La noticia baloncestística del fin de semana tiene un
claro protagonista, intérprete de un titular que nunca le hubiera gustado
encabezar. El del drama de un pabellón, el Palacio de los Deportes de Madrid,
de una afición incansable, y de un club histórico, asistiendo al descenso de
categoría por vez primera en su historia.
En efecto, el Estudiantes, junto al Real Madrid y al
Joventut de Badalona, eran hasta este pasado domingo los únicos tres clubes que
habían jugado siempre en la máxima categoría del baloncesto español desde que
tal concepto existe (el Barcelona jugó en la segunda división en los años 60),
de modo que estamos ante un descenso, se mire como se mire, histórico. Siempre
y cuando en caso de consumarse, ya que su presidente, Juan Francisco García, ya
ha asegurado que hará todo lo posible porque el club se mantenga en la máxima
categoría aunque sea a costa de que alguno de los dos equipos ascendidos (uno
el brillantísimo Iberostar Canarias, sobre quien algún día le dedicaremos una
entrada como se merece, otro, el que salga del durísimo play-off jugándose en
LEB estos días) no pueda pagar el aval correspondiente.
El descenso de categoría siempre es un drama, el lado más
amargo del deporte. En niveles de intensidad la tristeza siempre es superior a
la alegría. De modo que el pasado domingo permanece como el día más triste en
la historia de este club de 64 años de historia, por muchos y brillantes éxitos
obtenidos en un pasado no tan lejano (hace apenas ocho años este club estaba
jugando nada menos que la final de la ACB llegando a forzar cinco partidos ante
un Barcelona inmenso ganador del triplete la anterior temporada), ¿cómo es
posible pasar de ser un equipo modélico dentro y fuera de las canchas, un club
perfectamente consolidado dentro de un engranaje sólido y fuerte, a convertirse
en una especie de club fantasma casi sin identidad e incapaz de reconocer en él
las señas que le convirtieron en alternativa al poder establecido no hace tanto
tiempo?
Foto de archivo del club. Formando de pie, segundo por la izquierda, con el número 11, Antonio Diaz Miguel. |
Realmente creo que el acontecimiento del Estudiantes como
club LEB es una pésima noticia para el baloncesto español, no sólo para el
madrileño, que queda muy tocado con esto. No voy a entrar en ese tipo de
valoraciones sobre la diferencia de un club y un sentimiento, ya que todo ello
es subjetivo, y eso queda para los aficionados y seguidores del conjunto
colegial. Al fin y al cabo cada uno siempre tiende a pensar que su mierda es la
que mejor huele, y por eso se llega incluso al disparate de pensar que ser
seguidor de un determinado equipo condiciona tu personalidad, como si ser
aficionado a cierto club te convierte en una bellísima persona y serlo a otro
en un malnacido. Un sinsentido en el que no vale la pena ni pararse un segundo
(aunque hay gente que realmente lo cree, hay cabezas para todo). Por lo tanto
mi punto de vista como no seguidor del Estudiantes (aunque un poco
simpatizante) es totalmente objetivo en ese sentido. Lo que si pienso es que si
hay dos clubes de baloncesto, digamos, “especiales”, en nuestro país, esos son
el Estudiantes de Madrid y el Joventut de Badalona, la mítica Penya. Dos
entidades deportivas con una manera de trabajar muy definida, con unas
características muy marcadas, y una serie de valores (por mucho que esa palabra
ya no tenga casi sentido y hay quien hasta se atreva a decir que tal cosa en
deporte no existey sólo importa ganar, ¡cuándo precisamente el deporte nace por
reivindicar esos valores!, gracias Mourinho) muy definidos. Quizás los valores,
como las grandes cosas de la vida, como el amor, la imaginación, o incluso la
inteligencia, sea algo abstracto, y quizás se trate de que lo que es abstracto,
lo que no se puede palpar, pero si sentir, para algunas cabezas es imposible de
comprender.
