La era de Anteto. |
Hay en la biografía de Giannis Antetokounmpo algo
dickensiano, como si fuera uno de esos personajes que de manera tan hábil supo
retratar el novelista inglés en el siglo XIX. Vidas surgidas en la miseria pero
capaces de medrar socialmente en un entorno difícil, como bien refleja la obra
“Grandes esperanzas”, en la que un huérfano aprendiz de herrero se acaba
convirtiendo en caballero. Por mucho que se haya querido exagerar la vida del
jugador griego, cayendo en la hipérbole sobre la dureza de su infancia como
vendedor ambulante, no se puede negar que estamos ante una de las historias más
hermosas que nos ha regalado el baloncesto del siglo XXI, culminando, por el
momento, ya que hablamos de un deportista que tan sólo tiene 26 años, en la
consecución del anillo de campeón de la NBA refrendado con un indiscutible MVP
basado en unas medias terroríficas de 35.2 puntos, 13.3 rebotes, 5 asistencias,
1.8 tapones y 1.2 robos de balón con un 61,8% en tiros de campo. Una salvajada
para un tipo llamado a llevar al baloncesto a otra dimensión, una en la que es
justo situarle en el debate sobre el mejor europeo en la historia de la NBA, y
es que ningún otro jugador de nuestro continente puede decir que ha sido dos
veces MVP de temporada, MVP de las finales, Mejor Defensor de la temporada, y
ganador del anillo. Y repetimos, con 26 años.
Lejana queda la obscenidad que llegó a sufrir en sus carnes
cuando al recibir, por fin, después de años pateándose las calles de su Atenas
natal dedicándose en ocasiones incluso como hemos recordado a la venta
ambulante, la nacionalidad del país que le vio nacer, Grecia, el líder neonazi
del partido Golden Dawn se descolgó con unas declaraciones que no deberían
tener cabida en una sociedad como la nuestra. “Si a un chimpancé le das una
banana y una bandera griega en el zoológico, ¿eso le convierte en griego?” llegaron
a decir desde la bancada fascista. Todo esto hablando de un adolescente hijo de
inmigrantes nigerianos. La crueldad expresada en su grado más sumo sobre un
joven que, como expresa en la inscripción de la suela de sus zapatillas, es el
legado de su padre fallecido (“I am my father’s legacy”)
Antetokounmpo es uno de esos jugadores bendecidos por los
dioses del baloncesto a partir de un imponente molde físico que le hizo
destacar desde la segunda división griega, donde en el modesto Filathlitikos y siendo
todavía menor de edad era capaz de hacer de todo, incluso jugar de base.
Cuentan que Larry Drew, su primer entrenador en Milwaukee, antes de conocerle
en persona calculó que no debía medir más de 1,85 tras ver su manejo de balón
en vídeos. Posteriormente a las órdenes de Jason Kidd, uno de los mejores bases
de la historia, volvió a las posiciones exteriores demostrando que el apodo de
“The Greek Freek” no era en vano, pero ha sido en las últimas tres temporadas,
jugando cerca del aro y dejando la dirección del juego a bases contrastados
como Eric Bledsoe y sobre todo Jrue Holiday cuando el dominio del griego le ha
llevado al lugar al que estaba predestinado. Ganar el anillo.
Ha sido precisamente el cambio de Holiday por Bledsoe el
movimiento maestro para que el equipo de Budenholzer haya pasado de equipo
aspirante a real y tangible campeón. Holiday, un tipo muy querido en la liga (la
temporada pasada recibió el premio Twyman-Stokes como mejor compañero de equipo
y este curso ha sido galardonado con el Joe Dumars a la deportividad), es pura
élite defensiva en la NBA. Un base capaz de defender cuatro posiciones, a quien
hemos visto secar a Devin Booker en el sexto y definitivo partido (8 de 22 en
tiros de campo) y que deja una de las jugadas clave de las finales con el robo
al propio Booker en el quinto, con 120-119 para los Bucks y posesión de Phoenix
para consumar una remontada (llegaron a estar 14 abajo pocos minutos antes) que
no llegó cuando quedaban sólo 16 segundos para el final. Un robo de balón que
derivó en un estratosférico alley oop de Anteto servido por el propio Holiday .
