"Ando muy cerca ya de convencerme de que si algún día tuviera un hijo difícilmente le recomendaría, por su propio bien, estudiar periodismo. Si sale bueno, me da que no tendría trabajo. Si en cambio sale malo tendría todas las papeletas para tener trabajo y hasta un buen dinero. Pero entonces no sería mi hijo." (Gonzalo Vázquez, La Unidad Invisible LIII, 11-10-2011)
Pocas veces el título de una entrada de este blog resultó una mentira tan descarada. No, evidentemente no todos somos Gonzalo Vázquez. De hecho Gonzalo Vázquez sólo hay uno. No sólo es poseedor de un estilo único, si no que además a su lado sólo se contempla la más terrible aridez desértica en una profesión que desde hace un tiempo puso en un muy segundo plano la calidad del trabajo para beneficio de términos como cantidad e inmediatez de la información. No importa como se cuente, no importa siquiera que la información no haya sido contrastada, no importa que cometas tamañas faltas de ortografía que harían sonrojar al mismísimo Mauricio Colmenero, y tampoco importa en absoluto que tu texto esté escrito como el orto de un simio. Por no importar no importa incluso que se mienta descaradamente. Esos tiempos en los que detrás del periodismo deportivo solían encontrarse plumas cargadas de brío capaces de transmitir emociones y sensaciones de puro vértigo vital empuñadas por tipos de aura entre melancólica y aventurera y afines a unos principios sólidos como las columnas del Partenón han sido sustituidos por el “apasionante” submundo de los “tweets” e informaciones de cuantas menos palabras mejor, no vaya a ser que al sufrido lector le vaya a dar una embolia cerebral si tiene que leer más de dos frases seguidas.
Pocas veces el título de una entrada de este blog resultó una mentira tan descarada. No, evidentemente no todos somos Gonzalo Vázquez. De hecho Gonzalo Vázquez sólo hay uno. No sólo es poseedor de un estilo único, si no que además a su lado sólo se contempla la más terrible aridez desértica en una profesión que desde hace un tiempo puso en un muy segundo plano la calidad del trabajo para beneficio de términos como cantidad e inmediatez de la información. No importa como se cuente, no importa siquiera que la información no haya sido contrastada, no importa que cometas tamañas faltas de ortografía que harían sonrojar al mismísimo Mauricio Colmenero, y tampoco importa en absoluto que tu texto esté escrito como el orto de un simio. Por no importar no importa incluso que se mienta descaradamente. Esos tiempos en los que detrás del periodismo deportivo solían encontrarse plumas cargadas de brío capaces de transmitir emociones y sensaciones de puro vértigo vital empuñadas por tipos de aura entre melancólica y aventurera y afines a unos principios sólidos como las columnas del Partenón han sido sustituidos por el “apasionante” submundo de los “tweets” e informaciones de cuantas menos palabras mejor, no vaya a ser que al sufrido lector le vaya a dar una embolia cerebral si tiene que leer más de dos frases seguidas.
GV en el Prudential Center de Newark bajo los banners del equipo de hockey hielo New Jersey Devils |
Por lo tanto seamos sinceros, Gonzalo es lo que se suele decir un tipo “único en su especie”, una anomalía, un outsider, el “I don’t fit in” de la Paul Collins Beat. Si recurrimos a este tópico grito solidario con el que hemos titulado nuestra entrada de hoy es porque todos los seguidores del deporte en general, del baloncesto en particular, y de la NBA en concreto, hemos recibido una puñalada con el anuncio de la despedida de Gonzalo Vázquez de ese Nueva York desde donde ha estado más de dos años narrándonos la NBA desde dentro, haciendo un auténtico periodismo de trinchera y supervivencia. Cumpliendo su gran sueño de seguir el mayor espectáculo del mundo desde su interior, un sueño que, como hemos podido comprobar, encerraba su lado amargo, su reverso oscuro y tenebroso.
No conozco personalmente a Gonzalo Vázquez, mi única relación con él se ha basado en algunos cordiales y cibernéticos intercambios de mensajes, palabras y opiniones, pero la fuerza de sus textos y la inteligencia con que ha tratado cada tema que ha tocado alrededor del mundo de la canasta me han producido placeres difícilmente explicables a través de las palabras, esas que tanto se esmera en cuidar este artesano de la comunicación deportiva. He probado a acercar la obra de Gonzalo a gente que no es afín al baloncesto, y en todos los casos la respuesta siempre ha sido positiva. Vázquez trasciende el contexto deportivo para erigirse en un escritor con mayúsculas.
