La jornada inaugural de la nueva temporada NBA nos dejaba cosas tan interesantes como la enésima exhibición de James Harden, liderando la gran remontada de Houston ante los muy favoritos Golden State, o el reencuentro de un LeBron James en modo King con ese colega con quien ha mantenido una particular relación de amor/odio que es Kyrie Irving. Pero los focos de verdad se pusieron en una de esas noticias que los buenos aficionados detestan, porque les privan del mejor espectáculo: la grave lesión de uno de los mejores jugadores del momento.
Sólo habían transcurrido cinco minutos de partido entre Cleveland y Boston, un partido inaugural que los pronósticos situaban como segura final del Este la próxima primavera, cuando Gordon Hayward fallaba en un intento de alley-oop y caía al parqué con todo el peso de su cuerpo sobre el tobillo izquierdo. La imagen fue escalofriante, con el miembro del jugador totalmente desencajado mientras rivales y compañeros se llevaban las manos a la cabeza sin atreverse a mirar. Hayward abandona la pista desesperado por el dolor y abandonaba también la temporada, una temporada, su primera temporada de verde, capitulada en cinco minutos.
Durísimo golpe en primer lugar para el jugador, quien a sus 27 años sufre la lesión más grave de su carrera después de un verano en el que fue el agente libre más deseado. Consolidado en la élite más absoluta le espera un doloroso periodo de ostracismo, recuperación y superación en busca de volver a alcanzar su mejor nivel, ese que le llevó a firmar unos espectaculares 21.9 puntos, 5.4 rebotes y 3.5 asistencias por partido durante la pasada campaña, la mejor de su carrera. En segundo lugar sufre la franquicia de Boston con todos sus aficionados. El club celta había dado un espectacular golpe de timón este verano, renunciando a la coralidad y profundidad de banquillo que les habían llevado a dominar la temporada regular en el Este con un balance de 53 victorias por 29 derrotas, el mejor en los últimos siete años, para conseguir un equipo con aspiraciones reales al título cuando llegasen las eliminatorias y LeBron James se cruzase en su camino. Todo ello pasaba por la fortaleza de un particular Big Three con tres jugadores de características muy diferentes y por tanto complementarios: Kyrie Irving, Al Horford y Gordon Hayward. Y por último salimos perdiendo todos los aficionados, que nos quedamos con las ganas de saber hasta donde podrían haber llegado estos Celtics en la lucha por el título. Una auténtica pena, sobre todo considerando la abismal diferencia actual a nivel de estrellas entre el Este y el Oeste.
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