El caso es que el baloncesto español le debe mucho,
muchísimo, al club del Ramiro de Maeztu. Esa línea de trabajo buscando el
forjar jugadores que mantengan una identidad consolidada y reconocible para el
aficionado por encima de los éxitos esporádicos o el triunfo inmediato y
pasajero, que también lo han tenido (tres copas del rey jalonan sus vitrinas
como éxitos más reconocibles, además de cuatro subcampeonatos de liga), esa
filosofía única (en todo caso, comparable, como decimos a la Penya) ha sido un
estímulo constante del que otros equipos (muy especialmente el Real Madrid) y
por supuesto el equipo de todos (la selección) se han beneficiado. Estamos
hablando de un trabajo de club y de cantera que ha dado al baloncesto español
deportistas como Antonio Diaz-Miguel, Vicente Ramos, los hermanos Sagi-Vela,
los Martin, Alfonso del Corral, Antunez, Azofra, Alberto Herreros, Carlos
Jiménez, Alfonso y Felipe Reyes… el número de entorchados nacionales de estos
nombres nos hacen darnos cuenta de que estamos hablando de auténtica historia
del baloncesto en nuestro país. No sólo eso, algunos de los extranjeros que más
han contribuido a hacer grande nuestra liga y elevar el nivel de competitividad
de nuestra competición han pasado por el club de Magariños. Estrellas
norteamericanas del calibre de John Pinone, David Russell, Ricky Winslow, o
tiradores de muñeca de seda como Danko Cvjeticanin perduran en el recuerdo del
buen aficionado estudiantil y de todos los que hemos crecido disfrutando del
baloncesto en este país.
El Oso Pinone, un yanqui de Connecticut que pervive como uno de los mayores símbolos estudiantiles. |
De modo que es fácil entender que no estamos hablando de
un descenso más, si no de una página de nuestro baloncesto que nadie hubiera
podido prever hace un tiempo, cuando el club estudiantil era un referente de
nuestro deporte, acostumbrado a luchar por el título y plantar cara a los
grandes, aspirante a la Copa del Rey, e incluso habitual representante español
en Europa. Pero no hay más cera que la que arde ni baloncesto que es el que se
juega en la pista, y el descenso colegial es la consecuencia de una temporada
en la que el demérito ha sido norma. Un curso baloncestístico desastroso en el
que apenas nadie puede salvarse, con un cuerpo técnico incapaz de motivar ni
enchufar a los jugadores en la competición, una directiva que lleva demasiado
tiempo envuelta en dudas, sombras y críticas y que fracasa estrepitosamente en
los fichajes que deberían sostener al equipo durante la temporada (mención
especial para Antoine Wright del que todos recordarán su “magnífico” -19 de
valoración contra el Barcelona con el que se ha asegurado un lugar en la
historia de nuestra liga), y un cuadro de jugadores en el que se lleva tiempo
creyendo y esperando su “paso adelante” sin que se haya producido, un grupo de
jugadores jóvenes que no resisten la comparación ni por asomo con los más
recientes canteranos del equipo desde los tiempos de Herreros hasta Carlos
Suárez pasando por Jiménez. Sólo Jayson Granger parece haber mostrado una
evolución satisfactoria, y a quien apunta a nueva perla estudiantil y una de
nuestras futuras estrellas nacionales, Jaime Fernández, esto le ha pillado
demasiado pronto. De modo que muy poquitas cosas se pueden salvar de la
temporada estudiantil y apenas nadie debería sentirse contento por su trabajo
realizado. Sólo Germán Gabriel y Carlos Jiménez, es decir, los veteranos, han
tenido la vergüenza torera que se le pide a este club y han dado la cara en
todo momento y luchado lo indecible para que esto no sucediera. Y por supuesto,
la afición, un valor seguro al que incluso le deben no haber registrado un peor
balance que el de las once victorias finales gracias a su aliento incansable
(recuerdo remontadas contra el Lagun Aro o Real Madrid, por ejemplo, fraguadas
en gran parte desde el empuje en la grada)
Pese al descenso, Germán Gabriel acaba firmando una temporada notable en lo individual. |
Pero no sería justo pensar que el descenso del Estudiantes
se deba, simplemente, a una mala temporada en la que no han salido las cosas o
se ha sesteado más de la cuenta. No. El devenir del club madrileño en las
últimas temporadas ofrecía un panorama no muy afortunado camino de un rumbo
equivocado que no se ha sabido enderezar, hasta llegar a esto. Como hemos
recordado al comienzo de esta entrada, en la temporada 2003-04 el club
alcanzaba el subcampeonato de la ACB, frente al todopoderoso Barcelona de Pesic
que un año antes había reinado en Europa, y que en sus filas contaba con
nombres como los de Navarro, Bodiroga, Fucka, Dueñas o Illieski. Claro que
aquel Estudiantes tampoco era manco. Jugadores como Azofra, Corey Brewer, el
gran "Pancho" Jasen, Carlos Jiménez, Iker Iturbe o Felipe Reyes
conformaban una plantilla sólida y sobre todo muy luchadora dirigida
brillantemente por un Pepu Hernandez que un par de veranos más tarde haría
historia con la selección española consiguiendo el primer oro mundial para
nuestro país. ¡Cómo enamoraba aquel equipo a cualquier aficionado independientemente del equipo que fuera! Aquel Estudiantes era un equipo que llevaba años creciendo,
tomando el relevo de los finalistas de la Korak del 99 (precisamente ante el
Barcelona) y campeón de Copa del año 2000. De hecho llevaban dos temporadas
consecutivas siendo semifinalistas, y aún tras la hazaña de llegar a aquella
final, la temporada siguiente volverían a estar entre los cuatro mejores,
eliminando al Barcelona vigente campeón en cuartos de final y cayendo en
semifinales ante el a la postre posterior campeón Real Madrid. Y a partir de
ahí... caída en picado. La llegada de Juan Francisco García a la presidencia,
con el club ya tocado económicamente, no sólo supuso el revulsivo esperado, si
no que el equipo estudiantil comenzó a acostumbrarse a coquetear muy peligrosamente
con los puestos de descenso, mientras se suceden las "caras" en la
presidencia (García, Bermudez, Tejedor...) en una peligrosa inestabilidad y
líos institucionales. Las temporadas 07/08 y 08/09 apenas hay momentos de
alegría para el aficionado, especialmente la 07/08 en la que llegaron a jugarse
la permanencia en la última jornada en aquel mítico partido en León con el club
fletando plazas de la Renfe para una afición que una vez más volvió a
responder. El equipo respondió a base de casta y coraje y orgullo por la
camiseta.
