En el fascinante mundo del
deporte de alta competición se utiliza muy a menudo el epíteto supremo de “el
mejor” con una ligereza de la que quienes buscan un análisis más sosegado de
las cosas deben huir como de la peste. ¿El mejor por qué?, ¿en base a qué se
mide eso?, ¿por los títulos colectivos?, ¿por los individuales?, primeramente
habría que diferenciar por deportes (es decir, ¿por qué es “mejor” Nadal que
Pau Gasol o Indurain?), por contexto espacio-temporal (no es lo mismo medirte a
Muhammad Ali que a Lennox Lewis), e incluso por las circunstancias personales
de cada individuo (donde entrarían sobremanera el factor de las lesiones…
imaginemos a un Arvydas Sabonis con sus tobillos al 100%) Luego habría que
saber juzgar el papel de cada deportista, su especialidad, y su relevancia para
conseguir los éxitos que se plantean como objetivo, o siendo más claros, la
“posición” (tanto un Casillas como un Cristiano Ronaldo son absolutamente
necesarios para un equipo campeón, aunque su función sea diametralmente tan
distinta que nunca debería comparárseles… de igual modo parece una estupidez
supina intentar medir por el mismo rasero el juego de un “Magic” Johnson con el
de un Bill Russell) En este blog nos da auténtico pavor cada vez que escuchamos
o leemos eso de “el mejor” en el ámbito de las canastas, un dogma de fe que
parece absolutamente cerrado a cal y canto para mayor gloria de Michael Jordan.
Su parcela privada donde nunca nadie podrá jamás entrar, haya hecho mayores
méritos individuales (Wilt Chamberlain) o colectivos (Bill Russell) Sin embargo
tenemos que rendirnos a la evidencia ante un hecho que ya no parece crear más
dudas. Si hablamos de una posición en concreto, la de power-forward, ala-pívot,
o “cuatro”, no hay un nombre más impresionante en toda la constelación
histórica que ha supuesto el baloncesto profesional estadounidense que el de un
jugador que por fortuna aún seguimos disfrutando: Timothy Theodore Duncan. Tim
Duncan. La anti-estrella que huye de los focos pero cuya ejemplar carrera jamás
deja de sorprender.
Sus méritos son de sobra
conocidos. 4 anillos de la NBA. 5 campeonatos de la Conferencia Oeste. 3 veces
MVP de las finales. 2 MVP de temporada regular. 1 MVP del All Star Game. 14
veces incluido en el mejor quinteto de la NBA. 13 veces All Star. ¿Esto es
todo?, no. Por si hubiera alguna duda sobre el liderazgo en su posición a lo
largo de la historia, hace un par de madrugadas, contando a sus espaldas con 37
años y 221 días, el jugador de las Islas Vírgenes se convirtió en el
baloncestista más veterano en superar 20 puntos y 20 rebotes en un partido (23-21)
No contento con eso capituló el encuentro con la canasta ganadora para vencer
102-100 a los Atlanta Hawks. Lo dicho, simplemente el mejor.
Disfruten de Duncan mientras
puedan, porque les aseguramos que estamos viendo historia viva del mejor
baloncesto de todos los tiempos. Un ejemplo a seguir, capaz de rebajarse el
sueldo para seguir ayudando a una franquicia a la que le ha dado todo y a las
órdenes de un Gregg Popovich capaz de congelar el tiempo. El eterno último vals
de los Spurs no parece llegar nunca. A cada comienzo de curso escuchamos la
misma cantinela sobre la edad de sus estrellas, pero la tabla clasificatoria no
miente. Los tejanos han comenzado la campaña con un impresionante registro de
15-3, liderando el Wild West junto a los sorprendentes Portland Trail Blazers.
Para la posteridad.
No puedo estar, de nuevo, más de acuerdo. Winnig never gets old !!!
ResponderEliminarQue contradice a lo que cantaban los Roling: what a dragit is getting old!!
ResponderEliminar