lunes, 20 de febrero de 2012

EL VALOR DE UNA VICTORIA

¿Qué es la victoria?, ¿qué significa el triunfo?, ¿a qué sabe?, ¿cómo se celebra? 

Llull, merecido MVP y consagración definitiva en la élite.


Escribo con las poderosas imágenes del extraordinario espectáculo baloncestístico que nos han brindado Barcelona y sobre todo Real Madrid perfectamente vivas todavía en mi retina. Un partido de los que pudiera marcar época y crear tendencia, y ojala sea así por el bien del baloncesto en general, y no sólo del madridismo. Escribo realmente emocionado como pocas veces lo he estado últimamente después de un espectáculo deportivo, quizás sólo a la altura de cuando he disfrutado con nuestra selección española. Desgraciadamente con el madridismo que milito me lleva costando cierto tiempo identificarme, como si no lo reconociera, embargado en angustiosas tribulaciones personales que evidentemente no pido que nadie comparta, pero si que se respete. Es un poco aquello que comenté en mi entrada "Blanco perfecto", que procuraba ser una defensa de nuestro gran capitán Felipe Reyes y que de un tiempo a esta parte es el habitual objeto de las críticas de ese madridismo que no me interesa. El madridismo impaciente, resultadista, empeñado en pedir cabezas y limpiezas de vestuario que ha obligado a este equipo ser un moderno Sísifo que una vez tras otra sube una ladera con la maldita culpa de su castigo a su espalda para una vez divisada la cima volver a empezar. Ese madridismo para el que nunca vale nada, y que encarna perfectamente Florentino Pérez, obsesionado en tocar teclas y comprar cromos billetera en mano buscando un éxito esquivo que sólo conoce unos ingredientes básicos: trabajo, paciencia, y fidelidad a un estilo. Ese estilo parece haberse encontrado ahora en la apuesta de Pablo Laso. No lo estropeemos, dejemos seguir creciendo este proyecto, no cometamos el error cometido con Joan Plaza, que supuso la desmembración de un equipo campeón de Liga y Copa Uleb. Siempre he pensado una cosa, y es que hay algo mucho peor que la derrota, y eso es la derrota que no te hace crecer. El empezar constantemente de cero.   

Había ganado Liga y Uleb, pero a Floren no le valía...




Sigo preguntándome a que sabe la victoria, porque al fin y al cabo, y aunque estemos hablando del club de baloncesto más laureado del continente, la realidad es que en los últimos años el Real Madrid ha perdido el status de club de primerísima fila en Europa. Sigue siendo un club grande, muy grande, pero que ha visto como con justicia otras franquicias le han adelantado sobradamente. No hay que hacer un drama de ello. Un nuevo signo de los tiempos en todo caso sólo debiera suponer más trabajo, más lucha, más sacrificio, pero siempre siendo fiel a unos principios, esos principios a los que a muchos momentos se les ha dado la espalda. Este club ha confiando más en el "nombre" que en el "hombre", ha dejado de confiar en hombres de la casa, y ha pensado que simplemente con dinero la victoria llegaría como integrada en alguna ecuación matemática.   


No fue un relevo, si no un paso atrás.



Sigo indagando en que sentido me debo de tomar el primer título obtenido por mi equipo en los últimos cinco años, y sólo encuentro que la victoria, como tal, no vale de nada. Es un simple resultado. Por eso tengo que escarbar debajo de los fríos números, detrás de ese imponente 74-91 que ha reflejado el marcador final, y ahí es donde encuentro los auténticos motivos para ser feliz con este deporte que me ha acompañado toda la vida y lo hará siempre, con las victorias y con las derrotas, ya que estas no son sino parte del juego, en realidad las dos caras de la misma moneda, y con esta moneda espero seguir jugando hasta el fin de mis días. 

Suárez, esta vez si pudo con Mickeal.