La importancia de la figura de Gonzalo Vázquez en el actual conocimiento de la NBA que tenemos en España hoy día es tal que dudo que no haya un solo seguidor de la liga estadounidense que no haya degustado en alguna ocasión cualquiera de sus escritos sobre el baloncesto yanqui. Recordarán los lectores de este blog que Gonzalo ya protagonizó una de nuestras entradas (entrada que por cierto figura como la más leída en la corta historia de este blog, por si alguien tiene dudas sobre lo que significa el nombre de Gonzalo Vázquez para el aficionado exigente y que busca calidad informativa sobre la liga profesional estadounidense), por lo que no vamos a extendernos demasiado en repetir todo lo que significa la existencia de un escritor de este calibre entre las batallas del parquet y las algarabías de los vestuarios de las franquicias NBA. Pero ciertamente y por estos pequeños instantes, déjenme creer que todos somos Gonzalo Vázquez…
Basket a flor de piel. |
Anoche, mientras hacía tiempo para ver el vigesimoprimer partido de Ricky Rubio con la camiseta de los Minnesota Timberwolves (y de nuevo otra exhibición del genio español con su noveno doble-doble de la temporada, desatando en el tercer cuarto un infierno ofensivo sobre la cancha que ha sido de lo mejor que llevo visto esta temporada en la liga, aunque ya nos detendremos sobre eso en otra ocasión), me acerqué a esa “Unidad Invisible” de Yahoo Eurosports en busca de la última actualización de Gonzalo, para paladearla entre las volutas de humo sucesoras de otra de mis tardías cenas para dejar atrás una jornada más de infumable espanto laboral y me encontré con su sincera, desgarradora y bestial carta de despedida de esas unidades que tanto nos han acompañado durante los dos últimos años a tantos y tantos aficionados (y cada vez más, diría yo, creándose una especie de culto alrededor de la figura de Gonzalo de manera natural, sin apenas grandes altavoces ni estridencia mediática, simplemente con el “boca a boca” entre los buenos aficionados que se sientan a leer y encuentran por fin aquello que llevaban tiempo buscando y en los grandes panfletos nadie era capaz de dárselo, más preocupados por el último exabrupto de Mourinho o la enésima chiquillada de la estrella de turno), de modo que anoche me di una cibervuelta por esos mundos de Dios y pude que constatar que, en efecto, ayer todos éramos Gonzalo Vázquez, y en un buen número de foros y blogs los aficionados se hacían eco de la noticia cargados de la lógica pesadumbre. Tantos que no podría enlazarlos todos, aunque los fui publicando en mi muro de Facebook, por si a alguien le interesa echarles un ojo, cosa que dudo en vista de que lo único que parece llamar la atención en tal red social es el 5% de tiempo y espacio que puedo dedicarle a asuntos, digamos, políticos, que yo prefiero llamar sociales, viendo como en cuanto me hago eco de algún escándalo o vergüenza de esos que se hacen llamar nuestros representantes, alguien acude al grito de “¡y tú más!”, como para demostrar que el talibanismo de las siglas políticas ha sido capaz hasta de imponerse a nuestro sentido común. Como digo repasé y leí las reacciones ante la noticia del abandono de Gonzalo del epicentro de la NBA, buscando por ese tipo de escenarios un poco “undergrounds” de la red, no en las webs de información deportiva o general, ya que Vázquez es como decimos una figura de culto, lo cual no significa ser una figura “popular” o “famosa” (es decir, Belén Esteban puede ser todo lo famosa que quiera y que le guste pensar que es, pero no encontraría culto alguno hacia su figura ni entre los barrotes de las jaulas del zoológico de la Casa de Campo de Madrid… o eso me gustaría creer) y sentí en esa noche triste (alumbrada minutos más tarde por los furiosos relámpagos de Ricky Rubio) un especial hermanamiento con esos blogs también dedicados a la canasta. En mayor o menor medida Gonzalo nos ha influido a todos, nos ha demostrado que el baloncesto y el cuidado de las formas literarias no deberían ir reñidos.
