martes, 20 de mayo de 2014

AITO MILENARIO (I): PRIMEROS AÑOS EN BADALONA


Inauguramos una serie de entradas dedicadas a Aíto García Reneses con motivo de sus mil partidos ACB. Repasar la historia de Aíto es repasar gran parte de la historia del baloncesto español en las cinco últimas décadas. En esta ocasión nos centramos en sus primeros años en Badalona, en el mítico Cotonificio y su breve paso por la Penya.



Aíto, homenajeado.



Aíto, la leyenda. Un palmares baloncestístico que habla por si solo (9 ligas ACB, 5 copas del Rey, 2 Korac, 1 Recopa, 1 ULEB, 1 Eurocup, 1 Copa Príncipe de Asturias, 1 plata olímpica), una institución magistral cuyas manos han pulido a la mayoría de los mejores jugadores de nuestra historia (Solozabal, Epi, Andrés Jiménez, Villacampa, Montero, Navarro, Pau Gasol, Rudy Fernández, Ricky Rubio) El nombre más reconocible en nuestros banquillos actualmente acaba de añadir el dato definitivo a su biografía: mil partidos ACB, lo que ningún otro ha logrado hasta la fecha en nuestro baloncesto. Se convierte, por derecho propio, en el entrenador record del deporte de la canasta en España. 

No sabemos si en aquel ya lejano 1972 en el que un aún jugador en activo del Barcelona se sentaba por primera vez en el banquillo de un equipo senior (el CB Esparreguera), ese mismo protagonista habría podido imaginar que el destino le iba a deparar toda una vida como técnico, llegando, 42 años después, a seguir en activo y con la ilusión del primer día, como el propio Aíto siempre afirma.    


Aíto, y su pequeño cameo en "La gran familia y uno más"


Al igual que su colega y gran rival en aquellos inolvidables duelos de los 80 entre Real Madrid y Barcelona, Lolo Sainz, el Aíto jugador ya encerraba dentro de sí un entrenador en potencia, debido a su capacidad analítica para el deporte y su ascendencia sobre el grupo. Con sólo 26 años, el base canterano del Estudiantes que había llegado al Barcelona a los 22, y ya siendo capitán del club azulgrana, decidía poner punto y final a su carrera como jugador y comenzaba a escribir la historia del baloncesto español en los banquillos. Y no era mal jugador el Aíto que vestía de corto. En aquel Estudiantes de los dorados 60, junto a jugadores como Vicente Ramos y Gonzalo Sagi-Vela, los colegiales eran una alternativa al poder. Los madrileños eran por aquel entonces la mejor cantera de jugadores de España, y jugadores como Aíto, quien había sido internacional junior, emigraban a clubes con mayor potencial en cuanto despuntaban (tal y como sigue sucediendo ahora), aunque es cierto que nuestro hombre recala en un Barcelona pasando los peores momentos de su historia, con una sección de baloncesto que había sido disuelta años antes y que incluso se había visto jugando en segunda división.    


Aíto, de corto con el 7.


De modo que el joven técnico decide consagrarse en exclusiva a la labor de entrenador, recalando, al año siguiente de su primera experiencia en el citado y modesto Esparreguera, en el Círculo Católico de Badalona, lo que fue el mítico Cotonificio de los 70. Allí empezó a forjarse su leyenda como artesano de proyectos fiables sin necesidad de grandes presupuestos, sólo con jugadores jóvenes con ganas de crecer (de hecho durante su etapa como entrenador del Cotonificio alterna como seleccionador nacional juvenil) además de tiempo y paciencia, ingredientes muchas veces quiméricos cuando hablamos de deporte de elite. Afortunadamente hace tres y cuatro décadas el aspecto mercantil y mediático no tenía un peso tan excesivo y Aíto pudo madurar durante una década un proyecto que le llevó a codearse en liga con los grandes y hasta disputar unas semifinales de Copa Korac, frente al Arrigoni AMG de Rieti, que contaba con unos 45 millones de presupuesto (traducido a pesetas) de la época, por los apenas 8 con los que luchaba Aíto. Una Korac que por cierto acabaría ganando el Partizan de Dalipagic y Kicanovic. El entrenador madrileño contaba con jugadores de la calidad del americano Jack Schrader (posteriormente en el Joventut), Héctor Perotas, Mendiburu, Adolfo Sada (padre de Víctor), posteriores baloncestistas azulgranas como Quim Costa y un joven Andrés Jiménez al que conoce en la cantera del club, o incluso un desgarbado rockero llamado José María Sanz, al que un tal Juan Antonio San Epifanio en un campeonato escolar le cambió el apodo de “Pájaro Loco” por uno con el que se haría famoso para siempre: “Loquillo”. Y de entrenador ayudante nada menos que Manel Comas.    


