I see a red door and i wanted painted black... |
Echamos hoy una muy pequeña mirada a los play offs NBA que
en estos momentos comienzan sus finales de conferencia (fantástico último
cuarto de San Antonio Spurs anoche, por cierto, realizando un baloncesto de
fábula), en realidad vamos a centrarnos en la eliminación de Los Angeles
Lakers, que al fin y al cabo y desde Febrero de 2008 es un poco el equipo de
todos los españoles con la presencia de nuestro mejor jugador de todos los
tiempos en sus filas.
No queremos caer en el ventajismo de decir “se veía venir”,
más que nada porque desde aquí nos lanzamos a la piscina hace unos meses y
dijimos que veíamos a los Lakers como los tapados de esta temporada y capacesde dar la campanada, demostrando una vez más que éste su blog amigo está muy
bien para que echen de vez en cuando el rato leyendo las diatribas de El
Tirador entra pausa y pausa publicitaria de su programa de televisión favorito,
por ejemplo, pero en realidad aquí hablamos de baloncesto con el mismo nivel de
conocimiento que podríamos hacerlo de la pesca del salmón en Noruega, no se
engañen.
Pero sí, realmente si que se veía venir, y realmente
“ventajista” es mi segundo apellido, o sea que vamos a despellejar sin piedad a
estos “nuevos” Lakers cuya apuesta por un cambio de estilo y filosofía no sólo
no ha tenido los resultados esperados, si no que deja al principal ideólogo de
la nueva mentalidad sobre el parquet, Mike Brown, bastante tocado y plantea
dudas sobre cual será el futuro inmediato de los angelinos, si seguir apostando
por este camino o volver a virar en redondo, con lo cual todo esta temporada
podrían considerarla como un año en blanco (a excepción de por el crecimiento
de Andrew Bynum, única noticia positiva de la temporada), y eso, sinceramente,
creo que es lo peor que le puede pasar nunca a un club deportivo, resultados al
margen, el no ser capaz de aprovechar un año sembrando para el futuro sin duda
es lo que provoca continuados ciclos perdedores en franquicias acostumbradas a
(y exigidas para) el éxito.
La verdad es que la temporada lagunera ha sido un constante
despropósito desde el principio, una sensación de continuo disparo en su propio
pie. Aunque siendo justos hay que considerar que es una temporada condicionada
de inicio por el “no traspaso” vetado por David Stern en una polémica decisión,
un “trade” que tenía por objeto la adquisición del talentoso y estelar Chris
Paul aún a costa de la salida de dos piezas básicas en los recientes últimos
campeonatos angelinos como han sido Pau Gasol y Lamar Odom. No sabemos que
hubiera pasado si los de Mike Brown hubieran armado el deseado “big three” de
Paul-Kobe-Bynum, pero sinceramente dudo mucho que, viendo el nivel actual de
Oklahoma City Thunder, hubieran sido capaces de tumbarles. Por contra si
sabemos lo que ha venido tras el traspaso frustrado, y ahí comenzó el viaje
hacia ninguna parte de la nave purpúrea.
Pau, un "blanco" fácil. |
La salida del versátil forward Odom, elegido mejor sexto
hombre del año la anterior campaña con medias cercanas a los 15 puntos y 9
rebotes por partido fue un acto de despecho con la entidad que le había
mercadeado. A cambio simplemente la elección del draft de los Mavericks de la
próxima temporada (que lógicamente no será alta, dado que Dallas son equipo de
play offs), demasiado poco para un jugador de la calidad de Lamar, pero
suficiente para poder desprenderse de un jugador que públicamente mostraba su
rechazo a la camiseta que había defendido las siete temporadas anteriores.
Primer disparo en la línea de flotación del núcleo central con el que los
angelinos habían ganados sus últimos dos anillos.
Sobre Pau Gasol, aún admitiendo que nos puede mover cierto
chauvinismo, lo cierto es que ha vuelto a dar una lección de comportamiento,
actitud y profesionalidad. Continua y convenientemente puesto en el centro de
la diana de las críticas en una franquicia poco dada a repartir las críticas,
Pau ha vuelto a estar en su línea regular marcando números de crack (17.4 puntos, 10.4 rebotes y
3.7 asistencias), estadísticas que después de 10 años en la NBA, se antojan al
alcance de muy pocos “power-forwards” del mundo. Si bien es cierto que en sus
dos últimas temporadas sus números en play offs han bajado en comparación a
años anteriores.
