La lesión de Derrick Rose en los instantes finales del
primer partido de la serie eliminatoria contra Philadelphia 76ers supone un
duro golpe, primeramente para los Chicago Bulls y sus aspiraciones como tercer
equipo de la liga en discordia, el único capaz de presentarse con reales
opciones de romper el guión de la pronosticada (y sin duda esperada por Stern,
deseoso de comenzar a vender una rivalidad LeBron-Durant que puede ser
histórica y duradera) final Miami-Oklahoma, pero también un jarro de agua fría
para la propia liga y aficionados de cara al espectáculo de los Play-Offs.
Una vez más volvemos a hablar del terrorífico ACL (anterior
cruciate ligament), es decir, la rotura del ligamento cruzado anterior. La
misma lesión que Ricky Rubio, como recordarán. De hecho es la cuarta lesión de
ACL de la temporada en la NBA (Eric Maynor, de Oklahoma, tuvo la desgracia de
abrir el club esta temporada, seguido de nuestro Ricky, para finalizar con
Derrick Rose y el estupendo rookie de los New York Kinicks Iman Shumpert,
lesionados de esta gravedad el mismo día. Los cuatro son jugadores jóvenes,
todos por debajo de los 25 años, y quienes a partir de ahora vivirán con la
sombra de la amenaza de una recaída de una lesión que casi siempre deja secuelas,
baste decir que en 70% de los casos de deportistas lesionados en su ACL acaban
recayendo (y tenemos el desgraciado caso del futbolista Sergio Canales bien
reciente). Nada será lo mismo para estos jugadores, sencillamente porque su
rodilla lesionada jamás será la misma. Está es la triste, cruda y descarnada
realidad. Por mucho que Ricky vuelva a enamorarnos con su magia, o por mucho
que Rose vuelva a moverse como un puma por las canchas, siempre tendremos esa
espina clavada de pensar que nos hemos quedado sin ver el 100% de su potencial
por culpa de esta maldita lesión.
Derrick Rose, Annus Horribilis. |
El reciente caso de Rose vuelve a poner sobre la mesa el
debate sobre lo inhumano de esta peculiar temporada del lock-out y la
brutalidad de la condensación de los 66 partidos por equipo en tan solo 4
meses. Yendo más allá, nos llevaría a una reflexión más profunda sobre en que
se ha convertido el deporte profesional hoy día. Una reflexión necesaria por
mucho que nos duela a los aficionados más obsesivos con el deporte entre quienes
me incluyo. Esos que somos devoradores y consumidores voraces de la mayor
cantidad de deporte posible, a todas horas, a cada instante, buscando siempre
un escenario donde encontrar algún titán desafiando los límites del ser humano.
Hay que parar. Estamos exprimiendo demasiado todo esto. Convertimos a los
deportistas de elite (privilegiados y en la mayoría de los casos
multimillonarios, eso tampoco lo olvidemos) en gladiadores a los que queremos
ver cada día en la arena sin importarnos que no hayan tenido tiempo de
cicatrizar sus últimas heridas. No importa. Les exigimos que den el máximo y
que incluso vayan más allá. Que jueguen más minutos, que corran más, que salten
más alto, que peguen más fuerte, que pedaleen con más ritmo, que no
desfallezcan ni tomen aliento mientras compulsivamente golpeamos las teclas de
nuestro mando a distancia en busca de un nuevo ídolo con el que ocupar el vacío
dejado por nuestro último juguete roto, ese al que dejamos tirado en una
esquina con las piernas rotas o con un chute de anabolizantes aún latiendo
sobre su brazo.
Nuestra exigencia no conoce límites, y por eso no tenemos
ningún reparo en darles la espalda cuando cometen ese lógico y humano error que
en el cara y cruz del juego les condena a la derrota, y somos tan hipócritas
como para machacarlos sin piedad y aplaudir su escarnio público en el momento
en el que sus ánimos flaquean y buscan sacar nuevas fuerzas recurriendo al
impulso de la química.
Volviendo al tema Rose, su baja, como es lógico, supone
también su ausencia de los JJOO de Londres. Un contratiempo más para un Mike
Kryzewski que ha visto como han ido cayendo jugadores de su preselección
(Billups, Aldridge, Odom, Howard y ahora Rose), y que se ve por tanto obligado
a cambiar sus planes iniciales de no llamar más jugadores de cara a formar la
selección definitiva (Andrew Bynum ya ha dicho que no piensa ir), no obstante,
hablando de un país bajo cuya bandera juegan los Kobe, Wade, LeBron, Durant,
Paul, Love, etc, que nadie dude que siguen siendo los grandes favoritos a
repetir oro.
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