más perennes como Obradovic, Messina es un entrenador
demasiado fiel a su libro, su querencia por las posesiones largas y el ritmo de
juego espeso. El baloncesto madridista, con jugadores como Sergio Llull o
Sergio Rodríguez, pedía a gritos velocidad y libertad, conceptos que llegarían
con el nuevo entrenador.
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Ettore no lo veía, pero había que correr. |
Y llegamos al verano de 2011 en el que el Real Madrid
en su sección de baloncesto, una vez más, era Sísifo condenado a escalar la
ladera con una enorme roca a cuestas para una vez llegado arriba volver a
empezar. Comienza el baile de nombres y el festival de rumores, siendo el
italiano Pianigiani uno de los que más fuerza cobra para emprender un nuevo
proyecto en la entidad blanca. Junto al actual seleccionador italiano se
barajan nombres de mucho fuste como Pesic, Repesa (la alegría de la huerta
estos dos), Obradovic, Pedro Martínez, Spahija, y el sempiterno Katsikaris.
Seguimos sin saber que tiene el sosías griego de Elvis Costello, pero parece no
haber año en el que no se le relacione con el Real Madrid. Finalmente salta la
sorpresa. Pablo Laso, magnífico ex –jugador y máximo asistente histórico de la
ACB, pero con escaso y nada exitoso bagaje como técnico, es el elegido para
reflotar la deprimida nave blanca. Las críticas no se hacen esperar, a Laso se
le acusa de llegar al cargo por amistad con Herreros, nuevo responsable
deportivo de la sección junto a Juan Carlos Sánchez. La pareja Herreros-Sánchez
ha sido totalmente despellejada por gran parte de la afición, que años después
ha tenido que tragarse sus palabras. Laso, Sánchez y Herreros construyen un
equipo campeón de todo, pero cuando muchos insinúan que este es el mejor Madrid
de la historia en calidad individual, para restar méritos el entrenador
vitoriano, olvidan todo lo que se decía hace años sobre estos mismos jugadores.
Felipe estaba acabado, el Chacho era el “chocho”, Llull no sabía jugar de base,
Slaughter no tenía calidad para jugar en el Madrid, Nocioni está viejo, Rivers
no daba la talla… y para más inri se dejaba marchar a un pívot dominador como
Ante Tomic al eterno rival. Juicios precipitados que, como no podía ser de otro
modo, se han estado repitiendo durante el dubitativo comienzo de la actual
temporada hasta que la Copa del Rey ha vuelto a demostrar que el proyecto de
Laso no ha perdido un ápice de competitividad ni de gen ganador. Pero es que
resultados al margen, los cuales son incontestables, el gran triunfo de Laso ha
sido el de devolver toneladas de ilusión al baloncesto blanco con un estilo
alegre y reconocible. El epítome de ese estilo llegó en 2013 con un juego
absolutamente fastuoso, puro relámpago. El Real Madrid era un highlight
constante, pero las derrotas en finales de Euroliga (después de apalizar al
Barcelona en semifinales en un partido para las videotecas) y Liga ACB,
volvieron a cargar de razones a los resultadistas. La imagen de Laso en silla
de ruedas expulsado del Palau parecía ilustrar el final del proyecto Laso,
bonito y romántico pero nada efectivo. No sé ustedes pero yo aquella temporada
lo pasé en grande con el juego del equipo. Es la suerte que tenemos los que
vivimos convencidos de que no todo en la vida es ganar. El verano fue
turbulento. Sísifo revivido. Katsikaris, ¡sí, Katsikaris!, sonando con más
fuerza que nunca y el cuerpo técnico de Laso despedido. Un pulso al técnico
vitoriano, ya muy querido por la grada y cuya destitución hubiera sido mal
vista por los aficionados que llenan todas las semanas el Palacio, un órdago
buscando su malestar, forzando su renuncia. Pero Laso no se rindió y nos
ofreció a los madridistas la mejor temporada que podamos recordar, sin el
brillo en el juego de la temporada anterior, pero con una combinación de
espectáculo (porque también hubo espectáculo) y coraje que nos llevó a ganar
todos los títulos en juego, y Laso ganándose para siempre un lugar en el
panteón madridista.
Hay datos absolutamente abrumadores, como el hecho
de que cogiendo los 30 últimos años de baloncesto madridista, desde 1986, el
club blanco ha conquistado 27 títulos oficiales. 11 de ellos en la era Laso.
Dicho de otro modo, en 25 años el Real Madrid se hizo con 16 títulos. En 4 años
y medio con Laso ya se han obtenido 11. Si estrechamos más el contexto
histórico, vemos que en los últimos 20 años, desde 1996, se han conseguidos 16
títulos, ¡11 de ellos con Laso! Si analizamos los últimos 15 años, la cosecha
son 14 títulos, es decir, en los últimos 15 años sin Laso sólo hemos ganado dos
ligas (Maljkovic y Plaza) y una ULEB (Plaza), y con Laso todo lo demás. ¿Hay
alguien ahí que siga negando la importancia de Pablo Laso en la historia
reciente del Real Madrid?
A continuación ofrecemos un listado de todos los
entrenadores oficiales que han pasado por la entidad blanca en su sección de
baloncesto por orden cronológico, y el número de de títulos cosechados igualmente
oficiales nacionales e internacionales con el club madridista. Que el lector
juzgue el lugar que corresponde al vitoriano.
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Ganar, ganar, ganar, y volver a ganar... |
Segundo Braña: 1 temporada. 0 títulos.
Cholo Méndez: 4 temporadas. 0 títulos.
Anselmo López: 3 temporadas. 0 títulos.
Claudio Alonso: 1 temporada. 0 títulos.
José Borrero: 1 temporada. 0 títulos.
Felipe Kaimo Calderón: 1 temporada. 0 títulos.
Freddy Borrás: 4 temporadas. 3 títulos.
Ignacio Pinedo: 4 temporadas. 4 títulos.
Jacinto Ardevinez: 1 temporada. 0 títulos.
Pedro Ferrándiz: 13 temporadas. 27 títulos.
Joaquín Hernández: 2 temporadas. 3 títulos.
Robert Busnel: 1 temporada. 2 títulos
.
Lolo Sainz: 14 temporadas. 24 títulos.
George Karl: 1 temporada y media. 0 títulos.
Wayne Brabender: media temporada. 0 títulos.
Ángel Jareño: media temporada. 0 títulos
.
Clifford Luyk: 3 temporadas y media. 4 títulos.
Zeljko Obradovic: 3 temporadas. 2 títulos.
Miguel Ángel Martín: media temporada. 0 títulos.
Tirso Lorente: media temporada. 0 títulos.
Sergio Scariolo: 3 temporadas. 1 título.
Javier Imbroda: 1 temporada. 0 títulos.
Julio Lamas: 1 temporada. 0 títulos
.
Bozidar Maljkovic: 2 temporadas. 1 título.
Joan Plaza: 3 temporadas. 2 títulos
.
Ettore Messina: 1 temporada y media. 0 títulos.
Lele Molin: media temporada. 0 títulos.
Pablo Laso: 4 temporadas y media. 11 títulos.