Los guerreros de Pepu, los últimos buenos tiempos. |
La apuesta por Luis Casimiro en el banquillo parecía que
podría volver a meter al Estudiantes entre la zona noble de la tabla y entre el
grupo de equipos capaces de dar algún disgusto a los grandes. Una temporada
09/10 con clasificación para la Copa del Rey y el play off por el título
parecía lanzar un aviso: Estudiantes había vuelto. Fue un espejismo. La
temporada siguiente, es decir, la pasada, se volvieron a las andadas. Cinco
derrotas consecutivas encendieron las alarmas. El equipo se puso las pilas y
reaccionó para no volver a pasar aquellos apuros y malos momentos tan recientes
que les habían llevado a vivir con el agua al cuello en las últimas jornadas.
No obstante el daño ya estaba hecho. Se había instalado en la plantilla un nada
estimulante conformismo que no ayudaba a crecer a quienes se confiaba volvieran
a reverdecer viejos laureles para el club a base de apostar por ellos y
trabajar con paciencia, hablamos de los Granger, Clark, o el más reciente caso
de Driesen. Los problemas económicos, que obligaban a técnicos y directivos a
tener que hilar muy fino en el tema de los fichajes, sobre todo
extracomunitarios, hicieron el resto. Quizás si esta última reacción con Trifón
Poch en el banquillo hubiera llegado antes, quizás si se hubiera apostado desde
el principio por jugadores de un perfil más generoso con el equipo y el juego
colectivo como Tariq Kirksay en vez de los Flores o Wright... demasiados quizás
para un equipo que no supo hacer los deberes a tiempo. Y demasiados cambios
sobre la marcha tratando de enderezar el rumbo de un barco demasiado a la
deriva. El último movimiento desesperado con la contratación del otrora excelso
Louis Bullock tampoco se ha acabado de entender, llegando tocado físicamente
para jugar los tres últimos partidos (7, 15 y 6 minutos respectivamente) en
decrimento de jugadores que todavía estaban adaptándose y comenzando a
enchufarse al equipo (Lofton o Deane) Tremenda manera de emborronar el
historial de quien ha sido uno de los más brillantes jugadores ACB de los
últimos tiempos.
Claro que si hablamos de historiales, nada es comparable a
la situación que ha tenido que vivir el gran capitán Carlos Jiménez. Un jugador
con 17 temporadas ACB a sus espaldas, 12 de ellas en el Estudiantes, 170 veces
internacional con la selección española absoluta con la que ha sido seis veces
medallista y ganador del último título del club colegial (la Copa del 2000), ve
terminada su carrera con un último partido que supone el descenso del club de
su vida. No, la vida a veces no es justa.
El final que no merecía. |
Personalmente, y para finalizar este requiem por el club
estudiantil en el que hemos querido incidir en el hecho de que este descenso no
obedece a una mala y puntual temporada si no que se ha tratado de una lenta y
progresiva caída hacia el abismo, yo opino como la Demencia, quienes ya se han
pronunciado sobre el hecho de que el club trate de ganar en los despachos lo
que no ha conseguido en las canchas. Creo que por muy doloroso que sea, esto
tiene que ser una oportunidad para el histórico club de enfrentarse a una
necesaria regeneración que les reencuentre con las señas de identidad que le
convirtieron, más allá de un club "simpático", peculiar, y todo lo
que se quiera, en un equipo grande, luchador, orgulloso y con capacidad de
sacrificio para medirse a clubes más poderosos sin perder nunca la cara. No
obstante, y pase lo que pase, ¡suerte toreros, os estaremos esperando!
