Fervor otomano |
Como todos los aficionados sabrán, tenemos dos equipos españoles jugándose estos días su pase a las semifinales de la segunda competición europea por clubes en importancia, la Eurocup, de la que
precisamente uno de ellos, el Valencia Basket, es el vigente campeón.
No han tenido emparejamientos fáciles ninguno de los
dos, especialmente el Valencia, cuyo rival es un equipazo como el Khimki. De
hecho bien podríamos hablar de una final anticipada ya que nos encontramos a
dos de los equipos más fuertes de esta competición. El conjunto de Carles Durán
viaja a Moscú con la obligación de ganar, debido a que en el feudo de La
Fonteta cayó derrotado por un punto (y gracias, ya que llegó a perder por 13
puntos) Tarea complicada pero no imposible.
Nos interesa más en esta entrada la otra
eliminatoria con equipo español implicado, y no exclusivamente por el aspecto
meramente deportivo. El Herbalife Gran Canaria tiene como rival al equipo turco
del Pinar Karsikaya Izmir. Un conjunto perfectamente batible (en la ida 76-66
para los de Aíto) pero que cuenta con ese plus de motivación que es siempre
para un equipo turco jugar al calor de su bulliciosa afición, en este caso,
como vamos a ver, sobrepasando lo ético y lo legal.
La extraordinaria solvencia de los equipos turcos, y
hablamos no sólo de clubes si no también de selección, como locales, contrasta
con sus estrepitosos fracasos y decepciones cada vez que juegan lejos de su
público. Si pensamos en las figuras que han salido en su baloncesto en las
últimas generaciones encontramos nombres como Turkoglu, Kutluay, Ilyasova, Preldzic,
Aldemir, Savas, Tunceri o Kanter. Jugadores para conformar un roster con
aspiraciones a luchar constantemente por las medallas en cualquier torneo al que
se presenten. Sin embargo sólo en dos ocasiones han logrado subirse al podio, siendo
plata en ambos eventos, el Europeo de 2001 y el Mundial de 2010. ¿Qué tenían en
común estos torneos? Lo han adivinado, los turcos eran los anfitriones.
Más sangrante resulta incluso el tema de los clubes,
que viven una bonanza económica que les capacita para realizar fichajes
estratosféricos y juntar auténticas constelaciones de estrellas en un mismo
equipo de cara a un asalto al cetro de la Euroliga que no sólo nunca llega, si
no que incluso no aparecen por la Final Four. El caso más llamativo es el del
Fenerbahce de Zeljko Obradovic, contando la pasada temporada con una plantilla
en la que se encontraban jugadores como Bo McCalebb, Bojan Bogdanovic, Luka
Zoric, Linas Kleiza, Nemanja Bjelica, Emir Preldzic, Oguz Savas… e incluso
vimos como a mitad de temporada arrebatan al Iberostar Tenerife a quien estaba
siendo el mejor jugador ACB hasta el momento, Blagota Sekulic. Con todo ello,
siquiera pasaron al Top 16.
Se ha mitificado en exceso el “infierno turco”, como
si sus pabellones encarnasen la Grecia de los 80, pero es que aquellos equipos
helenos (Aris y Paok principalmente), si competían fuera de casa.
Turquía parece vivir única y exclusivamente en un
baloncesto conformista y local, sólo importa ganar en casa, sea como sea, y ese
“como sea” llega a extremos preocupantes como los vividos por los jugadores del
Gran Canaria tras su victoria por diez puntos en el partido de ida de cuartos
de final de Eurocup.
“Os mataremos. Si queréis ver a vuestras familias de
nuevo debéis dejaros perder” Este fue el mensaje que recibieron en twitter
jugadores como Kyle Korver, Albert Oliver, Walter Tavares y Eulis Baez, dentro
de esa vergonzosa “barra libre” que supone internet para este tipo de desagradables
asuntos. Brad Newley por su parte recibía otro con el texto “morirás en una
semana”. “¿Aún queréis venir a Karsikaya?, pensadlo dos veces”, volvieron a
leer en su cuenta de twitter los cuatro jugadores citados anteriormente. Para hacer
el asunto todavía más escabroso y desagradable, las amenazas de muerte iban
acompañadas de imágenes reales de decapitaciones realizadas por yihadistas.
Evidentemente el club canario puso todo esto en conocimiento de las autoridades
y de la Eurocup, ante la que presentó una queja formal. Una vez garantizada la
seguridad para la expedición amarilla, el equipo de Aíto ha decidido viajar a
Turquía donde esperemos logre cerrar su pase a la siguiente ronda y que todo
este asunto haya quedado en una desagradable anécdota.
Anécdota que por otro lado nos deja varias
reflexiones, por un lado el estercolero en el que se han convertido las redes
sociales, usadas en ocasiones para sacar lo peor del ser humano amparado en el
cobarde anonimato que produce el esconderse detrás de la pantalla de un
ordenador. Por otro la pena y amargura
de ver a nuestro querido deporte de la canasta mezclado con asuntos tan
desagradables como el que nos ocupa.
Recuerden que es sólo, o al menos debería serlo,
baloncesto. El juego de equipo más hermoso.
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