Con su ala-pivot titular sonando a todas horas como carne de
traspaso fue transcurriendo la temporada laker, esperando que tarde o temprano
el de Sant Boi tuviese que hacer las maletas rumbo Dios sabe a que incierto
destino, pero finalmente quien tuvo que emigrar fue otra de la vieja guardia.
Derek Fisher, el perfecto lugarteniente de Kobe, jugador que siempre había
aparecido en los momentos complicados de play offs y finales por el título (es
uno de esos jugadores que suele mejorar sus prestaciones en post-temporada), y
que luce nada menos que cinco anillos de campeón con la camiseta amarilla,
emigraba hacía unos Houston Rockets con los que no llegó a debutar para
finalmente acabar reforzando a unos Oklahoma con los que aspira a ganar su
sexto anillo. Su ausencia en la dirección del juego era reemplazada por un
Ramon Sessions que ciertamente impulsó un nuevo brío al equipo y se notó cierta
mejoría.
Pero, por encima de todo, está esa cosa que a veces parece
tan “abstracta” del estilo. La fidelidad a una manera de hacer las cosas y el
mantener una fisonomía reconocible. Cualquier aficionado a la NBA sabe
identificar perfectamente cualquier equipo que tenga un poco de historia detrás
con unas señas de identidad. Si uno piensa en los Celtics la palabra que le
viene uno a la cabeza es orgullo. A los Pistons y los Spurs los hemos visto
triunfar en base a otra palabra clave: química. Si uno piensa en equipos como
los Warriors o los Suns enseguida se imagina unos cuantos locos en pantalones
cortos corriendo como posesos y buscando lanzar a canasta en menos de diez
segundos de posesión. Bien, de igual manera se tiende a pensar en los Lakers como
una franquicia que valora el espectáculo y la estética del juego, buscando
cierta fluidez ofensiva, mucho contrataque, y un punto de libertad a sus
jugadores. Todo ello muy difícil de encajar con la filosofía de un entrenador
como Mike Brown cuyo baloncesto es mucho identificable con el más defensivo (y
a veces aburrido) baloncesto de la Conferencia Este. Pero no sólo eso, para
completar su cuadro técnico y como hombres de confianza, Brown decidió confiar
en el italiano Ettore Messina y el ex –Detroit John Kuester, curiosamente los
dos técnicos que más pestes me han hecho echar en los últimos tiempos. El de
Catania, con esas dos temporadas en el Real Madrid plagadas de altas y bajas,
despidos y contrataciones, dudas y más dudas, y una libertad absoluta para
hacer y deshacer en la sección de baloncesto que aún estamos pagando. Kuester,
haciéndonos asistir a dos de las temporadas más grotescas de toda la historia
de los Detroit Pistons. No quiero extenderme en este asunto, tanto el americano
como sobre todo Ettore son magníficos entrenadores y grandísimos conocedores de
este juego, simplemente, y como creo que ya nos vamos conociendo por aquí, una
tripleta formada por Brown-Kuester-Messina para mí es sinónimo de baloncesto
plomizo y aburrido.
Kuester y Brown, las alegrías de la huerta. |
De modo que ahora la famosa escuderia angelina se encuentra
en la dicotomía de cómo gestionar la experiencia de su segundo curso consecutivo
sin pasar de segunda ronda de play offs (lo cual para casi cualquier otra
franquicia sería haber hecho dos magníficas campañas), pero esta vez con un
cambio de estilo muy apreciable con lo que podría considerarse un año de los
llamados de transición. Ahora hay que ver a donde les lleva esa transición, a
un retorno a la gloria, o a la mediocridad más absoluta.
Ahí tienen el ejemplo de los Spurs, 15 años siendo fieles al
mismo estilo sin importarles si un año caen en primera ronda o llegan a las
finales. Personalidad, lo llaman.
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