La Copa de Granada vuelve a coronar campeón al
Barcelona de Jasikevicius. Es la cuarta en los últimos cinco años, la segunda
con el técnico lituano en su segundo curso con los blaugrana. Ya no pueden
caber dudas, Saras ha invertido la tendencia dominante del Real Madrid del
mismo modo que Laso lo hizo en su día con la del Barcelona de Xavi Pascual.
Laso, al igual que en su día Pascual, se encuentra
frente a un enigma irresoluble, quizás no tanto por indescifrable como por
incapacidad de recursos. La artillería ofensiva del Barcelona sigue siendo
capaz de derribar cualquier muro defensivo y cualquier triquiñuela táctica que
proponga el vitoriano. Y la desplegada en esta última final de fase final de
Copa del Rey ha sido sencillamente magistral, tanto que los de Jasikevicius
sólo fueron capaces de anotar cinco puntos, con una sola canasta en juego
durante todo el primer cuarto. Laso volvió a demostrar su valentía, heterodoxia
y falta de prejuicios, renunciando al base puro con su nueva navaja suiza
Abalde dirigiendo las operaciones, acompañado de Deck y Taylor como estranguladores
de la circulación exterior blaugrana, Yabusele voluntarioso sobre Mirotic y
Poirier cerrando cualquier intento de canasta cercana al aro, además de salir
continuamente a las ayudas exteriores. Un sobresfuerzo defensivo brutal que
tuvo la recompensa del 19-5 con el que los de Laso cerraban el primer acto.
La duda, lógica por otra parte, estaba en el peaje
físico con 30 minutos por delante frente a un equipo que había anotado nada
menos que 210 puntos en los dos partidos anteriores frente a Baxi Manresa y
UCAM Murcia y que en cualquier momento podría despertar en ataque. Y aunque ese
despertar no fue inmediato, el 10-13 parcial del segundo cuarto favorable al
Barcelona demostraba que seguían en el partido. Ejercicio de supervivencia.
Para el Madrid tampoco era mal plan, habían conseguido un suculento botín en
los diez primeros minutos y si eran capaz de mantener el partido en esos
guarismos de escaso bagaje ofensivo podían permitirse perder los tres cuartos
siguientes por diferencias entre los tres y cinco puntos.
Pero el Barcelona salió con la lección aprendida
tras el paso por los vestuarios y fue capaz de poner una marcha más a la que un
Madrid de nuevo musculoso pero de ritmo pesado no fue capaz de llegar. Siete
puntos blaugranas en dos minutos y medio, y además permitiéndose fallar dos
tiros. La velocidad había cambiado y el golpe de timón blaugrana era evidente.
Es curioso recordar como hace años era precisamente Xavi Pascual el que
planteaba partidos espesos ante el Madrid de Laso y el vitoriano proponía ese
cambio de ritmo que el Barcelona no podía seguir. El 17-23 favorable a los de
Saras dejaba claro que el partido había cambiado y aunque los blancos seguían
cinco arriba parecía que se empezaba a jugar a lo que más convenía al vigente
campeón, que comparecía con una media de 105 puntos a favor en los dos partidos
de cuartos y semifinales.
Laso al menos había conseguido mantener con vida a
su equipo, había evitado el rodillo azulgrana de los anteriores duelos entre
los dos grandes de nuestro baloncesto, y gracias a eso pudimos disfrutar de una
final de Copa con la emoción que el acontecimiento merece. Con el necesario
factor x y héroe inesperado que suele aparecer en este tipo de citas, encarnado
en este caso en un joven lituano protegido por un Jasikevicius que ya fuera
mentor suyo en Kaunas. Y es que Rokas Jokubaitis dinamitó el partido con nueve
puntos consecutivos, un triple y dos “dos más uno” consecutivos cuando el sol
más calentaba. No faltó el momento Llull, con cuatro puntos seguidos para
empatar el partido a 59 cuando más peligraba el marcador para los de Laso.
Sería los última producción ofensiva de los blancos, resultando especialmente
dolorosa la bandeja fallada en penetración de un Deck hundido al finalizar el
encuentro. Hubiera supuesto un empate a 61 que bien podía haber cambiado el
resultado final certificado desde la línea de tiros libres por Mirotic y Davis.
Un detalle, el de los tiros libres, que volvió a resultar significativo, no
sólo por la diferencia de lanzamientos de uno y otro equipo (13 el Madrid por
24 el Barcelona) si no por el acierto frente al aro. Y es que el 7 de 13
firmado por los blancos muestra hasta qué punto llegaron a acariciar la Copa y
un mayor acierto en momentos puntuales pudo hacerles levantar el trofeo.
Durante los 40 minutos de la final desapareció cualquier posible atisbo de
psicosis infligida por el Barcelona en las tres derrotas anteriores. Queda por
dilucidar, y el tiempo lo dirá, si el resultado final vuelve a ser otro
martillazo psicológico en el no hace tanto gran dominador del baloncesto ACB o
los de Laso son capaces de ver el vaso medio lleno.
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