Gonzalo, en la línea del frente. |
Tampoco queremos perder la perspectiva de las cosas del mundo y de la vida. La noticia nos duele, nos golpea duro, hunde nuestra mejor fragata, el barco del que más orgullosos nos sentimos, pero afortunadamente no estamos hablando de ninguna de esas cosas irremediables y que suponen el fin absoluto. Seguiremos disfrutando de Gonzalo en otros frentes, seguro. Suponemos que El Punto G continuará ofreciéndonos vidas y milagros de nuestros santos favoritos, bajadas a los infiernos de ángeles caídos, y en definitiva toda esa intrahistoria tan apasionante del baloncesto estadounidense. Espero igualmente que la revista oficial de la NBA recupere su ritmo mensual en la que Gonzalo nos deja el recuerdo de algún momento mítico del baloncesto norteamericano más reciente. También hemos conocido de la inminente aparición de una nueva publicación, “Cuadernos de Basket”, que han tenido el enorme acierto de contar con Gonzalo. Atención a esto porque tiene una pinta bárbara, mantendremos informados sobre este nuevo proyecto en la medida de lo posible. Y también hay que recordar, y celebrar, que Vázquez ha sido uno de los recientes fichajes de esa web tan interesante llamada Jot Down Cultural Magazine (de donde hemos sustraído impúdicamente las fotos para la entrada), un magazine virtual que intenta arrojar una mirada lúcida e inquieta sobre la actualidad, mundo del deporte incluido. Pero que quieren que les diga, yo tenía una especial predilección por La Unidad Invisible. Ese diario empapado de bucolismo ruidoso y urbano por donde transitaban las noctámbulas aventuras de nuestro autor favorito, quien nos abría las puertas de su nictálope existencia entre amoríos varios, achaques de salud, y por supuesto, encuentros de baloncesto más grandes que la vida. Sabemos que hoy día no está bien visto mostrar las vergüenzas del alma, u ofrecer ese “corazón al desnudo” del que hablaba Baudelaire, el único exhibicionismo que se permite es el de las tarjetas de crédito y la cuenta corriente, las cenas lujosas en los restaurantes más caros de la ciudad, o los viajes exóticos en primera clase, todo lo que valga para demostrar un exquisito tren de vida reservado para los elegidos. Desde aquí reivindicamos al hombre, y cuando decimos al hombre decimos al HOMBRE que se enfrenta desnudo a sus miedos y temores y exorciza sus fantasmas como puede, a través de copas infectas en los peores tugurios posibles, o derramando sangre negra sobre la blancura de un folio inmaculado. Por eso el Gonzalo Vázquez de La Unidad Invisible nos parece un gigante de las letras y de la vida, y adlátere a ello está ese mundo del baloncesto que nos permite traerlo de nuevo a este humilde rincón.
Baudelaire, corazón al desnudo cabalgando el albatros. |
Para hacer más doloroso todo este asunto, anoche mientras leía las “últimas palabras” (al menos en cuanto a La Unidad se trata) de Gonzalo Vázquez, hacia un pequeño zapeo radiofónico en busca de sonidos con los que calmar el hambre de la solitaria noche, ese escenario que puede enloquecer hasta al más cuerdo de los hombres si no lo amansas a base de buenos pensamientos, y me encontré con esa infamia llamada “Punto Pelota” que parece ser ha revolucionado el mundo de la información deportiva, un mundo que si se encontraba en las alcantarillas, pasa directamente a las cloacas con engendros así. La voz de ese infraser balbuceante llamado Siro López golpeaba mis sienes a la vez que leía las calamidades a las que tenía que enfrentarse Gonzalo desde Nueva York durante todo este tiempo para poder ofrecernos un pedacito de ese sueño, pedacito que para muchos de nosotros ha sido el mayor sustento sobre el deporte que más amamos que hemos recibido jamás. No exagero un ápice si reconozco que estuve a punto de arrojar el aparato de radio por la ventana, e incluso llegué a pensar en precipitarme yo mismo visto los niveles de embrutecimiento y pobreza intelectual a los que ha llegado este mundo en el que la inteligencia sigue viviendo bajo sospecha. Por ello no es tanto un sentimiento de pena el que nos mueve como el de frustración, de rabia por la injusticia de que haya cosas que no se valoren, o de que el talento más que un buen arma con el que acompañarte en la vida, hoy día no sea más que una pesada alforja de la que es mejor desprenderse cuanto antes, no vaya a usted a convertirse en lo que sigue siendo el mayor estigma para un ser humano desde que el mundo es mundo: en un perdedor.
En definitiva, la misma rebeldía que te produce el saber en el que vives en un mundo en el que es más conocido e importante David Bisbal que Matthew Sweet, o en el que Georgie Dann puede vivir en la abundancia mientras milagros como Pete Ham se suicidan.
Sólo nos queda la búsqueda del refugio interior, allá donde cada cual es libre y dueño de si mismo y de con que alimentar su mente y espíritu.
Larga vida a La Unidad Invisible.
Amen
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