“El jazz trata acerca de estar en el momento
presente”, dijo en una ocasión uno de los mejores músicos de esta disciplina de
la historia, el genial pianista Herbie Hancock (aunque a muchos de ustedes el
nombre no les diga nada, seguro que han escuchado infinidad de veces sus
canciones, o al menos muchos de sus riffs de teclado en samplers de otros
artistas) El momento presente lleva a Ricky Rubio, tras varios años de rumores
de traspaso, a Salt Lake City, a vestir la camiseta de los Utah Jazz que
luciera otro genio español como Raúl López, y tiempo antes aquel maravilloso
Pete “Pistol” Maravich con el que tanto asemeja físicamente, a otro equipo
joven y en reconstrucción pero que a diferencia de Minnesota si habían
conseguido dar con la tecla para el correcto crecimiento (son actuales
semifinalistas del Oeste), claro que nada va a ser lo mismo después de
conocerse que su gran estrella y agente libre este verano, Gordon Hayward, haya
decidido enrolarse en unos Boston Celtics que buscan ser la gran alternativa en
el Este a los Cavaliers de LeBron James. La fórmula de Utah pintaba bien,
alrededor de una gran estrella como Hayward, equilibrar la experiencia de
sobrios veteranos como Joe Johnson o Boris Diaw junto a la pujanza de jóvenes
valores como Rudy Gobert, Rodney Hood o Derrick Favors. La llegada de Ricky
Rubio, director de juego puro solicitado por el mismísimo Hayward, en
detrimento de un base anotador pero de los peores asistentes como George Hill
(un pobre promedio de 3.3 asistencias en su carrera NBA), hacía ilusionar
enormemente a la afición de los Jazz, pensando en un quinteto explosivo con
Ricky Rubio, Rodney Hood, Gordon Hayward, Derrick Favors y Rudy Gobert. La cosa
sonaba muy bien, pero definitivamente Ricky parece no tener suerte en su
trayectoria NBA, por no hablar del consabido tema de las lesiones.
Deja Rubio seis años en Minnesota en los que si bien
no ha logrado llevar a la franquicia a play offs, el crecimiento del equipo ha
sido palpable (excepto hace dos temporadas, en las que el “tanking” fue
evidente), alcanzando su mejor momento en la 2013-14, con un balance de 40
victorias y 42 derrotas, lo que suponía el mejor registro de los Wolves en
nueve años. Curiosamente fue la única temporada en la que Ricky no se perdió un
partido, jugando los 82 de la temporada regular, y también curiosamente (o no
tan curiosamente) el pésimo curso siguiente coincide con la campaña en la que
Rubio está más ausente de las pistas (sólo juega 22 partidos) Lo cierto es que
tan sólo seis años han bastado para que Ricky se haya convertido en un jugador
histórico de la joven franquicia de Minnesota. De hecho se despide de los Lobos
como el máximo asistente por partido (8.5) y recuperador de balones (2.1), e
igualmente en estadística avanzada con el mejor porcentaje en asistencias
(39.2) y robos (3.4) Es el séptimo jugador que más partidos ha jugado en esa
franquicia (353), el sexto en minutos, y ojo, el décimo triplista de la
historia de Minnesota (sí, pese a todas las críticas sobre su tiro, sólo 9
jugadores en la historia han anotado más triples que Ricky vistiendo esa
camiseta), también es el séptimo que más tiros libres ha anotado, y ojo a este
dato, el décimo máximo reboteador defensivo de la historia de los Wolves.
También es el segundo máximo asistente que jamás haya vestido la camiseta de
los de Minneapolis (y recordamos que es el mejor por partido) y el segundo
mayor recuperador de balones de todos los tiempos en Minnesota (y posee el
record de mayor número de robos de balón en una temporada) En estadística
avanzada también aparece en el Top 10 de varias estadísticas, como en las de
los “win shares” (estadística que creó Bill James en béisbol y que refleja la
contribución de un jugador cada temporada en relación a sus compañeros) En los
“win shares” generales figura el quinto mejor de la historia, y en defensa el
cuarto. En otra estadística compleja, el “Value Over Replacement Player”, que
estima la contribución del jugador frente a sus suplentes, figura el quinto en
la historia. Por último, hay que recordar que deja también un buen número de
records en un partido, destacando especialmente el de mayor número de
asistencias en un encuentro en la historia de Minnesota, con los 19 pases de
canasta que repartió precisamente en la recta final de la pasada temporada,
cuando parecía estar jugando el mejor baloncesto de su carrera. No está nada
mal con 26 años, después de 6 temporadas en la misma franquicia, figurar en
varios de los Top 10 estadísticos por mucho que hablemos de una franquicia no
precisamente histórica y en la que Kevin Garnett, no podía ser de otro modo,
copa casi todas las categorías.
Y todo ello asumiendo que no ha sido Ricky Rubio
precisamente un jugador al que las cosas le hayan ido de cara. Incluso su
salida de Minnesota, que podría entenderse una liberación al dejar una de las
franquicias cuyo progreso parece más lento y tortuoso, se produce un verano en
el que desde los despachos de los Wolves se ha apostado fuerte con el traspaso
que ha llevado a Jimmy Butler al Oeste a cambio de Zach LaVine y Kris Dunn, lo
que parecía otorgar plenos poderes a Ricky en la dirección del juego y una
muestra de la total confianza de Thibodeau en el español. Nos relamíamos con la
posibilidad de un quinteto tan potente como Ricky-Butler-Wiggins-Dieng-Towns
cuando días después nos sorprendía el traspaso de Ricky a Minnesota, dejando a
los Wolves sin bases. Finalmente el elegido por Thibodeau ha sido Jeff Teague, otro
talentoso play-maker, no tan buen director y sin la visión de Ricky, pero con
una capacidad anotadora muy superior. Ciertamente los Wolves han conformado un
quinteto que sobre el papel es de los más potentes del Oeste y que les debería
llevar sin problemas a los play offs. Otra cosa es que funcione la química con
tanto jugador que mira aro (habrá que ver cuantos tiros le dejan al pobre
Giorgi Dieng), pero esa es una lucha que ya no nos interesa. Ahora nuestra
intención se centra en ver cómo le sienta a Ricky la llegada a su nuevo club.
Siguiendo con frases de jazz, decía George Gerwhin que tanto en la vida como en
el jazz lo mejor era improvisar. Con la marcha de Gordon Hayward, a Ricky y sus
nuevos compañeros no les toca otra que improvisar y esperar que la melodía
suene afinada. De momento no podrían tener mejor director en la batuta del
jugador español. Ahora queda ver cómo responden los solistas.
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