martes, 1 de diciembre de 2015

QUERIDO KOBE BRYANT





“Que puedo decir, que sirva de algo,
Que haga que los días sean menos largos”
(“Despedida”, Cosecha Roja, “A pleno sol”, 2000)





Querido Kobe Bryant, escucho que has decidido poner punto y final a tu carrera como jugador profesional de baloncesto, una carrera histórica que te sitúa como el tercer máximo anotador en la NBA de todos los tiempos, el poseedor de la segunda mejor anotación individual en un partido tras los inalcanzables 100 puntos de Wilt Chamberlain (aquellos 81 que le endosaste a Toronto con nuestro paisano Calderón de testigo de excepción) entre un sinfín de marcas y muescas en tu particular revolver que has desenfundado durante 20 temporadas vistiendo la camiseta de unos Los Angeles Lakers con los que has ganado cinco anillos, en un ejercicio de fidelidad sin precedentes ya que nadie ha vestido jamás un mismo jersey durante tantos años en la mejor liga del mundo. Y eso que la noche del draft, cuando aún eras un adolescente imberbe, te vimos ponerte la gorra de los Charlotte Hornets, que por algo te habían escogido en decimotercera posición del draft de 1996, aquel que nos trajo a otros genios como Allen Iverson, Steve Nash, Ray Allen, Stephon Marbury, o uno de tus mejores escuderos como fue Derek Fisher. ¡Qué extraordinaria camada de jugadores exteriores la que te acompañó aquella noche! Pero tú lo tenías todo bien atado dentro de tu privilegiada y baloncestística mente y sabías que aquella elección formaba parte de una negociación que te llevaría a vestir la mítica camiseta púrpura y oro tras la llegada de Vlade Divac a Charlotte.


Déjame confesarte, querido Kobe Bryant, que fuiste una de las razones de que me volviera a enganchar a este maravilloso deporte cuando aterrizaste en la NBA a finales de los 90 para devolver al mejor baloncesto del mundo su capacidad de asombro y su gusto estético, tras varios años de baloncesto granítico y predominio del ladrillo sobre el arte. Como un Bruce Lee de la canasta, viniste a recordarnos que en el juego había que fluir como el agua y no estancarse como una roca. Y así te vimos inventar canastas imposibles, encontrar espacios recónditos por donde no podían llegar los defensores, manejar la suspensión como nadie y dejarnos sin aliento cada vez que ejecutabas uno de tus célebres “fade aways”, cayendo tan atrás donde ninguna mano rival pudiera llegar. Y te vimos en la insolencia de tu juventud comenzar a devorar registros, a jugar All Stars, y a ganar anillos al lado de un Shaquille O’Neal con el que formabas una pareja tan imposible que aquello voló por los aires dejando tres títulos de campeón y la hipótesis de lo que podía haber sido. Te vimos evolucionar, madurar, empaparte de la filosofía zen de tu maestro Phil Jackson y volver a ganar al lado de uno de los nuestros. No uno de los nuestros cualquiera, sí no el hombre que cambió para siempre nuestro baloncesto, un Pau Gasol con quien nunca has escondido tu amistad, y es que los grandes de verdad siempre encuentran la manera de disfrutar lo que les une en vez de preocuparse por lo que les separa. 


Ha sido la tuya una historia de amor con el baloncesto, una de las más apasionadas que se puedan recordar. Tanto es así que en tu despedida has querido escribirle al amor de tu vida con una emotiva carta que me permito reproducir en este humilde blog al que tanto has hecho disfrutar y tanto se ha maravillado con cada picadura de esta Mamba Negra que ha decidido dejar de morder.


Disfrutaré cada uno de los segundos que te quedan en una cancha de baloncesto como un amante desesperado que se aferra a la mano de una amada que la vida le arrebata, consciente y generoso de todo los que nos ha dado a quienes veneramos un deporte sagrado que tiene para nosotros categoría de religión. Gracias por todo, querido Kobe Bryant. 









Querido Baloncesto,
Desde el momento en que empecé a coger los calcetines enrollados de mi padre y tiraba tiros imaginarios para ganar un partido en el Gran Forum de LA, sabía que una cosa era real:
Me enamoré de ti
Un amor tan profundo que te di mi todo. Mi mente, mi cuerpo, mi espíritu y mi alma.
Como un niño de seis años de edad, profundamente enamorado de ti, nunca vi el final del túnel. Sólo me veía corriendo fuera de uno.
Y por ello corrí, corrí arriba y abajo todas las pistas, después de cada balón perdido, por ti.
Tú me preguntaste por mi empuje, yo te di mi corazón, porque ello vendría con mucho más.
He jugado a través del sudor y del dolor, no porque me llamara el desafío, sino porque TÚ me llamaste.
He hecho todo por TI.
Porque eso es lo que tú haces, cuando alguien te hace sentir tan vivo como tú me lo has hecho sentir a mí.
Tú diste a un niño de seis años su sueño Laker, y yo siempre te amaré por ello
Pero no puedo amarte obsesivamente por mucho más tiempo
Esta temporada te daré todo lo que me queda dentro
Mi corazón puede soportar los golpes, mi mente puede manejar la rutina, pero mi cuerpo sabe que es la hora de decir adiós.
Y eso está bien. Estoy listo para dejarte ir. Quiero que lo sepas. Así que, ahora sí que ambos podemos saborear cada momento que nos queda juntos. Lo bueno y lo malo. Nos hemos dado todo lo que tenemos.
Y ambos sabemos que no importa lo que haga después. Siempre seré aquel niño, con los calcetines enrollados, la basura en la esquina, 5 segundos en el reloj, el balón en mis manos. 5... 4... 3... 2... 1...
Te amo, siempre,

Kobe





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