Es aventurado, demasiado, pensar que esta victoria del Madrid de Laso vaya a significar una tendencia en el baloncesto europeo. Ojala sea así y el aficionado saldría ganando. Es aventurado porque tampoco el triunfo del Zalgiris de Jonas Kazlaukas (actualmente triunfando de nuevo en el CSKA Moscú) lo supuso totalmente, aunque fue un soplo de aire fresco y un magnífico estallido de luz en medio de la oscuridad. No obstante la realidad de los años posteriores nos llevó nuevamente al baloncesto granítico, ultradefensivo y especulativo. Se ha impuesto tanto ese estilo en Europa que a muchos aficionados hoy día les cuesta reconocer otra apuesta de juego. Las críticas a Laso han sido constantes desde el principio. Puedo admitir cierta frialdad a su llegada, las dudas lógicas sobre quien en los banquillos aún no había tenido que llevar las riendas de un caballo que tuviese que salir a ganador, pero lo que me apena es que una vez vista su propuesta las críticas seguían llegando, todas en la misma dirección: “con este tipo de juego es imposible ganar títulos”. Poco importa que el equipo juegue de cine, que atraiga más espectadores que nunca, que jugadores a los que hace tan sólo unos meses veíamos mustios y cabizbajos sobre el parquet hayan recuperado la alegría y la sonrisa, con el mérito añadido de hacerlo en una temporada en la que el presupuesto para la sección se ha rebajado un 18% por cierto (por poner un ejemplo, Pablo Laso cobra menos como primer entrenador de lo que cobraba Molin como segundo) Todo eso no importa. La consigna era que con este estilo de juego no se podían ganar títulos. Este mantra erróneo y errático (como se ha demostrado en esta Copa) demuestra una incapacidad para ver el baloncesto más allá del resultado (una vez más el maldito resultadismo), una ignorancia sobre uno de los aspectos fundamentales de este deporte. La defensa. Y así se considera, sin ningún tipo de análisis ni razonamiento, que el equipo que quiere jugar "al ataque", el equipo que corre, no defiende. Falsedad. Cualquier entrenador, que, como Laso (excepto casos absolutamente extremos como Paul Westhead, cuya obsesión por el baloncesto ofensivo lo ha convertido en una especie de paranoico que llega a poner los conceptos más elementales del baloncesto en segundo plano), busca atacar el aro rival antes de que la defensa contraria esté formada, sabe de la importancia de su propia defensa. En el baloncesto había un axioma muy simple pero efectivo, el que decía "defensa, rebote y contraataque", hasta que llegaron unos señores que le quitaron la última palabra al enunciado. Se quedaron sólo en la defensa y en el rebote. La ignominia de estos planteamientos, que como digo se realizan con ligereza, mira simplemente el marcador y dice. "si ese equipo ha recibido 80 puntos, no sabe defender, por mucho que metan 90 puntos jamás ganarán títulos. Los títulos se ganan en defensa" ¿Alguien se atrevería a decir que el Madrid de Laso no ha defendido en esta final con el cuchillo entre los dientes como si les fuera la vida en ello, como si los jugadores no estuviesen disputando el último partido de sus carreras? Por otro lado, es hora de que digamos una verdad, un equipo que agota los 24 segundos de posesión (y benditos 24 segundos, que algunos aún suspiran por los 30) no es que defienda mejor, es que al consumir mayor posesión va a permitir que haya menos ataques conjuntos, entre ambos equipos. A menos ataques, menos puntos. Así de simple. Dicho de otro modo, cuando uno veía un Limoges-Panathinaikos de hace 10 o 15 años que concluyese con un 55-47, eso no quería decir que esos equipos defendiesen mejor que un partido como el de hoy con un 74-91. Cuando hay una paranoica obsesión por el control del balón y por agotar las posesiones al límite, evidentemente van a haber menos posesiones, a menos posesiones menos lanzamientos, a menos lanzamientos menos puntos. Pero jugar tus partidos a que el rival tenga menos posesiones, no significa que en tu defensa seas especialmente bueno. Miren los números esta temporada del Madrid en robos de balón, tapones y rebotes defensivos, y luego díganme que ese equipo no defiende.  

Así voçe me mata...


