miércoles, 11 de noviembre de 2015

THE (BAD) BOYS ARE BACK IN TOWN





Con dos semanas de competición NBA disputadas parece claro que ya tenemos equipo revelación, con gran gozo por nuestra parte como seguidores de la franquicia de la MoTown, y es que el 5-2 con el que ha arrancado el equipo de Stan Van Gundy el presente curso es su mejor comienzo de temporada en mucho tiempo. Queda todo un mundo (75 partidos nada menos), y debemos ser cautelosos, dada nuestra gran capacidad para gafar todo proyecto esperanzador que analizamos en esta página, pero parece claro que esta campaña los seguidores de los Pistons tenemos razones para el optimismo y para trasnochar o, como es mi caso, ver al día siguiente cada uno de los partidos de nuestro equipo en diferido. 


Se ha hablado mucho de la transformación en el roster llevada a cabo por Stan Van Gundy durante el año pasado y el anterior verano, intentando fotocopiar (salvando las distancias) la fórmula que le hizo campeón del Este con Orlando Magic en 2009. Hay que recordar que Stan The Man llega a unos Pistons en principio ilusionantes, con mucho talento representado en Brandon Jennings, Josh Smith, Greg Monroe y Andre Drummond. Unos “Fab Four” con posibilidades reales de ser equipo dominante en el Este… si alguien es capaz de encajar tanto kilo, músculo y centímetro junto. Van Gundy, a la sazón general manager del equipo tras la no renovación de contrato de un cada vez más errático en sus decisiones Joe Dumars, pronto se encuentra con el problema de que Smith sigue sin definir su juego entre “tres” y “cuatro”. Pésimo lanzador exterior, su intención de ocupar la zona provoca un dolor de cabeza para el entrenador, que ya tiene a dos auténticos pesos pesados como Monroe y Drummond, quienes estaban llamados a ser la mejor pareja interior del Este. Al técnico no le tiembla el pulso y antes de ecuador de la temporada rescinde el contrato del alero de Georgia. El balance era desolador. Un indecente 5-23. Sólo cinco victorias en 28 partidos. Prescindir de J-Smoove, quien había sido uno de los agentes libres más deseados en el verano de 2013 y se había vendido como uno de los mejores aciertos desde los despachos de la MoTown en mucho tiempo, parecía una locura. Ni siquiera era un trade. No recibían nada a cambio y el contrato de Smith seguía contando como masa salarial para la franquicia (lo están pagando a plazos) De modo que ni siquiera ganaban en espacio salarial… pero ganaban en espacio en la zona. Y mientras los aficionados nos tirábamos de los pelos Van Gundy iba diseñando su plan. Nueve victorias en los diez partidos siguientes (siete victorias consecutivas) pronto nos hicieron olvidar a Smith, con un Brandon Jennings jugando el mejor baloncesto de su carrera. El equipo iba como un tiro y directo a play offs hasta la lesión del talentoso base californiano. A finales de Enero la dirección del juego queda en manos de un point guard menor como D.J. Augustin, hasta que en un trade a tres bandas los Pistons consiguen a Reggie Jackson, vital para reconducir el equipo debido a la grave lesión de Jennings (rotura del tendón de Aquiles), quien de hecho todavía no ha podido estrenarse esta temporada y no tiene fecha de regreso a las canchas. Jackson es un base con mucha calidad pero fama de individualista, quien vivía a la sombra del descomunal Russell Westbrook en Oklahoma City. Los números de Reggie en el final de temporada con la camiseta del equipo de la ciudad del motor son muy buenos (17.6 puntos, 9.2 asistencias y 4.7 rebotes por partido), y aunque no tiene el impacto de Jennings en el número de victorias (de hecho nueve derrotas consecutivas alejan al equipo definitivamente del sueño de jugar post-temporada), su condición de agente libre para el inminente verano hace que Van Gundy decida retenerle en Detroit con un contratazo (80 millones de dólares por 5 años)  


Pero la gran noticia del verano en la MoTown tiene el nombre propio de Greg Monroe. Una de las figuras de los Pistons, quien fuera número 7 del draft de 2010 y por tanto una de las más claras apuestas de futuro de la franquicia, ve la llegada de Ersan Ilyasova como una declaración de intenciones de Van Gundy. El técnico californiano quiere un cuatro abierto y no tiene intención de contar con Monroe y Drummond juntos. El interior de Luisiana emigra precisamente a Milwaukee, de donde procede precisamente Ilyasova, para firmar por el máximo salarial y convertirse en la gran referencia en la zona de uno de los equipos más prometedores de la actual NBA como son los Bucks de Jason Kidd (aunque su comienzo de temporada ha estado por debajo de las expectativas) De modo que de aquel cuarteto estelar de Jennings-Smith-Monroe-Drummond, nos quedamos en este comienzo de curso solamente con el bestial Andre Drummond… y la cosa funciona. 