El "Coto".

Aíto, a pesar de su juventud, era ya una institución del baloncesto español, especialmente en Cataluña y más concretamente en Badalona, donde jugaba su Cotonificio y con el que había “regalado” una liga a otros de los equipos de su vida y el gran equipo histórico de la ciudad badalonesa. El Joventut, la Penya. Fue en 1978, cuando el Cotonificio de Aíto derrotaba en la antepenúltima jornada liguera al Real Madrid en un partido que aún escuece, y mucho, en la memoria madridista (Carmelo Cabrera confesaba recientemente a “Cuadernos del Basket” que estaba convencido de que aquella fue una liga robada) Por aquel entonces no había play offs por el título, de modo que aquella derrota en la pista del Cotonificio (al que el Madrid había aplastado en la ida) a sólo dos jornadas para el final de liga, hizo que el título se lo llevase el Joventut de Margall, Santillana y el genial “Moka” Slavnic. La tercera liga que el Real Madrid perdía en toda la historia del baloncesto español, tal era el dominio del equipo entrenado por entonces por Lolo Sainz y con jugadores como Corbalán, Rullán, Brabender, Luyk, Szczerbiak, vigente campeón de Europa en aquellos momentos. Fue uno de los partidos más míticos del Cotonificio de Aíto, un equipo agresivo del que se comenzaba a escuchar aquello del “karate press”. En los mentideros de la canasta se le atribuía a Reneses una particular filosofía que muchos entrenadores posteriores han utilizado: “si cometes 20 faltas personales, los árbitros te señalarán 20 faltas personales, si cometes 200 faltas personales, los árbitros te señalarán igualmente 20 faltas personales, por lo tanto comete 200 faltas personales” Aíto también era uno de los pioneros en darle importancia a las rotaciones con aquel Cotonificio. Se trataba de que todo jugador que estuviera en pista diera el 100%, independientemente de que jugase 5 minutos o 40, de ahí de la importancia de tratar de tener fresco al equipo, ya que Aíto buscaba agresividad, pero también capacidad para mantener un ritmo alto de juego.     


El acta del partido que consagró a Aíto.



En 1983 el Cotonificio pasó a la historia. Es decir, la empresa del mismo nombre, que comenzaba a sufrir una importante crisis económica, retiró el patrocinio al Círculo Católico, el cual se vio obligado a renunciar a su plaza ACB, que pasó entonces al Santa Coloma, patrocinado por Licor 43. A Aíto, lógicamente, no le iba a faltar trabajo. Se queda en Badalona, firmando por el histórico Joventut, y con él se lleva a una de sus obras maestras. Un Andrés Jiménez que ya por aquel entonces era el jugador más diferencial del baloncesto español. Un 2.05 con capacidad para jugar por fuera y penetrar como un alero. Lo nunca visto. Aíto le sacó de la zona para convertirlo en el primer alero alto del basket nacional, y un auténtico dolor de cabeza para los rivales en los años posteriores, especialmente un Real Madrid que con jugadores como Iturriaga o Del Corral no encontraría un antídoto con perfil similar para medirse al sevillano. El club verdinegro disfruta del magisterio de García Reneses. Pese a no ser el Joventut de aquel periodo (1983-1985) un equipo ganador, la mano del madrileño se dejará notar a la hora de trabajar con jóvenes jugadores que definirán la Penya de aquella década y principios de los 90, especialmente Rafa Jofresa, José Antonio Montero (al que recoloca como escolta) y Jordi Villacampa. Resultados al margen aquel era un equipo muy atractivo para el aficionado, en el que además pudimos disfrutar de la primera experiencia ACB de uno de los grandes mitos baloncestísticos de nuestras canastas en los 80, David Lee Russell, el matador por excelencia. En esa primera temporada de Aíto en la Penya los verdinegros llegaron a semifinales, cayendo ante el Real Madrid, que a la postre sería campeón de liga. En el curso siguiente subieron un peldaño más, al eliminar al Barcelona en la lucha por el título y plantarse en la gran final ante un Real Madrid que necesitó de un tercer partido para seguir dominando el baloncesto nacional (aquellas finales se jugaban al mejor de tres encuentros) También serían finalistas de Copa, cayendo de nuevo ante el Real Madrid pero eliminando al Barcelona. Aíto no sabía todavía lo que era ganar títulos, pero su calidad como técnico haciendo que escuadras inferiores como el Cotonificio y el Joventut fueran capaces de plantar cara a los dos grandes de nuestra canasta, Real Madrid y Barcelona, estaba fuera de toda duda. Parecía lógico, por tanto, que su siguiente paso fuese recalar, por fin, en un equipo con potencial para levantar copas.     


Lo mejor estaba por llegar.

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