Y hablemos ya un poco de la final de anoche, gloriosa final. Tanto es así que desde que se juega con el actual formato de final a ocho desde aquella primera edición en Tenerife (Barcelona 110-Joventut 102) ningún equipo había sido capaz de llegar siquiera a los 90 puntos en tiempo reglamentario (Manresa, Barcelona, Baskonia y Unicaja lo lograron tras prorroga), valga este dato para darnos cuenta de las esencias “old school” que transmitió anoche el Real Madrid de Laso, frente a un Barcelona maniatado y desarbolado que ofreció su peor cara, pero aún así apenas le perdió la cara al partido hasta los minutos finales, tanta es la calidad de sus jugadores. La intensidad y dureza atrás del Real Madrid se complementó a la perfección con su habitual descaro ofensivo, demostrando que ambas filosofías, la de morder al rival y disfrutar jugando, son perfectamente compatibles. Ahí es donde se movió como pez en el agua Sergio Llull, siendo un perfecto perro de presa sobre un Marcelino Huertas que acabó abandonando el parquet absolutamente desquiciado, y quien ya en el primer cuarto en su primera sustitución lo vimos jurando en arameo en el banquillo azulgrana en vista del ritmo infernal que le estaba proponiendo su pareja de baile. Pero Llull además fue el madridista más clarividente en ataque, seleccionando bien un tiro exterior en el que ayer estaba especialmente dulce, y forzando con su físico ese tipo de penetraciones sólo permitidas a ese tipo de jugadores con esa exhuberancia anatómica. El base-escolta menorquín fue quien empezó a marcar el sendero sobre el que debía transitar el equipo, un camino al que poco a poco se fue sumando el resto del equipo, especialmente un Carlos Suárez a quien por fin vimos hacer eso que tantas veces se le ha reclamado: jugar al poste como el tres alto que es y no limitarse a tirar triples, y finalmente un Jayce Carroll que ofreció un recital ofensivo difícil de olvidar en prácticamente un cuarto y medio de partido. Sus últimos 13 minutos, con el partido en 51-52 y el Barcelona encontrando con facilidad el aro rival gracias al inconmensurable Erazem Lorbek, quedarán para el recuerdo imborrable en los buenos aficionados a este deporte. Primero un 2+1 con el que abrir el festival y posteriormente un triple para poner el 51-58 cuando el balón más quemaba. Con dos puntos más en tiros libres se ponía en ocho, en esos tres minutos de juego y cerrando el tercer cuarto. Comenzaba el último y decisivo cuarto con otro triplazo, así hasta once puntos más para cerrar su racha dejando el marcador en un 65-85 inapelable. Prácticamente fueron 22 puntos en unos 12 minutos. No quiero ni imaginar cuantos chavales pueden estar ahora mismo intentando emular al tirador de Laramie en los patios de sus colegios o sus canchas de entrenamiento. Así se hace afición. Gracias a jugadores como este americano impasible de gatillo fácil llegado con la difícil misión de hacer olvidar a nada menos que Louis Bullock después del estrambótico experimento Clay Tucker.   

El hombre de Laramie.


Por lo tanto la de ayer fue una gran jornada baloncestística colores y banderas al margen. Fue una final de las que dignifica este juego. 

Hay quien piensa que lo único importante en esta vida es el éxito a toda costa, y se olvida del camino que hay que recorrer. Esperemos que el Real Madrid no se olvide cual es el camino que le ha llevado hasta aquí, y que no lo abandone ni aún cuanto esté tentado a ello por las dudas o las derrotas. Joan Plaza pasó en muy poco tiempo de ser un héroe madridista a un paria inservible e un inútil integral que no valía para este banquillo. No cometamos el mismo error con Pablo Laso. En ese sentido, que la meta dorada hacia donde nos ha llevado este vitoriano que sigue siendo como jugador el máximo asistente histórico de la ACB, no nos haga olvidar que si hemos llegado hasta aquí es con la receta básica a la que aludía al principio de esta entrada: trabajo, paciencia y fidelidad a un estilo.    

Don Pablo Laso, trabajador, paciente, y fiel a un estilo.

2 comentarios:

  1. Gran triunfo, gran espectáculo. Me he alegrado mucho por Carroll y por Llull, con todo lo que se han tragado en estos meses...y por supuesto por Laso. Aunque creo que solo será un canto del cisne, ojalá me equivoque, pero el animal futbolístico se comerá a la sección de baloncesto, y la verdad es que tal y como está el equipo de fútbol, totalmente falto de valores identificativos con lo que siempre fué el R. Madrid, quizá sea mejor así.
    Viendo comentarios de cierta "prensa" y el impacto mediático .....porque no soporto que "futbolicen" en basket. En fin, sea lo que sea que tarde un tiempo y podamos seguir disfrutando de este Madrid de "showtime"

    ResponderEliminar
  2. Yo también prefiero que el baloncesto esté en un plano no demasiado mediático, tampoco que esté dejado de la mano de Dios, evidentemente, cuanta más gente se sume a la fiesta mejor... pero que no llegue a esos niveles de "ruido" en los que no se puede trabajar... mejor que Laso pueda seguir tranquilo...

    ResponderEliminar