Y es que los movimientos de Van Gundy en los despachos se han mostrado acertados. Junto a Ilyasova llegaba también Marcus Morris, otro jugador que sin mucho nombre ni ruido ha sido todo un acierto. De este modo Van Gundy logra replicar un quinteto con unas características muy similares a las de los Orlando Magic de 2009. Drummond, convertido en su Dwight Howard particular (va camino de superarle, aunque en tiros libres es incluso peor que el actual pívot de los Rockets), Ilyasova, un “stretch four” al estilo Rashard Lewis, y Morris como un nuevo Hedo Turkoglu, haciendo daño al poste y desde el exterior (aunque sin la capacidad para subir la bola y dirigir ataques del turco, ejemplo de “point-forward” en sus mejores años) Jackson y Caldwell-Pope parecen un “backcourt” aún superior al que formaron en su día Nelson y Courtney Lee, y cuando vuelva Jennings incluso es posible que veamos a los dos bases juntos, con Jackson, cuya capacidad anotadora está fuera de toda duda (tremenda su exhibición en el último cuarto de la remontada en Portland), jugando de dos.     



Marcus Morris, el tapado de Van Gundy



Pero la gran diferencia respecto a pasados cursos en estos Pistons para asemejar ahora un equipo capaz de plantar cara a cualquier rival en la mejor liga del mundo es la recuperación de viejas características que parecían ya desterradas en Auburn Hills, y que fueron las que llevaron a esta franquicia a ganar tres anillos, primero en los tiempos del Pontiac Silverdome (por cierto, próximo a ser demolido), con el inolvidable Chuck Daly en el banquillo, y posteriormente en el 2004 con los Billups y compañía. Hablamos de química, defensa, dureza física y mental.   


Sextos en puntos permitidos y segundos en rebotes, Van Gundy ha logrado inocular las necesarias dosis de sacrificio en la parte posterior de la cancha para que el equipo cierre al aro y sufra desde la defensa para ganar partidos (obsérvese la remontada ante Portland), por si fuera poco ningún equipo rebotea más en aro contrario que estos hambrientos Pistons. Drummond es el jefe, pero Marcus Morris no le pierde la cara a ninguna pelea, incluso Ilyasova o un jugador con apariencia engañosamente frágil como el tirador Caldwell-Pope. En un banquillo muy limitado por la ausencia de Jennings y la lesión por varios meses de Jodie Meeks (jugar en la NBA de hoy día con Steve Blake de segundo base es un hándicap incalculable), SVG encuentra petróleo en dos jugadores con auténtico ADN Bad Boy. Uno llegado desde el draft. Un Stanley Johnson que ya ha enamorado a todos los aficionados por su entrega y lucha en la pista, su defensa y su ansia de rebote. Ya nadie se acuerda del debate sobre si era mejor Justise Winslow, alero elegido por Miami justamente dos puestos después en el pasado draft y con un perfil similar al de Johnson (incluso con parecido peinado) Stanley Johnson arrastra detrás suyo además una muy emotiva historia que le hace ser uno de los favoritos para los aficionados. Hijo de padre atleta, su madre Karen fue jugadora profesional de baloncesto cuando todavía no existía la WNBA (liga que arrancaría en 1996), por lo que tuvo que labrar su carrera en Europa. Con el divorcio de sus padres poco antes del nacimiento de Stanley, de una manera amistosa Stanley Sr. accedió a que el tutelaje del chaval correspondiese a la madre. Johnson, como no podía ser de otro modo, pronto empezó a interesarse por el deporte, y dado que su madre había sido profesional de la canasta, tras coquetear con fútbol americano y baseball finalmente siguió los pasos de su progenitora, quien a la postre se convertiría en su mejor entrenadora y maestra y educó al chico en las canchas y en la vida. “Dios, Iglesia y baloncesto”, asegura el propio Johnson que eran los principios en los que se basaba la vida de madre e hijo. Pero con 19 años, y a principios de Agosto, Stanley Johnson dejaba este triste twitter para sus seguidores: “Forever in my heart Always watching my back My angel from above I'm the luckiest kid in the world” Y es que el bueno de Stanley perdía a la persona más importante de su vida, la mujer que le preparó para ser una estrella del baloncesto, y que ni siquiera pudo llegar a verle debutar como profesional. 


El otro favorito para los aficionados desde el banquillo, que nos hace recordar la pura esencia Bad Boy, es el australiano Aron Baynes. Un jugador que no llamó la atención de la NBA tras su paso por la universidad de Washington y tuvo que buscarse la vida en Europa (muy recordada su etapa en el Olimpija Ljubljana jugando Euroliga) Los aficionados le recordamos también por su magnífico papel en el Mundial 2014 con la selección de su país. Popovich, ese especialista en sacar petróleo de cualquier jugador, confió en él para sus Spurs, donde tuvo sus minutos como jugador de rotación. Su intensidad y entrega ahora se disfruta en Detroit. Algo así como el Felipe Reyes australiano.



No nos engañemos, la plantilla de Detroit es muy limitada, y el banquillo deja bastante que desear, pero Van Gundy está logrando que incluso “elementos extraños” como Anthony Tolliver se dejen la piel por la camiseta azul de los Pistons. Veremos cómo transcurre la temporada para estos nuevos Detroit que buscan ser los Bad Boys 3.0 tras los de Chuck Daly y Larry Brown. Tras tantos años de travesía por el desierto y de estar fuera de play-offs, con jugar post-temporada podríamos darnos por satisfechos. Pero sobre todo el optimismo llega por ver recuperadas las viejas esencias que hicieron a Detroit Pistons una franquicia respetada en la NBA. La particular química que rodea a los chicos más duros de la liga.       




Aron Baynes, de los que se parten la cara.


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