miércoles, 2 de mayo de 2012

LA ESPINA DE LA ROSA


La lesión de Derrick Rose en los instantes finales del primer partido de la serie eliminatoria contra Philadelphia 76ers supone un duro golpe, primeramente para los Chicago Bulls y sus aspiraciones como tercer equipo de la liga en discordia, el único capaz de presentarse con reales opciones de romper el guión de la pronosticada (y sin duda esperada por Stern, deseoso de comenzar a vender una rivalidad LeBron-Durant que puede ser histórica y duradera) final Miami-Oklahoma, pero también un jarro de agua fría para la propia liga y aficionados de cara al espectáculo de los Play-Offs. 

Una vez más volvemos a hablar del terrorífico ACL (anterior cruciate ligament), es decir, la rotura del ligamento cruzado anterior. La misma lesión que Ricky Rubio, como recordarán. De hecho es la cuarta lesión de ACL de la temporada en la NBA (Eric Maynor, de Oklahoma, tuvo la desgracia de abrir el club esta temporada, seguido de nuestro Ricky, para finalizar con Derrick Rose y el estupendo rookie de los New York Kinicks Iman Shumpert, lesionados de esta gravedad el mismo día. Los cuatro son jugadores jóvenes, todos por debajo de los 25 años, y quienes a partir de ahora vivirán con la sombra de la amenaza de una recaída de una lesión que casi siempre deja secuelas, baste decir que en 70% de los casos de deportistas lesionados en su ACL acaban recayendo (y tenemos el desgraciado caso del futbolista Sergio Canales bien reciente). Nada será lo mismo para estos jugadores, sencillamente porque su rodilla lesionada jamás será la misma.  Está es la triste, cruda y descarnada realidad. Por mucho que Ricky vuelva a enamorarnos con su magia, o por mucho que Rose vuelva a moverse como un puma por las canchas, siempre tendremos esa espina clavada de pensar que nos hemos quedado sin ver el 100% de su potencial por culpa de esta maldita lesión.   

Derrick Rose, Annus Horribilis. 


El reciente caso de Rose vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre lo inhumano de esta peculiar temporada del lock-out y la brutalidad de la condensación de los 66 partidos por equipo en tan solo 4 meses. Yendo más allá, nos llevaría a una reflexión más profunda sobre en que se ha convertido el deporte profesional hoy día. Una reflexión necesaria por mucho que nos duela a los aficionados más obsesivos con el deporte entre quienes me incluyo. Esos que somos devoradores y consumidores voraces de la mayor cantidad de deporte posible, a todas horas, a cada instante, buscando siempre un escenario donde encontrar algún titán desafiando los límites del ser humano. Hay que parar. Estamos exprimiendo demasiado todo esto. Convertimos a los deportistas de elite (privilegiados y en la mayoría de los casos multimillonarios, eso tampoco lo olvidemos) en gladiadores a los que queremos ver cada día en la arena sin importarnos que no hayan tenido tiempo de cicatrizar sus últimas heridas. No importa. Les exigimos que den el máximo y que incluso vayan más allá. Que jueguen más minutos, que corran más, que salten más alto, que peguen más fuerte, que pedaleen con más ritmo, que no desfallezcan ni tomen aliento mientras compulsivamente golpeamos las teclas de nuestro mando a distancia en busca de un nuevo ídolo con el que ocupar el vacío dejado por nuestro último juguete roto, ese al que dejamos tirado en una esquina con las piernas rotas o con un chute de anabolizantes aún latiendo sobre su brazo. 

Nuestra exigencia no conoce límites, y por eso no tenemos ningún reparo en darles la espalda cuando cometen ese lógico y humano error que en el cara y cruz del juego les condena a la derrota, y somos tan hipócritas como para machacarlos sin piedad y aplaudir su escarnio público en el momento en el que sus ánimos flaquean y buscan sacar nuevas fuerzas recurriendo al impulso de la química. 

Volviendo al tema Rose, su baja, como es lógico, supone también su ausencia de los JJOO de Londres. Un contratiempo más para un Mike Kryzewski que ha visto como han ido cayendo jugadores de su preselección (Billups, Aldridge, Odom, Howard y ahora Rose), y que se ve por tanto obligado a cambiar sus planes iniciales de no llamar más jugadores de cara a formar la selección definitiva (Andrew Bynum ya ha dicho que no piensa ir), no obstante, hablando de un país bajo cuya bandera juegan los Kobe, Wade, LeBron, Durant, Paul, Love, etc, que nadie dude que siguen siendo los grandes favoritos a repetir oro.  

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