El base de Chatsworth firmó 9.3 asistencias por partido, el mejor de las
finales en ese apartado, además de ser el máximo recuperador con 2.2 robos por choque.
Fueron las únicas principales estadísticas no dominadas por su compañero
Giannis, máximo anotador, reboteador y taponador de las series.
Khris Middleton ha sido el tercer hombre clave en la
franquicia de Wisconsin. Desde LeBron James en 2007 no se veía un jugador más seguro
en el “clutch” en las series de post-temporada. Su fiabilidad en el tiro
exterior y el “mid range” ha sido fundamental cuando en los finales de partido
las defensas más se cerraban sobre Antetokounmpo. Middleton ya tiene estatus de
estrella, pero su carrera se ha movido habitualmente por debajo del radar desde
que fuera elegido en segunda ronda del draft por unos Detroit Pistons que no
supieron ver su potencial (apenas jugó 27 partidos en la MoTown antes de verse
involucrado en un trade que llevaba a Brandon Jennings a Detroit), su perfil
parecía limitarse al de un “glue guy”, abnegado jugador de equipo que poco a
poco ha ido destapando su capacidad anotadora hasta explotar en estos “play
offs” con un rendimiento calculado para responder cuando su equipo más le
necesitaba, como en la remontada ante Brooklyn, anotando 30.5 puntos por
partido en las dos noches en las que el astro griego estuvo ausente por lesión
y el pesimismo se había instalado en la bancada de Wisconsin. Y es que excepto
en la serie ante Miami, saldada con un barrido de 4-0 (quien sabe cuál hubiera
sido el discurrir de la serie si el propio Middleton no hubiera sellado la primera
victoria a medio segundo del final de la prórroga de aquel primer partido de
play offs… por si fuera poco Holiday, quien si no, taponaba un desesperado
lanzamiento de Butler ya fuera de tiempo en la jugada siguiente ), en el resto
de eliminatorias los del siempre cuestionado Budenholzer han comenzado por
debajo. Ante Brooklyn tuvieron que remontar un 2-0 y un 3-2, Atlanta comenzó
ganando la final del Este, y Phoenix llegó a ponerse 2-0 en las recientes
finales por el título.
Ese 2-0 de los de Arizona basado en la imponente asociación
en el “pick and roll” entre Paul y Ayton (22 puntos y 19 rebotes para el pívot
de Bahamas en su primera aparición en unas finales) deja la sensación de
oportunidad perdida para unos Phoenix Suns que no obstante han sido la gran
revelación de la temporada, y en los que el tutelaje de la veteranía de Chris
Paul ha maridado de manera certera con la juventud de los Booker, Bridges o
Ayton, todos por debajo de los 25 años, la edad justa que tiene Cameron
Johnson, otra de las grandes esperanzas del equipo de Monty Williams. Veremos
si Phoenix son realmente el futuro o vuelven a ser un caso similar al de Miami,
que presentándose en las finales el pasado curso de manera sorprendente con un
roster también muy joven sin embargo esta temporada no han sido capaces de
superar la primera ronda. En el caso de Phoenix hay que poner en valor también
su gran temporada regular (segunda mejor marca con 51-21, sólo una derrota
menos que Utah, y muy por encima del 44-29 con el que Miami acabaron quintos en
el Este en 2020) y unas eliminatorias en las que antes de llegar a las finales
sólo cedieron cuatro partidos ante ambos equipos angelinos, dos ante Lakers y dos
ante Clippers, barriendo a los Denver Nuggets del MVP Jokic por 4-0. El curso de la franquicia de Arizona por tanto
no merece otro calificativo que el de sobresaliente.
