Calderón defendido por quien puede ser su nuevo entrenador, Derek Fisher. |
“El rumor es la antesala de
la noticia”, que decía José María García. Pues bien, aunque en la NBA la
profusión de rumores es habitual y la gran mayoría no llegan a convertirse en
noticias (más bien, la mayoría de negociaciones no acaban en firma), la
posibilidad de José Calderón envuelto en un traspaso con destino a Nueva York
ya es una realidad. El extremeño pone rumbo a La Gran Manzana, el mayor mercado
baloncestístico del mundo, junto a Samuel Dalembert y dos segundas rondas del
draft, y a cambio de Raymond Felton y Tyson Chandler, pívot que ganó el anillo
con los Mavericks en 2011 y que parecía una de las prioridades de la franquicia
de Mark Cuban, el reforzar el juego interior. Es la primera gran operación de
Phil Jackson como nuevo general manager de los Knicks.
La noticia, en principio,
parece positiva para la carrera de Calderón. Pero por otro lado no me gustan
los visos que está tomando dicha carrera, incapaz de asentarse en ninguna
plaza, y con el peligro de que el jugador comience a convertirse en habitual
moneda de cambio de traspasos. Después de siete temporadas completas en
Toronto, en la octava le vimos vestir la camiseta de Detroit Pistons, para la
temporada siguiente hacer lo propio con la de Dallas, y ahora enfilar hacia
Nueva York. En el transcurso de apenas dos años le hemos visto pasar ya por
cuatro franquicias distintas. No es el primer español en recalar en el Madison
Square Garden, templo universal de la canasta. Sergio Rodríguez en Febrero de
2010 también llegó a Nueva York vía traspaso, donde dentro de una agitada y
nada consolidada carrera al menos con la elástica knickerbocker hizo algunos de
sus mejores partidos NBA. El caso de Calderón es distinto. Llega con vitola de
base titular (su competencia en el puesto a día de hoy serían Beno Urdí y su ex
–compañero en Vitoria Pablo Prigioni) y con una merecida fama de base sobrio y
eficiente, capaz de recuperar su mejor juego a las órdenes de un entrenador que
fuera base mítico hasta hace bien poco como Derek Fisher. Ese mejor juego que
no pudo demostrar en Dallas, donde Rick Carlisle le convirtió prácticamente en
un especialista triplista por encima de director de juego (sólo 4.7 asistencias
por partido, su peor promedio desde su año rookie, muy por debajo de las 8.9
que llegó a promediar en sus dos mejores temporadas como raptor) Es cierto que
nuestro base internacional es uno de los mejores tiradores exteriores de la
liga estadounidense a día de hoy, capaz de garantizar un éxito por encima del
40% desde la distancia más letal, pero nos gustaría verle recuperar su versión
de director de orquesta. Veremos si su llegada es la primera piedra del nuevo
proyecto neoyoquino bajo la dirección maestra de Phil Jackson, o es simplemente
una estación de paso y es utilizado como moneda de cambio de aquí al comienzo
del curso NBA. Lo cierto es que con los Knicks nunca se sabe.
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