El eléctrico Jaime Fernandez, la piedra sobre la que debe construirse el nuevo Estudiantes. |
PD: Comencé a escribir esta entrada anoche, y hoy me levanté con una noticia que no podemos dejar pasar por alto, aunque no tenga que ver con el mundo del baloncesto, pero si con los estudiantes, y en este caso, los de verdad. En vísperas de una serie de justas protestas que comienzan mañana contra unos recortes en educación en absoluto necesarios para cualquiera que eche unas simples cuentas sobre fraude fiscal, indemnizaciones multimillonarias de grandes directivos, sueldos políticos y demás sinvergonzonerías que hemos consentido entre todos en este país, un periódico ha decidido traspasar una línea peligrosa que les convierte en auténticos cómplices, responsables y partícipes de toda la situación en la que vivimos, poniendo en la diana de la opinión pública a cinco jóvenes con rostros, nombres, apellidos, y datos personales y contribuyendo a desviar la atención sobre los auténticos problemas que vive el ciudadano medio de este país, dándole una puñalada trapera además al código deontológico periodístico que en su artículo 13 punto 1 dice:
"El/la periodista respetará en su trabajo informativo la intimidad y
la dignidad de las personas, al tiempo que eludirá proporcionar datos que
identifiquen a los/las protagonistas de la información cuando puedan
ocasionarles daños morales, tanto en su esfera personal como en su entorno
familiar y social."
Triste día por lo tanto para quienes aún creemos en algo de lo que hemos hablado en esta entrada: valores. Principios, ética, integridad, moral.
Nada de eso importa hoy día, nunca pude intuir un panorama tan triste para el ser humano, por dentro y por fuera.
Que pena joder, aunque hace años que no sigo el baloncesto, cuando jugaba y me gustaba más el baloncesto era del estudiantes. La verdad que me encantaba ir al palacio de los deportes, menuda emoción cada vez que iba!
ResponderEliminarsaludos
El espíritu del Estu siempre sobrevivira, ya sea en la ACB, EBA, con el femenino, donde sea y eso es lo importante. Es paradójico, pero andaba muy ilusionado con este año: volvía Pepu, se contaba con la cantera, yankees de supuesta calidad...y luego fíjate.
ResponderEliminarPdt. Nunca me he tomado muy en serio a la Razón, no es más que el Jueves de la derecha; pero se han psado de la ralla.
De nuevo un gran post con el que estoy totalmente de acuerdo. Lo del Estu es la crónica de un descenso anunciado, pero no necesariamente eso es algo malo.
ResponderEliminarEn este tipo de cosas yo soy bastante pragmático, el hecho de haber visto desaparecer a mi equipo (Gijón Baloncesto) y ser testigo año tras año de las miserias del Sporting me hacen ver las cosas de otra manera.
No hay que hacer un drama. En LEB con esa masa social estarán arriba, disfrutando de buen baloncesto, y es cuestión de tiempo que regresen a ACB. Incluso el hecho de estar en una categoría inferior puede dar más protagonismo a la cantera y oportunidades a chavales para los que dar el paso directamente a la ACB puede quedarles grande. Si es cierto que a priori y sobre el papel, lo tenían todo para hacer un año más que decente, pero creo que a Pepu se la escapó el vestuario (dicho esto con el respeto que me merece un campeón del mundo y grande del baloncesto español)y la solución llegó tarde. Ascender en los despachos sería peor que estar en LEB, de eso estoy seguro.
En cuanto al otro gran protagonista, Carlos Jiménez, poco más se puede decir de este fenómeno. Tan solo que espero poder estrechar su mano dentro de unos días y darle las gracias personalmente por todo lo que nos ha dado a los aficionados al baloncesto nacional, ya que estará en un campus al que asistirá mi hijo (si, estoy más nervioso que el, los crios de hoy en día se saben de memoria la alineación de los Heat de Miami, pero de ba-lon-ces-to poquito....).
Nada más y lo dicho, gran post. Te sigo leyendo.
Evidentemente Pepu es un tipo que no se merece ni un reproche por todo lo que ha hecho por este deporte, pero es cierto que esta temporada, por lo que fuera, ni acertaba con la tecla ni lograba transmitir ni nada... él mismo se dio cuenta, recordad que ya en navidades presentó la dimisión y no se la aceptaron... fue un error.
ResponderEliminarQue bueno lo de tu hijo, Marcos, vas a disfrutar tú más del campus que él por lo que veo.
ResponderEliminarjeje, ya te contaré ;)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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