Pero el presente es de Milwaukee y de Antetokounmpo. El
héroe dickensiano que ha alcanzado esa gloria a la que estaba destinado pero le
parecía esquiva. Giannis dibuja un baloncestista nuevo, al que los siempre
presentes “haters” tratarán de restar méritos aludiendo a su molde físico como
único valor cuando en realidad hablamos de un jugador en constante progreso (en
el partido definitivo firma un imponente 17 de 19 en tiros libres cuando era
una de las mayores aristas de su juego), inconformista, ambicioso y tan
competitivo que ha sido capaz de poner el mundo del baloncesto a sus pies con
sólo 26 años (¿hace falta recordar de nuevo que Jordan tuvo que esperar a los
28 para ganar su primer anillo?) Giannis
refiere como decimos un baloncestista nuevo y total capaz de ser igual de
demoledor a ambos lados de la cancha. Las dos imágenes icónicas que nos deja en
estas finales le muestran primero colocando un tapón sobrehumano sobre Ayton a
1.14 del final del cuarto partido evitando una canasta segura que hubiera puesto
la igualdad en el marcador. En la segunda le vemos hundiendo el aro tras el
robo y asistencia de Holiday para sentenciar el quinto encuentro a falta de 13
segundos. Dos acciones descomunales en los dos lados de la cancha para remontar
las series, poner el 3-2 en el global y viajar a Milwaukee con una oportunidad
de cerrar las finales que no dejaron escapar.
Cada uno de los 50 puntos anotados por Antetokounmpo en el
sexto partido justifican la desorbitada extensión de contrato firmada desde la
franquicia para con su estrella finalizada la temporada 2020. “Esta es mi casa”,
respondía entonces el griego, demostrando una fidelidad no tan habitual a día
de hoy en una NBA en la que el movimiento de estrellas entre clubes llega a
resultar mareante. A Giannis le han sabido rodear del contexto ideal donde lograr
explotar su atómico poder, apostando igualmente por jugadores capaces de unir
talento con estajanovismo (Holiday y Middleton) o simplemente lo segundo
(Tucker o Connaughton) Y esto es lo que hace este triunfo de Milwaukee tan
especial, revelando un quinteto titular en el que sólo la veterana estrella
Brook Lopez (máximo anotador histórico de la franquicia de Nets, precisamente
una de sus víctimas en post-temporada) presenta en su biografía un pick
realmente alto en el draft (número 10 en 2008) Jrue Holiday, un 17 en 2009 por
unos Philadelphia con los que a pesar de llegar a ser all star sufrió el
interminable proceso de reconstrucción de los 76ers, siendo una de las primeras
víctimas traspasado a New Orleans donde las lesiones y un retiro temporal para
cuidar de su esposa embarazada y diagnosticada con un tumor cerebral le
apartaron del foco. Middleton, ya lo hemos explicado, un segunda ronda cuya
primera temporada la pasó mayormente en la liga de desarrollo, como segunda
ronda fue también un P.J. Tucker al que vimos curtirse sus primeras temporadas
como profesional en ligas europeas (Ucrania, Israel, Italia, Alemania, Grecia…), y en el medio de
todo el imponente Antetokounmpo, aquel chaval sin papeles cuyo nombre comenzaba
a aparecer en las libretas de los más avezados ojeadores europeos, pero también
norteamericanos, dejando con la miel en los labios al Zaragoza y a la ACB, ya
que el equipo maño había pagado por los derechos continentales del jugador
200000 euros. Milwaukee no se lo pensó y pagó la cláusula de salida (un millón
de dólares) a la NBA para incorporar a aquel espigado jovenzuelo de 18 años
ipso facto. Con esa insultante juventud debutaba en la mejor liga del
baloncesto del mundo, apenas cuatro minutos para anotar su primer punto, un
tiro libre, frente a los New York Knicks. Ocho años han pasado entre aquel
primer punto y los 50 de su histórico sexto partido. Ocho años de grandes
esperanzas por fin cumplidas.
Un tapón para la historia. |
Exhaustivo, épico y empático. ¡Tres hurras por su verbo, caballero!
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
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